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Martes, 19 de Agosto de 2025 Tiempo de lectura:

FEDERICO GARCÍA LORCA: EL POETA QUE EL FASCISMO QUISO CALLAR Y LA HISTORIA CONVIRTIÓ EN UN SÍMBOLO (VÍDEO)

¿Qué papel jugó la cultura en la lucha de clases durante la Segunda República?

Federico García Lorca fue mucho más que un poeta: fue un revolucionario cultural cuya obra encarnó el espíritu más libre y combativo de la Segunda República. Su asesinato, el 18 de agosto de 1936, no fue un crimen pasional ni accidental, sino un acto deliberado de represión política. Hoy, su memoria resiste, incomoda y nos recuerda que donde hay arte comprometido, hay peligro para el poder.

 Por CRISTÓBAL GARCÍA VERA PARA CANARIAS SEMANAL.ORG

 

   El 18 de agosto de 1936 Federico García Lorca era asesinado en Granada por fuerzas franquistas. A casi noventa años de aquel crimen, su figura sigue presente en la memoria colectiva como un símbolo de libertad, cultura y resistencia. Lorca no fue una víctima accidental del golpe militar, sino un objetivo político. Su pluma, su teatro, su voz y su vida encarnaban exactamente lo que el fascismo quería destruir. Es por ello que recordarlo hoy no es solo un acto de justicia histórica, sino también una lección viva sobre el poder transformador de la cultura y la necesidad de defenderla.

 

Una República en disputa: reformas, esperanzas y límites de clase

 

  La Segunda República Española, nacida el 14 de abril de 1931, supuso una ruptura histórica con la monarquía. Su llegada trajo consigo reformas importantes: voto femenino, educación pública, laica y gratuita, un intento de reforma agraria, estatutos de autonomía, derechos laborales, entre otros. La República apostaba por modernizar España, democratizar la vida social y debilitar el poder de las viejas estructuras: la Iglesia, el Ejército, los terratenientes.

 

  Sin embargo, la II República no implicó ninguna revolución, sino una transformación limitada. Era una república burguesa que pretendía regular las tensiones de clase sin romper con el sistema capitalista. Intentó contener las contradicciones de una sociedad explotadora con reformas parciales. El temor a un avance radical de las clases populares llevó al propio gobierno republicano a frenar las reformas más profundas para no desatar la resistencia de los poderosos. Una pretensión que no impidió la reacción de las clases dominantes de la sociedad española que, finalmente, se tradujo en golpe militar de julio de 1936. 

 

Lorca y la cultura como trinchera popular

 

   En ese contexto, Federico García Lorca se convirtió en mucho más que un poeta. Fue un intelectual comprometido con su tiempo, un artista que no solo observaba, sino que intervenía. Su obra no fue jamás una torre de marfil; fue una trinchera.

  

    Con La Barraca, la compañía de teatro universitario que fundó y dirigió, llevó el teatro clásico a los pueblos más pobres, haciendo de la cultura un derecho y no un privilegio. Creía que todos los seres humnos tenían derecho no solo a comer, sino también a saber. Su trabajo con las Misiones Pedagógicas fue parte de una estrategia republicana para liberar al pueblo de la ignorancia, tarea profundamente revolucionaria.

 

  El teatro para Lorca era un arma educativa y emancipadora. No era solo estética: era política. Quería que el pueblo se viera a sí mismo en el escenario, que pensara, que soñara, que se reconociera como sujeto de derechos y de historia.

 

 Por eso su trabajo fue atacado y señalado como comunista y director de una "banda de estudiantes" que agitaba las conciencias rurales. La cultura popular, cuando se vuelve crítica, siempre incomoda a los poderosos.

 

Crítica al capitalismo, solidaridad con los oprimidos

 

   Lorca no necesitó escribir panfletos para expresar su pensamiento político. Su obra está atravesada por una profunda crítica al sistema capitalista, a la represión de clase, al racismo y a la violencia estatal.

 

  Poeta en Nueva York, escrita durante su estancia en Estados Unidos, es un grito desgarrador contra el capitalismo moderno.  En ella retrata a Nueva York como un lugar de "alambre y muerte", donde el hombre es esclavo de la máquina. Lorca denuncia sin rodeos un "sistema económico cruel que habrá que degollar". Su defensa de los afroamericanos y su crítica al racismo institucional lo sitúan también como un aliado de los pueblos oprimidos.

 

  En Romancero Gitano, el gitano es símbolo de libertad reprimida por la Guardia Civil, una institución que Lorca retrata como brutal y deshumanizadora. El gitano, como el negro en Harlem, como el pobre en la España rural, es víctima de un orden que margina, encierra y destruye.

 

   En La Casa de Bernarda Alba, Lorca retrata el autoritarismo doméstico como una metáfora de la represión nacional. Bernarda, la madre tiránica, representa la España conservadora, clasista y patriarcal. "Los pobres son como animales", dice. Y esa frase resume el desprecio de la clase dominante por quienes no poseen nada. 

 

  La obra de Lorca no es solo poesía, sino un agudo y crítico análisis social. Identifica a los sujetos oprimidos, denuncia las estructuras que los aplastan y pone en escena la necesidad de rebelarse.

 

Compromiso político y antifascismo

 

  Aunque Lorca decía "no ser político sino revolucionario", sus acciones hablaban con claridad. Admiraba la Revolución Rusa, firmó manifiestos del Frente Popular, saludó a los trabajadores el Primero de Mayo, defendió a poetas perseguidos por el nazismo. Se autodefinía como "del partido de los pobres".

 

  Su compromiso no era partidista, pero sí profundamente ideológico. Comprendía que su arte tenía una misión social. Sabía que, en medio de la tormenta, la neutralidad era complicidad. Apoyó a la República, no porque fuera perfecta, sino porque representaba una posibilidad de avance frente a la barbarie reaccionaria que se avecinaba. Su claridad lo convirtió en un objetivo. 

 

El crimen político

 

  El asesinato de Federico García Lorca no fue un acto provocado por rencillas personales tal y como, ayer y hoy, pretenden hacer creer los interesados en borrar la verdadera significación del poeta. Fue una ejecución política planificada y simbólica.

 

  Fue arrestado en la casa familiar de su amigo Luis Rosales, a pesar de que éste, y su hermano, eran importantes miembros de Falange.  Su asesinato fue llevado a cabo por hombres vinculados a la CEDA y a la Guardia Civil. Fue ejecutado junto a un maestro republicano y dos militantes anarquistas. Fue un fusilamiento que pretendía ser "ejemplar": matar a la inteligencia, al arte, a la disidencia.

 

  Lo acusaron de comunista, de homosexual y de ser un "agente" de la URSS. El fascismo necesitaba un enemigo total. Y en Lorca, como en tantos otros, encontró la combinación perfecta de todo lo que odiaba: cultura, libertad sexual, ideas progresistas, solidaridad con los oprimidos, belleza libre.

 

  El asesinato de Lorca forma parte del terror contrarrevolucionario. Fue una advertencia, una purga, una táctica. Al eliminar a los intelectuales comprometidos, al sembrar el miedo, el fascismo buscaba restaurar el orden social de los terratenientes, los obispos y los militares. Quería borrar la memoria de que otro país era posible.

 

El legado: un cuerpo ausente, una voz que no cesa

 

  El cuerpo de Lorca nunca fue encontrado. Se encuentra aún en una fosa común de Granada, junto a otros asesinados por el franquismo. Pero su ausencia física es también una presencia viva. Su poesía, su teatro, sus palabras, siguen ahí, incandescentes, denunciando el crimen y exigiendo justicia.

 

  Hoy, Lorca no solo pertenece a la literatura. Pertenece a la historia de las luchas populares, a los movimientos por la memoria, a quienes creen que la cultura es un campo de batalla. Su vida fue ejemplo de compromiso y su muerte, testimonio del precio que puede pagarse por desafiar al poder.

 

   Recordarlo el 18 de agosto, como el resto del año, no es solo un acto de memoria. Es un acto político. Porque las fuerzas e ideas que lo mataron aún no han desaparecido y todavía deben ser combatidas. Y porque la libertad por la que luchó Lorca —la del conocimiento, la del amor, la del arte— sigue siendo una conquista pendiente para millones de personas.

 

  La voz de Lorca fue silenciada con balas. Pero su eco se multiplicó. Y mientras se represente su teatro, se lea su poesía y se hable de su muerte como lo que fue —un crimen de clase, de odio y de poder—, su asesinato será inútil.

 

 

VÍDEO:

 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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  • Chorche

    Chorche | Martes, 19 de Agosto de 2025 a las 16:59:55 horas

    El asesinato de Javier Verdejo en Almería sigue impune casi cincuenta años después.
    En Andalucía al menos 18 personas fueron asesinadas durante la Transición.
    ...Verdejo, soñaba como tantos jóvenes de esa época con la democracia, con el socialismo y con la victoria obrera; movido por ese impulso, durante la madrugada del 13 al 14 de agosto se disponía a pintar el lema: Pan, trabajo y libertad en una pared de la Calle de San Miguel. Sólo llegó hasta la t que iniciaba la palabra trabajo, cuando un disparo de la Guardia Civil acabó con su vida, volviendo eternos sus 19 años.
    “En Almería impactó su muerte, incluso a gente de derechas; era joven y no había hecho nada, tenías que ser muy fascista o muy insensible para que no te afectara”, recuerda Mariano Junco, miembro de Nación andaluza.
    “Estamos hartos de que nos digan que la Transición fue modélica”, se queja Olga Gutiérrez, parte del colectivo Olvidados de la Transición.
    Gutiérrez es cuñada de Arturo Ruíz Garcia, un joven granadino también miembro de la Joven Guardia Roja que fue asesinado en Madrid por un miembro del grupo ultraderechista Guerrilleros de Cristo Rey durante una manifestación pro-amnistía el 23 de enero de 1977. “La policía utilizaba a estos grupos para actuar en las manifestaciones”, explica Gutiérrez. El asesinato de Ruiz García también quedó sin que se señalara a ningún responsable. El periodista Mariano Sánchez Soler expone en su obra La Transición sangrienta (Península) que durante este período se produjeron en el Estado español 591 muertes por violencia política, de las cuales al menos 188 fueron asesinados por violencia institucional. En Andalucía se produjeron en la Transición al menos 17 asesinatos, que van desde la muerte de García Caparros en Málaga el 4 de diciembre de 1977 durante una manifestación por la autonomía andaluza, a María Asensio, fallecida tras un impacto de un bote de gas lacrimógeno lanzado por agentes policiales para dispersar una manifestación vecinal para conseguir agua en la localidad almeriense de Huércal-Overa.
    El caso de Javier Verdejo es el símbolo de una época: “Andalucía fue una gran trinchera de lucha durante la Transición, tuvo una izquierda radical muy fuerte y hubo mucha represión”, explica el historiador, sociólogo y profesor de la Universidad Europea de Madrid, Javier García Fernández....
    (El Salto).

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  • Chorche

    Chorche | Martes, 19 de Agosto de 2025 a las 15:59:11 horas

    Precioso, conmovedor, inspirador artículo y vídeo.
    FEDERICO INMORTAL.
    ¡Cuanto te necesitamos!

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  • Alejandro El No-Magno

    Alejandro El No-Magno | Martes, 19 de Agosto de 2025 a las 09:46:37 horas

    A NOSOTROS SE NOS OCURRE ALGO MAS QUE PAN Y UN LIBRO:

    "UN SISTEMA ECONOMICO CRUEL
    AL QUE PRONTO HABRA
    QU CORTARLE EL CUELLO"
    (''Poeta en Nueva York")

    ...Y LLEVABA TODA LA RAZON
    PORQUE UNOS AÑOS MAS TARDE
    ESE MISMO SISTEMA
    LE CORTABA EL CUELLO A ÉL...

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