CUANDO LAS MÁSCARAS CAEN: EE.UU., CHINA Y RUSIA ANULAN EL DERECHO A LA AUTODETERMINACIÓN DEL PUEBLO SAHARAUI
¿Qué tipo de lecciones nos proporcionan Rusia y China con su posicionamiento en contra del derecho a la autodeterminación del pueblo saharaui en el Consejo de Seguridad de la ONU?
El pueblo saharaui lleva casi medio siglo esperando y luchando por poder decidir su futuro. Esta pasada semana, las grandes potencias hegemónicas de la ONU - EEUU, China y Rusia no solo les dieron la espalda a sus reivindicaciones históricas, sino que, además, le arrebataron la posibilidad de ejercer el derecho a la autodeterminación en el futuro. La monarquía marroquí logró el respaldo diplomático que necesitaba. ¿Qué poderosos intereses hicieron posible esta inesperada decisión? ¿Cobra ahora sentido el giro en la política exterior española de hace un par de años cuando Sánchez decidió apoyar el "Plan marroquí" ? Nuestro colaborador Manuel Medina nos lo explica en este artículo
POR MANUEL MEDINA (*) PARA CANARIAS SEMANAL.ORG.-
Durante décadas, Marruecos ha venido cultivando una política exterior discreta, persistente y meticulosa, orientada a la construcción de una "legitimidad" que justificara su proyecto de anexión del Sáhara Occidental.
El conflicto, que comenzó tras el abandono de España de su antigua colonia, en 1975, había quedado encallado en un callejón diplomático sin salida. Pero el Palacio Real de Rabat, lejos de conformarse con el inmovilismo, apostó por una vía distinta: convencer a los grandes actores del tablero internacional de que su plan de “autonomía bajo soberanía marroquí” era la única opción viable.
"El respaldo al "Plan marroquí" dejó al desnudo lo que de verdad defienden las grandes potencias"
Para ello, la diplomacia marroquí fue entretejiendo acuerdos económicos, militares y estratégicos con actores aparentemente antagónicos, como Estados Unidos, Rusia, China e incluso Israel. En paralelo, Rabat invirtió fuertemente en el desarrollo del territorio ocupado: carreteras, puertos, energía solar y grandes inversiones extranjeras sirvieron para “normalizar” una ocupación que ya casi nadie parecía cuestionar.
![[Img #87592]](https://canarias-semanal.org/upload/images/11_2025/9658_sah2.jpg)
Con China, Marruecos profundizó una relación que va mucho más allá de los vínculos comerciales. Pekín ha encontrado en Marruecos una puerta de entrada a África Occidental. A través de su iniciativa de la Franja y la Ruta, ha financiado infraestructuras clave en Casablanca, El Aaiún y Dajla. Además, Marruecos se convirtió en proveedor de fosfatos y metales raros fundamentales para la industria tecnológica china. A cambio, recibió inversiones, tecnología y respaldo en foros multilaterales.
Rusia, por su parte, ha visto en Marruecos un socio útil en el norte de África. Si bien no ha habido un pacto militar formal, sí han existido intercambios de entrenamiento, cooperación en seguridad y ventas de armamento ligero. La discreta relación entre Moscú y Rabat también le permitió a Putin ganar influencia en la región sin comprometerse abiertamente con Argelia, un tradicional y antiguo aliado de la hoy desaparecida Unión Soviética.
Trump, Putin y Xi 'aplauden' sin palabras el fin del derecho a la autodeterminación saharaui
El caso más llamativo es el de Israel. Tras los "Acuerdos de Abraham" y el reconocimiento estadounidense de la soberanía marroquí sobre el Sáhara durante el primer mandato de Donald Trump, Marruecos e Israel reforzaron su cooperación en ámbitos como la ciberseguridad, la inteligencia, la industria militar y la tecnología de vigilancia. Esta alianza, con implicaciones profundas, ofreció a Rabat acceso a tecnología militar de última generación y la bendición de Washington.
Todo este tejido de alianzas tenía un objetivo común: construir una red de apoyos geopolíticos que garantizara el respaldo —o al menos la neutralidad— de las grandes potencias capitalistas en litigio cuando llegara el momento de la verdad. Y ese momento llegó en la última sesión del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, celebrada la semana pasada.
UNA SESIÓN QUE CAMBIÓ LA HISTORIA: LA VOTACIÓN EN LA ONU
En efecto, este 31 de octubre de 2025 pasará a la historia como el día en que el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas legitimó de facto el plan de autonomía de Marruecos sobre el Sáhara Occidental. La resolución, redactada por Estados Unidos, fue aprobada con 11 votos a favor, con la abstención de Rusia, China y Mozambique, y la ausencia de Argelia, que decidió no participar en el siniestro contubernio como forma de protesta.
El texto renovaba por un año más el mandato de la MINURSO —la misión de la ONU en el territorio— pero introducía un giro político clave: establecía que las negociaciones futuras se basarían en la propuesta marroquí como único marco posible. En la práctica, esto significa descartar de forma definitiva la vía de la autodeterminación para el pueblo saharaui.
En el discurso con el que el rey Mohammed VI celebró el evento no dejó lugar a dudas sobre la lectura oficial del reino alauí:
“La comunidad internacional ha reconocido, por fin, el carácter legítimo, serio y realista de nuestro plan de autonomía”, afirmó.
En su mensaje, agradeció también explícitamente a Estados Unidos, España y Reino Unido por su “compromiso con la paz y la estabilidad”.
Para Argelia, esta operación ha representado una traición. Su cancillería calificó la resolución como
“una grave violación del derecho internacional y de los principios de descolonización de las Naciones Unidas”.
El Frente Polisario, por su parte, denunció que se trata de
“la legalización de una ocupación militar mediante una coartada diplomática”.
Mientras tanto, en la sede de la ONU, ni Rusia ni China pronunciaron discursos encendidos. Sus embajadores se limitaron a justificar sus abstenciones como “decisiones pragmáticas” destinadas a “no bloquear un proceso de paz en curso”. Pero el mensaje era claro: ni Moscú ni Pekín estaban dispuestos a usar su derecho a veto en el Consejo de Seguridad para proteger la autodeterminación del pueblo saharaui.
"Marruecos sella su victoria en la ONU sin disparar una sola bala"
DEL SÁHARA A LOS CONTRATOS: EL PRECIO DEL "GIRO COPERNICANO" ESPAÑOL
Cuando en marzo de 2022 Pedro Sánchez reconoció por carta el plan de autonomía marroquí como “la base más seria, creíble y realista” para resolver el conflicto del Sáhara Occidental, lo hizo haciendo trizas más de cuatro décadas de consenso diplomático en España. Hasta entonces, todos los gobiernos —sin importar su color político— habían mantenido una posición ambigua pero coherente: apoyar las resoluciones de la ONU, sin inclinarse por ninguna de las partes.
![[Img #87591]](https://canarias-semanal.org/upload/images/11_2025/6981_sah1.jpg)
La decisión generó estupor interno y escándalo internacional. Pero ahora, con la resolución aprobada por el Consejo de Seguridad de la ONU que legitima el plan marroquí como marco exclusivo de solución, el movimiento de Sánchez cobra un nuevo y clarificador sentido, que ayuda a que podamos descubrir lo que había detrás de aquella sorprendente decisión. Lejos de ser un posicionamiento aislado o improvisado, todo indica que España actuó como pieza anticipada en una jugada más amplia y orquestada, diseñada para allanar el camino hacia el aval multilateral que Rabat perseguía desde hace años, y que ya contaba entonces con el sostén fundamental de Estados Unidos y de Francia.
Tras el apoyo español, Marruecos consiguió también el aval de Alemania (agosto de 2022), Dinamarca (septiembre de 2024), Reino Unido (1 de junio de 2025), Portugal (22 de julio de 2025) y Bélgica (Octubre de 2025).
Sánchez, por tanto, no fue un verso suelto, sino un actor consciente de una estrategia más amplia. Su gesto sirvió como prueba piloto: si incluso la antigua potencia administradora daba por buena la propuesta de autonomía, el camino hacia la legalización internacional de la ocupación quedaba despejado.
España, a cambio, consolidó una mejora en sus relaciones bilaterales con Marruecos, aseguró la colaboración en materia migratoria y evitó crisis fronterizas en Ceuta, Melilla y Canarias. Pero el precio fue alto: la credibilidad internacional de España como supuesta defensora del derecho internacional y el principio de autodeterminación quedó gravemente erosionada.
INTERESES ECONÓMICOS EN LA SOMBRA: FOSFATOS, ENERGÍA Y NEGOCIOS EN EXPANSIÓN
Más allá de la geopolítica, también hay razones económicas concretas que podrían haber influido en la decisión española. Los territorios ocupados del Sáhara Occidental contienen una de las mayores reservas de fosfatos del mundo, un recurso vital para la agricultura industrial, en el que España tiene intereses empresariales crecientes, especialmente a través de multinacionales que operan en colaboración con la OCP marroquí (la poderosa Oficina Cherifiana de Fosfatos).
Además, las aguas del Sáhara Occidental están entre las más ricas en pesca del Atlántico, y desde hace años han sido objeto de acuerdos pesqueros entre la UE y Marruecos, que incluyen ilegalmente esas aguas. España, cuyo sector pesquero es uno de los más beneficiados por esos convenios, no ha protestado nunca por esta inclusión, a pesar de las reiteradas denuncias del Tribunal de Justicia de la Unión Europea.
Por otro lado, Rabat ha iniciado exploraciones para la extracción de hidrocarburos en aguas saharauis, con la participación de compañías extranjeras interesadas en el potencial energético de la región. No sería extraño que España, a través de consorcios energéticos o acuerdos a puerta cerrada, también aspirara a beneficiarse de estos valiosos recursos.
En este contexto, el apoyo al plan marroquí puede haber sido una inversión política de futuro, un modo de garantizar una posición favorable en la nueva economía de los territorios ocupados, ahora que todo indica que el "plan de autonomía" se convertirá en la base legal para las futuras explotaciones económicas.
LA COMPLICIDAD RUSA Y CHINA: ¿ALIADOS O IMPERIOS EN SILENCIO?
Muchos analistas esperaban que Rusia y China frenaran, con su derecho de veto, esta resolución que consolida la posición marroquí sobre el Sáhara Occidental. No ocurrió así, sino todo lo contrario. Ambos países se abstuvieron, lo que en la práctica fue una forma explicita de dar luz verde al plan impulsado por Estados Unidos sin, supuestamente, ensuciarse las manos. Es la estrategia clásica del “no bloqueo”, que ya han empleado antes cuando la decisión favorece sus intereses indirectamente o les evita enemistades innecesarias.
Pero, ¿por qué no votaron en contra? Las razones - ajenas a cualquier consideración ética o legal sobre el derecho a la autodeterminación de los saharauis - son también económicas y geopolíticas.
China, por ejemplo, ha reforzado sus vínculos con Marruecos durante la última década en múltiples frentes. No solo importa grandes cantidades de fosfatos —claves para su producción agrícola— sino que también ha invertido en infraestructuras como puertos, ferrocarriles y parques industriales, algunos situados en pleno territorio saharaui ocupado. El plan de autonomía marroquí ofrece a Pekín, por tanto, una “normalización” de sus intereses económicos en la zona.
Por su parte, Rusia, aunque mantiene históricas buenas relaciones con Argelia, ha decidido no jugar fuerte en esta partida. Necesita a Marruecos como actor estable en una región convulsa y paga así su postura neutral ante la guerra en Ucrania. A ello se suma el interés ruso por aumentar su influencia en África occidental, donde Marruecos puede actuar como puente y aliado. Así, Moscú elige una abstención “cómoda” que le permite quedar bien con todos… menos con los saharauis.
Ambos países, además, están profundamente interesados en proyectar la imagen de potencias globales “constructivas” que no bloquean resoluciones multilaterales. Pero esta postura revela lo que ya muchos sospechan: ni China ni Rusia son garantes de los derechos de los pueblos, sino actores que responden, como todas las grandes potencias capitalistas, a sus propios cálculos mercantiles y geopolíticos.
EL ANTECEDENTE LIBIO: CUANDO RUSIA Y CHINA TAMBIÉN SE LAVARON LAS MANOS
Este no es, en efecto, el primer caso en que Rusia y China dejan que se apruebe una resolución que conlleva consecuencias dramáticas para un país del Sur global. En 2011, ambos países se abstuvieron en la votación de la ONU que dio comienzo a la intervención militar de la OTAN en Libia, bajo la excusa de proteger a la población civil.
El resultado fue el derrocamiento de Muamar el Gadafi, el colapso del Estado libio y el inicio de una guerra civil que, aún hoy, sigue desangrando a ese país. Entonces —como ahora— la abstención de Moscú y de Pekín permitió a las potencias occidentales intervenir en Libia contando con cobertura legal. Años más tarde, Rusia se quejaría de haber sido “engañada” por Washington, pero lo cierto es que su abstención abrió la puerta a una operación que destruyó uno de los Estados más desarrollados de África.
El paralelismo ahora con el Sáhara es evidente. Ambos casos muestran que, cuando se trata de defender el derecho internacional frente a los intereses imperiales, los discursos se diluyen y las abstenciones hablan más fuerte que cualquier tipo de manifiesto.
EL MUNDO REACCIONA: PERIODISMO, ACTIVISMO Y SILENCIO POLÍTICO
Las reacciones al nuevo giro del conflicto del Sáhara han sido disímiles. Algunos medios internacionales han tratado la noticia como un paso hacia la “estabilidad”, comprando plenamente el discurso de la monarquía alauita. Sin embargo, medios independientes, organizaciones de derechos humanos y movimientos prosaharauis han denunciado lo que consideran una traición al principio de autodeterminación y un aval implícito a una ocupación militar.
En países como España, Argelia, Sudáfrica y varios de América Latina, periodistas y activistas han criticado duramente la resolución, señalando que "la ONU ha renunciado a su función como garante del derecho de los pueblos a decidir su futuro".
En redes sociales, las etiquetas como #SaharaLibre, #NoALaAnexión o #ONUComplice se viralizaron en cuestión de horas, acompañadas por imágenes de jóvenes saharauis exiliados y veteranos del Polisario en los campamentos de Tinduf.
UNA LECCIÓN PARA LA IZQUIERDA GLOBAL: ¿HAY, POR FIN, UN IMPERIO BUENO?
Este episodio deja una lección amarga - que quizá aún sean incapaces de aprender - a los sectores de la izquierda confusa y difusa que han depositado esperanzas en los BRICS como alternativa geopolítica al dominio occidental. La posición de Rusia y China muestra que estos países, más allá de su hueca retórica antiimperialista, también actúan como potencias interesadas, capaces de sacrificar cualquier principio por sus propios beneficios económicos y estratégicos.
La idea de que los BRICS, encabezados por Rusia y China, podían ser el contrapeso moral y político al orden mundial hegemonizado por EE.UU. y sus aliados, no ha tardado en desmoronarse con esta decisión política -y otras, como el aval ruso al gobierno yihadista impuesto al pueblo sirio-. ¿Cómo defender la legitimidad de un bloque que se abstiene frente a una resolución que legaliza una ocupación militar?
La última votación en el Consejo de Seguridad de la ONU ha dejado al descubierto el límite de ese endeble y engañoso relato que pretende hacernos creer que el papel que no desempeñen las resistencias antiimperialistas populares podría ser reemplazado por el accionar de determinadas potencias capitalistas, por el mero hecho de que estas sean competidoras del imperialismo estadounidense.
Ni Rusia ni China han mostrado voluntad de defender el derecho del pueblo saharaui a decidir su destino. Al contrario, han demostrado que cuando sus intereses están en juego son capaces de dejar caer cualquier causa justa sin inmutarse.
De esta forma, Marruecos ha logrado lo que parecía imposible: imponer su visión sobre el futuro del Sáhara Occidental con la complicidad de las grandes potencias capitalistas que con toda ferocidad están tratando de repartirse el planeta. Y no solamente, como ha quedado trágicamente en evidencia, de los Estados Unidos, Francia, España o Inglaterra. La diplomacia del dinero, los contratos energéticos, la geoestrategia y la pasividad internacional han conseguido lo que las armas no habían logrado .
Para el pueblo saharaui, empieza ahora una nueva fase, aún más cuesta arriba, en la que su lucha por la autodeterminación se ve más aislada que nunca. Y a quienes aún creen en la multipolaridad como sinónimo de justicia, esta historia les obliga a realizar una reflexión profunda: no hay imperios buenos cuando se trata de defender los derechos de los pueblos.
(*) Manuel Medina es profesor de Historia y divulgador de temas relacionados con esa materia
FUENTES CONSULTADAS:
Frente Polisario – Representación en Europa y ONU
(Pronunciamientos recientes sobre el giro diplomático y posicionamientos oficiales).
Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE).
(Fallos contra los acuerdos comerciales entre la UE y Marruecos que incluyen recursos saharauis).
Oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos (OHCHR)
(Informes sobre la situación humanitaria en el Sáhara ocupado).
Noticias sobre los Acuerdos de Abraham y relaciones Marruecos-Israel
– Al Jazeera, Middle East Monitor, Le Monde Diplomatique
(Información sobre cooperación militar, ciberseguridad e inteligencia).
Estudios sobre la relación China-Marruecos
– Africa Center for Strategic Studies, China Global Investment Tracker
(Desarrollo de infraestructuras, inversiones en energía y minería).
Análisis sobre Rusia y Marruecos
– Carnegie Moscow Center, The Diplomat
(Cooperación en seguridad, armas y presencia geopolítica en África.
POR MANUEL MEDINA (*) PARA CANARIAS SEMANAL.ORG.-
Durante décadas, Marruecos ha venido cultivando una política exterior discreta, persistente y meticulosa, orientada a la construcción de una "legitimidad" que justificara su proyecto de anexión del Sáhara Occidental.
El conflicto, que comenzó tras el abandono de España de su antigua colonia, en 1975, había quedado encallado en un callejón diplomático sin salida. Pero el Palacio Real de Rabat, lejos de conformarse con el inmovilismo, apostó por una vía distinta: convencer a los grandes actores del tablero internacional de que su plan de “autonomía bajo soberanía marroquí” era la única opción viable.
"El respaldo al "Plan marroquí" dejó al desnudo lo que de verdad defienden las grandes potencias"
Para ello, la diplomacia marroquí fue entretejiendo acuerdos económicos, militares y estratégicos con actores aparentemente antagónicos, como Estados Unidos, Rusia, China e incluso Israel. En paralelo, Rabat invirtió fuertemente en el desarrollo del territorio ocupado: carreteras, puertos, energía solar y grandes inversiones extranjeras sirvieron para “normalizar” una ocupación que ya casi nadie parecía cuestionar.
![[Img #87592]](https://canarias-semanal.org/upload/images/11_2025/9658_sah2.jpg)
Con China, Marruecos profundizó una relación que va mucho más allá de los vínculos comerciales. Pekín ha encontrado en Marruecos una puerta de entrada a África Occidental. A través de su iniciativa de la Franja y la Ruta, ha financiado infraestructuras clave en Casablanca, El Aaiún y Dajla. Además, Marruecos se convirtió en proveedor de fosfatos y metales raros fundamentales para la industria tecnológica china. A cambio, recibió inversiones, tecnología y respaldo en foros multilaterales.
Rusia, por su parte, ha visto en Marruecos un socio útil en el norte de África. Si bien no ha habido un pacto militar formal, sí han existido intercambios de entrenamiento, cooperación en seguridad y ventas de armamento ligero. La discreta relación entre Moscú y Rabat también le permitió a Putin ganar influencia en la región sin comprometerse abiertamente con Argelia, un tradicional y antiguo aliado de la hoy desaparecida Unión Soviética.
Trump, Putin y Xi 'aplauden' sin palabras el fin del derecho a la autodeterminación saharaui
El caso más llamativo es el de Israel. Tras los "Acuerdos de Abraham" y el reconocimiento estadounidense de la soberanía marroquí sobre el Sáhara durante el primer mandato de Donald Trump, Marruecos e Israel reforzaron su cooperación en ámbitos como la ciberseguridad, la inteligencia, la industria militar y la tecnología de vigilancia. Esta alianza, con implicaciones profundas, ofreció a Rabat acceso a tecnología militar de última generación y la bendición de Washington.
Todo este tejido de alianzas tenía un objetivo común: construir una red de apoyos geopolíticos que garantizara el respaldo —o al menos la neutralidad— de las grandes potencias capitalistas en litigio cuando llegara el momento de la verdad. Y ese momento llegó en la última sesión del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, celebrada la semana pasada.
UNA SESIÓN QUE CAMBIÓ LA HISTORIA: LA VOTACIÓN EN LA ONU
En efecto, este 31 de octubre de 2025 pasará a la historia como el día en que el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas legitimó de facto el plan de autonomía de Marruecos sobre el Sáhara Occidental. La resolución, redactada por Estados Unidos, fue aprobada con 11 votos a favor, con la abstención de Rusia, China y Mozambique, y la ausencia de Argelia, que decidió no participar en el siniestro contubernio como forma de protesta.
El texto renovaba por un año más el mandato de la MINURSO —la misión de la ONU en el territorio— pero introducía un giro político clave: establecía que las negociaciones futuras se basarían en la propuesta marroquí como único marco posible. En la práctica, esto significa descartar de forma definitiva la vía de la autodeterminación para el pueblo saharaui.
En el discurso con el que el rey Mohammed VI celebró el evento no dejó lugar a dudas sobre la lectura oficial del reino alauí:
“La comunidad internacional ha reconocido, por fin, el carácter legítimo, serio y realista de nuestro plan de autonomía”, afirmó.
En su mensaje, agradeció también explícitamente a Estados Unidos, España y Reino Unido por su “compromiso con la paz y la estabilidad”.
Para Argelia, esta operación ha representado una traición. Su cancillería calificó la resolución como
“una grave violación del derecho internacional y de los principios de descolonización de las Naciones Unidas”.
El Frente Polisario, por su parte, denunció que se trata de
“la legalización de una ocupación militar mediante una coartada diplomática”.
Mientras tanto, en la sede de la ONU, ni Rusia ni China pronunciaron discursos encendidos. Sus embajadores se limitaron a justificar sus abstenciones como “decisiones pragmáticas” destinadas a “no bloquear un proceso de paz en curso”. Pero el mensaje era claro: ni Moscú ni Pekín estaban dispuestos a usar su derecho a veto en el Consejo de Seguridad para proteger la autodeterminación del pueblo saharaui.
"Marruecos sella su victoria en la ONU sin disparar una sola bala"
DEL SÁHARA A LOS CONTRATOS: EL PRECIO DEL "GIRO COPERNICANO" ESPAÑOL
Cuando en marzo de 2022 Pedro Sánchez reconoció por carta el plan de autonomía marroquí como “la base más seria, creíble y realista” para resolver el conflicto del Sáhara Occidental, lo hizo haciendo trizas más de cuatro décadas de consenso diplomático en España. Hasta entonces, todos los gobiernos —sin importar su color político— habían mantenido una posición ambigua pero coherente: apoyar las resoluciones de la ONU, sin inclinarse por ninguna de las partes.
![[Img #87591]](https://canarias-semanal.org/upload/images/11_2025/6981_sah1.jpg)
La decisión generó estupor interno y escándalo internacional. Pero ahora, con la resolución aprobada por el Consejo de Seguridad de la ONU que legitima el plan marroquí como marco exclusivo de solución, el movimiento de Sánchez cobra un nuevo y clarificador sentido, que ayuda a que podamos descubrir lo que había detrás de aquella sorprendente decisión. Lejos de ser un posicionamiento aislado o improvisado, todo indica que España actuó como pieza anticipada en una jugada más amplia y orquestada, diseñada para allanar el camino hacia el aval multilateral que Rabat perseguía desde hace años, y que ya contaba entonces con el sostén fundamental de Estados Unidos y de Francia.
Tras el apoyo español, Marruecos consiguió también el aval de Alemania (agosto de 2022), Dinamarca (septiembre de 2024), Reino Unido (1 de junio de 2025), Portugal (22 de julio de 2025) y Bélgica (Octubre de 2025).
Sánchez, por tanto, no fue un verso suelto, sino un actor consciente de una estrategia más amplia. Su gesto sirvió como prueba piloto: si incluso la antigua potencia administradora daba por buena la propuesta de autonomía, el camino hacia la legalización internacional de la ocupación quedaba despejado.
España, a cambio, consolidó una mejora en sus relaciones bilaterales con Marruecos, aseguró la colaboración en materia migratoria y evitó crisis fronterizas en Ceuta, Melilla y Canarias. Pero el precio fue alto: la credibilidad internacional de España como supuesta defensora del derecho internacional y el principio de autodeterminación quedó gravemente erosionada.
INTERESES ECONÓMICOS EN LA SOMBRA: FOSFATOS, ENERGÍA Y NEGOCIOS EN EXPANSIÓN
Más allá de la geopolítica, también hay razones económicas concretas que podrían haber influido en la decisión española. Los territorios ocupados del Sáhara Occidental contienen una de las mayores reservas de fosfatos del mundo, un recurso vital para la agricultura industrial, en el que España tiene intereses empresariales crecientes, especialmente a través de multinacionales que operan en colaboración con la OCP marroquí (la poderosa Oficina Cherifiana de Fosfatos).
Además, las aguas del Sáhara Occidental están entre las más ricas en pesca del Atlántico, y desde hace años han sido objeto de acuerdos pesqueros entre la UE y Marruecos, que incluyen ilegalmente esas aguas. España, cuyo sector pesquero es uno de los más beneficiados por esos convenios, no ha protestado nunca por esta inclusión, a pesar de las reiteradas denuncias del Tribunal de Justicia de la Unión Europea.
Por otro lado, Rabat ha iniciado exploraciones para la extracción de hidrocarburos en aguas saharauis, con la participación de compañías extranjeras interesadas en el potencial energético de la región. No sería extraño que España, a través de consorcios energéticos o acuerdos a puerta cerrada, también aspirara a beneficiarse de estos valiosos recursos.
En este contexto, el apoyo al plan marroquí puede haber sido una inversión política de futuro, un modo de garantizar una posición favorable en la nueva economía de los territorios ocupados, ahora que todo indica que el "plan de autonomía" se convertirá en la base legal para las futuras explotaciones económicas.
LA COMPLICIDAD RUSA Y CHINA: ¿ALIADOS O IMPERIOS EN SILENCIO?
Muchos analistas esperaban que Rusia y China frenaran, con su derecho de veto, esta resolución que consolida la posición marroquí sobre el Sáhara Occidental. No ocurrió así, sino todo lo contrario. Ambos países se abstuvieron, lo que en la práctica fue una forma explicita de dar luz verde al plan impulsado por Estados Unidos sin, supuestamente, ensuciarse las manos. Es la estrategia clásica del “no bloqueo”, que ya han empleado antes cuando la decisión favorece sus intereses indirectamente o les evita enemistades innecesarias.
Pero, ¿por qué no votaron en contra? Las razones - ajenas a cualquier consideración ética o legal sobre el derecho a la autodeterminación de los saharauis - son también económicas y geopolíticas.
China, por ejemplo, ha reforzado sus vínculos con Marruecos durante la última década en múltiples frentes. No solo importa grandes cantidades de fosfatos —claves para su producción agrícola— sino que también ha invertido en infraestructuras como puertos, ferrocarriles y parques industriales, algunos situados en pleno territorio saharaui ocupado. El plan de autonomía marroquí ofrece a Pekín, por tanto, una “normalización” de sus intereses económicos en la zona.
Por su parte, Rusia, aunque mantiene históricas buenas relaciones con Argelia, ha decidido no jugar fuerte en esta partida. Necesita a Marruecos como actor estable en una región convulsa y paga así su postura neutral ante la guerra en Ucrania. A ello se suma el interés ruso por aumentar su influencia en África occidental, donde Marruecos puede actuar como puente y aliado. Así, Moscú elige una abstención “cómoda” que le permite quedar bien con todos… menos con los saharauis.
Ambos países, además, están profundamente interesados en proyectar la imagen de potencias globales “constructivas” que no bloquean resoluciones multilaterales. Pero esta postura revela lo que ya muchos sospechan: ni China ni Rusia son garantes de los derechos de los pueblos, sino actores que responden, como todas las grandes potencias capitalistas, a sus propios cálculos mercantiles y geopolíticos.
EL ANTECEDENTE LIBIO: CUANDO RUSIA Y CHINA TAMBIÉN SE LAVARON LAS MANOS
Este no es, en efecto, el primer caso en que Rusia y China dejan que se apruebe una resolución que conlleva consecuencias dramáticas para un país del Sur global. En 2011, ambos países se abstuvieron en la votación de la ONU que dio comienzo a la intervención militar de la OTAN en Libia, bajo la excusa de proteger a la población civil.
El resultado fue el derrocamiento de Muamar el Gadafi, el colapso del Estado libio y el inicio de una guerra civil que, aún hoy, sigue desangrando a ese país. Entonces —como ahora— la abstención de Moscú y de Pekín permitió a las potencias occidentales intervenir en Libia contando con cobertura legal. Años más tarde, Rusia se quejaría de haber sido “engañada” por Washington, pero lo cierto es que su abstención abrió la puerta a una operación que destruyó uno de los Estados más desarrollados de África.
El paralelismo ahora con el Sáhara es evidente. Ambos casos muestran que, cuando se trata de defender el derecho internacional frente a los intereses imperiales, los discursos se diluyen y las abstenciones hablan más fuerte que cualquier tipo de manifiesto.
EL MUNDO REACCIONA: PERIODISMO, ACTIVISMO Y SILENCIO POLÍTICO
Las reacciones al nuevo giro del conflicto del Sáhara han sido disímiles. Algunos medios internacionales han tratado la noticia como un paso hacia la “estabilidad”, comprando plenamente el discurso de la monarquía alauita. Sin embargo, medios independientes, organizaciones de derechos humanos y movimientos prosaharauis han denunciado lo que consideran una traición al principio de autodeterminación y un aval implícito a una ocupación militar.
En países como España, Argelia, Sudáfrica y varios de América Latina, periodistas y activistas han criticado duramente la resolución, señalando que "la ONU ha renunciado a su función como garante del derecho de los pueblos a decidir su futuro".
En redes sociales, las etiquetas como #SaharaLibre, #NoALaAnexión o #ONUComplice se viralizaron en cuestión de horas, acompañadas por imágenes de jóvenes saharauis exiliados y veteranos del Polisario en los campamentos de Tinduf.
UNA LECCIÓN PARA LA IZQUIERDA GLOBAL: ¿HAY, POR FIN, UN IMPERIO BUENO?
Este episodio deja una lección amarga - que quizá aún sean incapaces de aprender - a los sectores de la izquierda confusa y difusa que han depositado esperanzas en los BRICS como alternativa geopolítica al dominio occidental. La posición de Rusia y China muestra que estos países, más allá de su hueca retórica antiimperialista, también actúan como potencias interesadas, capaces de sacrificar cualquier principio por sus propios beneficios económicos y estratégicos.
La idea de que los BRICS, encabezados por Rusia y China, podían ser el contrapeso moral y político al orden mundial hegemonizado por EE.UU. y sus aliados, no ha tardado en desmoronarse con esta decisión política -y otras, como el aval ruso al gobierno yihadista impuesto al pueblo sirio-. ¿Cómo defender la legitimidad de un bloque que se abstiene frente a una resolución que legaliza una ocupación militar?
La última votación en el Consejo de Seguridad de la ONU ha dejado al descubierto el límite de ese endeble y engañoso relato que pretende hacernos creer que el papel que no desempeñen las resistencias antiimperialistas populares podría ser reemplazado por el accionar de determinadas potencias capitalistas, por el mero hecho de que estas sean competidoras del imperialismo estadounidense.
Ni Rusia ni China han mostrado voluntad de defender el derecho del pueblo saharaui a decidir su destino. Al contrario, han demostrado que cuando sus intereses están en juego son capaces de dejar caer cualquier causa justa sin inmutarse.
De esta forma, Marruecos ha logrado lo que parecía imposible: imponer su visión sobre el futuro del Sáhara Occidental con la complicidad de las grandes potencias capitalistas que con toda ferocidad están tratando de repartirse el planeta. Y no solamente, como ha quedado trágicamente en evidencia, de los Estados Unidos, Francia, España o Inglaterra. La diplomacia del dinero, los contratos energéticos, la geoestrategia y la pasividad internacional han conseguido lo que las armas no habían logrado .
Para el pueblo saharaui, empieza ahora una nueva fase, aún más cuesta arriba, en la que su lucha por la autodeterminación se ve más aislada que nunca. Y a quienes aún creen en la multipolaridad como sinónimo de justicia, esta historia les obliga a realizar una reflexión profunda: no hay imperios buenos cuando se trata de defender los derechos de los pueblos.
Frente Polisario – Representación en Europa y ONU
(Pronunciamientos recientes sobre el giro diplomático y posicionamientos oficiales).
Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE).
(Fallos contra los acuerdos comerciales entre la UE y Marruecos que incluyen recursos saharauis).
Oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos (OHCHR)
(Informes sobre la situación humanitaria en el Sáhara ocupado).
Noticias sobre los Acuerdos de Abraham y relaciones Marruecos-Israel
– Al Jazeera, Middle East Monitor, Le Monde Diplomatique
(Información sobre cooperación militar, ciberseguridad e inteligencia).
Estudios sobre la relación China-Marruecos
– Africa Center for Strategic Studies, China Global Investment Tracker
(Desarrollo de infraestructuras, inversiones en energía y minería).
Análisis sobre Rusia y Marruecos
– Carnegie Moscow Center, The Diplomat
(Cooperación en seguridad, armas y presencia geopolítica en África.































Javier H. | Lunes, 03 de Noviembre de 2025 a las 12:50:36 horas
El cinismo de la realpolitik. Rusia primero se abstiene, permitiendo que se apruebe la resolución colonialista, y luego saca un comunicado denunciando "falta de transparencia en la aprobación de la resolución". Bueno, una declaración para los lelos, y los interesados, que todavía se empeñen en ver a Moscú como un agente "antiimperialista".
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