LA REPRESIÓN FRANQUISTA "SIN GUERRA CIVIL" TRAS EL GOLPE DE 1936
El terror como estrategia en el caso del Archipiélago canario
En Canarias, el golpe militar de 1936 no derivó en una guerra civil con batallas como en la península ibérica, pero la represión fue feroz. La estrategia de los sublevados fue sembrar el terror, utilizando la violencia para destruir el movimiento obrero y republicano (...).
Por ERNESTO GUTIÉRREZ PARA CANARIAS-SEMANAL.ORG.-
En Canarias, el golpe militar de 1936 no derivó en una guerra civil con batallas como en la península ibérica, pero la represión fue igualmente feroz. La estrategia de los sublevados fue sembrar el terror, utilizando la violencia para destruir el movimiento obrero y republicano que había comenzado a desafiar el orden oligárquico en las islas.
El periodo de la II República (1931-1936) en Canarias marcó un capítulo crucial en la historia del archipiélago, caracterizado por el auge de movimientos obreros y populares que intentaban desafiar el control oligárquico. Este despertar social, sin precedentes en las islas, impulsó reformas en áreas como la educación, los derechos laborales y la democratización política. Sin embargo, este proceso quedó truncado abruptamente por el golpe de Estado militar de 1936, que no solo puso fin a las esperanzas de transformación social, sino que desató una represión brutal y sistemática. A diferencia de la península, donde el golpe derivó en una guerra civil, en Canarias la violencia se canalizó de forma distinta: sin batallas abiertas, pero con una represión que buscaba, mediante el terror, destruir toda resistencia popular y anular cualquier intento de reorganización de la clase trabajadora.
El auge de las movilizaciones obreras y la crisis del caciquismo
Con la proclamación de la República en 1931, las clases populares canarias, dominadas por décadas de caciquismo y control oligárquico, vieron una oportunidad para impulsar un cambio social y económico. Las profundas desigualdades, resultado del dominio terrateniente y la explotación de los trabajadores, se hicieron cada vez más evidentes en las huelgas que sacudieron las islas durante los primeros años de la República.
El contexto internacional de crisis económica no hizo sino agravar estas tensiones sociales. En este sentido, el movimiento obrero se radicalizó, organizándose en torno a sindicatos y partidos de izquierda que demandaban mejoras en las condiciones laborales y sociales. En el plano ideológico, el enfrentamiento entre las fuerzas progresistas y los sectores más conservadores, ligados a los terratenientes y la Iglesia, comenzó a polarizar la sociedad insular.
El Frente Popular, que llegó al poder tras las elecciones de 1936, intentó retomar el programa de reformas que el “bienio negro” había paralizado, pero la reacción de las clases dominantes no se hizo esperar. Las huelgas agrícolas en Gran Canaria y las protestas del sector eléctrico en Tenerife reflejaban la resistencia de los trabajadores frente a la explotación, pero también anticipaban la represión violenta que se desencadenaría tras el golpe.
La represión como herramienta de control: El terror sin combates
Una de las particularidades de Canarias durante el golpe de 1936 fue que, a diferencia de la península, no hubo combates ni batallas significativas. Sin embargo, la ausencia de guerra abierta no disminuyó la violencia. Por el contrario, las fuerzas militares y falangistas utilizaron la represión sistemática para "pacificar" las islas.
El caso de La Palma es especialmente relevante en este sentido. En esa isla sí tuvo lugar la "Semana Roja", un intento de resistencia al golpe que fue brutalmente reprimido. La orografía y la organización republicana dificultaron la toma de la isla por parte de los sublevados, pero una vez dominada, las autoridades militares llevaron a cabo ejecuciones masivas y desapariciones forzadas. Se estima que más de 50 personas desaparecieron solo en La Palma, y centenares más fueron arrestadas o deportadas.
El terror se extendió también a otras islas. En La Gomera, por ejemplo, el "Fogueo de Vallehermoso" representó otro intento de resistencia que fue rápidamente aplastado. Estos pequeños focos de insurrección fueron sofocados de manera ejemplarizante, con el objetivo de sembrar el miedo entre la población y evitar cualquier otra manifestación de oposición. De hecho, la estrategia de los sublevados en Canarias, más que enfrentar a una resistencia armada significativa, fue desmantelar las organizaciones obreras a través del terror.
El golpe de Estado y la continuidad del dominio oligárquico
El golpe de 1936 en Canarias puede entenderse como una acción contrarrevolucionaria, orquestada por las élites económicas y militares para preservar su poder ante el avance de las fuerzas populares. El control de los medios de producción, en manos de terratenientes y exportadores, estaba en juego. La amenaza que representaban las reformas republicanas y la movilización obrera llevó a estas clases dominantes a abrazar el golpe militar como una forma de asegurar la continuidad de su dominio.
El golpe triunfó en las islas sin grandes enfrentamientos armados, pero fue acompañado de una represión salvaje. En lugar de batallas, los sublevados utilizaron la violencia estatal y paraestatal para asegurar la subordinación de la clase trabajadora. Miles de personas fueron arrestadas, asesinadas o desaparecidas en los meses posteriores a la sublevación.
El proceso de represión en Canarias, por supuesto, no fue un fenómeno aislado ni ajeno al conflicto peninsular, sino una estrategia central para la consolidación del poder franquista que se aplicó en el conjunto del Estado. Este fue el precio que pagaron las fuerzas obreras y republicanas por desafiar el orden establecido.
Por ERNESTO GUTIÉRREZ PARA CANARIAS-SEMANAL.ORG.-
En Canarias, el golpe militar de 1936 no derivó en una guerra civil con batallas como en la península ibérica, pero la represión fue igualmente feroz. La estrategia de los sublevados fue sembrar el terror, utilizando la violencia para destruir el movimiento obrero y republicano que había comenzado a desafiar el orden oligárquico en las islas.
El periodo de la II República (1931-1936) en Canarias marcó un capítulo crucial en la historia del archipiélago, caracterizado por el auge de movimientos obreros y populares que intentaban desafiar el control oligárquico. Este despertar social, sin precedentes en las islas, impulsó reformas en áreas como la educación, los derechos laborales y la democratización política. Sin embargo, este proceso quedó truncado abruptamente por el golpe de Estado militar de 1936, que no solo puso fin a las esperanzas de transformación social, sino que desató una represión brutal y sistemática. A diferencia de la península, donde el golpe derivó en una guerra civil, en Canarias la violencia se canalizó de forma distinta: sin batallas abiertas, pero con una represión que buscaba, mediante el terror, destruir toda resistencia popular y anular cualquier intento de reorganización de la clase trabajadora.
El auge de las movilizaciones obreras y la crisis del caciquismo
Con la proclamación de la República en 1931, las clases populares canarias, dominadas por décadas de caciquismo y control oligárquico, vieron una oportunidad para impulsar un cambio social y económico. Las profundas desigualdades, resultado del dominio terrateniente y la explotación de los trabajadores, se hicieron cada vez más evidentes en las huelgas que sacudieron las islas durante los primeros años de la República.
El contexto internacional de crisis económica no hizo sino agravar estas tensiones sociales. En este sentido, el movimiento obrero se radicalizó, organizándose en torno a sindicatos y partidos de izquierda que demandaban mejoras en las condiciones laborales y sociales. En el plano ideológico, el enfrentamiento entre las fuerzas progresistas y los sectores más conservadores, ligados a los terratenientes y la Iglesia, comenzó a polarizar la sociedad insular.
El Frente Popular, que llegó al poder tras las elecciones de 1936, intentó retomar el programa de reformas que el “bienio negro” había paralizado, pero la reacción de las clases dominantes no se hizo esperar. Las huelgas agrícolas en Gran Canaria y las protestas del sector eléctrico en Tenerife reflejaban la resistencia de los trabajadores frente a la explotación, pero también anticipaban la represión violenta que se desencadenaría tras el golpe.
La represión como herramienta de control: El terror sin combates
Una de las particularidades de Canarias durante el golpe de 1936 fue que, a diferencia de la península, no hubo combates ni batallas significativas. Sin embargo, la ausencia de guerra abierta no disminuyó la violencia. Por el contrario, las fuerzas militares y falangistas utilizaron la represión sistemática para "pacificar" las islas.
El caso de La Palma es especialmente relevante en este sentido. En esa isla sí tuvo lugar la "Semana Roja", un intento de resistencia al golpe que fue brutalmente reprimido. La orografía y la organización republicana dificultaron la toma de la isla por parte de los sublevados, pero una vez dominada, las autoridades militares llevaron a cabo ejecuciones masivas y desapariciones forzadas. Se estima que más de 50 personas desaparecieron solo en La Palma, y centenares más fueron arrestadas o deportadas.
El terror se extendió también a otras islas. En La Gomera, por ejemplo, el "Fogueo de Vallehermoso" representó otro intento de resistencia que fue rápidamente aplastado. Estos pequeños focos de insurrección fueron sofocados de manera ejemplarizante, con el objetivo de sembrar el miedo entre la población y evitar cualquier otra manifestación de oposición. De hecho, la estrategia de los sublevados en Canarias, más que enfrentar a una resistencia armada significativa, fue desmantelar las organizaciones obreras a través del terror.
El golpe de Estado y la continuidad del dominio oligárquico
El golpe de 1936 en Canarias puede entenderse como una acción contrarrevolucionaria, orquestada por las élites económicas y militares para preservar su poder ante el avance de las fuerzas populares. El control de los medios de producción, en manos de terratenientes y exportadores, estaba en juego. La amenaza que representaban las reformas republicanas y la movilización obrera llevó a estas clases dominantes a abrazar el golpe militar como una forma de asegurar la continuidad de su dominio.
El golpe triunfó en las islas sin grandes enfrentamientos armados, pero fue acompañado de una represión salvaje. En lugar de batallas, los sublevados utilizaron la violencia estatal y paraestatal para asegurar la subordinación de la clase trabajadora. Miles de personas fueron arrestadas, asesinadas o desaparecidas en los meses posteriores a la sublevación.
El proceso de represión en Canarias, por supuesto, no fue un fenómeno aislado ni ajeno al conflicto peninsular, sino una estrategia central para la consolidación del poder franquista que se aplicó en el conjunto del Estado. Este fue el precio que pagaron las fuerzas obreras y republicanas por desafiar el orden establecido.

































Carlos | Jueves, 26 de Septiembre de 2024 a las 12:42:30 horas
En la península él enfrentamientos bélico fue por zonas, no en su totalidad. Galicia y no sólo, no tuvo ningún frente de guerra, pero sufrió unos 4978 asesinatos, todos entre las clases populares
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