
EL PARTIDO LABORISTA BRITÁNICO EXPULSA A SU EX LIDER CORBYN ACUSÁNDOLO DE "ANTISEMITA"
EL DESOLADOR PANORAMA DE LOS REFORMISMOS SOCIALDEMÓCRATAS EUROPEOS
"Según nuestro colaborador Aday Quesada, "el establishment es implacable. Marca con fuego los límites de aquellos que juegan dentro de él". La nueva dirección del partido laborista británico puso de "patitas en la calle" a quien hasta hace poco tiempo había sido su líder carismático, suspendiéndolo de militancia y expulsándolo del grupo parlamentario laborista. La secuencia de la bochornosa expulsión de Corbyn pone de manifiesto hasta qué punto las contradicciones contra las que se enfrentan formaciones tales como Syriza, Podemos y el corbynismo británico. Syriza, Podemos y el corbynismo británico están resultando insalvables.
POR ADAY QUESADA PARA CANARIAS SEMANAL
El establishment es implacable. Marca a fuego los límites de hasta dónde pueden llegar, y de hasta dónde no, aquellos a los que les tolera que jueguen dentro del sistema.
Para que un laborista británico o un socialdemócrata de cualquier país europeo pueda resultar "tolerable" en el juego institucional de las democracias formales, sus pronunciamientos públicos y privados deberán de estar ajustados con precisión a lo que demandan los cánones "aceptados" y aceptables.
O sea que, en la práctica, quienes en la Gran Bretaña están ubicados en la oposición al gobierno de su Graciosa Majestad deberán estar en rigurosa sintonía con la ortodoxia del sistema, tanto en lo que se refiere a política interior como a la exterior.
Por ello no deja de sorprender que a estas alturas algunos se rasgaran las vestiduras cuando este fin de semana los representantes de la tercera pata del tradicional sistema institucional británico - o sea, del Partido Laborista - se decidieron a suspender de militancia y expulsar de su grupo parlamentario a quien hasta hace muy poco fuera su líder máximo: Jeremy Corbyn.
¿En qué pudo consistir la gravísima falta cometida por Corbyn para merecer ser arrojado allende de las fronteras del paraíso institucional con tan malas maneras?
Contrariamente a lo que algunos dirigentes podemitas españoles nos han querido transmitir, el ex líder del Partido "de la alternancia" británico, nunca llegó a tener, ni de lejos, la categoría de "peligroso revolucionario". Todo lo contrario. Corbyn aceptó siempre, de buen grado, las líneas maestras de la tradicional política exterior británica. O sea, dicho en román paladino, que el Reino Unido mantuviera y reforzara los vínculos fraternales que históricamente han unido a las clases dominantes británicas con las del transoceánico imperio estadounidense.
LOS INSALVABLES RETOS DEL REFORMISMO SOCIALDEMÓCRATA EUROPEO
¿A qué viene, entonces, esta persecución macartista en contra de Corbyn, un personaje que durante unos pocos años llegaron a convertir en la gran esperanza blanca del reformismo europeo?
Al igual que ocurriera con Syriza, en Grecia, o con el gobierno de la "Coalición progresista", en España, jamás pasó por la mente de Corbyn intentar cambiar las estructuras económicas y sociales de su país. En realidad, a lo único que aspiraba el corbynismo británico, la Syriza griega y el Podemos español era a dar unos leves brochazos al desvencijado edificio del viejo capitalismo europeo. O, en el mejor de los casos, remendar su sistema de cañerías y enjalbegar sus negras y sucias paredes.
La limitación que los reformistas europeos han impuesto a sus objetivos no viene dada por el hecho de que desconozcan el grado de deterioro en el que se encuentra la estructura del sistema capitalista. La dirigencia de esos partidos ha sometido a un escrutador y riguroso estudio a los entresijos más recónditos del sistema, y son, por ello, perfectamente conscientes de las devastadoras contradicciones en la que se debate su economía.
Pero sucede que, con igual claridad, se dan cuenta de que la tarea para acabar con el capitalismo es gigantesca, está preñada de riesgos y nunca se sabe cuál será la suerte que correrán aquellos que osen a comprometerse con su destrucción. Se aperciben, igualmente, de que para acabar con este sistema depredador no basta con ganar elecciones, sobre todo si se tiene en cuenta que el apoyo electoral en las urnas no significa necesariamente que este provoque un simultáneo soporte social en la acción politica transformadora.
Encontrar un camino alternativo, o paralelo, al de las urnas requiere trabajar duramente para crear condiciones objetivas favorables, urdir una compleja y horizontal organización popular y, consecuentemente, estar dispuestos a encabezar la confrontación social frente a las resistencias y maniobras que presenten las clases sociales minoritarias que dominan todo tipo de recursos.
Nuestros reformistas no desconocen, pues, que ese duro reto trasciende de los límites de los circunloquios parlamentarios, donde los ambiciosos charlatanes de una tercera vía de "ni chicha, ni limoná", aprovechan para exhibir vanidosos sus plumajes y, de paso, obtener sabrosas canonjías de por vida, a través de sus nuevas y poderosas conexiones institucionales.
No obstante, parece justo reconocer que los aspirantes a una "revolución sin revolución", con el exclusivo objetivo de ganarse el voto de los sectores electorales perdidos por la izquierda institucional, supieron darle un revolcón al lenguaje con el hasta entonces las formaciones políticas tradicionales se habían dirigido a los electores. Y hay que decir, también en honor a la verdad, que la nueva experiencia comunicativa resultó y obtuvo excelentes frutos. Pero al carecer de una base social real, no etérea como la que se sustenta en las volátiles papeletas depositadas en las urnas, sus victorias electorales han terminado resultando pírricas y fugazmente efímeras.
EL "CASO CORBYN"
En el caso de Corbyn, este se permitió marcar, incluso, tenues distancias con lo que había venido siendo el discurso habitual del Labor Party en el curso de las últimas siete u ocho décadas, desde finales de la II Guerra Mundial. Llegó a referirse con cierta "ligereza" a la alianza histórica que los sucesivos gobiernos británicos, independientemente de cual fuera su signo, han tenido con los Estados Unidos. Asimismo, Corbyn se permitió el imperdonable devaneo de enunciar algunas valoraciones suavemente críticas relacionadas con la política de Israel en Palestina.
Duramente espoleados por los medios de comunicación británicos y estadounidenses, la actual dirección del Partido Laborista ha aprovechado las horas bajas de Corbyn después de su derrota en las pasadas elecciones, para emprender una campaña cainita en su contra y, de paso, "centrar" políticamente al Partido, depurándolo de sus elementos más supuestamente "izquierdistas".
De acuerdo con los criterios esgrimidos por la nueva dirección laborista, se alega que Jeremy Corbin había emprendido en el seno de la organización una campaña de "acoso y discriminación antisemita". Esta grave acusación ha sido avalada por las conclusiones de una "Comisión de Igualdad y Derechos Humanos", supuestamente "independiente", que calificó de "antisemita" toda la trayectoria de Jeremy Corbyn durante su liderazgo en el partido.
La presión mediática ha sido de tal envergadura, tanto la que se ha producido en los medios británicos, como la proveniente del aparato mediatico estadounidense, muy dominado por los lobbies sionistas, que el propio Jeremy Corbyn ha terminado doblando vergonzozamente la cerviz, y entonando un resignado "mea culpa", en el que insólitamente acepta que, en efecto, en su Partido "se habían producido expresiones antisemitas, aunque estas habían sido exageradas tanto por sus oponentes internos como externos y por la prensa".
Por su parte, el nuevo y joven líder laborista, Keir Starmer, que será el timonel purificador que se encargue de "reorientar" políticamente al Partido hacia los apacibles prados del centroderecha, manifestó con la repugnante humildad de los cobardes, que las conclusiones hechas públicas por la Comisión constituían un "día vergonzoso" para la historia del Partido Laborista británico. Ni siquiera el griego Alexis Txipras llegó a tener un comportamiento tan miserable ante sus acreedores de la Unión Europea.
Starmer en una deliberada "confusión" entre antisionismo y antisemitismo no se sonrojó a la hora de declarar ante los medios que
"Le hemos fallado al pueblo judío, a nuestros miembros del partido, a la gente que nos apoya y a la sociedad británica en general. De parte del partido Laborista, quiero transmitir nuestra más sincera disculpa por todo el dolor y el sufrimiento que se ha causado. No volveremos a decepcionaros y nunca más volveremos a fallar a la hora de combatir el antisemitismo. Esto va a marcar un antes y un después".
El inmisericorde degollamiento de Jeremy Corbyn a cargo del partido en el que habia militado duarante 41 años, supone el segundo y monumental fracaso de los tres proyectos reformistas que han tenido lugar en Europa en el curso de la última década. El tercero está al caer.
POR ADAY QUESADA PARA CANARIAS SEMANAL
El establishment es implacable. Marca a fuego los límites de hasta dónde pueden llegar, y de hasta dónde no, aquellos a los que les tolera que jueguen dentro del sistema.
Para que un laborista británico o un socialdemócrata de cualquier país europeo pueda resultar "tolerable" en el juego institucional de las democracias formales, sus pronunciamientos públicos y privados deberán de estar ajustados con precisión a lo que demandan los cánones "aceptados" y aceptables.
O sea que, en la práctica, quienes en la Gran Bretaña están ubicados en la oposición al gobierno de su Graciosa Majestad deberán estar en rigurosa sintonía con la ortodoxia del sistema, tanto en lo que se refiere a política interior como a la exterior.
Por ello no deja de sorprender que a estas alturas algunos se rasgaran las vestiduras cuando este fin de semana los representantes de la tercera pata del tradicional sistema institucional británico - o sea, del Partido Laborista - se decidieron a suspender de militancia y expulsar de su grupo parlamentario a quien hasta hace muy poco fuera su líder máximo: Jeremy Corbyn.
¿En qué pudo consistir la gravísima falta cometida por Corbyn para merecer ser arrojado allende de las fronteras del paraíso institucional con tan malas maneras?
Contrariamente a lo que algunos dirigentes podemitas españoles nos han querido transmitir, el ex líder del Partido "de la alternancia" británico, nunca llegó a tener, ni de lejos, la categoría de "peligroso revolucionario". Todo lo contrario. Corbyn aceptó siempre, de buen grado, las líneas maestras de la tradicional política exterior británica. O sea, dicho en román paladino, que el Reino Unido mantuviera y reforzara los vínculos fraternales que históricamente han unido a las clases dominantes británicas con las del transoceánico imperio estadounidense.
LOS INSALVABLES RETOS DEL REFORMISMO SOCIALDEMÓCRATA EUROPEO
¿A qué viene, entonces, esta persecución macartista en contra de Corbyn, un personaje que durante unos pocos años llegaron a convertir en la gran esperanza blanca del reformismo europeo?
Al igual que ocurriera con Syriza, en Grecia, o con el gobierno de la "Coalición progresista", en España, jamás pasó por la mente de Corbyn intentar cambiar las estructuras económicas y sociales de su país. En realidad, a lo único que aspiraba el corbynismo británico, la Syriza griega y el Podemos español era a dar unos leves brochazos al desvencijado edificio del viejo capitalismo europeo. O, en el mejor de los casos, remendar su sistema de cañerías y enjalbegar sus negras y sucias paredes.
La limitación que los reformistas europeos han impuesto a sus objetivos no viene dada por el hecho de que desconozcan el grado de deterioro en el que se encuentra la estructura del sistema capitalista. La dirigencia de esos partidos ha sometido a un escrutador y riguroso estudio a los entresijos más recónditos del sistema, y son, por ello, perfectamente conscientes de las devastadoras contradicciones en la que se debate su economía.
Pero sucede que, con igual claridad, se dan cuenta de que la tarea para acabar con el capitalismo es gigantesca, está preñada de riesgos y nunca se sabe cuál será la suerte que correrán aquellos que osen a comprometerse con su destrucción. Se aperciben, igualmente, de que para acabar con este sistema depredador no basta con ganar elecciones, sobre todo si se tiene en cuenta que el apoyo electoral en las urnas no significa necesariamente que este provoque un simultáneo soporte social en la acción politica transformadora.
Encontrar un camino alternativo, o paralelo, al de las urnas requiere trabajar duramente para crear condiciones objetivas favorables, urdir una compleja y horizontal organización popular y, consecuentemente, estar dispuestos a encabezar la confrontación social frente a las resistencias y maniobras que presenten las clases sociales minoritarias que dominan todo tipo de recursos.
Nuestros reformistas no desconocen, pues, que ese duro reto trasciende de los límites de los circunloquios parlamentarios, donde los ambiciosos charlatanes de una tercera vía de "ni chicha, ni limoná", aprovechan para exhibir vanidosos sus plumajes y, de paso, obtener sabrosas canonjías de por vida, a través de sus nuevas y poderosas conexiones institucionales.
No obstante, parece justo reconocer que los aspirantes a una "revolución sin revolución", con el exclusivo objetivo de ganarse el voto de los sectores electorales perdidos por la izquierda institucional, supieron darle un revolcón al lenguaje con el hasta entonces las formaciones políticas tradicionales se habían dirigido a los electores. Y hay que decir, también en honor a la verdad, que la nueva experiencia comunicativa resultó y obtuvo excelentes frutos. Pero al carecer de una base social real, no etérea como la que se sustenta en las volátiles papeletas depositadas en las urnas, sus victorias electorales han terminado resultando pírricas y fugazmente efímeras.
EL "CASO CORBYN"
En el caso de Corbyn, este se permitió marcar, incluso, tenues distancias con lo que había venido siendo el discurso habitual del Labor Party en el curso de las últimas siete u ocho décadas, desde finales de la II Guerra Mundial. Llegó a referirse con cierta "ligereza" a la alianza histórica que los sucesivos gobiernos británicos, independientemente de cual fuera su signo, han tenido con los Estados Unidos. Asimismo, Corbyn se permitió el imperdonable devaneo de enunciar algunas valoraciones suavemente críticas relacionadas con la política de Israel en Palestina.
Duramente espoleados por los medios de comunicación británicos y estadounidenses, la actual dirección del Partido Laborista ha aprovechado las horas bajas de Corbyn después de su derrota en las pasadas elecciones, para emprender una campaña cainita en su contra y, de paso, "centrar" políticamente al Partido, depurándolo de sus elementos más supuestamente "izquierdistas".
De acuerdo con los criterios esgrimidos por la nueva dirección laborista, se alega que Jeremy Corbin había emprendido en el seno de la organización una campaña de "acoso y discriminación antisemita". Esta grave acusación ha sido avalada por las conclusiones de una "Comisión de Igualdad y Derechos Humanos", supuestamente "independiente", que calificó de "antisemita" toda la trayectoria de Jeremy Corbyn durante su liderazgo en el partido.
La presión mediática ha sido de tal envergadura, tanto la que se ha producido en los medios británicos, como la proveniente del aparato mediatico estadounidense, muy dominado por los lobbies sionistas, que el propio Jeremy Corbyn ha terminado doblando vergonzozamente la cerviz, y entonando un resignado "mea culpa", en el que insólitamente acepta que, en efecto, en su Partido "se habían producido expresiones antisemitas, aunque estas habían sido exageradas tanto por sus oponentes internos como externos y por la prensa".
Por su parte, el nuevo y joven líder laborista, Keir Starmer, que será el timonel purificador que se encargue de "reorientar" políticamente al Partido hacia los apacibles prados del centroderecha, manifestó con la repugnante humildad de los cobardes, que las conclusiones hechas públicas por la Comisión constituían un "día vergonzoso" para la historia del Partido Laborista británico. Ni siquiera el griego Alexis Txipras llegó a tener un comportamiento tan miserable ante sus acreedores de la Unión Europea.
Starmer en una deliberada "confusión" entre antisionismo y antisemitismo no se sonrojó a la hora de declarar ante los medios que
"Le hemos fallado al pueblo judío, a nuestros miembros del partido, a la gente que nos apoya y a la sociedad británica en general. De parte del partido Laborista, quiero transmitir nuestra más sincera disculpa por todo el dolor y el sufrimiento que se ha causado. No volveremos a decepcionaros y nunca más volveremos a fallar a la hora de combatir el antisemitismo. Esto va a marcar un antes y un después".
El inmisericorde degollamiento de Jeremy Corbyn a cargo del partido en el que habia militado duarante 41 años, supone el segundo y monumental fracaso de los tres proyectos reformistas que han tenido lugar en Europa en el curso de la última década. El tercero está al caer.
AMEAUXET | Lunes, 02 de Noviembre de 2020 a las 18:58:14 horas
HISPANOFOBIA
¿es lo mismo?
""""DEMOCRACIA""""" O """DICTADURA DEL CAPITAL""""
UNA CARACTERÍSTICA DEL PENSAMIENTO CONTEMPORÁNEO CONSISTE EN PROCLAMARSE DEFENSOR DE LA DEMOCRACIA MIENTRAS SE RECHAZAN LAS DECISIONES DEMOCRÁTICAS QUE CONTRADICEN LOS INTERESES DE LA CLASE DIRIGENTE.
PANIBERISMO ACTIVO. ESPACIO IBERÓFONO
Estos diferentes puntos de vista son muestra de la profunda crisis que Estados Unidos atraviesa en este momento.
El «Imperio estadounidense» habría tenido que desintegrarse después de la disolución de la Unión Soviética.
Eso no sucedió y siempre apareció, ¿O SE INVENTÓ?, un nuevo conflicto exterior (división étnica de Yugoslavia, atentados del 11 de septiembre de 2001, etc.) que viniera a revivir el imperio agonizante.
Pero ya no parece posible seguir posponiendo el desenlace
LOS YANQUIS VOTAN POR UN IMPERIO INVIABLE O UNA NACIÓN VIABLE, TRUMP
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