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Lunes, 29 de Junio de 2020 Tiempo de lectura:

EL COMERCIO DE OPIO: DEL IMPERIO BRITÁNICO A LA GUERRA DE AFGANISTÁN

El tráfico de drogas lo inició el colonialismo británico en el siglo XIX

Escribe Clara Lopez, que menos conocido que el comercio triangular de esclavos desde África a las colonias americanas, fue el comercio del opio que reportó sustanciosos beneficios al capitalismo colonial británico e inmenso sufrimiento a millones de personas en La India y China.

  

POR CLARA LÓPEZ GONZÁLEZ PARA CANARIAS-SEMANAL.ORG.-

 

 

   El tráfico de drogas fue parte integrante del colonialismo británico y era “legal”. La Compañía Británica de las Indias Orientales producía opio en Bengala (La India) y después lo mandaba en barco a Cantón, en la China meridional.

 

 

   La exportación de opio desde la India británica a China representa el comercio de drogas más prolongado de la historia. En su momento cúlmen, a mediados del siglo XIX, suponía más o menos el 15% de los ingresos de la India y el 31% de las exportaciones de esta colonia. Para mantenerlo, la Compañía de las Indias Orientales -y después el gobierno británico- crearon un sistema de cultivo para el que contrataban a más de un millón de campesinos al año.

 

 

   Aunque la cantidad de tierra dedicada al cultuvo de la amapola de opio era relativamente pequeña, condujo, no obstante, al empobrecimiento de la población india al desestabilizar su agricultura y provocar numerosas hambrunas.

 

 

 

   Según un reportaje de la BBC:

 

 

   “El cultivo del opio ocupaba entre un cuarto y la mitad de las parcelas de los campesinos. Hacia finales del siglo XIX, afectó a las vidas de unos 10 millones de habitantes en los Estados de Uttar Pradesh y Bihar. El comercio lo dirigía la Compañía de las Indias Orientales, poderosa corporación multinacional con una licencia Real que le otorgaba el monopolio de este tráfico con Asia. En gran medida, este comercio fue posible gracias a las dos guerras que forzaron a China a abrir sus puertas al opio Indio-británico. Los rígidos objetivos de producción fijados por la Agencia del Opio también implicaban que los campesinos -la mayoría propietarios de pequeñas parcelas- no tenían elección, estaban obligados a dedicar una parte de su tierra y su trabajo a la estrategia exportadora de opio del gobierno”.

 

 

   Cuando el emperador Daoguang de China ordenó la destrucción del opio almacenado en el puerto de Cantón en 1838, el Imperio Británico le declaró la guerra alegando que China estaba obstruyendo el “libre flujo” de mercancías (verdadero significado de libertad que los liberales mantienen hasta nuestros días: libertad para el capital, esclavitud para el resto).

 

 

   Este “flujo” se mantuvo durante todo el reinado de la reina Victoria (1837-1901). De hecho, también Gran Bretaña se inundó de opio. Diversos preparados de esta droga estaban al alcance de todo el mundo, se vendían como medicamento para diversas dolencias en hombres, mujeres y niños, en cualquier tienda, sin prescripción médica hasta 1868, en que sólo las farmacias podían dispensarlos.

 

 

   El abuso del opio provocó serios problemas de adición en todas las clases sociales y fue responsable de la alta tasa de moratalidad infantil, especialmente entre las familias proletarias. Muchos obreros y obreras tomaban opio antes de iniciar sus largas y durísimas jornadas de trabajo en las fábricas. De hecho, en la clasista sociedad victoriana, las píldoras de opio tenían distinta coloración según los clientes a quienes iban dirigidas: barnizadas para los obreros, plateadas para las clases medias y doradas para las clases altas.

 

 

   En 1838, se exportaron de India a China 1.400 toneladas de opio. Durante la Primera Guerra del Opio (1838-1842), el volumen de estos cargamentos (que continuaron hasta 1915) aumentaron exponencialmente. Este acto de agresión contra China concluyó en el Tratado de Nanjing de 1842, que no sólo protegía las importaciones británicas de opio, sino que también garantizaba derechos extraterritoriales y otros poderes coloniales que condujeron a la formación de los “Puertos del Tratado”.

 

 

   El Imperio Británico usó los enormes beneficios derivados del comercio del opio en financiar sus conquistas coloniales y en la creación del Hong Kong Shanghai Bank, que fundó la Compañía de las Indias Orientales en 1865.

 

 

   En 1855, Sir John Bowring, en nombre del British Foreign Office, negoció un tratado con el rey Mongkut (Rama IV) de Siam, el “Anglo-Siamese Treaty of Friendship and Commerce” (abril 1855) que permitió la importación libre y sin restricciones del opio al reino de Siam (Tailandia).

 

 

   Aunque el comercio británico del opio con China se abolió en 1915, Gran Bretaña continuó con el monopolio de este tráfico hasta la independencia de la India en 1947. Empresas filiales de la Compañía de las Indias Orientales, como Jardine Matheson, tuvieron un papel importante en este comercio.

 

 

   Existe un hilo de continuidad desde las guerras del opio del Imperio Británico a las presentes estructuras del tráfico de drogas. Hoy Afganistán, el mayor productor de amapola de opio, está bajo la ocupación militar estadounidense y la influencia de este nuevo imperio es innegable en los narco-estados de América Latina, fuentes de la cocaína.

 

 

   El comercio de drogas (“ilegales”) es hoy un negocio multibillonario. La oficina de la ONU sobre Drogas y Delito estima que el lavado del dinero procedente de este tráfico y otras actividades delictivas está en el orden del 2-5 por ciento del PIB mundial. El lavado lo realiza el sistema bancario global.

 

 

   Aparte de beneficios económicos, las drogas son también una importante herramienta de control social y contra-insurgencia. Ya el propio Imperio Británico las usó para intentar mantener “adormecida” a la indómita clase obrera fabril. En tiempos más recientes, recordemos el escándalo del crack de cocaína, destapado en 1996 por el periodista Gary Webb, que era vendido en las comunidades afro-americanas de Los Ángeles. No menos notable fue, en España, la extensión de la heroína en la década de 1980 para desmovilizar a la juventud rebelde de los barrios obreros de las grandes ciudades.

 

 

   En Estados Unidos, la adicción a los opiáceos -legales e ilegales- se ha disparado. Si en 2001 murieron 1.779 estadounidenses por sobredosis, en 2016 esta cifra alcanzó los 15.446, la mayoría trabajadores pobres.

 

 

   Es muy posible que, si este país y sus aliados de la OTAN no hubiesen invadido y ocupado Afganistán, todas estas muertes podrían haberse evitado -y, por supuesto, las muchas más de afganos provocadas por la propia guerra, sin olvidar que en México y Colombia la connivencia de EE.UU hace posible que sucumben cientos de personas a la violencia de los poderosos carteles de la cocaína a nivel cotidiano.

 

 

 

 

Fuente:

https://www.globalresearch.ca/colonial-drug-trafficking-and-the-british-empire/5716926

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