
EN COLOMBIA NADIE ESTÁ A SALVO DE LA VIOLENCIA POLÍTICA
Muerte, secuestro, acoso judicial, exilio y agresiones físicas contra los periodistas
Nadie se encuentra a salvo de la violencia política en Colombia. Por más de medio siglo la violencia se ha ido generalizando hasta convertirse en el atributo predominante de las relaciones sociales en el país sudamericano. Pero sobre todo, la que se produce contra quienes ejercen la lucha y el activismo político.
Por JOSÉ MELQUIADES PARA CANARIAS SEMANAL.ORG.-
Nadie se encuentra a salvo de la violencia política en Colombia. Por más de medio siglo, la violencia se ha ido generalizando hasta convertirse en el atributo predominante de las relaciones sociales en el país sudamericano.
La más grave expresión de esta violencia, sin embargo, es la que se produce contra quienes ejercen la lucha y el activismo político. Y en el punto de mira de ese terror deliberado se incluyen también quienes realizan labores periodísticas.
De acuerdo con la Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP), en Colombia se registraron nada menos que 515 ataques a la libertad de prensa el pasado año 2019. Según la fuente, uno de los años más difíciles para el ejercicio del periodismo en el país.
A través de su página web la Fundación informa que 2019 cerró con el siguiente balance: dos periodistas asesinados por razones de su oficio: Mauricio Lezama y Libardo Montenegro; 137 amenazas, 66 casos de acoso judicial, cuatro exilios, tres secuestros y 303 agresiones de otra gravedad, como agresiones físicas, detenciones ilegales y daño a material periodístico.
En dicho comunicado se dice asimismo que “además de las dinámicas violentas, se han configurado estrategias de censura que van desde el uso de pauta (pago por publicidad) para determinar los temas que se pueden cubrir, hasta los intentos de prohibir un uso libre de las redes sociales”.
El compendio de dicha investigación será presentado el lunes públicamente en un informe, de 50 páginas y titulado “Callar y fingir: la censura de siempre”, en el que se registran cada uno de los casos denunciados ante la opinión pública aprovechando el marco que ofrece el Día del Periodista.
Por otra parte, Luisa Isaza, coordinadora de Defensa y Atención a Periodistas de la FLIP, declaró a la emisora de radio local que el informe registra “el número más alto de violaciones a la libertad de prensa jamás registrado por la FLIP”.
En cualquier caso, para comprender la relación violencia-política es preciso dejar de pensar con el esquema mediático del telediario. Es decir, en términos de una serie inconexa de hechos aislados. Es imprescindible considerar cada caso como parte de una totalidad, tratando de identificar sus hilos conductores y sus pautas de intencionalidad política, como arma en manos del Estado colombiano, en defensa de los intereses de la oligarquía de este país.
Por JOSÉ MELQUIADES PARA CANARIAS SEMANAL.ORG.-
Nadie se encuentra a salvo de la violencia política en Colombia. Por más de medio siglo, la violencia se ha ido generalizando hasta convertirse en el atributo predominante de las relaciones sociales en el país sudamericano.
La más grave expresión de esta violencia, sin embargo, es la que se produce contra quienes ejercen la lucha y el activismo político. Y en el punto de mira de ese terror deliberado se incluyen también quienes realizan labores periodísticas.
De acuerdo con la Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP), en Colombia se registraron nada menos que 515 ataques a la libertad de prensa el pasado año 2019. Según la fuente, uno de los años más difíciles para el ejercicio del periodismo en el país.
A través de su página web la Fundación informa que 2019 cerró con el siguiente balance: dos periodistas asesinados por razones de su oficio: Mauricio Lezama y Libardo Montenegro; 137 amenazas, 66 casos de acoso judicial, cuatro exilios, tres secuestros y 303 agresiones de otra gravedad, como agresiones físicas, detenciones ilegales y daño a material periodístico.
En dicho comunicado se dice asimismo que “además de las dinámicas violentas, se han configurado estrategias de censura que van desde el uso de pauta (pago por publicidad) para determinar los temas que se pueden cubrir, hasta los intentos de prohibir un uso libre de las redes sociales”.
El compendio de dicha investigación será presentado el lunes públicamente en un informe, de 50 páginas y titulado “Callar y fingir: la censura de siempre”, en el que se registran cada uno de los casos denunciados ante la opinión pública aprovechando el marco que ofrece el Día del Periodista.
Por otra parte, Luisa Isaza, coordinadora de Defensa y Atención a Periodistas de la FLIP, declaró a la emisora de radio local que el informe registra “el número más alto de violaciones a la libertad de prensa jamás registrado por la FLIP”.
En cualquier caso, para comprender la relación violencia-política es preciso dejar de pensar con el esquema mediático del telediario. Es decir, en términos de una serie inconexa de hechos aislados. Es imprescindible considerar cada caso como parte de una totalidad, tratando de identificar sus hilos conductores y sus pautas de intencionalidad política, como arma en manos del Estado colombiano, en defensa de los intereses de la oligarquía de este país.
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