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Por Juan Antonio Sánchez | 312
Miércoles, 03 de Julio de 2019 Tiempo de lectura:

Panegírico a la felicidad

Podemos vivir un siglo y seguiremos sin encontrar la felicidad en toda su dimensión. Lo cierto es -escribe Juan Antonio Sánchez - que los seres humanos piensan en lo material como hacedor de dicha (...).

     Podemos vivir un siglo y seguiremos sin encontrar la felicidad en toda su [Img #58790]dimensión, lo cierto es que los seres humanos piensan en lo material como hacedor de dicha, pero, la búsqueda de una sensación nunca sentida en toda su intensidad realmente no llegará ni con el cénit de una ventura esporádica ni con la ejecución de algunos de nuestros sueños más primitivos o con el acceso a los recursos básicos; hechos que redundan por mantener distantes objetivos diferentes e instalarse en el conformismo por la supervivencia.

 

Es esa felicidad y esa definición que emana de una certidumbre de nunca llegar a ella lo que nos mantiene activos tratando de evolucionar en nuestros sentimientos y aproximarnos a un equilibrio sostenido entre la afectividad, el sentirse bien con uno mismo y el tratar de emular la panacea del amor partiendo del continuado esfuerzo por lograr la paz con respecto a la gente que nos rodea.

 

Porque la felicidad es una más de las sensaciones que atraen a la especie humana carente de ideales positivos que conformen una vida provechosa, sin demasiada ostentación significativa atraída por el materialismo deforme de aparentar lo que ni se es ni se aproxima a la persona. Puede que ser feliz venga bajo el amparo de la humildad, tal vez la honradez sea uno de sus mejores aliados. Lo que no existe lo confundimos con cariño, amor, atracción o deseo, lo que entendemos por felicidad es benevolencia social, recursos dinerarios y placer asegurado.

 

No tratemos de emular filósofos antiguos que en la contemplación conseguían la felicidad de sus reflexiones, ni hagamos caso omiso de situaciones agradables por no merecernos la percepción de dicha; despreciar todo aquello que no salga de la cotidianeidad es humillarse a sí mismo; no respetar la circunstancia real de que la felicidad no existe y conjurar ejerciendo una aptitud negativa de desaire a lo que nos parecen irrisorios sueños o anécdotas recurrentes es caer en la ignorancia de pensar que algún día la felicidad llegara a nuestras vidas.

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