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Lunes, 01 de Abril de 2019 Tiempo de lectura:

¿CUÁL FUE REALMENTE EL "ESPÍRITU DE LA CONQUISTA" DE AMÉRICA POR LOS ESPAÑOLES?

¿Continúa perenne la "versión patriótica" sobre la conquista de América difundida por el nacionalcatolicismo durante la dictadura?.

El presidente de México, López Obrador, instó hace unas semanas a España y a la Iglesia Católica a "pedir perdón" a los pueblos americanos por el genocidio cometido durante el proceso de la Conquista americana. Por lo pronto, esta demanda ha provocado en España las iras tanto de los portavoces oficiales de la Monarquía como del propio gobierno del PSOE. Ante una polémica tan intensa como pasional, lo que cabe preguntarse es si desde el punto de vista de la historia como herramienta científica, el presidente López Obrador, independientemente de cuáles hayan sido sus Intenciones, tiene o no razón en su reclamación.

POR MÁXIMO RELTI PARA CANARIAS SEMANAL 

 

     El proceso de la conquista americana por parte de los españoles  ha suscitado en pleno siglo XXI una encendida polémica, al solicitar el presidente mexicano, López Obrador, a España y a la Iglesia Católica que pidan perdón por el genocidio cometido por los conquistadores hace 500 años.

 

 

     No resulta extraño a estas alturas que  tanto los portavoces de la Monarquía  como del propio gobierno español hayan rechazado con tanta energía la demanda del presidente mexicano. Y ello es así no porque que al político mexicano le  falten razones históricas  para formular esa reclamación, sino porque en el  argumentario histórico de una parte de la sociedad española actual continúa   perenne la "versión patriótica" difundida en España por el nacionalcatolicismo  durante las cuatro décadas que duró la dictadura.

 

 

    Pero lo peor de esa versión heroica heredada es que, transcurridas otras cuatro décadas desde  la desaparición  de Franco, los sucesivos gobiernos - tanto del PSOE como del PP -  ni siquiera   se han atrevido a intentar a proporcionar  una visión más objetiva  y científica sobre aquellos y otros acontecimientos  cruciales de nuestra historia y la de otros pueblos sojuzgados por el Imperio español.

 

 

      De forma que un patrioterismo vulgar y mentiroso sigue intentando que el conjunto de los ciudadanos asumamos hoy colectivamente, como si de una gesta positiva se tratara, los genocidios, la esclavitud, las guerras, las masacres y las catástrofes demográficas provocadas por el poder de un Imperio que con su acción sólo trató de salvaguardar los intereses de sus monarcas y de  la aristocracia que los apoyaban.

 

 

      Ofrecemos a nuestros lectores parte del primer capítulo del libro "La otra historia de los Estados Unidos", cuyo autor fue el prestigioso y hoy desaparecido historiador norteamericano Howard  Zinn.  En él se relata de manera muy gráfica no sólo  la primera arribada de  Cristóbal Colón y de los suyos a las Antillas, sino también cuáles fueron sus reales objetivos y propósitos. En este significativo texto queda explicitado con precisión  en qué consistió realmente el "espíritu de la conquista" que llevó Cristóbal Colón al continente recién "descubierto":

 

 

 

    Los hombres y las mujeres arawak, desnudos, morenos y presos de la perplejidad, emergieron de sus poblados hacia las playas de la isla y se adentraron en las aguas para ver más de cerca el extraño barco. Cuando Colón y sus marineros desembarcaron portando espadas y hablando de forma rara, los nativos arawak corrieron a darles la bienvenida, a llevarles alimentos, agua y obsequios. Después Colón escribiría en su diario:

 

 
     "Nos trajeron loros y bolas de algodón y lanzas y muchas otras cosas más que cambiaron por cuentas y cascabeles de halcón. No tuvieron ningún inconveniente  en darnos todo lo que poseían. Eran de fuerte constitución, con cuerpos bien hechos y hermosos rasgos. No llevan armas, ni las conocen. Al enseñarles una espada, la cogieron por la hoja y se cortaron al no  saber lo que era. No tienen hierro. Sus lanzas son de caña. Serían unos criados magníficos. Con sólo 50 hombres los subyugaríamos a todos y con ellos haríamos lo que quisiéramos"

 


       Estos arawaks de las Islas Antillas se parecían mucho a los indígenas del continente, que eran extraordinarios (así los calificarían repetidamente los observadores europeos) por su hospitalidad, su entrega a la hora de compartir. Estos rasgos no estaban precisamente en auge en la Europa renacentista, dominada como estaba por la religión de los Papas, el gobierno de los reyes y la obsesión por el dinero que caracterizaba la civilización occidental y su primer emisario a las Américas, Cristóbal Colón.

 


Escribió Colón:

 

      "Nada más llegar a las Antillas, en las primeras Antillas, en la primera isla que encontré, atrapé a unos nativos para que aprendieran y me dieran información sobre lo que había en esos lugares."

 


      La cuestión que más acuciaba a Colón era ¿dónde está el oro? Había convencido a los reyes de España de que financiaran su expedición a esas tierras. Esperaba que al otro lado del Atlántico - en las "Indias" y en Asia - habría riquezas, oro y especias. Como otros ilustrados contemporáneos suyos, sabía que el mundo era esférico y que podía navegar hacia el oeste para llegar al Extremo Oriente.

 


    España acababa de unificarse, formando uno de los nuevos Estado-nación modernos, como Francia, Inglaterra y Portugal. Su población, mayormente compuesta por campesinos, trabajaba para la nobleza, que representaba el 2% de la población, siendo éstos los propietanos del 95% de la tierra.

 

       España se había comprometido con la Iglesia Católica, había expulsado a todos los judíos  y ahuyentado a los musulmanes. Como otros estados del mundo moderno, España buscaba oro, material que se estaba convirtiendo en la nueva medida de la riqueza, con más utilidad que la tierra porque todo lo podía comprar.

 

     Había oro en Asia, o así se pensaba, y ciertamente había seda y especias, porque hacía unos siglos, Marco Polo y otros habían traído cosas maravillosas de sus  expediciones por tierra. Al haber conquistado los turcos Constantinopla y el Mediterráneo oriental, y al estar las rutas terrestres de Asia en su poder, hacía falta una ruta marítima. Los marineros portugueses cada día llegaban más lejos  en su exploración de la punta mendional de África. España decidió jugar la carta de una larga expedición a través de un océano desconocido.

 


    A cambio de la aportación de oro y especias, a Colón le prometieron el 10% de los beneficios, el puesto de gobernador de las tierras descubiertas, además de la fama que conllevaría su nuevo título, "Almirante del Mar Océano".

 

    Era comerciante de la ciudad italiana de Génova, tejedor eventual (hijo de un tejedor muy habilidoso), y navegante experto. Embarcó con tres carabelas, la más grande de las cuales era la Santa María, velero de unos 30 metros de largo, con una tripulación de 39  personas. Colón nunca hubiera llegado a Asia, que distaba miles de kilómetros más de lo que él había calculado, imaginándose un mundo más pequeño. Tal extensión de mar hubiera  significado su fin. Pero tuvo suerte. Al cubrir la cuarta parte de esa distancia dio con  una tierra desconocida que no figuraba en mapa alguno y que estaba entre Europa y Asia: las Améncas.

 


      Esto ocurnó a principios de octubre de 1492, 33 días después de que él y su tripulación hubieran zarpado de las Islas Canarias, en la costa atlántica de África. De repente vieron ramas flotando en el agua, pájaros volando. Señales de tierra. Entonces, el día 12 de octubre, un mannero llamado Rodrigo vio la luna de la madrugada brillando en unas arenas blancas y dio la señal de alarma. Eran las islas Antillas, en el Caribe.

 

    Se suponía que el primer hombre que viera tierra tenía que obtener una pensión vitalicia de 10 000 maravedís, pero Rodrigo nunca la recibió. Colón dijo que él había visto una luz la noche antenor y fue él quien recibió la recompensa.

 


   Cuando se acercaron a tierra, los indios arawak les dieron la bienvenida nadando hacia los buques para recibirles. Los arawak vivían en pequeños pueblos comunales, y tenían una agricultura basada en el maíz, las batatas y la yuca. Sabían tejer  e hilar, pero no tenían ni caballos ni animales de labranza. No tenían hierro, pero llevaban diminutos  ornamentos de oro en las orejas.


     Este hecho iba a traer dramáticas consecuencias: Colón apresó a varios de ellos y les hizo embarcar, insistiendo en que les guiaran hasta el origen del oro. Luego navegó a la que hoy conocemos como isla de Cuba, y luego a la Hispaniola (la isla que hoy se compone de Haití y la República Dominicana). Allí, los destellos de oro visibles en los ríos y la máscara de oro que un jefe indígena local ofreció a Colón provocaron visiones delirantes de oro sin fin.

 

    En Hispaniola, Colón construyó un fuerte con la madera de la Santa María, que había embarrancado. Fue la primera base militar europea en el hemisferio occidental. Lo llamó "Navidad", y allí dejó a treinta y nueve miembros de su tripulación con instrucciones de encontrar y almacenar oro. Apresó a más indígenas y los embarcó en las dos naves que le quedaban.

 


    En un lugar de la isla se enzarzó en una lucha con unos indígenas que se negaron a suministrarle la cantidad de arcos y flechas que él  sus hombres deseaban. Dos fueron atravesados con las espadas y muneron desangrados.

 

     Entonces la Niña y la Pinta embarcaron rumbo  a las Azores España. Cuando el tiempo enfrió, algunos de los prisioneros indígenas muneron. El informe de Colón a la Corte de Madrid era extravagante. Insistió en el hecho de que había llegado a Asia (se refería a Cuba) y a una isla de la costa china (Hispaniola). Sus descripciones eran en parte verdad y en parte ficción.
 


     "Hispaniola es un milagro. Montañas y colmas, llanuras y pasturas, son tan fértiles como hermosas ... los puertos naturales son increíblemente buenos y hay muchos ríos anchos, la mayoría de los cuales contienen oro ...  Hay muchas especias, y nueve grandes minas de oro y otros metales" .

 

 

Los indígenas, según el informe de Colón

 

     "Son tan ingenuos y generosos  con sus posesiones que nadie que no les hubiera visto se lo creería. Cuando se pide algo que tienen, nunca se niegan a darlo. Al contrario, se ofrecen a compartirlo con cualquiera ... "

 


Concluyó su informe con una petición de ayuda a Sus Majestades, y ofreció que, a cambio, en su siguiente viaje, les  traería

 

"cuanto oro necesitasen . . y cuantos esclavos pidiesen".

 

Se prodigó en expresiones de tipo religioso:

 

"Es así que el Dios eterno, Nuestro Señor, da victoria a los que siguen su camino frente a lo que aparenta ser imposible"

 


    A causa del exagerado informe y las promesas de Colón, le fueron concedidos 17 naves y más de mil doscientos hombres para su segunda expedición. El obietivo estaba claro: obtener esclavos y oro. Fueron por el Caribe, de isla en isla, apresando indígenas. Pero a medida que se iba corriendo la voz acerca de las intenciones europeas, iban encontrando cada vez más poblados vacíos.

 

 

    En Haití vieron que los marineros que habían dejado en Fuerte Navidad habían muerto en una batalla con los indígenas, después de merodear por la isla en cuadrillas en busca de oro, atrapando a mujeres y niños para convertirlos en esclavos, para el sexo y los trabajos forzados.

 


    Ahora, desde su base en Haití, Colón envió múltiples expediciones hacia el interior. No encontraron oro, pero tenían que llenar las naves que volvían a España con algún tipo de dividendo. En el año 1495 realizaron una gran incursión en busca de esclavos, capturaron a mil quinientos hombres, mujeres y niños  arawaks,  reteniéndoles  en corrales vigilados por españoles y perros, para luego escoger los mejores quinientos especímenes y cargarlos en naves. De esos quinientos, doscientos murieron durante el viaje. El resto llegó con vida a España para ser puesto a la venta por el arcediano de la ciudad, que anunció que, aunque los esclavos estuviesen

 

 "desnudos como el día que nacieron" mostraban "la  misma inocencia que los animales".

 

Colón escribió más adelante.

 

     "En el nombre de la Santa Trinidad, continuemos enviando todos los esclavos que se puedan vender"

     

     Pero en el cautiverio morían demasiados esclavos. Así que Colón, desesperado por la necesidad de devolver dividendos a los que habían invertido dinero en su viaje, tenía que mantener la promesa de llenar sus naves de oro. En Haití, donde él y sus hombres imaginaban la existencia de enormes yacimientos de oro, ordenaron que todos los mayores de catorce años recogieran cierta cantidad de oro cada tres meses. Cuando se la traían, les daban un colgante de cobre para que lo llevaran al cuello. A los indígenas que encontraban sin colgante de cobre, les cortaban las manos y se desangraban hasta la muerte.

 


   Los indígenas tenían una tarea imposible. El único oro que había en la zona era el polvo acumulado en los riachuelos. Así que huyeron, siendo cazados por perros y asesinados.

 


   Los arawaks intentaron reunir un ejército de resistencia, pero se enfrentaban a españoles que tenían armadura, mosquetes, espadas y caballos. Cuando los españoles hacían prisioneros, los ahorcaban o los quemaban en la hoguera.

 

 

     Entre los arawaks empezaron los suicidios en masa con veneno de yuca. Mataban a los niños para que no cayeran en manos de los españoles. En dos años la mitad de los 250.000 indígenas de Haití habían muerto por asesinato, mutilación o suicidio.

 


    Cuando se hizo patente que no quedaba oro, a los indígenas se los llevaban como esclavos a las grandes haciendas que después se conocerían como "encomiendas". Se les hacía trabajar a un ritmo infernal, y morían a millares.

 

 

      En el año 1515, quizá quedaban 50.000 mil indígenas. En el año 1550, habían quinientos. Un informe del año 1650 revela que en la isla no quedaba ni uno solo de los arawaks autóctonos, ni de sus descendientes.

 


     La principal fuente de información sobre lo que pasó en las islas después de la llegada de Colón - y para muchos temas, la única - es Bartolomé de las Casas, un joven sacerdote que había participado en la conquista de Cuba. Durante un tiempo fue el propietario de una hacienda donde  trabajaban esclavos mdígenas, pero la abandonó y se convirtió en un vehemente crítico de la crueldad española. Fray Bartolomé Las Casas transcribió el Diario de Colón y, a los 50 años, empezó a escribir una Historia de las Indias en varios volúmenes.

 


    En la sociedad india se trataba tan bien a las mujeres que los españoles quedaron atónitos. Las Casas describe así las relaciones sexuales:   


      "No existen las leyes matrimoniales tanto los hombres como las mujeres escogen sus pare;as y las dejan a su placer. sin ofensa, celos ni enfado. Se reproducen a gran ritmo, las mujeres embarazadas trabajan hasta el último minuto y dan a luz casi sin dolor, al día siguiente se levantan, se bañan en el río y quedan tan limpias y sanas como antes de parir. Si se cansan de sus parejas masculinas, abortan con hierbas que causan la muerte del feto. Se cubren las partes vergonzantes con hojas o trapos de algodón, aunque por lo general, los indígenas -hombres y mujeres- ven la desnudez total con la misma natuialidad con la que nosotros miramos la cabeza o las manos de un hombre".

 

    "Los indígenas, - dice Las Casas, - no dan ninguna importancia al oro y a otras cosas de valor. Les falta todo sentido del comercio, ni compran ni venden, y dependen enteramente de su entorno natural para sobrevivir. Son muy generosos con sus posesiones y por la misma razón, si deseaban las posesiones de sus amigos, esperan ser atendidos con el mismo grado de generosidad ... "

 


Las Casas habla del tratamiento de los mdígenas a manos de los españoles.

 

      "Testimonios interminables dan fe del temperamento benigno y pacíficode los nativos .. Pero fue nuestra labor la de exasperar. asolar, matar, mutilar y destrozar, ¿quién puede extrañar. pues, que de vez en cuando intentaran matar a alguno de los nuestros? El almirante, es verdad, fue tan ciego como los que le vinieron detrás, y tenía tantas ansias de complacer al Rey que cometió crímenes irreparables contra los indígenas"

 


El control total conllevó una crueldad igualmente total. Los españoles

 

    "no se lo pensaban dos veces antes de apuñalarlos a docenas y cortarles para probar el afilado de sus espadas."

 

Fray Bartolomé de Las Casas explica cómo

 

     "dos de estos supuestos cristianos se encontraron un día con dos chicos indígenas, cada uno con un loro, les quitaron los loros y para su mayor disfrute, cortaron las cabezas a los chicos".

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  • Rafael Domínguez Losada

    Rafael Domínguez Losada | Martes, 02 de Abril de 2019 a las 15:39:34 horas

    Hace unas fechas hice los siguientes comentarios en esta web: **** s: **** es.sott **** /article/65816-Suspenso-en-Historia-Presidente-mexicano-con-apellido-espanol-solicita-al-rey-de-Espana-que-pida-disculpas-por-la-Conquista-de-sus-ancestros

    ¿Tan incomprensible como España sin Roma? ¿Sin la Roma pagana; la noble Roma antigua? Por supuesto que no, que se refiere a la católica. Sólo le faltó decir: ¡Viva la "Santa" Inquisición! ¿Falta de conciencia histórica o, por el contrario, es que no hay Cuzco que le espante, a cierta gente?

    Con respecto a la cruz: Presenciando yo la limpieza del nicho de mis padres y sintiéndome mal, debido a que se malinterpretó mi expresión facial de malestar por quien me sabe ateo (aunque en realidad soy panteísta), se me dijo:
    - ¿Es por la cruz, verdad! ¡Ni que fuera el símbolo del diablo!

    ¡Qué bueno! Se me encendieron las luces y le respondí: ¿Y entonces cuál es el símbolo del diablo, sino la cruz? ¿Acaso crees que es el espantajo con cuernos, tridente y rabo? ¿Acaso ignoras la forma en que impusieron los católicos sus dogmas al mundo a lo largo de la historia actual?

    Estoy convencido de que quienes vencen imponen siempre *su* versión de la historia. Por ello: ¡A saber cuál fue la realidad por la que pasaron los indígenas, al margen de cómo la pinten quienes tienen el pincel en sus manos! Posiblemente tenga toda o parte de la razón Andrés Manuel López Obrador en su requerimiento.
    ----------
    En cuanto a la vanagloria del estado nación por contraposición al estado de cosas indígena, me caben deducir dos cosas y un consejo:
    - Que la lucha entre los indígenas de los continentes americanos era por cimentar un grande y puede que maravilloso imperio; una unidad en lo político, económico y cultural que intuyo digno de ser vivido.
    - Que los cipayos o traidores que apoyaron a los españoles, lo que querían era trocear esa grande construcción y llevarse partes de la torta.

    El consejo es que lean el capítulo "Del nuevo ídolo" de la obra "Así habló Zaratustra" de Friedrich Nietzsche (mi primer y fundamental padre espiritual), con cuya obra demostró ser un psicólogo sin parangón. Habla de la muerte de los pueblos y tilda al estado de frío monstruo y de que miente con todas las bocas del bien y del mal; que diga lo que diga, miente - y posea lo que posea, lo ha robado.

    Y para corroborar un poco las más que posibles falsificaciones de la historia por los católicos, he tomado lo que sigue de este [Enlace] «En Cuzco en el 1589, el último sobreviviente de los conquistadores originales del Perú, Mancio Serra de Leguisamo, escribió en el preámbulo de su testamento lo siguiente: Encontramos estos reinos en tal buen orden, y decían que los incas los gobernaban en tal sabía manera que entre ellos no había un ladrón, ni un vicioso, ni tampoco un adúltero, ni tampoco se admitía entre ellos a una mala mujer, ni había personas inmorales. Los hombres tienen ocupaciones útiles y honestas. Las tierras, bosques, minas, pastos, casas y todas las clases de productos eran regularizadas y distribuidas de tal manera que cada uno conocía su propiedad sin que otra persona la tomara o la ocupara, ni había demandas respecto a ello... el motivo que me obliga a hacer estas declaraciones es la liberación de mi conciencia, ya que me encuentro a mí mismo culpable. Porque hemos destruido con nuestro malvado ejemplo, las personas que tenían tal gobierno que era disfrutado por sus nativos. Eran tan libres del encarcelamiento o de los crímenes o los excesos, hombres y mujeres por igual, que el indio que tenía 100,000 pesos de valor en oro la dejaba abierta meramente dejando un pequeño palo contra la puerta, como señal de que su amo estaba fuera. Con eso, de acuerdo a sus costumbres, ninguno podía entrar o llevarse algo que estuviera allí. Cuando vieron que pusimos cerraduras y llaves en nuestras puertas, supusieron que era por miedo a ellos, que tal vez nos matarían, pero no porque creyeran que alguno pudiera robar la propiedad del otro. Así que cuando descubrieron que teníamos ladrones entre nosotros, y hombres que buscaban hacer que sus hijas cometieran pecados, nos despreciaron».

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