
EL "NEW YORK TIMES" MARCA LAS PAUTAS DE LAS NUEVAS VERSIONES 2.0 DEL REFORMISMO SOCIALDEMÓCRATA LATINOAMERICANO
Respuesta a las observaciones criticas de algunos lectores de Canarias Semanal
El periódico norteamericano "New York Times" es una suerte de "think tank" en el que se cocinan los más sabrosos menús ideológicos de la clase dominante norteamericana. Es un rotativo que no da nunca una puntada sin hilo. Esa es una de las razones, según nuestro colaborador Aday Quesada, por la que hay que leer con suma atención el significativo articulo aparecido este miercoles en ese periodico en relacion con la orientación que deberian tener los procesos reformistas y socialdemócratas latinoamericanos.
POR ADAY QUESADA PARA CANARIAS SEMANAL
Les comentaba hace apenas un par de semanas que determinadas declaraciones del candidato ganador de las elecciones en Bolivia me olían a "chamusquina". A su vez, me resultaban sorprendentes las declaraciones congratulantes con el candidato triunfante del MAS, realizadas por personajes tan siniestramente ultraderechistas o, simplemente traidorzuelos, como lo son ex dictadora Jeanine Añez, el sanguinario opositor Carlos Mesa o el repugnante Secretario General de la OEA, Luis Almagro, "el loco Almagro".
Mis suspicacias y sospechas fueron duramente criticadas por algunos lectores de mi artículo en los comentarios. Hubo un lector, que se identificaba con el nombre de "René", que llegaba a exigirme el pedigree latinoamericano para poder estar en condiciones de opinar sobre los acontecimientos postelectorales que se estaban sucediendo en su país. Llegó incluso a calificarme como un "ultra revolucionario", por el mero hecho de que no pudiese evitar percibir un cierto tufo a chamusquina en el aquelarre de las declaraciones postelectorales, tanto por parte de los triunfadores como de los perdedores en el escrutinio. Otro comentarista, de nombre Medina Ortega, se refirió irritadamente a mi mosqueo calificándolo como una "suspicacia de los puros".
La verdad es que cuando intenté destacar el inusitado escenario en el que se habían producido las postelecciones bolivianas no trataba sino de poner de relieve el fiasco histórico que han supuesto todas las "segundas vueltas" de las experiencias socialdemócratas y reformistas latinoamericanas.
Les confieso que me hubiera sentido felizmente complacido de que todo hubiera sucedido de manera distinta en Ecuador, Paraguay, Brasil, Argentina... y quizá - sólo quizá, todavía - en Bolivia. Pero es que los acontecimientos politicos son como son, y no como uno desearía que fueran.
¿NOS SERVIRÍA EL ILUSTRATIVO EJEMPLO DE BEBEL?
Augusto Bebel fue un socialdemócrata alemán, de finales del siglo XIX, que en sus años mozos mantuvo una estrecha relación con Federico Engels y con Carlos Marx. Sin embargo, con el transcurso de los años Bebel no solo fue envejeciendo sino también derivando ideológicamente hacia posturas reformistas y amoldándose, él y su Partido, a las posibilidades que el sistema político alemán le toleraba. Ni que decir tiene que la integración del Partido Socialdemócrata alemán en el sistema económico capitalista llegó a ser tal que terminaría convirtiéndolo en el monstruo deformado que es en la actualidad.
Mientras Bebel mantuvo posturas revolucionarias, la prensa, los partidos conservadores y el propio gobierno alemán lo atacaban sin misericordia con ditirambos, infundios e insultos. Sin embargo, desde que fue girando paulatinamente hacia posiciones de derechas, su trinchera enemiga lo comenzó a enaltecer con eufóricas apologías y sonoros aplausos. Fue entonces cuando Augusto Bebel, que ya se había convertido ideologicamente en un redomado reformista pero continuó sin tener un pelo de tonto, exclamó un día, abrumado por tanta lisonja:
"Ah, viejo Bebel: ¿qué tonterías estarás diciendo para que toda esta gente te alabe con tanta pasión?"
Y es que fatalmente la historia nos enseña que los elogios provenientes de la derecha y sus medios de comunicación no son nunca gratuitos. Responden, casi invariablemente, a un cálculo deliberado. Mucha gente de izquierdas especula y realiza juegos malabares con las ideas y con las palabras. Y eso, posiblemente, no esté mal. Pero las adhesiones y halagos de la derecha política y económica tienen, casi siempre, mucho que ver con el funcionamiento de sus cajas registradoras. Y estas no les permiten nunca jugar con ningún margen para las filigranas.
El que esto escribe "ni quita ni pone el rey", en relación con lo que está sucediendo en Bolivia. Quiero decir, que a tantos miles de kilómetros de distancia y tras un año tan convulsivo como el que ha vivido ese país resulta difícil conocer todos los parámetros que están allí en juego. Me limito, pues, a señalar los indicios más cantosos que nos está mostrando el subsuelo de la situación que allí está teniendo lugar.
No obstante, aunque sólo fuera por una simple deformación profesional, me niego a que mis criterios se construyan sobre una base de "tics" emocionales o de adhesiones incondicionales, sin tener en cuenta las valiosas lecciones que tantas veces nos ha aportado la Historia. La factura que han tenido que pagar los que no las tuvieron en cuenta fueron siempre demasiado altas en sangre o desmoralización. Y fueron sus respectivos pueblos los que más duramente las sufrieron.
EL SIGNIFICATIVO ARTÍCULO DEL PERIÓDICO ESTADOUNIDENSE "NEW YORK TIMES"
El periódico norteamericano "New York Times" es una suerte de "think tank" en el que se cocinan los más sabrosos menús ideológicos de la clase dominante norteamericana. Es un rotativo que no da nunca una puntada sin hilo. Pues bien, esa especie de arcano conceptual de los sectores más clarividentes del capitalismo yanqui que es el New York Times se expresaba este miércoles 28 de esta forma en relación al proceso electoral boliviano y al triunfo de su candidato Luis Arce y la dirección del resto de los procesos reformistas latinoamericanos. Una lectura atenta por parte del lector le ayudará a comprender por dónde parecen ir los tiros en el hemisferio sur del continente americano.
La lección de Bolivia para la política latinoamericana
Por Brendan O’Boyle - New York Times
El 18 de octubre, los bolivianos eligieron a Luis Arce, el
candidato presidencial del Movimiento al Socialismo (MAS), el partido político de Evo Morales, y a quien el expresidente había elegido como su sucesor. Algunos vieron su victoria como un llamado a que Morales regrese al poder.
Pero quizás el alud electoral pueda entenderse mejor como un ejemplo de cómo avanzar tras un año tumultuoso para el mundo. También es una lección sobre cómo movimientos políticos similares, agobiados por el peso de sus antiguos líderes, pueden mantener la relevancia política sin su influencia amenazante.
Como candidato, Arce manifestó su voluntad de pasar la página respecto a Morales, cuyas tácticas controvertidas y su intento inconstitucional por gobernar durante un cuarto periodo presidencial provocaron su expulsión del país el año pasado, luego de que los militares lo instaran a abandonar el cargo. Arce se comprometió a volver a la estabilidad y la inclusión que definieron gran parte del gobierno de Morales. Con Arce en las boletas electorales, un líder más moderado, el MAS sobrepasó las expectativas al incrementar los votos obtenidos ocho puntos porcentuales en comparación con los resultados del año pasado.
En última instancia, el “MAS no ganó por Evo sino a pesar
de Evo”, tuiteó Pablo Solón, quien fue embajador de las Naciones Unidas durante el mandato de Morales.
Evo Morales formó parte de la ola de líderes de izquierda que llegaron a la presidencia en la década de los 2000, cuando las economías de sus países recibían el impulso de los altos precios de las materias primas. Morales usó el torrente de ganancias para reducir la pobreza y ampliar la clase media. Pero desde Bolivia hasta Ecuador y Argentina, los buenos tiempos dieron paso a escándalos de corrupción, ataques contra la prensa, acaparamiento de poder, en algunos de estos países se generaron recesiones causadas por la deuda y, finalmente, se dio un viraje a la derecha.
Luego de abandonar el cargo, estos líderes continuaron ejerciendo su influencia en la política nacional, y sus polémicos intentos por retornar al poder amenazaron con socavar los mismos movimientos que ayudaron a fundar.
“La persistencia de los expresidentes impide que la
nación avance”, escribió Javier Corrales, un politólogo del Amherst College, en Americas Quaterly en 2018. “Liberar a los países de su influencia es un beneficio colectivo porque contribuye a la renovación del liderazgo”.
La victoria de Arce indica que esa renovación es posible. Él mismo se ha distanciado de Evo Morales diciendo que el empeño del expresidente por gobernar durante un cuarto mandato fue un “error”. Prometió que Morales no tendrá un rol en su gobierno.
Morales renunció el año pasado, en lo que muchos han definido como un golpe de Estado, después de que su intento de mantenerse en la presidencia un periodo más desencadenó múltiples disturbios y terminó en una controvertida elección. Pero si los líderes como él pueden pasar la batuta a figuras menos polarizantes, quizá puedan inyectar nueva vida a sus movimientos políticos.
De hecho, la ausencia de Evo Morales ayudó a vigorizar al MAS, en vez de debilitarlo, sostiene Pablo Stefanoni, un periodista radicado en Bolivia que opina que la crisis que rodeó su renuncia “permitió la emergencia de una nueva camada de dirigentes” cuyo ascenso estuvo limitado durante el gobierno de Morales.
No es fácil convencer de seguir con sus vidas a los líderes
populares que han probado el poder y que a menudo buscan volver a sus cargos como una solución a los problemas legales que enfrentan. En Argentina, se esperaba que Cristina Fernández de Kirchner, cercada por numerosos cargos de corrupción, contendiera por un tercer mandato en 2019, pero abandonó la campaña debido a que las encuestas sugirieron que perdería. En cambio, promovió como candidato presidencial de su partido a Alberto Fernández, un profesor de derecho y exjefe de gabinete a quien se percibe como menos ideológico, y ella se postuló para vicepresidenta. Alberto Fernández ganó por una inmensa mayoría.
En Ecuador, el ex presidente Rafael Correa está siguiendo el mismo camino. Su partido político nominó a Andrés Arauz, un economista de 35 años y exministro de gobierno, como su candidato para la elección presidencial de febrero. Las posibilidades de Arauz podrían depender de su distanciamiento del polémico Rafael Correa, quien en abril fue sentenciado a ocho años de prisión por cargos de corrupción.
Otros líderes se consideran los únicos que pueden derrotar a la oposición. En Brasil, hay rumores de que el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva podría postularse como candidato a la presidencia en 2022. Pero, aunque Da Silva se mantiene como una figura mítica en la política brasileña, para ese entonces tendrá 76 años y su respaldo tiene límites: tal vez logre llegar a una segunda vuelta en la que, según las encuestas, perdería contra el presidente Jair Bolsonaro. Pasar la batuta a los nuevos líderes que han surgido durante la presidencia de Bolsonaro puede ser la mejor apuesta del Partido de los Trabajadores, el movimiento político de Da Silva....
PARA LEER EL ARTÍCULO COMPLETO DEL "NEW YORK TIMES" SOBRE BOLIVIA, PINCHE AQUÍ
POR ADAY QUESADA PARA CANARIAS SEMANAL
Les comentaba hace apenas un par de semanas que determinadas declaraciones del candidato ganador de las elecciones en Bolivia me olían a "chamusquina". A su vez, me resultaban sorprendentes las declaraciones congratulantes con el candidato triunfante del MAS, realizadas por personajes tan siniestramente ultraderechistas o, simplemente traidorzuelos, como lo son ex dictadora Jeanine Añez, el sanguinario opositor Carlos Mesa o el repugnante Secretario General de la OEA, Luis Almagro, "el loco Almagro".
Mis suspicacias y sospechas fueron duramente criticadas por algunos lectores de mi artículo en los comentarios. Hubo un lector, que se identificaba con el nombre de "René", que llegaba a exigirme el pedigree latinoamericano para poder estar en condiciones de opinar sobre los acontecimientos postelectorales que se estaban sucediendo en su país. Llegó incluso a calificarme como un "ultra revolucionario", por el mero hecho de que no pudiese evitar percibir un cierto tufo a chamusquina en el aquelarre de las declaraciones postelectorales, tanto por parte de los triunfadores como de los perdedores en el escrutinio. Otro comentarista, de nombre Medina Ortega, se refirió irritadamente a mi mosqueo calificándolo como una "suspicacia de los puros".
La verdad es que cuando intenté destacar el inusitado escenario en el que se habían producido las postelecciones bolivianas no trataba sino de poner de relieve el fiasco histórico que han supuesto todas las "segundas vueltas" de las experiencias socialdemócratas y reformistas latinoamericanas.
Les confieso que me hubiera sentido felizmente complacido de que todo hubiera sucedido de manera distinta en Ecuador, Paraguay, Brasil, Argentina... y quizá - sólo quizá, todavía - en Bolivia. Pero es que los acontecimientos politicos son como son, y no como uno desearía que fueran.
¿NOS SERVIRÍA EL ILUSTRATIVO EJEMPLO DE BEBEL?
Augusto Bebel fue un socialdemócrata alemán, de finales del siglo XIX, que en sus años mozos mantuvo una estrecha relación con Federico Engels y con Carlos Marx. Sin embargo, con el transcurso de los años Bebel no solo fue envejeciendo sino también derivando ideológicamente hacia posturas reformistas y amoldándose, él y su Partido, a las posibilidades que el sistema político alemán le toleraba. Ni que decir tiene que la integración del Partido Socialdemócrata alemán en el sistema económico capitalista llegó a ser tal que terminaría convirtiéndolo en el monstruo deformado que es en la actualidad.
Mientras Bebel mantuvo posturas revolucionarias, la prensa, los partidos conservadores y el propio gobierno alemán lo atacaban sin misericordia con ditirambos, infundios e insultos. Sin embargo, desde que fue girando paulatinamente hacia posiciones de derechas, su trinchera enemiga lo comenzó a enaltecer con eufóricas apologías y sonoros aplausos. Fue entonces cuando Augusto Bebel, que ya se había convertido ideologicamente en un redomado reformista pero continuó sin tener un pelo de tonto, exclamó un día, abrumado por tanta lisonja:
"Ah, viejo Bebel: ¿qué tonterías estarás diciendo para que toda esta gente te alabe con tanta pasión?"
Y es que fatalmente la historia nos enseña que los elogios provenientes de la derecha y sus medios de comunicación no son nunca gratuitos. Responden, casi invariablemente, a un cálculo deliberado. Mucha gente de izquierdas especula y realiza juegos malabares con las ideas y con las palabras. Y eso, posiblemente, no esté mal. Pero las adhesiones y halagos de la derecha política y económica tienen, casi siempre, mucho que ver con el funcionamiento de sus cajas registradoras. Y estas no les permiten nunca jugar con ningún margen para las filigranas.
El que esto escribe "ni quita ni pone el rey", en relación con lo que está sucediendo en Bolivia. Quiero decir, que a tantos miles de kilómetros de distancia y tras un año tan convulsivo como el que ha vivido ese país resulta difícil conocer todos los parámetros que están allí en juego. Me limito, pues, a señalar los indicios más cantosos que nos está mostrando el subsuelo de la situación que allí está teniendo lugar.
No obstante, aunque sólo fuera por una simple deformación profesional, me niego a que mis criterios se construyan sobre una base de "tics" emocionales o de adhesiones incondicionales, sin tener en cuenta las valiosas lecciones que tantas veces nos ha aportado la Historia. La factura que han tenido que pagar los que no las tuvieron en cuenta fueron siempre demasiado altas en sangre o desmoralización. Y fueron sus respectivos pueblos los que más duramente las sufrieron.
EL SIGNIFICATIVO ARTÍCULO DEL PERIÓDICO ESTADOUNIDENSE "NEW YORK TIMES"
El periódico norteamericano "New York Times" es una suerte de "think tank" en el que se cocinan los más sabrosos menús ideológicos de la clase dominante norteamericana. Es un rotativo que no da nunca una puntada sin hilo. Pues bien, esa especie de arcano conceptual de los sectores más clarividentes del capitalismo yanqui que es el New York Times se expresaba este miércoles 28 de esta forma en relación al proceso electoral boliviano y al triunfo de su candidato Luis Arce y la dirección del resto de los procesos reformistas latinoamericanos. Una lectura atenta por parte del lector le ayudará a comprender por dónde parecen ir los tiros en el hemisferio sur del continente americano.
La lección de Bolivia para la política latinoamericana
Por Brendan O’Boyle - New York Times
El 18 de octubre, los bolivianos eligieron a Luis Arce, el candidato presidencial del Movimiento al Socialismo (MAS), el partido político de Evo Morales, y a quien el expresidente había elegido como su sucesor. Algunos vieron su victoria como un llamado a que Morales regrese al poder.
Pero quizás el alud electoral pueda entenderse mejor como un ejemplo de cómo avanzar tras un año tumultuoso para el mundo. También es una lección sobre cómo movimientos políticos similares, agobiados por el peso de sus antiguos líderes, pueden mantener la relevancia política sin su influencia amenazante.
Como candidato, Arce manifestó su voluntad de pasar la página respecto a Morales, cuyas tácticas controvertidas y su intento inconstitucional por gobernar durante un cuarto periodo presidencial provocaron su expulsión del país el año pasado, luego de que los militares lo instaran a abandonar el cargo. Arce se comprometió a volver a la estabilidad y la inclusión que definieron gran parte del gobierno de Morales. Con Arce en las boletas electorales, un líder más moderado, el MAS sobrepasó las expectativas al incrementar los votos obtenidos ocho puntos porcentuales en comparación con los resultados del año pasado.
En última instancia, el “MAS no ganó por Evo sino a pesar de Evo”, tuiteó Pablo Solón, quien fue embajador de las Naciones Unidas durante el mandato de Morales.
Evo Morales formó parte de la ola de líderes de izquierda que llegaron a la presidencia en la década de los 2000, cuando las economías de sus países recibían el impulso de los altos precios de las materias primas. Morales usó el torrente de ganancias para reducir la pobreza y ampliar la clase media. Pero desde Bolivia hasta Ecuador y Argentina, los buenos tiempos dieron paso a escándalos de corrupción, ataques contra la prensa, acaparamiento de poder, en algunos de estos países se generaron recesiones causadas por la deuda y, finalmente, se dio un viraje a la derecha.
Luego de abandonar el cargo, estos líderes continuaron ejerciendo su influencia en la política nacional, y sus polémicos intentos por retornar al poder amenazaron con socavar los mismos movimientos que ayudaron a fundar.
“La persistencia de los expresidentes impide que la nación avance”, escribió Javier Corrales, un politólogo del Amherst College, en Americas Quaterly en 2018. “Liberar a los países de su influencia es un beneficio colectivo porque contribuye a la renovación del liderazgo”.
La victoria de Arce indica que esa renovación es posible. Él mismo se ha distanciado de Evo Morales diciendo que el empeño del expresidente por gobernar durante un cuarto mandato fue un “error”. Prometió que Morales no tendrá un rol en su gobierno.
Morales renunció el año pasado, en lo que muchos han definido como un golpe de Estado, después de que su intento de mantenerse en la presidencia un periodo más desencadenó múltiples disturbios y terminó en una controvertida elección. Pero si los líderes como él pueden pasar la batuta a figuras menos polarizantes, quizá puedan inyectar nueva vida a sus movimientos políticos.
De hecho, la ausencia de Evo Morales ayudó a vigorizar al MAS, en vez de debilitarlo, sostiene Pablo Stefanoni, un periodista radicado en Bolivia que opina que la crisis que rodeó su renuncia “permitió la emergencia de una nueva camada de dirigentes” cuyo ascenso estuvo limitado durante el gobierno de Morales.
No es fácil convencer de seguir con sus vidas a los líderes populares que han probado el poder y que a menudo buscan volver a sus cargos como una solución a los problemas legales que enfrentan. En Argentina, se esperaba que Cristina Fernández de Kirchner, cercada por numerosos cargos de corrupción, contendiera por un tercer mandato en 2019, pero abandonó la campaña debido a que las encuestas sugirieron que perdería. En cambio, promovió como candidato presidencial de su partido a Alberto Fernández, un profesor de derecho y exjefe de gabinete a quien se percibe como menos ideológico, y ella se postuló para vicepresidenta. Alberto Fernández ganó por una inmensa mayoría.
En Ecuador, el ex presidente Rafael Correa está siguiendo el mismo camino. Su partido político nominó a Andrés Arauz, un economista de 35 años y exministro de gobierno, como su candidato para la elección presidencial de febrero. Las posibilidades de Arauz podrían depender de su distanciamiento del polémico Rafael Correa, quien en abril fue sentenciado a ocho años de prisión por cargos de corrupción.
Otros líderes se consideran los únicos que pueden derrotar a la oposición. En Brasil, hay rumores de que el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva podría postularse como candidato a la presidencia en 2022. Pero, aunque Da Silva se mantiene como una figura mítica en la política brasileña, para ese entonces tendrá 76 años y su respaldo tiene límites: tal vez logre llegar a una segunda vuelta en la que, según las encuestas, perdería contra el presidente Jair Bolsonaro. Pasar la batuta a los nuevos líderes que han surgido durante la presidencia de Bolsonaro puede ser la mejor apuesta del Partido de los Trabajadores, el movimiento político de Da Silva....
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juanfri | Domingo, 01 de Noviembre de 2020 a las 11:36:46 horas
Ninguno de quienes critican las más que fundadas sospechas de Aday ha visto esa entrevista de Emir Sader a Gª Linera. En esa hora larga ni menciona la creación de MILICIAS POPULARES ARMADAS, aunque sí la depuración de responsabilidades de los mandos armados bolivianos.
NO podrán renacionalizar ni aubvencionar al pueblo indígena que constituye la amplísima mayoría que les ha votado si no afilan sus garras.
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