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Por Elizabeth Castillo Guzmán | 501 1
Viernes, 25 de Octubre de 2019 Tiempo de lectura:

20 años de Etnoeducación Universitaria en Colombia

 

 

   Rene Piraza Puchicama labora en la institución educativa La Tascona de [Img #59964]Taparalito en el resguardo río Taparal, municipio Litoral del San Juan, Chocó. Es el primer indígena Wounaan Nonam titulado en 1993 por la Universidad del Cauca como Licenciado en Etnoeducación.

 

   Durante cuatro años, el profesor Piraza viajó a la ciudad blanca para asistir a las clases programadas los fines de semana y días festivos. Tomaba una lancha desde el río San Juan (Chocó) hasta encontrar el río Calima que sirve de límite natural con el departamento del Valle, en este punto ascendía por sus aguas correntosas hasta Docordó, corregimiento de Buenaventura, y luego seguía un trayecto terrestre de nueve horas hasta Popayán.

 

    Realizar estudios superiores cuando se vive en comunidades muy alejadas de los centros urbanos es prácticamente imposible en un país como el nuestro, a no ser que las personas se vayan a vivir a las ciudades con universidades. Sin embargo el profesor Piraza obtuvo su título profesional gracias a su tenaz esfuerzo y compromiso, a su valioso trabajo de investigación sobre los “Ciclos de vida y procesos de formación entre los Wounaan Nonam de Chocó”, y a la existencia de la Licenciatura en Etnoeducación de la Universidad del Cauca.

 

 

    Desde hace 20 años la Etnoeducación Universitaria se abrió paso en la historia de la educación superior colombiana. Inicialmente los programas surgieron para atender las necesidades de formación profesional de los y las docentes de las comunidades indígenas, pero con el paso de los años este enfoque se fue ampliando hacia las comunidades afrocolombianas y campesinas.

 

 

   Estos programas de Licenciatura en Etnoeducación son la única modalidad en el continente que tiene esta denominación y este enfoque. Su origen está totalmente relacionado con los procesos de reformas que tuvieron lugar partir de los reconocimientos constitucionales logrados en materia de plurietnicidad y multiculturalidad en la Carta Magna de 1991.

 

 

   Los dos primeros programas abrieron sus puertas en enero de 1995, en Popayán y Riohacha respectivamente. La Universidad del Cauca y la Universidad de la Guajira presenciaron el arribo a sus aulas de los hijos de las “etnias” con sus lenguas nativas, sus saberes ancestrales y sus formas de habitar los claustros universitarios. La perplejidad y prejuicio de algunos académicos, acostumbrados hasta entonces a ver a los indígenas como objetos de investigación, no amilanó el curso de este proyecto. Tampoco las mil talanqueras que vinieron con la “ola neoliberal” que estandarizó la educación superior bajo la premisa que un músico, un ingeniero o un etnoeducador se forman con los mismos parámetros de calidad educativa. Durante veinte años la guerra ha estado presente en los territorios donde se adelantan los procesos formativos de la Etnoeducación Universitaria, a pesar de ello, las licenciaturas crecieron y se expandieron.

 

 

  Hoy contamos con seis programas de Etnoeducación Universitaria cuya comunidad está conformada por cerca de 2.500 estudiantes, egresados y docentes, desde la Guajira hasta el Amazonas. Estos programas de pregrado se desarrollan en la Universidad de la Guajira, la Universidad Tecnológica de Pereira, la Universidad Nacional Abierta y a Distancia -UNAD-, la Pontificia Universidad Bolivariana, la Universidad Mariana y la Universidad del Cauca.

 

 

   Durante dos décadas de existencia un equipo docente en cada una de las regiones donde existe la Etnoeducación Universitaria, se ha ocupado de hacer posible mediante su trabajo pedagógico el derecho a la educación superior de docentes, líderes y agentes comunitarios de pueblos indígenas, campesinos y afrocolombianos. También de formar a nuevas generaciones de jóvenes provenientes del mundo urbano, que ven en estos programas una forma de acceder a la vida universitaria. Esta labor silenciosa y a veces anónima, incluso en las propias universidades nicho de estos programas, merece todo el reconocimiento institucional, especialmente para quienes en estas dos décadas, han contribuido con su práctica pedagógica y acompañamiento en comunidad a cultivar este novedoso campo de la formación docente en Colombia.

 

   Se avecinan cambios para la Etnoeducación Universitaria. Con la tercerización de la educación, la oficialización de la educación propia y los destierros de los grupos étnicos a las ciudades, se alteraron sus coordenadas iniciales, y seguramente una nueva página de su historia ahora mismo empieza a escribirse.

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  • Lucina

    Lucina | Domingo, 27 de Octubre de 2019 a las 16:50:40 horas

    Bravo, mientras no se haga con un carácter racista hacia la mayoría mestiza y de Colombia y América ni etnofóbico hacia la realidad étnica y cultural de la América actual.
    Los identitarismos trasnochados con sus "paraísos perdidos" que nunca existieron son una forma de recismo. Seamos sinceros, la América precolombina era un quilombo bárbaro y sanguinario donde el imperialismo Mexica, Maya, Inca, Tolteca, etc, anduvo durante siglos guerreando, esclavizando, descuartisando, y oprimiendo a millones de seres humanos. Ni en sueños los españoles habrían conquistado el poderoso imperio de Moctezuma si los tlaxcaltecas y otras naciones centroamericanas, podridos de que los aztecas los masacraran no hubieran aportado miles de hombres a los 2 o 3 cientos de soldados de Cortés.
    No se trata de blanquear las brutalidades cometidas por los encomenderos y otros colonos que llegaron desde España y Portugal, pero en las escuelas y universidades de Latinoamérica se tiende a idealizar el periodo precolombino y a demonizar la conquista española.
    La realidad fue más bien como la de los países del telón de acero: luego de un régimen brutal como el nazi, llegó otro también brutal como el soviético pero por lo menos los soviéticos no asesinaban a nadie por su raza y la calidad media de la vida del pueblo mejoró. El precio a pagar fue la tiranía y la represión de todo el que disidía, empezando por los propios comunistas críticos con el stalinismo.
    Ninguna de las dos tiranías es aceptable, pero nadie en sus cabales idealizaría el nazismo y acusaría a los soviéticos de arruinar la "maravillosa civilización" hitleriana ni a decir que "con Hitler sí que estábamosdivinos", por muy tiránico que fuera el imperio soviético.

    Recuperemos las culturas y tradiciones indígenas, pero dejemos de usarlas como arrojadiso contra la cultura ibérica, que es la que compone mayoritariamente nuestra cultura iberoamericana actual, sobre todo en el Cono Sur, donde había muy poca población nativa, porque la mayoría de los americanos modernos tenemos lo mismo tatata...rabuelos nativos como españoles y portugueses. Ya lo dijo Borges: españoles, no fueron sus antepasados quienes construyeron América, fueron los nuestros, los antepasados de los españoles de ahora se quedaron en España, los que emigraron a América tuvieron hijos y nietos en América, son nuestros tatata...rabuelos.


    Saludos de una argentina expatriada en Francia ("gracias, Macri", hijo de las re mil pu..s).

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