Cuba, los equivocados de siempre y las nuevas realidades
Tras el proceso de normalización de relaciones entre Cuba y los Estados Unidos en diciembre del 2015 - escribe nuestro colaborador Orlando Ruiz - no pocos detractores de la Revolución y algunos amigos insuficientemente informados vieron una muestra de debilidad del liderazgo cubano en este acto (...).
Por ORLANDO RUIZ RUIZ PARA CANARIAS-SEMANAL.ORG.-
Tras el proceso de normalización de relaciones entre Cuba y los Estados Unidos en diciembre del 2015 -un acuerdo concertado sin concesión alguna por parte de la Isla y establecido a partir del más absoluto respeto a la soberanía cubana-, no pocos detractores de la Revolución y algunos amigos insuficientemente informados vieron una muestra de debilidad del liderazgo cubano en este acto que abría puertas al diálogo necesario entre las autoridades del país que había resistido el cerco económico, los actos de terrorismo y las más brutales campañas mediáticas durante más de medio siglo y la potencia que había decidido aplicar otras estrategias ante la ineficacia de sus políticas desgastadas sobre la dura roca de la resistencia cubana.
A poco más de dos años y en medio del retroceso en el restablecimiento de vínculos diplomáticos EEUU-Cuba, resultante de la presencia en la Casa Blanca de un presidente ultraconservador sometido en burdo coqueteo al lobby anticubano de Miami, se produce la asunción a la máxima magistratura cubana de Miguel Díaz-Canel Bermúdez, “paso decisivo y coyuntura favorable” según la óptica de las élites de trasnochados políticos que aún sueñan desde su guarida en el estado de la Florida con destruir la Revolución.
Pero, ¿cuál es la realidad política que hoy se vive en Cuba? ¿Hay ese pretendido “momento propicio” para debilitar la conciencia política del pueblo cubano y resquebrajar la unidad de la mayoría abrumadora de una población, innegablemente fidelista y que ha confiado hasta ahora en la probidad y firmeza de sus líderes históricos y los ha seguido en medio de las mayores adversidades.
Quienes así piensan ignoran de plano que en la sociedad cubana resulta una rareza encontrarse con alguien a quién la obra revolucionaria no haya marcado de algún modo. Este no es un pueblo de analfabetos, desconocedores de las realidades del mundo e ignorantes de un pasado de miseria y opresión, desempleo, desigualdades, discriminación de la mujer y el negro. En Cuba no hay diferencia salarial entre mujeres y hombres ni impedimenta alguna para que las primeras accedan al desempeño de cualquier actividad humana y de las más altas responsabilidades del Estado y el Gobierno, como también ocurre con negros y mestizos.
Cualquier familia de barrio tiene un hijo a quien la Revolución hizo médico o ingeniero sin pagar un solo centavo; más del 97% de los ciudadanos vive en una casa propia; el derecho al trabajo de cualquier categoría se conquista con el solo mérito del saber y la cultura adquiridos en un país donde el acceso la enseñanza es universal y gratuito.
Hay visitantes a quienes les resulta raro encontrase con “trabajadores por cuenta propia” (privados) que honran su negocio particular con una foto del Che o de Fidel y que se proclaman sin rubor defensores de la Revolución; donan parte de sus beneficios económicos a la compra de juguetes y otras atenciones para los niños enfermos de cáncer u otras personas desvalidas, como lo hacen también agricultores propietarios de tierras que aportan habitualmente parte de sus cosechas a hospitales, comedores escolares y hogares de ancianos.
Continúa siendo un honor para miles de trabajadores cubanos el honroso aporte del trabajo voluntario, como lo es también la defensa de la bandera de su sindicato en torno al cual se unen en defensa de las conquistas que les ha proporcionado el Socialismo.
Conozco ejemplos enaltecedores como el de mi barbero –y no es ni mucho menos el único-, un obrero Vanguardia Nacional de su sindicato que luego de jubilarse abrió su pequeño salón-barbería particular (privada) en la salita de su casa y sin embargo pela y afeita a cuanto vecino del barrio solicita sus servicios sin alterar los precios, aún cuando está permitido cobrar más caro por el ejercicio de esta labor.
Por supuesto, no faltan los egoístas que en toda sociedad existen y se aprovechan de las necesidades del prójimo con altos precios de oferta, acaparamiento y reventa a costa del Estado, pero lo que verdaderamente importa es que son minoría repudiada por el grueso de la población.
A despecho de evaluaciones políticas malsanas, el nuevo presidente cubano ha ratificado con firmeza su condición de continuador convencido de la generación histórica y de la política exterior defendida hasta hoy por el liderazgo revolucionario con el antimperialismo como bandera y el Socialismo como aspiración irrenunciable.
Díaz-Canel, irrumpió muy poco tiempo después de su elección en los barrios humildes de numerosas ciudades, en industrias y granjas, en escuelas y hospitales. Se le ve por todas partes, escucha y dialoga con todos; exige de continuo a ministros y funcionarios el contacto con las bases y comienza arrastrar multitudes que le aguardan en cada lugar, confiados de su accionar.
La filosofía de trabajo del nuevo presidente cubano es “tenemos que hacer entre todos lo que eran capaces de hacer Fidel y Raúl”, y así enfila la administración del Estado a un gobierno desde la calle, desde el sentir de las masas, con el oído pegado a cuanto piensa y padece el simple ciudadano con quien se encuentra al paso.
Por ORLANDO RUIZ RUIZ PARA CANARIAS-SEMANAL.ORG.-
Tras el proceso de normalización de relaciones entre Cuba y los Estados Unidos en diciembre del 2015 -un acuerdo concertado sin concesión alguna por parte de la Isla y establecido a partir del más absoluto respeto a la soberanía cubana-, no pocos detractores de la Revolución y algunos amigos insuficientemente informados vieron una muestra de debilidad del liderazgo cubano en este acto que abría puertas al diálogo necesario entre las autoridades del país que había resistido el cerco económico, los actos de terrorismo y las más brutales campañas mediáticas durante más de medio siglo y la potencia que había decidido aplicar otras estrategias ante la ineficacia de sus políticas desgastadas sobre la dura roca de la resistencia cubana.
A poco más de dos años y en medio del retroceso en el restablecimiento de vínculos diplomáticos EEUU-Cuba, resultante de la presencia en la Casa Blanca de un presidente ultraconservador sometido en burdo coqueteo al lobby anticubano de Miami, se produce la asunción a la máxima magistratura cubana de Miguel Díaz-Canel Bermúdez, “paso decisivo y coyuntura favorable” según la óptica de las élites de trasnochados políticos que aún sueñan desde su guarida en el estado de la Florida con destruir la Revolución.
Pero, ¿cuál es la realidad política que hoy se vive en Cuba? ¿Hay ese pretendido “momento propicio” para debilitar la conciencia política del pueblo cubano y resquebrajar la unidad de la mayoría abrumadora de una población, innegablemente fidelista y que ha confiado hasta ahora en la probidad y firmeza de sus líderes históricos y los ha seguido en medio de las mayores adversidades.
Quienes así piensan ignoran de plano que en la sociedad cubana resulta una rareza encontrarse con alguien a quién la obra revolucionaria no haya marcado de algún modo. Este no es un pueblo de analfabetos, desconocedores de las realidades del mundo e ignorantes de un pasado de miseria y opresión, desempleo, desigualdades, discriminación de la mujer y el negro. En Cuba no hay diferencia salarial entre mujeres y hombres ni impedimenta alguna para que las primeras accedan al desempeño de cualquier actividad humana y de las más altas responsabilidades del Estado y el Gobierno, como también ocurre con negros y mestizos.
Cualquier familia de barrio tiene un hijo a quien la Revolución hizo médico o ingeniero sin pagar un solo centavo; más del 97% de los ciudadanos vive en una casa propia; el derecho al trabajo de cualquier categoría se conquista con el solo mérito del saber y la cultura adquiridos en un país donde el acceso la enseñanza es universal y gratuito.
Hay visitantes a quienes les resulta raro encontrase con “trabajadores por cuenta propia” (privados) que honran su negocio particular con una foto del Che o de Fidel y que se proclaman sin rubor defensores de la Revolución; donan parte de sus beneficios económicos a la compra de juguetes y otras atenciones para los niños enfermos de cáncer u otras personas desvalidas, como lo hacen también agricultores propietarios de tierras que aportan habitualmente parte de sus cosechas a hospitales, comedores escolares y hogares de ancianos.
Continúa siendo un honor para miles de trabajadores cubanos el honroso aporte del trabajo voluntario, como lo es también la defensa de la bandera de su sindicato en torno al cual se unen en defensa de las conquistas que les ha proporcionado el Socialismo.
Conozco ejemplos enaltecedores como el de mi barbero –y no es ni mucho menos el único-, un obrero Vanguardia Nacional de su sindicato que luego de jubilarse abrió su pequeño salón-barbería particular (privada) en la salita de su casa y sin embargo pela y afeita a cuanto vecino del barrio solicita sus servicios sin alterar los precios, aún cuando está permitido cobrar más caro por el ejercicio de esta labor.
Por supuesto, no faltan los egoístas que en toda sociedad existen y se aprovechan de las necesidades del prójimo con altos precios de oferta, acaparamiento y reventa a costa del Estado, pero lo que verdaderamente importa es que son minoría repudiada por el grueso de la población.
A despecho de evaluaciones políticas malsanas, el nuevo presidente cubano ha ratificado con firmeza su condición de continuador convencido de la generación histórica y de la política exterior defendida hasta hoy por el liderazgo revolucionario con el antimperialismo como bandera y el Socialismo como aspiración irrenunciable.
Díaz-Canel, irrumpió muy poco tiempo después de su elección en los barrios humildes de numerosas ciudades, en industrias y granjas, en escuelas y hospitales. Se le ve por todas partes, escucha y dialoga con todos; exige de continuo a ministros y funcionarios el contacto con las bases y comienza arrastrar multitudes que le aguardan en cada lugar, confiados de su accionar.
La filosofía de trabajo del nuevo presidente cubano es “tenemos que hacer entre todos lo que eran capaces de hacer Fidel y Raúl”, y así enfila la administración del Estado a un gobierno desde la calle, desde el sentir de las masas, con el oído pegado a cuanto piensa y padece el simple ciudadano con quien se encuentra al paso.


































Victor Soler | Martes, 30 de Julio de 2019 a las 19:49:47 horas
Hace más de 60 años y siguen equivocándose; primero la Lucha contra bandidos en los 60, los derrotamos; luego Girón, los derrotamos, agresiones de todo tipo, bloqueo, atentados, introducción de epidémias y los seguimos derrotando, Período Especial, sobrevivimos y nos desarrollamos, se nos fue físicamente el Comandante de la Dignidad y seguimos defendiendo su Obra, ¨¿Era Poscastro?¨ No, CONTINUIDAD SI, no aprender que esta Revolución llegó para quedarse. Saludos.
Accede para votar (0) (0) Accede para responder