TRUMP MILITARIZA EL CARIBE Y REVIENTA LA CUMBRE DE LA CELAC- UNIÓN EUROPEA EN COLOMBIA
¿Está América Latina lista para enfrentar un nuevo ciclo de intervencionismo? Europa temerosa mira de reojo
La IV Cumbre CELAC-UE en Colombia fue interrumpida por una provocación que parecía sacada del siglo pasado: Trump desplegó buques de guerra en el Caribe, y los fantasmas del intervencionismo estadounidense volvieron a hacerse presentes. En medio de un clima diplomático enrarecido, líderes latinoamericanos exigieron respeto, mientras Europa miraba con cautela.
POR VICTORIA MARTÍNEZ DESDE MÉXICO PARA CANARIAS SEMANAL.ORG.-
Este fin de semana comenzó la IV Cumbre CELAC y UE en Santa Marta, Colombia. Un encuentro pensado para reforzar los lazos políticos y económicos entre América Latina, el Caribe y la Unión Europea.
Sin embargo, lo que estaba previsto como ser una celebración del multilateralismo quedó eclipsado por un hecho que ha roto todos los esquemas: la repentina escalada militar de Estados Unidos en el Caribe bajo órdenes directas de Donald Trump, quien ha retomado el poder en Washington con un tono marcadamente beligerante hacia la región.
Mandatarios como Gustavo Petro y Lula da Silva, en un gesto fuera de agenda, introdujeron con carácter de urgencia la cuestión de la creciente tensión militar, dejando claro que no se trataba de una simple operación contra el narcotráfico, como intenta justificar la administración estadounidense, sino de una amenaza directa contra la soberanía latinoamericana.
EL FANTASMA DE LA DOCTRINA MONROE
El contexto no podría ser más simbólico. Justo cuando América Latina intenta consolidar un nuevo bloque común con Europa, Trump decide revivir una vieja estrategia imperial: la Doctrina Monroe. Esta doctrina, enunciada en 1823, afirmaba que “América es para los americanos”, pero en la práctica significó la subordinación de todo el continente a los intereses de Estados Unidos.
Ahora, bajo un nuevo ropaje, esta doctrina vuelve a respirar. Trump ha ordenado el patrullaje de buques de guerra, el reforzamiento de bases militares y maniobras de inteligencia en territorios aliados como Puerto Rico, lo que ha generado enorme preocupación incluso entre los mismos gobiernos conservadores de la región.
El presidente venezolano Nicolás Maduro, en una declaración transmitida desde Caracas, fue tajante:
“Ya no caben medias tintas. Estamos frente a una reedición agresiva de la Doctrina Monroe. No se trata de combatir el narcotráfico, sino de controlar recursos naturales y desestabilizar gobiernos incómodos”.
LA UE, EN SILENCIO INQUIETANTE
Frente a esta situación, la actitud de la Unión Europea ha sido, cuando menos, ambigua. Pese a las tensiones, el bloque europeo evitó pronunciarse de forma contundente. La delegación alemana llamó a la “moderación” de todas las partes, mientras que representantes franceses y españoles se limitaron a declaraciones diplomáticas sobre la necesidad de “preservar la paz regional”.
Este silencio fue interpretado por varios analistas como una forma sumisa de no incomodar a Washington, especialmente en un momento en que la UE necesita el respaldo militar y económico de EE.UU. ante el conflicto prolongado en Ucrania. Pero esta posición pasiva ha molestado a varios líderes latinoamericanos que esperaban una condena más firme a la militarización del Caribe.
CELAC: ENTRE EL DIÁLOGO Y LA RESISTENCIA
La CELAC, en cambio, reaccionó con una mezcla de prudencia y firmeza. Gustavo Petro afirmó que
"América Latina no puede ser escenario de nuevas guerras de poder, mucho menos en nombre de un combate que encubre intereses estratégicos".
Lula, por su parte, fue más directo:
“Las democracias no pueden combatir el crimen violando el derecho internacional”.
Ambos mandatarios defendieron la creación de una comisión especial para investigar la legalidad de los movimientos militares estadounidenses en aguas internacionales cercanas a Venezuela y Cuba. Propusieron también convocar una reunión extraordinaria de UNASUR y de los países del ALBA para coordinar una respuesta diplomática.
REFLEXIONES NECESARIAS
Este incidente marca un punto de inflexión. A diferencia de otras épocas, América Latina ya no es un tablero pasivo. Las tensiones geopolíticas actuales demuestran que la región está volviendo a ser un territorio en disputa, no por su posición ideológica, sino por sus recursos y su ubicación estratégica. Petróleo, minerales raros, biodiversidad y rutas comerciales hacen que potencias como Estados Unidos retomen antiguas tácticas de presión y despliegue militar.
Pero el verdadero peligro no radica solo en los buques de guerra. La amenaza más sutil es el intento de moldear la agenda política latinoamericana a través del miedo y la desestabilización.
En ese sentido, la Cumbre de Colombia ha servido como espejo: ha mostrado la fragilidad de los consensos multilaterales cuando una gran potencia decide imponer su fuerza, sin importar el daño que cause a sus propios aliados.
Lo sucedido en la Cumbre CELAC-UE en Colombia debe servir de advertencia. América Latina está en la mira de un nuevo ciclo de intervencionismo disfrazado de “seguridad hemisférica”.
El regreso de Trump a la Casa Blanca ha activado una maquinaria de presión militar que amenaza con reconfigurar el equilibrio regional. La pregunta que queda abierta es si los pueblos y gobiernos de América Latina sabrán responder con unidad y soberanía frente a estas viejas formas de dominación que, una vez más, se visten con trajes nuevos.
POR VICTORIA MARTÍNEZ DESDE MÉXICO PARA CANARIAS SEMANAL.ORG.-
Este fin de semana comenzó la IV Cumbre CELAC y UE en Santa Marta, Colombia. Un encuentro pensado para reforzar los lazos políticos y económicos entre América Latina, el Caribe y la Unión Europea.
Sin embargo, lo que estaba previsto como ser una celebración del multilateralismo quedó eclipsado por un hecho que ha roto todos los esquemas: la repentina escalada militar de Estados Unidos en el Caribe bajo órdenes directas de Donald Trump, quien ha retomado el poder en Washington con un tono marcadamente beligerante hacia la región.
Mandatarios como Gustavo Petro y Lula da Silva, en un gesto fuera de agenda, introdujeron con carácter de urgencia la cuestión de la creciente tensión militar, dejando claro que no se trataba de una simple operación contra el narcotráfico, como intenta justificar la administración estadounidense, sino de una amenaza directa contra la soberanía latinoamericana.
EL FANTASMA DE LA DOCTRINA MONROE
El contexto no podría ser más simbólico. Justo cuando América Latina intenta consolidar un nuevo bloque común con Europa, Trump decide revivir una vieja estrategia imperial: la Doctrina Monroe. Esta doctrina, enunciada en 1823, afirmaba que “América es para los americanos”, pero en la práctica significó la subordinación de todo el continente a los intereses de Estados Unidos.
Ahora, bajo un nuevo ropaje, esta doctrina vuelve a respirar. Trump ha ordenado el patrullaje de buques de guerra, el reforzamiento de bases militares y maniobras de inteligencia en territorios aliados como Puerto Rico, lo que ha generado enorme preocupación incluso entre los mismos gobiernos conservadores de la región.
El presidente venezolano Nicolás Maduro, en una declaración transmitida desde Caracas, fue tajante:
“Ya no caben medias tintas. Estamos frente a una reedición agresiva de la Doctrina Monroe. No se trata de combatir el narcotráfico, sino de controlar recursos naturales y desestabilizar gobiernos incómodos”.
LA UE, EN SILENCIO INQUIETANTE
Frente a esta situación, la actitud de la Unión Europea ha sido, cuando menos, ambigua. Pese a las tensiones, el bloque europeo evitó pronunciarse de forma contundente. La delegación alemana llamó a la “moderación” de todas las partes, mientras que representantes franceses y españoles se limitaron a declaraciones diplomáticas sobre la necesidad de “preservar la paz regional”.
Este silencio fue interpretado por varios analistas como una forma sumisa de no incomodar a Washington, especialmente en un momento en que la UE necesita el respaldo militar y económico de EE.UU. ante el conflicto prolongado en Ucrania. Pero esta posición pasiva ha molestado a varios líderes latinoamericanos que esperaban una condena más firme a la militarización del Caribe.
CELAC: ENTRE EL DIÁLOGO Y LA RESISTENCIA
La CELAC, en cambio, reaccionó con una mezcla de prudencia y firmeza. Gustavo Petro afirmó que
"América Latina no puede ser escenario de nuevas guerras de poder, mucho menos en nombre de un combate que encubre intereses estratégicos".
Lula, por su parte, fue más directo:
“Las democracias no pueden combatir el crimen violando el derecho internacional”.
Ambos mandatarios defendieron la creación de una comisión especial para investigar la legalidad de los movimientos militares estadounidenses en aguas internacionales cercanas a Venezuela y Cuba. Propusieron también convocar una reunión extraordinaria de UNASUR y de los países del ALBA para coordinar una respuesta diplomática.
REFLEXIONES NECESARIAS
Este incidente marca un punto de inflexión. A diferencia de otras épocas, América Latina ya no es un tablero pasivo. Las tensiones geopolíticas actuales demuestran que la región está volviendo a ser un territorio en disputa, no por su posición ideológica, sino por sus recursos y su ubicación estratégica. Petróleo, minerales raros, biodiversidad y rutas comerciales hacen que potencias como Estados Unidos retomen antiguas tácticas de presión y despliegue militar.
Pero el verdadero peligro no radica solo en los buques de guerra. La amenaza más sutil es el intento de moldear la agenda política latinoamericana a través del miedo y la desestabilización.
En ese sentido, la Cumbre de Colombia ha servido como espejo: ha mostrado la fragilidad de los consensos multilaterales cuando una gran potencia decide imponer su fuerza, sin importar el daño que cause a sus propios aliados.
Lo sucedido en la Cumbre CELAC-UE en Colombia debe servir de advertencia. América Latina está en la mira de un nuevo ciclo de intervencionismo disfrazado de “seguridad hemisférica”.
El regreso de Trump a la Casa Blanca ha activado una maquinaria de presión militar que amenaza con reconfigurar el equilibrio regional. La pregunta que queda abierta es si los pueblos y gobiernos de América Latina sabrán responder con unidad y soberanía frente a estas viejas formas de dominación que, una vez más, se visten con trajes nuevos.


































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