ANTE EL SILENCIO DE LA MINISTRA, LAS AUXILIARES DE AYUDA A DOMICILIO SE MANIFIESTAN EN MADRID (VÍDEO)
Mientras, continúan pasando frío acampadas a las puertas del Ministerio de Trabajo
Este pasado domingo, 21 de noviembre, cientos de trabajadoras del Servicio de Ayuda a Domicilio, (SAD), procedentes de varias partes del país, se manifestaron en el centro de Madrid, desde la plaza de la Villa hasta la Puerta del Sol. La pancarta de cabecera resumía sus principales demandas: “La evaluación de riesgos laborales no se negocia, se exige”, “Reconocimiento de enfermedades profesionales”, “Reducción de edad de jubilación”, “Remunicipalización del SAD”.
Por TITA BARAHONA PARA CANARIAS-SEMANAL.ORG.-
Con gritos de “El SAD no se vende, el SAD se defiende”, “La dependencia no es un negocio”, una nutrida representación de trabajadoras sociosanitarias (auxiliares de ayuda a domicilio) de varias partes del Estado, se han manifestado este domingo en Madrid como parte de su lucha por una mejora tanto del servicio que prestan como de sus condiciones laborales. Muchas llevaban puestas batas blancas con eslóganes escritos a la espalda como “SAD nunca más olvidadas. Sociosanitarias en lucha”.
Sus demandas las conoce de sobra la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz y han sido aireadas por varios medios de comunicación, este incluido. Dichas demandas se centran en que se evalúen sus riesgos laborales en su lugar de trabajo (los domicilios de las personas que cuidan), se les reconozcan las enfermedades laborales que padecen, se les adelante la jubilación a los 60 años, y que el servicio vuelva a ser de gestión pública (no concertado con empresas privadas como en la actualidad).
Un trabajo imprescindible, especialmente en una sociedad envejecida
![[Img #69540]](https://canarias-semanal.org/upload/images/11_2021/1166_manifestaciont.jpg)
Como señalan las compañeras del SAD de Asturias, ellas son mujeres, madres y abuelas muchas de ellas que -hasta con 67 años alguna- siguen trabajando y que “llevan cada mañana una luz, una esperanza de vida a miles de usuarios”. Porque, en efecto, las trabajadoras del SAD atienden a multitud de personas ancianas y dependientes que viven solas o cuyos familiares no les pueden atender.
Yo misma, por haber sido durante un tiempo trabajadora social en un medio rural, conozco de primera mano la satisfacción que sienten muchas ancianas -mayoría entre los usuarios- por poder tener a alguien con quien hablar, salir a pasear y que les mantengan aseados los espacios donde habitan así como -en el caso de las impedidas- sus cuerpos. No es sólo cuidado físico el que prestan, sino también -y quizás más importante- emocional.
Las trabajadoras del SAD se ven a menudo en la necesidad de mover a personas que pesan más que ellas así como instrumentos pesados (sillas de ruedas, camas...), lo que con el tiempo les produce hernias discales, problemas de rodillas y otras dolencias que las mutuas no reconocen como derivadas de su actividad laboral.
Además de ello, atienden a personas con diversas enfermedades, incluidas hepatitis y SIDA. Y, durante el confinamiento por COVID-19 siguieron trabajando sin que se les proporcionara equipo protector. No sorprende que fueran el segundo grupo, tras el sanitario, con más incidencia de contagio por este virus, como informamos en su día. Sin embargo, por el hecho de trabajar en domicilios privados, las trabajadoras del SAD están, como las empleadas de hogar, excluidas de la Ley de Prevención de Riesgos Laborales.
La privatización redunda en la precarización del servicio y de las trabajadoras
El servicio de ayuda a domicilio -un derecho social- la mayoría de ayuntamientos lo tienen externalizado a empresas privadas de servicios. Mediante concurso público, las empresas que suelen ganar el contrato son las que pujan más a la baja, lo que provoca un deterioro del servicio y la precarización de las condiciones laborales de las cuidadoras.
El convenio por el que se rigen establece un sueldo bruto de 1.080 euros mensuales. Sin embargo, muchas trabajadoras del SAD han declarado percibir poco más de 700 euros al mes por jornadas de 35 horas semanales, y el 80% tienen contratos a tiempo parcial, por lo que el sueldo que reciben no les alcanza para vivir, como señala Teresa Villar, recién jubilada del servicio, que se mantiene día y noche acampada a las puertas del Ministerio de Trabajo.
Los motivos de la acampada y el plantón de la ministra
La propia Teresa Villar ha contado a diferentes medios de comunicación los motivos que les han llevado a hacer la acampada como recurso final para que las administraciones competentes las escuchen.
En junio de 2020 presentaron una serie de alegaciones sobre su situación jurídica. En diciembre, se reunieron con el secretario de Estado, Joaquín Pérez, quien les aseguró que iban a trabajar “codo con codo”; pero la cosa quedó ahí, no volvieron a tener noticia.
Una vez organizada la acampada en el Ministerio de Trabajo -que iniciaron el 2 de noviembre-, el viernes 12 les pasaron noticia de que aceptaban sus reclamaciones y que el lunes 15 las recibiría la ministra, Yolanda Díaz. Ésta, sin embargo, les dio plantón. Cuando las trabajadoras se dirigieron a la cita, el jefe de gabinete de la ministra, Josep Vendrell, les dijo -con no muy buenos modos- que, si querían la reunión, debían levantar primero la acampada.
Al principio, pensaron en acceder; pero cuando el jefe de gabinete les dijo que en la reunión con la ministra no se iban a tratar los puntos de su tabla reivindicativa, ni establecerse un calendario, sino que se limitaran a contar lo que querían y cómo se sentían, las trabajadoras se indignaron, porque hace un año que la administración conoce de sobra lo que demandan. Vendrell añadió que en dos o tres semanas les mandarían un informe. Por ello decidieron alargar el campamento hasta el mes de diciembre.
Las ministras: mucho discurso y ningún hecho
Tres de los cuatro Ministerios con competencias en el tema del sercicio de ayuda a domicilio y sus trabajadoras -Trabajo, Política Social, Igualdad y Seguridad Social- están encabezados por mujeres que se autocalifican “de izquierdas y feministas”.
En junio de 2020, fecha en la que las trabajadoras del SAD presentaron formalmente sus reivindicaciones, la ministra de Igualdad, Irene Montero, decía que “La red de cuidados en España” es "frágil, feminizada, extremadamente precaria y ha saltado por los aires durante la crisis sanitaria".
Esto con motivo del anuncio de que el Gobierno iba a crear un "gran Pacto por los Cuidados" e instaurar un "robusto sistema estatal de cuidados" que crease unos 300.000 empleos públicos. Todo ello, “con salarios y empleos de calidad y con todas las garantías para quienes cuidan y quienes son cuidados”.
En septiembre de este año, el Ministerio de Igualdad convocaba una “Mesa asesora para los cuidados”, compuesta por “expertas feministas en materia de políticas de cuidados, agentes sociales y representantes institucionales”.
Claro, por “agentes sociales” entienden sindicatos y patronal. En ningún momento el ministerio que dirige Irene Montero contempla que también participen en esta Mesa las trabajadoras que se encargan de los cuidados, quienes, por cierto -y según manifestaron a este medio-, se sienten abandonadas por las centrales mayoritarias, CC.OO y UGT. Este desinterés de los sindicatos les ha llevado a crear uno propio, el OSAD.
Tanto la ministra de Igualdad, como la de Trabajo, tan alegadamente preocupadas por los cuidados, y esta última tan dispuesta a escuchar y tratar a las personas con amor y respeto -palabras textuales de Yolanda Díaz en el reciente acto de Valencia- tienen ahora una oportunidad de oro para demostrar que lo suyo no son palabras huecas. Porque, como se pregunta la referida Teresa Villar, portavoz de las trabajadoras acampadas:
“¿Cómo vamos a levantar el nuevo Sistema Estatal de Cuidados? ¿Con la precariedad? ¿Con la inseguridad? ¿Con la pobreza de las mujeres que son quienes trabajan en ellos?”.
Las trabajadoras del SAD se sienten dolidas y decepcionadas con unas ministras que no ponen en práctica con ellas lo que tanto predican; aunque mantienen alta la moral porque reciben muchos apoyos de compañeras feministas, grupos de jóvenes universitarios, personal sanitario y vecinos de Madrid, que han acudido a la acampada para acompañarlas e incluso llevarles algo de comida caliente.
¿Consentirá Yolanda Díaz que sigan pernoctando en el intenso frío del invierno madrileño? ¿Se dignará su ilustrísima benevolente y amorosa a recibirlas y, sobre todo, a escucharlas?
APOYEMOS DESDE TODOS LOS PUNTOS DEL ESTADO LA LUCHA DE LAS TRABAJADORAS DEL SAD
#YolandaEscuchalas#
SADEsencialesNuncaMasOlvidadas
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Sus demandas las conoce de sobra la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz y han sido aireadas por varios medios de comunicación, este incluido. Dichas demandas se centran en que se evalúen sus riesgos laborales en su lugar de trabajo (los domicilios de las personas que cuidan), se les reconozcan las enfermedades laborales que padecen, se les adelante la jubilación a los 60 años, y que el servicio vuelva a ser de gestión pública (no concertado con empresas privadas como en la actualidad).
Un trabajo imprescindible, especialmente en una sociedad envejecida
![[Img #69540]](https://canarias-semanal.org/upload/images/11_2021/1166_manifestaciont.jpg)
Como señalan las compañeras del SAD de Asturias, ellas son mujeres, madres y abuelas muchas de ellas que -hasta con 67 años alguna- siguen trabajando y que “llevan cada mañana una luz, una esperanza de vida a miles de usuarios”. Porque, en efecto, las trabajadoras del SAD atienden a multitud de personas ancianas y dependientes que viven solas o cuyos familiares no les pueden atender.
Yo misma, por haber sido durante un tiempo trabajadora social en un medio rural, conozco de primera mano la satisfacción que sienten muchas ancianas -mayoría entre los usuarios- por poder tener a alguien con quien hablar, salir a pasear y que les mantengan aseados los espacios donde habitan así como -en el caso de las impedidas- sus cuerpos. No es sólo cuidado físico el que prestan, sino también -y quizás más importante- emocional.
Las trabajadoras del SAD se ven a menudo en la necesidad de mover a personas que pesan más que ellas así como instrumentos pesados (sillas de ruedas, camas...), lo que con el tiempo les produce hernias discales, problemas de rodillas y otras dolencias que las mutuas no reconocen como derivadas de su actividad laboral.
Además de ello, atienden a personas con diversas enfermedades, incluidas hepatitis y SIDA. Y, durante el confinamiento por COVID-19 siguieron trabajando sin que se les proporcionara equipo protector. No sorprende que fueran el segundo grupo, tras el sanitario, con más incidencia de contagio por este virus, como informamos en su día. Sin embargo, por el hecho de trabajar en domicilios privados, las trabajadoras del SAD están, como las empleadas de hogar, excluidas de la Ley de Prevención de Riesgos Laborales.
La privatización redunda en la precarización del servicio y de las trabajadoras
El servicio de ayuda a domicilio -un derecho social- la mayoría de ayuntamientos lo tienen externalizado a empresas privadas de servicios. Mediante concurso público, las empresas que suelen ganar el contrato son las que pujan más a la baja, lo que provoca un deterioro del servicio y la precarización de las condiciones laborales de las cuidadoras.
El convenio por el que se rigen establece un sueldo bruto de 1.080 euros mensuales. Sin embargo, muchas trabajadoras del SAD han declarado percibir poco más de 700 euros al mes por jornadas de 35 horas semanales, y el 80% tienen contratos a tiempo parcial, por lo que el sueldo que reciben no les alcanza para vivir, como señala Teresa Villar, recién jubilada del servicio, que se mantiene día y noche acampada a las puertas del Ministerio de Trabajo.
Los motivos de la acampada y el plantón de la ministra
La propia Teresa Villar ha contado a diferentes medios de comunicación los motivos que les han llevado a hacer la acampada como recurso final para que las administraciones competentes las escuchen.
En junio de 2020 presentaron una serie de alegaciones sobre su situación jurídica. En diciembre, se reunieron con el secretario de Estado, Joaquín Pérez, quien les aseguró que iban a trabajar “codo con codo”; pero la cosa quedó ahí, no volvieron a tener noticia.
Una vez organizada la acampada en el Ministerio de Trabajo -que iniciaron el 2 de noviembre-, el viernes 12 les pasaron noticia de que aceptaban sus reclamaciones y que el lunes 15 las recibiría la ministra, Yolanda Díaz. Ésta, sin embargo, les dio plantón. Cuando las trabajadoras se dirigieron a la cita, el jefe de gabinete de la ministra, Josep Vendrell, les dijo -con no muy buenos modos- que, si querían la reunión, debían levantar primero la acampada.
Al principio, pensaron en acceder; pero cuando el jefe de gabinete les dijo que en la reunión con la ministra no se iban a tratar los puntos de su tabla reivindicativa, ni establecerse un calendario, sino que se limitaran a contar lo que querían y cómo se sentían, las trabajadoras se indignaron, porque hace un año que la administración conoce de sobra lo que demandan. Vendrell añadió que en dos o tres semanas les mandarían un informe. Por ello decidieron alargar el campamento hasta el mes de diciembre.
Las ministras: mucho discurso y ningún hecho
Tres de los cuatro Ministerios con competencias en el tema del sercicio de ayuda a domicilio y sus trabajadoras -Trabajo, Política Social, Igualdad y Seguridad Social- están encabezados por mujeres que se autocalifican “de izquierdas y feministas”.
En junio de 2020, fecha en la que las trabajadoras del SAD presentaron formalmente sus reivindicaciones, la ministra de Igualdad, Irene Montero, decía que “La red de cuidados en España” es "frágil, feminizada, extremadamente precaria y ha saltado por los aires durante la crisis sanitaria".
Esto con motivo del anuncio de que el Gobierno iba a crear un "gran Pacto por los Cuidados" e instaurar un "robusto sistema estatal de cuidados" que crease unos 300.000 empleos públicos. Todo ello, “con salarios y empleos de calidad y con todas las garantías para quienes cuidan y quienes son cuidados”.
En septiembre de este año, el Ministerio de Igualdad convocaba una “Mesa asesora para los cuidados”, compuesta por “expertas feministas en materia de políticas de cuidados, agentes sociales y representantes institucionales”.
Claro, por “agentes sociales” entienden sindicatos y patronal. En ningún momento el ministerio que dirige Irene Montero contempla que también participen en esta Mesa las trabajadoras que se encargan de los cuidados, quienes, por cierto -y según manifestaron a este medio-, se sienten abandonadas por las centrales mayoritarias, CC.OO y UGT. Este desinterés de los sindicatos les ha llevado a crear uno propio, el OSAD.
Tanto la ministra de Igualdad, como la de Trabajo, tan alegadamente preocupadas por los cuidados, y esta última tan dispuesta a escuchar y tratar a las personas con amor y respeto -palabras textuales de Yolanda Díaz en el reciente acto de Valencia- tienen ahora una oportunidad de oro para demostrar que lo suyo no son palabras huecas. Porque, como se pregunta la referida Teresa Villar, portavoz de las trabajadoras acampadas:
“¿Cómo vamos a levantar el nuevo Sistema Estatal de Cuidados? ¿Con la precariedad? ¿Con la inseguridad? ¿Con la pobreza de las mujeres que son quienes trabajan en ellos?”.
Las trabajadoras del SAD se sienten dolidas y decepcionadas con unas ministras que no ponen en práctica con ellas lo que tanto predican; aunque mantienen alta la moral porque reciben muchos apoyos de compañeras feministas, grupos de jóvenes universitarios, personal sanitario y vecinos de Madrid, que han acudido a la acampada para acompañarlas e incluso llevarles algo de comida caliente.
¿Consentirá Yolanda Díaz que sigan pernoctando en el intenso frío del invierno madrileño? ¿Se dignará su ilustrísima benevolente y amorosa a recibirlas y, sobre todo, a escucharlas?
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