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Lunes, 27 de Mayo de 2019 Tiempo de lectura:

EL CRIMEN POLÍTICO EN MÉXICO SE CEBA CON OTRA VÍCTIMA

Asesinado a tiros un candidato a alcalde simpatizante del partido de López Obrador

Braulio Márquez, candidato a la presidencia municipal de Santa María Colotepec, en el sur de México, fue asesinado a balazos cuando se trasladaba en un vehículo con su familia (...).

 

POR CARLOS RAFAEL RODRÍGUEZ PARA CANARIAS SEMANAL.ORG.-

 

 

 

    Braulio Márquez, candidato a la presidencia municipal de Santa María Colotepec, en el sur de México, fue asesinado a balazos cuando se trasladaba en un vehículo con su familia, según el testimonio de un comandante policial a la agencia de noticias AFP.

 

 

 

    De acuerdo con la información publicada el pasado domingo, el homicidio del simpatizante del partido Morena fundado por el presidente izquierdista Andrés Manuel López Obrador, acaeció la noche del viernes cuando el político viajaba junto a su esposa e hijos por una carretera del estado de Oaxaca, en Santa María Colotepec.

 

 

 

    Según la versión difundida, Márquez se vio obligado detener la marcha cuando un automóvil de color blanco le cerró el paso. En ese momento, explicó el comandante Gerónimo Ramírez, comisionado de la comandancia de San Pedro Pochutla, cuatro hombres armados bajaron del vehículo, lo obligaron a desmontarse y le dispararon en varias partes del cuerpo.

 

 

    La misma fuente asegura que mientras los agresores se daban a la fuga, sus familiares y vecinos del lugar confirmaron que el candidato “ya había muerto”.

 

 

 

    Varias notas de prensa recuerdan que el ex candidato, Braulio Márquez, inició su campaña el 19 de mayo para ganar la presidencia de Santa María Colotepec, cuya población es mayoritariamente indígena y se rige por sus usos y costumbres sin la interferencia de partidos políticos.

 

 

 

 

    La prensa local consigna, por su parte, que  Márquez era un empresario fabricante de semáforos, y que su homicidio se produjo cuando este regresaba de un torneo de pesca en las turísticas bahías de Huatulco, en el estado de Oaxaca, en la costa pacífica.

 

 

 

 

 

    A menos de una semana de los comicios para elegir gobernadores, presidentes municipales y diputados locales las autoridades mexicanas ya iniciaron las investigaciones de su asesinato.

 

 

 

    Para quienes sigan el acontecer político de México no le resultara un hecho inusitado este crimen político. Según la consultora Etellekt las pasadas elecciones generales de julio de 2018, que le dieron la victoria al actual presidente Andrés Manuel López Obrador, fueron las más violentas de la historia reciente del país azteca con al menos 145 políticos asesinados en menos de un año, de los cuales 48 eran precandidatos y candidatos,.

 

 

 

 

    Se trata, en cualquier caso de un problema político muy y de difícil solución. A pocos días de las elección del pasado año, en la que estaban en juego 3.406 cargos, incluida la presidencia de México, al menos 1.000 candidatos federales y locales renunciaron a la disputa electoral, entre otras razones, por temor a la violencia.

 

 

 

 

    Para nadie es un secreto que la delincuencia organizada forma parte del engranaje del sistema político mexicano como una maquinaria que de poder, independientemente del gobierno de turno y su color político. Son cuestiones que no cambian tan fácilmente, porque forman parte de una cultura imbricada profundamente en la sociedad mexicana. 

 

 

 

    La explicación de la violencia como producto de la delincuencia organizada omite otras variables de de carácter político directamente relacionados con el conflicto de intereses económicos tanto en el ámbito nacional como en el internacional.

 

 

 

    Al margen de cualquier otro análisis más detallado del tema, lo cierto es que se trata de un crimen político porque alguien decidió asegurarse de que Braulio Márquez no gobernara.

 

 

 

    Se trata de un modus operandi que funciona por añadidura como pedagogía política al establecerse en prototipo de la crueldad capitalista contra los luchadores sociales. Un sobreviviente de la tristemente célebre  masacre de Iguala manifestó de aquel abominable crimen: “simplemente no puedo borrar las imágenes de la sangre de mis compañeros.”1

 

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