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"A BUENAS HORAS, MANGAS VERDES": RUSIA LLEGA TARDE Y MAL AL SÁHARA

¿Cual es el significado de una abstención cuando tienes poder de veto?

Rusia ha criticado a posteriori la última resolución de la ONU sobre el Sáhara Occidental… después de abstenerse en la votación y permitir su aprobación. Un gesto diplomático que huele más a cinismo que a compromiso, y que deja al descubierto el doble juego de las potencias en un conflicto largamente ignorado.

 

POR JORDI RUIZ PARA CANARIAS SEMANAL.ORG

   Hay declaraciones que llegan tan tarde, y son tan torcidas y con tanta falta de pudor, que solo pueden tomarse como lo que [Img #87654]son: un ejercicio de teatro diplomático.

 

   Eso —y no otra cosa— es lo que ha hecho ahora Rusia al “reafirmar” a destiempo, su apoyo al derecho del pueblo saharaui a la autodeterminación… justo después de haberse abstenido en la votación del Consejo de Seguridad de la ONU sobre el Sáhara Occidental.

 

    Sí, se abstuvo, y no vetó. No bloqueó la resolución. Solo se hizo a un lado y dejó que el texto pasara, con su lenguaje edulcorado, desequilibrado, y claramente alineado con la narrativa marroquí. Y luego, con la votación ya sellada, Moscú se ha descolgado con un discurso crítico, presentándose como adalid del derecho internacional y de la causa saharaui.

 

A buenas horas, mangas verdes.

    Cualquiera con un mínimo conocimiento del funcionamiento del Consejo de Seguridad sabe perfectamente que cuando una potencia como Rusia quiere impedir algo, lo veta. Así lo hace Estados Unidos cada vez que se toca a Israel. Así lo hizo Rusia muchas veces en Siria, en Ucrania, en... Pero en el caso del Sáhara, cuando tenía la oportunidad real de frenar una resolución que perpetúa la ocupación, prefirió abstenerse. Es decir: dejar hacer.

 

   Después de permitirlo, vino la pirueta retórica. Que si el texto era “desequilibrado”, que si se redactó “a puerta cerrada”, que si el Grupo de Amigos del Sáhara ha perdido legitimidad. Verdades, sí. Pero verdades que suenan huecas cuando vienen de quien pudo actuar y no lo hizo.

 

    No es solo una incongruencia. Es algo peor: una maniobra calculada. Porque Moscú sabe que su abstención será leída con buenos ojos por quienes quieren mantener las apariencias, mientras que su discurso supuestamente crítico, le permite salvar la cara ante quienes defienden el derecho autodeterminista saharaui. Juega a dos bandas, como  a lo largo de toda su vida ha hecho su presidente Vladimir Putin.

 

    Y mientras tanto, el pueblo saharaui, —ese al que todos dicen apoyar—, sigue sin ejercer el derecho que le fue reconocido hace nada menos que medio siglo. Lo que recibe, en su lugar, es un espectáculo de diplomacia cínica, donde los actores fingen enfrentarse, pero acaban bailando al mismo compás.

 

    La abstención rusa, en este contexto, no es solo una omisión. Es una complicidad silenciosa con la inercia y los intereses crematísticos que están en juego en el continente africano. Y su discurso posterior, una lavada de cara para la galería. No hubo coraje para vetar y sí muchos intereses. Solo hubo palabras para justificar la pasividad nada ingenua.

 

    El refrán lo dice claro: cuando el auxilio llega tarde, ya no sirve de nada. Y si además viene envuelto en cinismo, solo sirve para encender la legítima indignación.

 
 
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