
FAMILIA FRANCO, S.A.: ASÍ SE FORJÓ EL PODER ECONÓMICO DEL CLAN DEL DICTADOR (VÍDEO)
Lo que revelan las investigaciones del periodista Mariano Sánchez Soler
Durante cuarenta años, el franquismo no solo consolidó un poder político autoritario, sino que permitió la creación de una élite económico-familiar con privilegios impensables. La familia Franco, protegida por la opacidad institucional y el miedo al pasado, amasó una fortuna que aún hoy sigue generando interrogantes (...).
Por EUGENIO FERNÁNDEZ PARA CANARIAS-SEMANAL.ORG.-
Durante décadas, la imagen de Francisco Franco como un líder austero, ajeno al lujo y volcado en el servicio a la patria, se mantuvo como un dogma en el imaginario colectivo de muchos españoles. Sin embargo, investigaciones rigurosas han desmontado esta versión oficial, sacando a la luz una realidad muy distinta: la de una familia enriquecida a la sombra del régimen, con privilegios exclusivos y una red de negocios cimentada sobre los mismos pilares de la dictadura.
Uno de los periodistas que más ha contribuido a revelar esta historia ha sido Mariano Sánchez Soler, quien desde finales de los años 80 se ha dedicado a investigar el origen, el crecimiento y la decadencia del imperio económico de los Franco. Su trabajo comenzó tras la muerte de Carmen Polo, viuda del dictador, y ha cristalizado en varios libros esenciales, entre ellos Villaverde. Fortuna y caída de la casa Franco, Los Franco S.A. y, más recientemente, en la reedición ampliada de La familia Franco S.A. Negocios y privilegios de la saga del último dictador de Occidente, publicada por Roca Editorial con motivo del 50 aniversario de la muerte del dictador.
Gracias a sus investigaciones, Sánchez Soler ha documentado con detalle cómo Franco no solo vivió rodeado de lujos, sino que construyó un entramado empresarial que ocultaba su patrimonio mediante sociedades anónimas y testaferros. La residencia familiar en Madrid, en la calle Hermanos Bécquer, por ejemplo, figuraba a nombre de la empresa Ursaria. La finca Valdefuentes, en Arroyomolinos, también estaba registrada bajo otra S.A. Así, hasta contabilizar 52 sociedades vinculadas a la familia a la fecha de su muerte.
TRÁFICO DE INFLUENCIAS Y PUERTAS GIRATORIAS ENTRE EL PODER Y LA EMPRESA
El periodista también expone cómo el Palacio de El Pardo se convirtió en un centro de tráfico de influencias, desde donde se facilitaba la entrada de los Franco en distintos negocios. Este entorno privilegiado contaba con la complicidad de altos funcionarios del régimen y miembros del aparato militar. José María Sanchiz Sancho, secretario de El Pardo y tío del marqués de Villaverde, fue uno de los artífices de esta expansión patrimonial.
Pero los privilegios no se limitaban al ámbito familiar. Sánchez Soler demuestra cómo el sistema financiero del franquismo estuvo íntimamente ligado al poder político. Banqueros como Ignacio Coca, los Fierro, Barrié de la Maza o Aguirre Gonzalo, entre otros, fueron parte activa del régimen: eran procuradores en Cortes, vocales de los planes de desarrollo o altos cargos en la administración. El tránsito entre lo público y lo privado era fluido, y los ministros del franquismo solían pasar de los despachos gubernamentales a los consejos de administración de grandes empresas.
En este contexto, ser parte del clan Franco no solo era sinónimo de poder político, sino también de poder económico: se les concedían acciones, terrenos, concesiones industriales y créditos sin dificultad. Los apellidos funcionaban como llaves maestras para acceder a recursos y expandir el capital.
La segunda parte de la obra de Sánchez Soler se adentra en la decadencia de la familia tras la muerte del dictador. Incendios misteriosos, como el del Hotel Corona de Aragón, y el abandono de propiedades como el Pazo de Meirás o el Canto del Pico, marcan el inicio de un declive patrimonial que coincidió con un cambio político profundo. Sin embargo, como él mismo señala, la Transición fue orquestada por figuras del propio régimen, como Adolfo Suárez, y muchos de los ministros de las primeras Cortes provenían directamente de la dictadura.
Uno de los elementos más contundentes que señala Sánchez Soler es el prolongado silencio institucional sobre este pasado. Durante años, la dictadura franquista apenas se abordó en los planes de estudio, y parte de la sociedad española fue empujada más a olvidar que a recordar. Así se perpetuaron mitos como el del Franco austero, y se evitó abordar la estructura de poder económico que dejó como herencia.
Hoy, a medio siglo de la muerte del dictador, el periodista insiste en que la aparición de discursos franquistas, a veces amplificados por las redes sociales, debe entenderse más como un síntoma de desconocimiento histórico que como un retorno real al pasado. No obstante, recuerda que este desconocimiento tiene raíces profundas, sembradas por décadas de ocultamiento y desmemoria.
El legado económico del franquismo no solo permanece en los archivos. Está presente en la configuración de las élites actuales, en la forma en que se moldeó el capitalismo español bajo un régimen autoritario, y en la persistente incomodidad que aún genera hablar de ello.
Gracias a las investigaciones de Mariano Sánchez Soler, una parte de esta historia ha salido a la luz. Pero aún queda mucho por explicar, sobre todo en un país donde —como él mismo afirma— tantas veces no se ha querido molestar a nadie.
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Por EUGENIO FERNÁNDEZ PARA CANARIAS-SEMANAL.ORG.-
Durante décadas, la imagen de Francisco Franco como un líder austero, ajeno al lujo y volcado en el servicio a la patria, se mantuvo como un dogma en el imaginario colectivo de muchos españoles. Sin embargo, investigaciones rigurosas han desmontado esta versión oficial, sacando a la luz una realidad muy distinta: la de una familia enriquecida a la sombra del régimen, con privilegios exclusivos y una red de negocios cimentada sobre los mismos pilares de la dictadura.
Uno de los periodistas que más ha contribuido a revelar esta historia ha sido Mariano Sánchez Soler, quien desde finales de los años 80 se ha dedicado a investigar el origen, el crecimiento y la decadencia del imperio económico de los Franco. Su trabajo comenzó tras la muerte de Carmen Polo, viuda del dictador, y ha cristalizado en varios libros esenciales, entre ellos Villaverde. Fortuna y caída de la casa Franco, Los Franco S.A. y, más recientemente, en la reedición ampliada de La familia Franco S.A. Negocios y privilegios de la saga del último dictador de Occidente, publicada por Roca Editorial con motivo del 50 aniversario de la muerte del dictador.
Gracias a sus investigaciones, Sánchez Soler ha documentado con detalle cómo Franco no solo vivió rodeado de lujos, sino que construyó un entramado empresarial que ocultaba su patrimonio mediante sociedades anónimas y testaferros. La residencia familiar en Madrid, en la calle Hermanos Bécquer, por ejemplo, figuraba a nombre de la empresa Ursaria. La finca Valdefuentes, en Arroyomolinos, también estaba registrada bajo otra S.A. Así, hasta contabilizar 52 sociedades vinculadas a la familia a la fecha de su muerte.
TRÁFICO DE INFLUENCIAS Y PUERTAS GIRATORIAS ENTRE EL PODER Y LA EMPRESA
El periodista también expone cómo el Palacio de El Pardo se convirtió en un centro de tráfico de influencias, desde donde se facilitaba la entrada de los Franco en distintos negocios. Este entorno privilegiado contaba con la complicidad de altos funcionarios del régimen y miembros del aparato militar. José María Sanchiz Sancho, secretario de El Pardo y tío del marqués de Villaverde, fue uno de los artífices de esta expansión patrimonial.
Pero los privilegios no se limitaban al ámbito familiar. Sánchez Soler demuestra cómo el sistema financiero del franquismo estuvo íntimamente ligado al poder político. Banqueros como Ignacio Coca, los Fierro, Barrié de la Maza o Aguirre Gonzalo, entre otros, fueron parte activa del régimen: eran procuradores en Cortes, vocales de los planes de desarrollo o altos cargos en la administración. El tránsito entre lo público y lo privado era fluido, y los ministros del franquismo solían pasar de los despachos gubernamentales a los consejos de administración de grandes empresas.
En este contexto, ser parte del clan Franco no solo era sinónimo de poder político, sino también de poder económico: se les concedían acciones, terrenos, concesiones industriales y créditos sin dificultad. Los apellidos funcionaban como llaves maestras para acceder a recursos y expandir el capital.
La segunda parte de la obra de Sánchez Soler se adentra en la decadencia de la familia tras la muerte del dictador. Incendios misteriosos, como el del Hotel Corona de Aragón, y el abandono de propiedades como el Pazo de Meirás o el Canto del Pico, marcan el inicio de un declive patrimonial que coincidió con un cambio político profundo. Sin embargo, como él mismo señala, la Transición fue orquestada por figuras del propio régimen, como Adolfo Suárez, y muchos de los ministros de las primeras Cortes provenían directamente de la dictadura.
Uno de los elementos más contundentes que señala Sánchez Soler es el prolongado silencio institucional sobre este pasado. Durante años, la dictadura franquista apenas se abordó en los planes de estudio, y parte de la sociedad española fue empujada más a olvidar que a recordar. Así se perpetuaron mitos como el del Franco austero, y se evitó abordar la estructura de poder económico que dejó como herencia.
Hoy, a medio siglo de la muerte del dictador, el periodista insiste en que la aparición de discursos franquistas, a veces amplificados por las redes sociales, debe entenderse más como un síntoma de desconocimiento histórico que como un retorno real al pasado. No obstante, recuerda que este desconocimiento tiene raíces profundas, sembradas por décadas de ocultamiento y desmemoria.
El legado económico del franquismo no solo permanece en los archivos. Está presente en la configuración de las élites actuales, en la forma en que se moldeó el capitalismo español bajo un régimen autoritario, y en la persistente incomodidad que aún genera hablar de ello.
Gracias a las investigaciones de Mariano Sánchez Soler, una parte de esta historia ha salido a la luz. Pero aún queda mucho por explicar, sobre todo en un país donde —como él mismo afirma— tantas veces no se ha querido molestar a nadie.
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