
CHURCHILL, EL ARQUITECTO DEL IMPERIO BRITÁNICO: MITO, VIOLENCIA Y DOMINIO GLOBAL
¿Cuáles son las razones por las que una buena parte de la historiografía ha silenciado las masacres coloniales ordenadas por él, en su legado histórico?
La historia no es una narración neutral. Lo que recordamos y celebramos dice más sobre nuestros sistemas de poder que sobre los hechos mismos. ¿Qué ocurre cuando se desmitifica a un ícono como Churchill desde una óptica materialista? ¿Qué revela su figura sobre los mecanismos ideológicos del imperialismo británico?
POR JORDI RUIZ PARA CANARIAS SEMANAL.ORG
En la memoria colectiva del mundo occidental, Winston
Churchill aparece descrito como un símbolo de coraje, liderazgo y resistencia frente al nazismo.
No obstante, una revisión crítica desde una perspectiva marxista revela un personaje profundamente ligado a los intereses de la clase dominante británica y al sostenimiento del orden imperialista global.
A lo largo de su carrera, Churchill no solo defendió, sino que también ejecutó con entusiasmo políticas de represión, racismo y violencia sistemática contra los pueblos colonizados.
El imperialismo como esencia de su política
Lejos de ser un liberal iluminado, como no pocos lo consideran en la historiografía occidental, Churchill representó el rostro más agresivo del imperialismo británico.
Su oposición a la autodeterminación irlandesa, su desprecio por los pueblos colonizados y su respaldo a la eugenesia, son apenas algunas de las expresiones ideológicas de un sistema que justificaba la dominación racial y económica bajo la retórica de la civilización occidental.
Su temprana carrera política estuvo marcada por la voluntad de contener cualquier tipo de insurgencia obrera o colonial. Como ministro liberal, defendió el uso de la fuerza contra los huelguistas en Gales y justificó intervenciones armadas contra los movimientos sociales.
Churchill como gestor del orden capitalista
Desde una óptica marxista, la figura de Churchill no puede entenderse al margen de las relaciones de clase y del contexto histórico del capitalismo británico.
El imperialismo, como fase superior del capitalismo descrita por Lenin, requería de figuras sin escrúpulos como Churchill para gestionar, mediante la violencia y la propaganda, la apropiación de recursos y la subordinación de pueblos enteros.
La trayectoria militar y política de Churchill, desde la India hasta el Sudán, desde la guerra de los bóeres hasta los bombardeos masivos durante la Segunda Guerra Mundial, ilustra la lógica de un sistema cuya expansión solo era posible mediante la guerra y la represión.
Armas químicas y violencia colonial
Churchill fue un apologista del uso de armas químicas contra poblaciones "no civilizadas", como él mismo denominó a los pueblos colonizados del Medio Oriente y Asia. La brutalidad del régimen británico en Irak, Kenia o Malasia bajo su liderazgo no fue un accidente, sino una consecuencia directa de una concepción imperial del mundo, donde la vida de los dominados no tenía valor alguno ante los intereses de la metrópoli.
Ambigüedad frente al fascismo europeo
Incluso su postura ante el fascismo europeo revela una ambigüedad estratégica. Churchill no se opuso a Mussolini ni a Franco por sus crímenes contra la clase trabajadora, sino porque en un momento dado amenazaban el equilibrio de poder que beneficiaba al imperio británico.
Mientras consideró que el fascismo podía servir como muro de contención contra el comunismo y los movimientos obreros, Churchill lo toleró e incluso lo celebró. Sólo cuando Hitler se convirtió en una amenaza para la hegemonía británica en Europa, se decidió a enfrentarlo.
Segunda Guerra Mundial: entre la retórica antifascista y la lógica imperial
La Segunda Guerra Mundial fue, en muchos aspectos, una guerra interimperialista. . La lucha contra el nazismo, lejos de ser un enfrentamiento entre el bien y el mal, fue utilizada por Churchill para consolidar el poder de la burguesía británica y reprimir cualquier atisbo de emancipación popular, tanto en Europa como en las colonias.
La política de bombardeos indiscriminados sobre la clase trabajadora alemana, como en el caso de Dresde, obedeció a la lógica de destrucción de las condiciones materiales de reproducción de las clases subalternas del enemigo.
La Guerra Fría y la continuación de la lucha de clases global
Después de la guerra, Churchill se convirtió en uno de los principales impulsores de la Guerra Fría, alertando sobre el peligro soviético con su famosa expresión de la "cortina de hierro", cuya patente fue utilizada durante todo el tiempo que esta duró.
Este discurso no era otra cosa que una declaración de guerra ideológica y estratégica contra cualquier posibilidad de avance del socialismo. Para la burguesía imperialista británica, el comunismo representaba una amenaza existencial, y Churchill fue uno de sus voceros más eficaces.
Represión de las revueltas anticoloniales
Durante su segundo mandato, volvió a reprimir con violencia las revueltas anticoloniales. En Kenia, frente a la rebelión del Mau Mau, el gobierno británico organizó campos de concentración y recurrió a métodos de tortura sistemática.
En Malasia, ordenó bombardeos masivos y el uso de defoliantes, prefigurando técnicas que después usaría el gobierno estadounidense en Vietnam. Estas acciones no eran simplemente decisiones militares, sino expresiones concretas de una política de clase orientada a preservar la propiedad privada y el control del capital sobre el trabajo y los territorios.
Revisión crítica de su legado
Resulta evidente que Churchill no fue un defensor de la libertad, sino un agente del capital imperialista. Su legado, celebrado por la historiografía oficial, es en realidad el de un dirigente que utilizó todos los medios disponibles para salvaguardar el orden capitalista, aun cuando esto significara el exterminio, la represión o la negación de derechos fundamentales a millones de personas.
La disputa por la memoria histórica
Hoy, cuando las estatuas de Churchill son objeto de protesta y debate, no se trata simplemente de una batalla simbólica. Lo que está en juego es la memoria histórica de la lucha de clases a escala global.
Revisar críticamente figuras como Churchill no es una tarea de revisionismo académico, sino puro imperativo político para lograr desmantelar defititivamente los mitos fundacionales del imperialismo y abrir paso a una conciencia emancipadora que reconozca a las víctimas del sistema como los verdaderos protagonistas de la historia.
POR JORDI RUIZ PARA CANARIAS SEMANAL.ORG
En la memoria colectiva del mundo occidental, Winston Churchill aparece descrito como un símbolo de coraje, liderazgo y resistencia frente al nazismo.
No obstante, una revisión crítica desde una perspectiva marxista revela un personaje profundamente ligado a los intereses de la clase dominante británica y al sostenimiento del orden imperialista global.
A lo largo de su carrera, Churchill no solo defendió, sino que también ejecutó con entusiasmo políticas de represión, racismo y violencia sistemática contra los pueblos colonizados.
El imperialismo como esencia de su política
Lejos de ser un liberal iluminado, como no pocos lo consideran en la historiografía occidental, Churchill representó el rostro más agresivo del imperialismo británico.
Su oposición a la autodeterminación irlandesa, su desprecio por los pueblos colonizados y su respaldo a la eugenesia, son apenas algunas de las expresiones ideológicas de un sistema que justificaba la dominación racial y económica bajo la retórica de la civilización occidental.
Su temprana carrera política estuvo marcada por la voluntad de contener cualquier tipo de insurgencia obrera o colonial. Como ministro liberal, defendió el uso de la fuerza contra los huelguistas en Gales y justificó intervenciones armadas contra los movimientos sociales.
Churchill como gestor del orden capitalista
Desde una óptica marxista, la figura de Churchill no puede entenderse al margen de las relaciones de clase y del contexto histórico del capitalismo británico.
El imperialismo, como fase superior del capitalismo descrita por Lenin, requería de figuras sin escrúpulos como Churchill para gestionar, mediante la violencia y la propaganda, la apropiación de recursos y la subordinación de pueblos enteros.
La trayectoria militar y política de Churchill, desde la India hasta el Sudán, desde la guerra de los bóeres hasta los bombardeos masivos durante la Segunda Guerra Mundial, ilustra la lógica de un sistema cuya expansión solo era posible mediante la guerra y la represión.
Armas químicas y violencia colonial
Churchill fue un apologista del uso de armas químicas contra poblaciones "no civilizadas", como él mismo denominó a los pueblos colonizados del Medio Oriente y Asia. La brutalidad del régimen británico en Irak, Kenia o Malasia bajo su liderazgo no fue un accidente, sino una consecuencia directa de una concepción imperial del mundo, donde la vida de los dominados no tenía valor alguno ante los intereses de la metrópoli.
Ambigüedad frente al fascismo europeo
Incluso su postura ante el fascismo europeo revela una ambigüedad estratégica. Churchill no se opuso a Mussolini ni a Franco por sus crímenes contra la clase trabajadora, sino porque en un momento dado amenazaban el equilibrio de poder que beneficiaba al imperio británico.
Mientras consideró que el fascismo podía servir como muro de contención contra el comunismo y los movimientos obreros, Churchill lo toleró e incluso lo celebró. Sólo cuando Hitler se convirtió en una amenaza para la hegemonía británica en Europa, se decidió a enfrentarlo.
Segunda Guerra Mundial: entre la retórica antifascista y la lógica imperial
La Segunda Guerra Mundial fue, en muchos aspectos, una guerra interimperialista. . La lucha contra el nazismo, lejos de ser un enfrentamiento entre el bien y el mal, fue utilizada por Churchill para consolidar el poder de la burguesía británica y reprimir cualquier atisbo de emancipación popular, tanto en Europa como en las colonias.
La política de bombardeos indiscriminados sobre la clase trabajadora alemana, como en el caso de Dresde, obedeció a la lógica de destrucción de las condiciones materiales de reproducción de las clases subalternas del enemigo.
La Guerra Fría y la continuación de la lucha de clases global
Después de la guerra, Churchill se convirtió en uno de los principales impulsores de la Guerra Fría, alertando sobre el peligro soviético con su famosa expresión de la "cortina de hierro", cuya patente fue utilizada durante todo el tiempo que esta duró.
Este discurso no era otra cosa que una declaración de guerra ideológica y estratégica contra cualquier posibilidad de avance del socialismo. Para la burguesía imperialista británica, el comunismo representaba una amenaza existencial, y Churchill fue uno de sus voceros más eficaces.
Represión de las revueltas anticoloniales
Durante su segundo mandato, volvió a reprimir con violencia las revueltas anticoloniales. En Kenia, frente a la rebelión del Mau Mau, el gobierno británico organizó campos de concentración y recurrió a métodos de tortura sistemática.
En Malasia, ordenó bombardeos masivos y el uso de defoliantes, prefigurando técnicas que después usaría el gobierno estadounidense en Vietnam. Estas acciones no eran simplemente decisiones militares, sino expresiones concretas de una política de clase orientada a preservar la propiedad privada y el control del capital sobre el trabajo y los territorios.
Revisión crítica de su legado
Resulta evidente que Churchill no fue un defensor de la libertad, sino un agente del capital imperialista. Su legado, celebrado por la historiografía oficial, es en realidad el de un dirigente que utilizó todos los medios disponibles para salvaguardar el orden capitalista, aun cuando esto significara el exterminio, la represión o la negación de derechos fundamentales a millones de personas.
La disputa por la memoria histórica
Hoy, cuando las estatuas de Churchill son objeto de protesta y debate, no se trata simplemente de una batalla simbólica. Lo que está en juego es la memoria histórica de la lucha de clases a escala global.
Revisar críticamente figuras como Churchill no es una tarea de revisionismo académico, sino puro imperativo político para lograr desmantelar defititivamente los mitos fundacionales del imperialismo y abrir paso a una conciencia emancipadora que reconozca a las víctimas del sistema como los verdaderos protagonistas de la historia.
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