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Martes, 01 de Abril de 2025 Tiempo de lectura:

GEORG GODELS: "DEL INTERNACIONALISMO PROLETARIO A LA POLÍTICA COMERCIAL CHINA DEL "WIN-WIN" - (GANAR - GANAR)"

Las contradicciones de la política exterior china bajo la lupa de la izquierda crítica. ¿Puede una superpotencia no alineada sostener una posición moral sin renunciar al mercado global?

Aunque la diplomacia china condena públicamente las atrocidades cometidas por Israel en Palestina, su creciente implicación económica con Tel Aviv revela una profunda contradicción. Varios autores de izquierda han comenzado a denunciar el desajuste entre los principios proclamados por la República Popular China —como la no injerencia o el apoyo a los pueblos oprimidos. Desde sus inversiones en el cobalto del Congo hasta su colaboración comercial con industrias israelíes implicadas en la colonización de tierras palestinas, la China actual parece haber dejado atrás los ideales del internacionalismo proletario en favor de una política exterior guiada por el beneficio económico.

 

DE GREG GODELS /  MLTODAY

 

    En un artículo publicado recientemente por Greg Godels (*) en la revista que dirige, MLToday, bajo el título “Palestina y la conciencia de China”, el autor realiza un detallado análisis de [Img #85463]las contradicciones de la política exterior de la República Popular China, con particular atención a su relación con Israel y las implicaciones morales de su creciente inserción en la economía global.

     

    Según afirma Godels, diversos observadores de izquierda han comenzado a levantar la voz frente a ciertos aspectos de la política exterior china que resultan incompatibles con los valores que proclama.

 

    La periodista Ann Garrison, por ejemplo, ha mostrado su preocupación por las inversiones chinas en la República Democrática del Congo, en relación con las condiciones de explotación extrema en la minería artesanal del cobalto, una industria vital para la fabricación de baterías. Se trata, según denuncia Siddharth Kara en su libro “Rojo Cobalto”, de una feroz competencia por el control de recursos que reproduce formas coloniales de extracción.

 

     Más recientemente, Razan Shawamreh ha cuestionado la[Img #85467] colaboración económica entre empresas estatales chinas e industrias israelíes involucradas en los asentamientos ilegales en territorio palestino. Según señala Shawamreh, ChemChina, Bright Foods y Fosum Group —compañías públicas de China— poseen participaciones en corporaciones israelíes directamente implicadas en la colonización de tierras palestinas.

 

     Para ella, esta realidad convierte en hipócritas las condenas públicas que el gobierno chino formula contra Israel.

 

     De acuerdo con lo expresado por Godels, este tipo de contradicciones entre discurso y acción son objeto también del artículo de Kim Petersen publicado el 22 de mayo en Dissident Voice, titulado “Palestina y la conciencia de China”. Petersen plantea que si bien el ascenso de China desde 1949 ha sido impresionante —especialmente si se considera su siglo de humillación colonial y las devastadoras guerras del siglo XX—, su política exterior actual muestra profundas carencias en cuanto a conciencia moral.

 

     En efecto, China representa hoy más del 20% de las importaciones israelíes. Al mismo tiempo, su diplomacia condena las acciones de Tel Aviv en Gaza. Esta aparente contradicción entre los valores proclamados y las prácticas reales es lo que Petersen denuncia.

 

    El profesor T. P. Wilkinson, citado en el artículo, resume esta crítica con una frase rotunda:

 

“La no injerencia es el principio fundamental de China: los negocios son lo primero. Si existe alguna moralidad, solo se aplica en China”.

 

    El contraste es aún más llamativo cuando se compara la actitud china hacia Israel con su tibio apoyo a países como Cuba, que sufre un bloqueo económico y una guerra económica permanente por parte de Estados Unidos. Como señala Godels, resulta difícil de justificar que un país como Cuba, que mantiene una orientación socialista, reciba una ayuda económica modesta por parte de la República Popular China, mientras que esta exporta más de 19.000 millones de dólares anuales a Israel.

 

 

     Para explicar estas incoherencias, Godels retrocede en la historia del Partido Comunista de China (PCCh) y analiza las diferentes líneas políticas que han orientado su política exterior desde su fundación.

 

    Ya en el X Congreso Nacional de 1973, Zhou Enlai advertía que las contradicciones entre el camino socialista y el camino capitalista continuarían, incluso tras la desaparición de las clases.

 

    Según mantiene Godels, el conflicto entre la “línea de clase” (centrada en la lucha política e ideológica) y la “línea produccionista” (enfocada en el desarrollo económico) ha definido los giros del PCCh.

 

 

    Desde las reformas iniciadas por Deng Xiaoping en 1978, la línea produccionista ha dominado. Esta orientación, que prioriza el crecimiento económico y la inserción internacional, ha relegado los principios del internacionalismo proletario que otrora guiaron la política exterior china, especialmente durante el periodo maoísta.

 

    Georg Godels recuerda que durante la Guerra de Corea, la China Popular intervino para detener la invasión estadounidense al norte del país. También apoyó diversos movimientos de liberación nacional en Asia y África, en concordancia con los Tres Principios del Pueblo formulados en Sobre la Nueva Democracia por Mao: alianza con la URSS, cooperación con el Partido Comunista y apoyo a obreros y campesinos.

 

    Pero todo esto cambió a partir de la ruptura con la Unión Soviética a fines de los años 50.

     Desde entonces, la República Popular China adoptó los “Cinco Principios de Coexistencia Pacífica”: respeto a la soberanía, no agresión, no injerencia, igualdad y beneficio mutuo, y coexistencia pacífica.

 

     Godels observa que estos principios, si bien parecen promover una ética diplomática respetuosa, en realidad reproducen conceptos del derecho internacional burgués y han servido como coartada para mantener relaciones comerciales con regímenes opresores.

 

     Según Godels, esta neutralidad ha llevado a China a actuar, durante años, en contradicción con sus propios principios declarados. Ejemplos de ello son su apoyo a fuerzas aliadas de Estados Unidos en África durante los procesos de descolonización, su guerra contra Vietnam en 1979 o su ambigua relación con el apartheid sudafricano.

 

     Las críticas chinas al “socialimperialismo” soviético durante la era maoísta, sostiene el autor, podrían aplicarse hoy a su propia conducta. Para argumentar esto, Godels remite al trabajo del investigador Al Szymanski, quien desmontó las acusaciones contra la URSS mostrando que la ayuda económica soviética no respondía a intereses de lucro, sino a principios de solidaridad entre países socialistas.

 

     En este sentido, Godels propone comparar la política exterior de la República Popular China con los estándares internacionalistas de la ex Unión Soviética. La comparación deja a China en desventaja: mientras la URSS ofrecía créditos blandos, intercambios comerciales ventajosos y apoyo político a países en desarrollo o socialistas, la República Popular China actual basa sus relaciones exteriores en la lógica del beneficio mutuo, entendida en términos de mercado.

 

     El autor concluye que esta estrategia win-win, “ganar-ganar” choca de frente con la noción de internacionalismo proletario. En el mundo actual, sostiene Godels, la neutralidad no es inocua: abstenerse de actuar equivale a apoyar el statu quo.

 

     Con la masacre diaria en Gaza, afirma Godels, no es posible separar las acciones de Israel de sus socios comerciales.

 

   Las exportaciones a Israel provienen, en orden, de China, EE.UU., Alemania, Italia, Turquía, Rusia, Francia, Corea del Sur, India y España. Todos esos países deben ser juzgados no solo por sus discursos, sino por sus actos económicos.

 

     La neutralidad, en este contexto, no es una virtud, sino una abdicación de responsabilidad. Y si la República Popular China quiere realmente liderar una alternativa global al orden capitalista dominante, deberá tomar decisiones acordes con los valores de solidaridad, justicia e igualdad que proclama en sus discursos.

 

 

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  • Chorche

    Chorche | Sábado, 12 de Julio de 2025 a las 21:49:42 horas

    Pues muy mal la colaboración comercial de China con Israel. Pero que muy mal. Esto no es propio de un país con valores socialistas y ética.
    Y muy mal también que, si se dice a sí mismo socialista, no le eche una mano a Cuba. Muy mal.
    Como dice el artículo, han antepuesto el win-win a los valores.
    Es un socialismo muy peculiar el de China.
    También es verdad que pocas personas sabrían hoy vivir conforme a los valores socialistas (al menos en Occidente): con todo lo necesario asegurado, pero con sencillez y cultivando sabiduría y valores.
    Por lo visto el consumismo es una droga. Igual que la acumulación de bienes materiales. Tratamos de llenar el vacío de valores con cosas materiales. Pasamos por la vida igual que parásitos, o aún peor, como sanguijuelas.

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