
MUJERES A LA VENTA: LA TRATA DE MUJERES EN CANARIAS
"La trata con fines de explotación sexual constituye un engranaje rentable del sistema capitalista"
En el corazón turístico de Canarias, entre playas soleadas y reclamos de paraíso, se esconde una de las formas más brutales y persistentes de violencia capitalista: la explotación sexual. La trata de personas con fines de explotación sexual constituye un engranaje rentable del sistema capitalista (...).
Por ERNESTO GUTIÉRREZ PARA CANARIAS-SEMANAL.ORG.-
En el corazón turístico de Canarias, entre playas soleadas y reclamos de paraíso, se esconde una de las formas más brutales y persistentes de violencia capitalista: la explotación sexual.
La trata de personas con fines de explotación sexual constituye un engranaje rentable del sistema económico global, y Canarias, por su posición geográfica, su conectividad con África y América Latina y su alta dependencia del turismo, es un escenario ideal para estas redes.
El capitalismo, con su lógica de conversión de todo en mercancía, no tiene límites. Incluso los cuerpos humanos —especialmente los cuerpos de mujeres migrantes o canarias pobres— son convertidos en objetos de compraventa.
En 2025, las operaciones policiales en Tenerife desarticularon redes que captaban a mujeres —principalmente venezolanas— mediante engaños laborales, para luego encerrarlas y explotarlas sexualmente. Estos casos recientes no son hechos aislados. Forman parte de una estructura mucho más amplia donde las mujeres, especialmente jóvenes y migrantes, son víctimas de una violencia múltiple: patriarcal, institucional y económica.
La gran mayoría de las víctimas de trata en España son mujeres (más del 85 %). Muchas llegan al país bajo promesas de empleo en sectores como la hostelería o el cuidado de mayores. Cuando aterrizan, descubren que han sido engañadas. Sus pasaportes les son arrebatados, las amenazan, las aíslan. Quedan atrapadas en una red que las explota sexualmente para alimentar una demanda que no para de crecer.
En 2024, en todo el Estado español se liberaron 256 víctimas de trata con fines sexuales y otras 376 en situación de prostitución coercitiva. Aunque se desmantelaron 77 redes criminales, solo 632 mujeres fueron oficialmente reconocidas como víctimas. La diferencia entre cifras reales y reconocidas es abismal. ¿Por qué? Porque los mecanismos de detección fallan. Porque muchas no denuncian. Porque tienen miedo. Y porque el propio Estado las deja solas.
A menudo, las mujeres que logran escapar se enfrentan a un sistema legal que prioriza la “lucha contra la inmigración irregular” por encima de la defensa de los derechos humanos. Es decir: se las deporta antes de protegerlas. En lugar de ser tratadas como supervivientes, son vistas como “sin papeles” y, por tanto, desechables.
EL TURISMO COMO CALDO DE CULTIVO
El negocio del turismo —base de la economía canaria— alimenta también el negocio de la explotación sexual. No se trata de afirmar que todo turista es cliente de prostitución, pero sí de reconocer que el modelo turístico masivo genera condiciones para la expansión del mercado sexual. Aumenta la demanda. Y donde hay demanda, hay oferta. Y donde hay oferta, bajo el capitalismo, hay explotación.
No es casualidad que las zonas con más concentración turística coincidan con los espacios donde se han detectado más casos de trata y explotación. La mercancía —en este caso, el cuerpo de la mujer— se coloca donde hay consumidores. La lógica es la misma que con cualquier otro producto: maximizar beneficios y reducir costes, incluso si eso implica violar los derechos humanos más básicos.
La falta de oportunidades laborales, la precarización de los trabajos feminizados y la ausencia de redes de protección han empujado a muchas a caer en manos de redes criminales. Especialmente en Canarias, donde el paro y la pobreza estructural golpean con fuerza a la población migrante y a las mujeres.
Organizaciones como Médicos del Mundo o APRAMP advierten que muchas mujeres, ante la desesperación, no ven otra salida.
España cuenta con un Plan Nacional contra la Trata y ha aprobado directivas europeas para combatirla. Sin embargo, la implementación de estas políticas es lenta, parcial y muchas veces ineficaz. La falta de formación de las fuerzas de seguridad, la ausencia de alternativas habitacionales reales y la escasa voluntad política convierten a estas medidas en papel mojado.
Combatir la trata no pasa solo por castigar a las mafias. Pasa por desmontar el sistema que la hace rentable. Requiere enfrentar la raíz económica del problema: la desigualdad estructural, la división sexual del trabajo, la criminalización de la pobreza.
Por ERNESTO GUTIÉRREZ PARA CANARIAS-SEMANAL.ORG.-
En el corazón turístico de Canarias, entre playas soleadas y reclamos de paraíso, se esconde una de las formas más brutales y persistentes de violencia capitalista: la explotación sexual.
La trata de personas con fines de explotación sexual constituye un engranaje rentable del sistema económico global, y Canarias, por su posición geográfica, su conectividad con África y América Latina y su alta dependencia del turismo, es un escenario ideal para estas redes.
El capitalismo, con su lógica de conversión de todo en mercancía, no tiene límites. Incluso los cuerpos humanos —especialmente los cuerpos de mujeres migrantes o canarias pobres— son convertidos en objetos de compraventa.
En 2025, las operaciones policiales en Tenerife desarticularon redes que captaban a mujeres —principalmente venezolanas— mediante engaños laborales, para luego encerrarlas y explotarlas sexualmente. Estos casos recientes no son hechos aislados. Forman parte de una estructura mucho más amplia donde las mujeres, especialmente jóvenes y migrantes, son víctimas de una violencia múltiple: patriarcal, institucional y económica.
La gran mayoría de las víctimas de trata en España son mujeres (más del 85 %). Muchas llegan al país bajo promesas de empleo en sectores como la hostelería o el cuidado de mayores. Cuando aterrizan, descubren que han sido engañadas. Sus pasaportes les son arrebatados, las amenazan, las aíslan. Quedan atrapadas en una red que las explota sexualmente para alimentar una demanda que no para de crecer.
En 2024, en todo el Estado español se liberaron 256 víctimas de trata con fines sexuales y otras 376 en situación de prostitución coercitiva. Aunque se desmantelaron 77 redes criminales, solo 632 mujeres fueron oficialmente reconocidas como víctimas. La diferencia entre cifras reales y reconocidas es abismal. ¿Por qué? Porque los mecanismos de detección fallan. Porque muchas no denuncian. Porque tienen miedo. Y porque el propio Estado las deja solas.
A menudo, las mujeres que logran escapar se enfrentan a un sistema legal que prioriza la “lucha contra la inmigración irregular” por encima de la defensa de los derechos humanos. Es decir: se las deporta antes de protegerlas. En lugar de ser tratadas como supervivientes, son vistas como “sin papeles” y, por tanto, desechables.
EL TURISMO COMO CALDO DE CULTIVO
El negocio del turismo —base de la economía canaria— alimenta también el negocio de la explotación sexual. No se trata de afirmar que todo turista es cliente de prostitución, pero sí de reconocer que el modelo turístico masivo genera condiciones para la expansión del mercado sexual. Aumenta la demanda. Y donde hay demanda, hay oferta. Y donde hay oferta, bajo el capitalismo, hay explotación.
No es casualidad que las zonas con más concentración turística coincidan con los espacios donde se han detectado más casos de trata y explotación. La mercancía —en este caso, el cuerpo de la mujer— se coloca donde hay consumidores. La lógica es la misma que con cualquier otro producto: maximizar beneficios y reducir costes, incluso si eso implica violar los derechos humanos más básicos.
La falta de oportunidades laborales, la precarización de los trabajos feminizados y la ausencia de redes de protección han empujado a muchas a caer en manos de redes criminales. Especialmente en Canarias, donde el paro y la pobreza estructural golpean con fuerza a la población migrante y a las mujeres.
Organizaciones como Médicos del Mundo o APRAMP advierten que muchas mujeres, ante la desesperación, no ven otra salida.
España cuenta con un Plan Nacional contra la Trata y ha aprobado directivas europeas para combatirla. Sin embargo, la implementación de estas políticas es lenta, parcial y muchas veces ineficaz. La falta de formación de las fuerzas de seguridad, la ausencia de alternativas habitacionales reales y la escasa voluntad política convierten a estas medidas en papel mojado.
Combatir la trata no pasa solo por castigar a las mafias. Pasa por desmontar el sistema que la hace rentable. Requiere enfrentar la raíz económica del problema: la desigualdad estructural, la división sexual del trabajo, la criminalización de la pobreza.
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