
CLAUDIO KATZ: ¿NACE UN NUEVO MAPA GEOPOLÍTICO?
¿Qué cambios geoestratégicos empujan a los BRICS a formar instituciones propias?
¿Estamos ante un punto de inflexión en el orden mundial? La creciente fractura de la globalización neoliberal y las tensiones geopolíticas han dado nuevo impulso a los BRICS. ¿Es este bloque el germen de un nuevo sistema multipolar o solo una forma distinta de adaptación al poder global?
REDACCIÓN CANARIAS SEMANAL.ORG.-
En un artículo recientemente publicado por el argentino Claudio Katz en el digital Rebelión, titulado “A tono con la fractura de la globalización”, el autor realiza un extenso y riguroso análisis del proceso de transformación del bloque BRICS en el marco del desmoronamiento del modelo de globalización neoliberal y del ascenso de un escenario multipolar.
A través de un recorrido histórico, Katz describe cómo este grupo de países pasó de ser una etiqueta financiera de mercado, inventada por Goldman Sachs, a convertirse en una coalición con proyecciones geopolíticas propias y con la capacidad de desafiar –aunque sea de manera parcial– la hegemonía de Occidente.
Según mantiene Katz, los BRICS –inicialmente Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica– nacieron como una alianza reactiva frente a las imposiciones de organismos como la OMC y el FMI, y como una respuesta al unilateralismo económico del G7.
Su consolidación como bloque fue posible tras la crisis financiera de 2008 y, más tarde, tras el comportamiento egoísta de las potencias occidentales durante la pandemia, que se negaron a liberar las patentes de las vacunas, dejando claro que no había lugar para el “multilateralismo inclusivo”.
De acuerdo con lo expresado por el autor, la negativa del G7 a reformar las instituciones globales detonó la autonomía de los BRICS, quienes abandonaron la esperanza de “reformar el sistema desde dentro” y optaron por construir instituciones propias. Este giro estratégico es, para Katz, una consecuencia directa del fracaso del globalismo neoliberal y de las tensiones crecientes que se evidencian en cada cumbre global.
Un punto central del análisis es la forma en que las sanciones económicas impuestas a Rusia tras la invasión a Ucrania han funcionado como catalizador de esta transformación.
Katz subraya que la confiscación de activos rusos por parte de bancos occidentales –incluso por parte de Suiza, un país históricamente neutral– ha generado un efecto de alarma en otras potencias emergentes. La vulnerabilidad de los capitales ante decisiones políticas arbitrarias de Estados Unidos ha llevado a muchos Estados y empresarios a buscar alternativas más seguras.
Según lo indicado por el autor, este evento marcó un punto de inflexión: los BRICS pasaron de ser una instancia de negociación con Occidente a convertirse en una alianza con proyectos propios, orientados a consolidar un sistema paralelo al dólar, al FMI y al sistema SWIFT. De ahí el impulso a crear nuevas instituciones financieras como BRICS Bridge o BRICS Clear, que buscan garantizar la soberanía financiera de sus integrantes.
Katz dedica buena parte de su artículo a analizar la expansión del bloque. La incorporación de países como Irán, Egipto, Etiopía y Emiratos Árabes Unidos –y las solicitudes de ingreso de decenas de otros Estados– son para el autor una muestra de que los BRICS ya no representan solo a sus cinco miembros originales, sino a un conjunto mucho más amplio de naciones que ven en el bloque una alternativa viable frente al orden occidental.
Esta atracción no es meramente económica, sino también política: se trata de una búsqueda de mayor autonomía frente a las imposiciones de Washington y Bruselas.
El papel de China dentro del bloque es particularmente destacado. Como señala Katz, Beijing no solo lidera en términos de peso económico, sino también en la proyección estratégica del grupo. A través de su iniciativa de la Nueva Ruta de la Seda, China ha trazado una red de alianzas que ahora se expande también dentro de los BRICS. Los países recientemente invitados al bloque –como Egipto, Etiopía o Irán– ocupan posiciones geográficas clave en esta red global de infraestructuras. Además, Beijing promueve la autonomía energética del bloque, con la integración de países con vastas reservas de petróleo y gas.
Por su parte, Rusia utiliza los BRICS como un escudo geoeconómico frente a las sanciones occidentales. De acuerdo con el análisis de Katz, Moscú intenta reconstruir mercados, proveedores y canales financieros alternativos con la ayuda de sus socios del bloque, especialmente China e India, que han jugado un papel crucial en la compra de hidrocarburos tras la ruptura con Europa. Rusia también impulsa la idea de un “mercado energético BRICS” que incluya a actores clave como Irán y Arabia Saudita.
El análisis de Katz también se detiene en el papel de los otros tres miembros fundadores: India, Brasil y Sudáfrica, a quienes describe como un “trío menor”, con menor capacidad de liderazgo económico, pero con aspiraciones de representar regiones enteras y actuar como mediadores entre los BRICS y Occidente. Según explica el autor, estos tres países buscan conservar su influencia dentro del grupo evitando una incorporación demasiado rápida de nuevos miembros que puedan opacar su protagonismo. También promueven un enfoque más conciliador, evitando los enfrentamientos abiertos con Estados Unidos o la Unión Europea.
En el caso de Brasil, Katz subraya el estilo ambiguo del gobierno de Lula, que, por un lado, participa activamente en la agenda del bloque, pero, por otro, tiende puentes con Occidente. Esta estrategia dual es compartida por Sudáfrica e India, lo que refleja la tensión interna dentro de los BRICS entre los proyectos más radicales de ruptura y las estrategias más moderadas de cohabitación con el viejo orden global.
Finalmente, el autor destaca que los BRICS no solo expresan una fractura geopolítica, sino también un resurgimiento de estrategias neodesarrollistas, en contraste con el neoliberalismo que dominó las últimas décadas.
Esta nueva orientación incluye políticas de industrialización, intervención estatal y cooperación Sur-Sur. Katz argumenta que esta tendencia recoge experiencias previas en el Sudeste Asiático y refleja la voluntad de muchas economías intermedias de encontrar un camino propio al margen del consenso de Washington.
En resumen, según la visión de Claudio Katz, los BRICS representan hoy una combinación de proyectos diversos, pero convergentes en su rechazo a la hegemonía unipolar y en su búsqueda de estructuras más equitativas para la cooperación internacional.
Más que una supuesta "alternativa revolucionaria", los BRICS parecen configurar un escenario donde se redefine la distribución del poder global. Comprender esta transformación, advierte el autor, exige abandonar las categorías caducas de la globalización triunfante y mirar de frente los procesos en curso.
REDACCIÓN CANARIAS SEMANAL.ORG.-
En un artículo recientemente publicado por el argentino Claudio Katz en el digital Rebelión, titulado “A tono con la fractura de la globalización”, el autor realiza un extenso y riguroso análisis del proceso de transformación del bloque BRICS en el marco del desmoronamiento del modelo de globalización neoliberal y del ascenso de un escenario multipolar.
A través de un recorrido histórico, Katz describe cómo este grupo de países pasó de ser una etiqueta financiera de mercado, inventada por Goldman Sachs, a convertirse en una coalición con proyecciones geopolíticas propias y con la capacidad de desafiar –aunque sea de manera parcial– la hegemonía de Occidente.
Según mantiene Katz, los BRICS –inicialmente Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica– nacieron como una alianza reactiva frente a las imposiciones de organismos como la OMC y el FMI, y como una respuesta al unilateralismo económico del G7.
Su consolidación como bloque fue posible tras la crisis financiera de 2008 y, más tarde, tras el comportamiento egoísta de las potencias occidentales durante la pandemia, que se negaron a liberar las patentes de las vacunas, dejando claro que no había lugar para el “multilateralismo inclusivo”.
De acuerdo con lo expresado por el autor, la negativa del G7 a reformar las instituciones globales detonó la autonomía de los BRICS, quienes abandonaron la esperanza de “reformar el sistema desde dentro” y optaron por construir instituciones propias. Este giro estratégico es, para Katz, una consecuencia directa del fracaso del globalismo neoliberal y de las tensiones crecientes que se evidencian en cada cumbre global.
Un punto central del análisis es la forma en que las sanciones económicas impuestas a Rusia tras la invasión a Ucrania han funcionado como catalizador de esta transformación.
Katz subraya que la confiscación de activos rusos por parte de bancos occidentales –incluso por parte de Suiza, un país históricamente neutral– ha generado un efecto de alarma en otras potencias emergentes. La vulnerabilidad de los capitales ante decisiones políticas arbitrarias de Estados Unidos ha llevado a muchos Estados y empresarios a buscar alternativas más seguras.
Según lo indicado por el autor, este evento marcó un punto de inflexión: los BRICS pasaron de ser una instancia de negociación con Occidente a convertirse en una alianza con proyectos propios, orientados a consolidar un sistema paralelo al dólar, al FMI y al sistema SWIFT. De ahí el impulso a crear nuevas instituciones financieras como BRICS Bridge o BRICS Clear, que buscan garantizar la soberanía financiera de sus integrantes.
Katz dedica buena parte de su artículo a analizar la expansión del bloque. La incorporación de países como Irán, Egipto, Etiopía y Emiratos Árabes Unidos –y las solicitudes de ingreso de decenas de otros Estados– son para el autor una muestra de que los BRICS ya no representan solo a sus cinco miembros originales, sino a un conjunto mucho más amplio de naciones que ven en el bloque una alternativa viable frente al orden occidental.
Esta atracción no es meramente económica, sino también política: se trata de una búsqueda de mayor autonomía frente a las imposiciones de Washington y Bruselas.
El papel de China dentro del bloque es particularmente destacado. Como señala Katz, Beijing no solo lidera en términos de peso económico, sino también en la proyección estratégica del grupo. A través de su iniciativa de la Nueva Ruta de la Seda, China ha trazado una red de alianzas que ahora se expande también dentro de los BRICS. Los países recientemente invitados al bloque –como Egipto, Etiopía o Irán– ocupan posiciones geográficas clave en esta red global de infraestructuras. Además, Beijing promueve la autonomía energética del bloque, con la integración de países con vastas reservas de petróleo y gas.
Por su parte, Rusia utiliza los BRICS como un escudo geoeconómico frente a las sanciones occidentales. De acuerdo con el análisis de Katz, Moscú intenta reconstruir mercados, proveedores y canales financieros alternativos con la ayuda de sus socios del bloque, especialmente China e India, que han jugado un papel crucial en la compra de hidrocarburos tras la ruptura con Europa. Rusia también impulsa la idea de un “mercado energético BRICS” que incluya a actores clave como Irán y Arabia Saudita.
El análisis de Katz también se detiene en el papel de los otros tres miembros fundadores: India, Brasil y Sudáfrica, a quienes describe como un “trío menor”, con menor capacidad de liderazgo económico, pero con aspiraciones de representar regiones enteras y actuar como mediadores entre los BRICS y Occidente. Según explica el autor, estos tres países buscan conservar su influencia dentro del grupo evitando una incorporación demasiado rápida de nuevos miembros que puedan opacar su protagonismo. También promueven un enfoque más conciliador, evitando los enfrentamientos abiertos con Estados Unidos o la Unión Europea.
En el caso de Brasil, Katz subraya el estilo ambiguo del gobierno de Lula, que, por un lado, participa activamente en la agenda del bloque, pero, por otro, tiende puentes con Occidente. Esta estrategia dual es compartida por Sudáfrica e India, lo que refleja la tensión interna dentro de los BRICS entre los proyectos más radicales de ruptura y las estrategias más moderadas de cohabitación con el viejo orden global.
Finalmente, el autor destaca que los BRICS no solo expresan una fractura geopolítica, sino también un resurgimiento de estrategias neodesarrollistas, en contraste con el neoliberalismo que dominó las últimas décadas.
Esta nueva orientación incluye políticas de industrialización, intervención estatal y cooperación Sur-Sur. Katz argumenta que esta tendencia recoge experiencias previas en el Sudeste Asiático y refleja la voluntad de muchas economías intermedias de encontrar un camino propio al margen del consenso de Washington.
En resumen, según la visión de Claudio Katz, los BRICS representan hoy una combinación de proyectos diversos, pero convergentes en su rechazo a la hegemonía unipolar y en su búsqueda de estructuras más equitativas para la cooperación internacional.
Más que una supuesta "alternativa revolucionaria", los BRICS parecen configurar un escenario donde se redefine la distribución del poder global. Comprender esta transformación, advierte el autor, exige abandonar las categorías caducas de la globalización triunfante y mirar de frente los procesos en curso.
Normas de participación
Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.
La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad
Normas de Participación
Política de privacidad
Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.98