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Martes, 01 de Abril de 2025 Tiempo de lectura:

ATAQUE IRANÍ AL CENTRO NEURALGICO DE LA PRESENCIA MILITAR DE EEUU EN ORIENTE MEDIO

¿Quiénes son los que deciden realmente las guerras y la política exterior de los EEUU?

El ataque iraní a la base estadounidense de Al Udeid en Catar ha sacudido el mapa geopolítico mundial. Más allá del estruendo de los misiles, lo que ha quedado al descubierto es una red de intereses que explica cómo, por qué y para quién se mueve la política exterior del imperio.

 

 POR JORDI RUIZ, EN UNA EXCLUSIVA PARA CANARIAS SEMANAL.ORG

   

      En la madrugada del 21 de junio, un estruendo partió el cielo [Img #85188]del Golfo Pérsico. Misiles lanzados por Irán impactaron contra la base aérea de Al Udeid, en Catar, la más grande instalación militar estadounidense en todo Oriente Medio.

 

    Aunque los noticieros lo cubrieron como un episodio más en la larga lista de tensiones entre Washington y Teherán, lo que sucedió esa noche podría marcar un antes y un después en el tablero geopolítico global.

 

 “El bombardeo iraní a Al Udeid ha roto un tabú: demostrar que ninguna base estadounidense es intocable.”

 

 

  UNA BASE ESTRATÉGICA EN EL CORAZÓN DEL PETRÓLEO

 

     Al Udeid no es una base cualquiera. Desde principios de los años 2000, tras la invasión de Afganistán, se convirtió en el centro neurálgico de las operaciones aéreas estadounidenses en Medio Oriente. Desde ahí se coordinan los bombardeos, las misiones de inteligencia y los vuelos de drones sobre Irak, Siria, Yemen y otros puntos calientes de la región.

 

     Además, en esta base se encuentra el Cuartel General adelantado del Comando Central de EE.UU. (CENTCOM), responsable de todas las operaciones militares en Asia Occidental.

 

     ¿Qué significa esto? Que desde Al Udeid se tejen los hilos militares del imperio en una de las zonas más ricas en petróleo y más volátiles del planeta. No es solo una base: es el cerebro operativo de la maquinaria militar norteamericana en el Golfo.

 

MÁS DE 10.000 SOLDADOS EN LA FRONTERA DEL CONFLICTO

 

      Antes del ataque, la base contaba con un contingente de más de 10.000 soldados, entre tropas de combate, especialistas en inteligencia, pilotos, técnicos y personal civil. Esta enorme presencia militar ha sido vista durante años como una garantía de “estabilidad” para los aliados de EE.UU. en la región, como Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos o el propio Catar, que ofrece el terreno y parte del mantenimiento logístico de la base.

 

UN GOLPE QUIRÚRGICO QUE NO FUE SIMBÓLICO

 

     Contrario a lo que muchas voces intentaron hacer pasar por un gesto simbólico o una advertencia controlada, el ataque iraní ha sido más que ruido mediático. Se utilizaron misiles de alta precisión, algunos de los cuales lograron atravesar las defensas antiaéreas y provocar daños significativos en la infraestructura de comunicaciones y en hangares de aeronaves.

 

      Fuentes no oficiales mencionan que varios drones y aviones de reconocimiento quedaron inutilizados, y que al menos dos pistas de aterrizaje sufrieron daños. Aunque el Pentágono minimizó públicamente las consecuencias, reportes independientes han filtrado imágenes de columnas de humo y evacuaciones de emergencia. No se ha confirmado oficialmente la cifra de heridos o muertos, pero se habla de al menos una docena de bajas entre personal logístico.

 

REACCIONES EN CADENA: REPERCUSIONES MUNDIALES

 

      El ataque ha reconfigurado de golpe muchas coordenadas del mapa geopolítico. En primer lugar, ha dejado claro que Irán no solo puede atacar objetivos estadounidenses, sino que está dispuesto a hacerlo directamente, sin intermediarios ni "proxies". Esto ha elevado la tensión en el Golfo a niveles que no se veían desde el asesinato de Qasem Soleimani en 2020.

 

     En segundo lugar, ha obligado a Washington a redoblar su presencia militar en la región, movilizando nuevos portaviones y autorizando maniobras con sus aliados. Israel, por su parte, ha activado todos sus sistemas de defensa antimisiles y ha comenzado ejercicios militares de preparación ante una eventual guerra prolongada.

 

      A nivel diplomático, el ataque ha generado un efecto dominó: la OTAN ha convocado reuniones de urgencia, Rusia ha expresado su respaldo indirecto a Teherán y China ha advertido sobre el riesgo de un conflicto de escala mayor.

 

EL PETRÓLEO, SIEMPRE EL PETRÓLEO

 

      Uno de los efectos más inmediatos del ataque ha sido el repunte del precio del petróleo. En cuestión de horas, el barril Brent se disparó por encima de los 90 dólares, revirtiendo una tendencia a la baja que llevaba semanas en curso. ¿La causa? Miedo. Miedo a que el estrecho de Ormuz, por donde pasa un tercio del crudo mundial, se vea afectado por una escalada militar.

 

     Pero no solo es miedo: es especulación. Las grandes compañías energéticas han aprovechado la incertidumbre para ajustar sus precios y multiplicar beneficios. Una muestra más de cómo el conflicto es utilizado, no solo por los Estados, sino también por las grandes corporaciones, como mecanismo de acumulación acelerada de capital.

 

¿QUIÉN CONTROLA REALMENTE LA POLÍTICA EXTERIOR ESTADOUNIDENSE?

 

      La pregunta parece simple, pero su respuesta es compleja y está llena de matices. Si uno observa desde fuera, podría parecer que la política exterior de Estados Unidos la decide el presidente, asesorado por el Departamento de Estado, el Pentágono y las agencias de inteligencia.

 

 

    “La política exterior de EE.UU. no se decide en la Casa Blanca, sino en un laberinto de intereses que la desbordan.”

 

 

    Pero esa es solo la superficie. Debajo de ese barniz institucional hay una red mucho más densa y opaca de intereses, influencias y poderes que muchas veces operan por fuera —o incluso contra— las decisiones oficiales.

 

     Lo que despeja la interrogante "¿Quiénes manejan la política exterior de EEUU?" no es otra cosa que un complejo entramado donde confluyen al menos tres grandes fuerzas que disputan y comparten el control de las decisiones geoestratégicas:

 

1. EL COMPLEJO MILITAR-INDUSTRIAL

 

     Es decir, la alianza entre las grandes empresas de armamento (como Lockheed Martin, Raytheon, Boeing o General Dynamics), el Pentágono y el Congreso. Este bloque empuja constantemente a la confrontación y al conflicto, porque es la guerra la que alimenta sus ganancias. Cada misil lanzado, cada portaaviones desplegado, cada base ampliada, es siempre un contrato millonario. Desde este esquema, la guerra no es un fracaso diplomático, sino una forma de negocio.

 

     Por eso no sorprende que Estados Unidos tenga más de 800 bases militares fuera de sus fronteras y que su presupuesto en defensa supere el de los 10 países siguientes combinados. La guerra no es un accidente, es un modelo de desarrollo para ciertos sectores de poder.

 

2. LOS LOBBIES ECONÓMICOS Y FINANCIEROS

 

      Especialmente los vinculados a la energía, los recursos naturales y el sistema financiero. Estos actores no solo financian campañas electorales y controlan medios de comunicación, sino que diseñan buena parte de la política exterior a partir de sus propios intereses. Cuando una región rica en petróleo se desestabiliza, los mercados tiemblan... y los especuladores se enriquecen.

 

    Este bloque empuja a la injerencia, a la desregulación forzada y a los tratados de libre comercio. Para ellos, la diplomacia es una herramienta de presión y la geopolítica una forma de abrir mercados, no de resolver conflictos.

 

3. LOS GRUPOS DE PRESIÓN IDEOLÓGICA

 

    Aquí se ubican los lobbies vinculados a intereses estratégicos como el proisraelí (AIPAC), los grupos ultraconservadores y religiosos, e incluso sectores del aparato de inteligencia. Estos actores no responden tanto a criterios económicos como a proyectos ideológicos o geoestratégicos más amplios.

      Por ejemplo, asegurar la supremacía de Israel en Medio Oriente, contener al gran competidor capitalista chino a cualquier costo o sostener gobiernos afines en América Latina.

 

     Estos grupos tienen una capacidad inmensa de influir en decisiones clave, bloqueando acuerdos, impulsando sanciones, desestabilizando gobiernos y vetando políticas que no encajan con sus objetivos. Y lo hacen, muchas veces, por fuera de los canales democráticos.

 

UNA POLÍTICA EXTERIOR SIN RUMBO UNITARIO

 

       Lo más llamativo del análisis es que no hay un único “comando central”. La política exterior de EE.UU. no sigue una lógica coherente, sino que muchas veces responde a la suma de presiones contradictorias, pugnas internas y agendas fragmentadas. Esto explica por qué, por ejemplo, un presidente puede firmar un acuerdo de paz un día y al siguiente ordenar un bombardeo en otro lugar del mundo.

 

     EE.UU. no actúa en función del “interés nacional” como nos repiten perseverantemente en los titulares, sino en función de los intereses de los grupos que realmente detentan el poder en las sombras. La Casa Blanca es, en muchos casos, una suerte de teatrillo donde se representan decisiones ya tomadas en otro lado.

 

CONSECUENCIAS GLOBALES

      Lo más preocupante es que este caos dirigido tiene consecuencias globales. Porque cada decisión errática de Washington puede encender una guerra, destruir una economía o desestabilizar una región entera. Por eso, cuando uno entiende quién mueve realmente los hilos de la política exterior estadounidense, entiende por qué la paz es tan frágil y la guerra un fenómeno tan reiterativo.

 

 

     El ataque de Irán a la base de Al Udeid, pues,  no es solo una señal de resistencia militar. Es también un golpe simbólico a la arquitectura de poder que Estados Unidos ha construido en Medio Oriente durante décadas. Es una advertencia de que ya no se puede operar impunemente, ni siquiera desde las bases más protegidas.

 

     Pero también ha puesto al descubierto una de las fisuras internas de uno de los imperios hegemónicos de nuestro planeta. Un imperio donde las decisiones no se toman desde un centro racional, sino desde una maraña de intereses que empujan constantemente a la expansión, la guerra y el control.

 

     En este escenario, lo que está en juego no es solo el control del petróleo o el dominio geoestratégico del Golfo. Lo que está en juego es el modelo mismo de poder global basado en la imposición, el saqueo y la guerra.

 

    Y lo que se ve en el horizonte, cada vez más claro, es que este modelo ha comenzado a crujir.

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