
LA PROMESA DEL DERECHO HA MUERTO EN GAZA
"Después de Gaza, la promesa ilustrada de Europa ha sido derrotada"
“Europa es un jardín”- dijo en su día Josep Borrell -“y fuera está la selva”. Lo que no dijo este insigne ex-burócrata de la política institucional socialdemócrata es que el jardín europeo tiene abiertas las puertas de sus terrazas. Y, en ellas, los alegres ciudadanos responsable ven como las bombas despedazan 25.000 niñas y niños en Gaza (...).
Por JOSÉ LUIS CARRETERO MIRAMAR PARA CANARIAS-SEMANAL.ORG.-
“Europa es un jardín”- dijo en su día Josep Borrell -“y fuera está la selva”. Lo que no dijo este insigne ex-burócrata de la política institucional socialdemócrata es que el jardín europeo tiene abiertas las puertas de sus terrazas. Y, en ellas, los alegres ciudadanos responsables, rigurosos defensores de los derechos humano, ahítos de su bondad autoproclamada y su irreprochable dignidad moral, brindan pausadamente mientras ven, vestidos de sport, como las bombas despedazan 25.000 niñas y niños en Gaza.
Europa es un jardín repleto de exuberantes orquídeas políticas. De niños de papá educados en las mejores universidades. De periodistas que inundan las redes con buenos sentimientos y responsabilidad moral moderada. De centros comerciales con las mejores mercancías que ha inventado la especie humana. Con ampulosas declaraciones de derechos y una tradición filosófica milenaria que habla de cosas como “la paz perpetua”, “el orden jurídico liberal”, los “derechos humanos inalienables e innatos”, “el Derecho internacional y el orden global basado en reglas”.
Lo que no nos cuenta Borrell es que el jardín europeo se construyó sobre el despojo y el genocidio, y que el despojo y el genocidio continúan. Colonización, trata de esclavos (con preferencia por los niños, como ponen de manifiesto los documentados estudios de José Antonio Piqueras), aniquilación de poblaciones enteras, desaparición de culturas milenarias, violencia sexual disfrazada de “mestizaje”, explotación y oprobio. Ese ha sido el precio del “universalismo occidental” para la mayoría de los pueblos del mundo.
Y esos pueblos siguen pagando el precio. Gaza lo está pagando, de manera brutal, hoy en día. Gaza es el aldabonazo final sobre el ataúd del humanismo europeo. El Derecho, la joya de la corona de la cultura occidental, ha muerto en las salas donde los gobiernos europeos deciden mostrarse comprensivos y “lúcidamente pragmáticos” con un genocidio televisado, a pocas horas de vuelo de sus capitales.
La Corte Internacional de Justicia abre un procedimiento por genocidio contra el Estado de Israel. Le impone medidas cautelares que provocan la hilaridad de los responsables israelíes. Los grandes sabios y moderados estadistas de Europa se limpian el culo con las páginas perplejas de la Corte Internacional. Estados Unidos se dedica a decir que el impulsor del procedimiento (Sudáfrica) está cometiendo un genocidio contra los blancos que atesoran la mayor parte de la riqueza del país y que todavía disfrutan de muchas de las ventajas heredadas del “apartheid”.
El Tribunal Penal Internacional lanza una orden de detención contra el presidente de Israel y el responsable militar del inicio del ataque a Gaza, por crímenes de lesa humanidad. Los ilustres gerifaltes de la socialdemocracia, el conservadurismo, el liberalismo, la democracia cristiana y el soberanismo, por igual, se limpian el culo sonoramente con la orden.
Israel impulsa abiertamente la limpieza étnica en Cisjordania construyendo asentamientos ilegales y dejando vía libre a la violencia racista de los colonos. La Comisión Europea, la OTAN, el Banco Mundial, los ministerios de exteriores de occidente y los pensadores ilustrados de la clase media se limpian el culo con los acuerdos de la ONU, con las declaraciones de derechos humanos, con toda esa retahíla de papelotes santurrones que decían que esto “ya no iba a volver a pasar”.
Después de Gaza, la promesa ilustrada de Europa ha sido derrotada. Su “imperio de la ley” no es más que una máscara para el terror de masas. Ya no tiene nada que ofrecerle a un mundo aterrado. El humanismo renacentista, la ilustración y los derechos, la doctrina jurídica democrática, Kelsen y las garantías, Kant y la era de la razón, el socialismo democrático y el bienestar, el universalismo cristiano…y niñas despedazadas, la hambruna como arma de guerra, la limpieza étnica como objetivo, resorts sobre pilas de cadáveres carbonizados. Jean Monnet y Helmut Kohl haciéndose selfies con los miembros amputados de las mujeres gazatíes.
En Europa nos espera el trago más amargo: despertarnos un día en el mundo que creamos para los demás. Reconocer nuestro “lúcido pragmatismo” en las armas de nuestros enemigos. Ver que la promesa del Derecho se aleja hacia el trasmundo de las ideas mientras las bombas caen sin remisión y la miseria se hace ubicua. Respiramos ya en nuestras ciudades el inicio del Tercer Mundo en que estamos convirtiendo todo el mundo con nuestra pasividad. “Conmoción y pavor”, Gaza, hambre, muerte…las palabras de orden que se esconden tras la acusación de “antisemitismo” contra las estudiantes que se manifiestan en las calles contra el genocidio.
El genocidio es el más horrible de los crímenes. Y los crímenes se pueden cometer por acción u omisión. Acción de seguir vendiendo armas y abriendo espacios de normalidad a los genocidas. Omisión de la ayuda a las víctimas y de la decidida condena a los genocidas. El elemento objetivo del delito está palmariamente ante nuestros ojos: sólo hay buscar entre los escombros de las instalaciones civiles, en los campos de refugiados bombardeados, en las escuelas devastadas, en los hospitales convertidos en infiernos de fuego. El elemento subjetivo ha sido publicitado por los mismos delincuentes: el proyecto de Trump para Gaza y la voluntad expresa, en las declaraciones de los responsables políticos y militares del Estado de Israel, de implementarlo en base a la limpieza étnica y la liquidación de una población humana concreta. El delito es flagrante, se está cometiendo con publicidad, con alevosía, nocturnidad, ensañamiento, y no sé ya cuántas agravantes más de las que figuran en los códigos penales occidentales.
Y nadie hace, ningún gobierno europeo queremos decir, ni piensa hacer nada más, que fingir lágrimas pasivas y emitir condolencias impotentes.
“El imperio de la ley”. ¡JA!
La ley del imperio: el imperio de la fuerza.
(*) Publicado originalmente en Kaosenlared.
Por JOSÉ LUIS CARRETERO MIRAMAR PARA CANARIAS-SEMANAL.ORG.-
“Europa es un jardín”- dijo en su día Josep Borrell -“y fuera está la selva”. Lo que no dijo este insigne ex-burócrata de la política institucional socialdemócrata es que el jardín europeo tiene abiertas las puertas de sus terrazas. Y, en ellas, los alegres ciudadanos responsables, rigurosos defensores de los derechos humano, ahítos de su bondad autoproclamada y su irreprochable dignidad moral, brindan pausadamente mientras ven, vestidos de sport, como las bombas despedazan 25.000 niñas y niños en Gaza.
Europa es un jardín repleto de exuberantes orquídeas políticas. De niños de papá educados en las mejores universidades. De periodistas que inundan las redes con buenos sentimientos y responsabilidad moral moderada. De centros comerciales con las mejores mercancías que ha inventado la especie humana. Con ampulosas declaraciones de derechos y una tradición filosófica milenaria que habla de cosas como “la paz perpetua”, “el orden jurídico liberal”, los “derechos humanos inalienables e innatos”, “el Derecho internacional y el orden global basado en reglas”.
Lo que no nos cuenta Borrell es que el jardín europeo se construyó sobre el despojo y el genocidio, y que el despojo y el genocidio continúan. Colonización, trata de esclavos (con preferencia por los niños, como ponen de manifiesto los documentados estudios de José Antonio Piqueras), aniquilación de poblaciones enteras, desaparición de culturas milenarias, violencia sexual disfrazada de “mestizaje”, explotación y oprobio. Ese ha sido el precio del “universalismo occidental” para la mayoría de los pueblos del mundo.
Y esos pueblos siguen pagando el precio. Gaza lo está pagando, de manera brutal, hoy en día. Gaza es el aldabonazo final sobre el ataúd del humanismo europeo. El Derecho, la joya de la corona de la cultura occidental, ha muerto en las salas donde los gobiernos europeos deciden mostrarse comprensivos y “lúcidamente pragmáticos” con un genocidio televisado, a pocas horas de vuelo de sus capitales.
La Corte Internacional de Justicia abre un procedimiento por genocidio contra el Estado de Israel. Le impone medidas cautelares que provocan la hilaridad de los responsables israelíes. Los grandes sabios y moderados estadistas de Europa se limpian el culo con las páginas perplejas de la Corte Internacional. Estados Unidos se dedica a decir que el impulsor del procedimiento (Sudáfrica) está cometiendo un genocidio contra los blancos que atesoran la mayor parte de la riqueza del país y que todavía disfrutan de muchas de las ventajas heredadas del “apartheid”.
El Tribunal Penal Internacional lanza una orden de detención contra el presidente de Israel y el responsable militar del inicio del ataque a Gaza, por crímenes de lesa humanidad. Los ilustres gerifaltes de la socialdemocracia, el conservadurismo, el liberalismo, la democracia cristiana y el soberanismo, por igual, se limpian el culo sonoramente con la orden.
Israel impulsa abiertamente la limpieza étnica en Cisjordania construyendo asentamientos ilegales y dejando vía libre a la violencia racista de los colonos. La Comisión Europea, la OTAN, el Banco Mundial, los ministerios de exteriores de occidente y los pensadores ilustrados de la clase media se limpian el culo con los acuerdos de la ONU, con las declaraciones de derechos humanos, con toda esa retahíla de papelotes santurrones que decían que esto “ya no iba a volver a pasar”.
Después de Gaza, la promesa ilustrada de Europa ha sido derrotada. Su “imperio de la ley” no es más que una máscara para el terror de masas. Ya no tiene nada que ofrecerle a un mundo aterrado. El humanismo renacentista, la ilustración y los derechos, la doctrina jurídica democrática, Kelsen y las garantías, Kant y la era de la razón, el socialismo democrático y el bienestar, el universalismo cristiano…y niñas despedazadas, la hambruna como arma de guerra, la limpieza étnica como objetivo, resorts sobre pilas de cadáveres carbonizados. Jean Monnet y Helmut Kohl haciéndose selfies con los miembros amputados de las mujeres gazatíes.
En Europa nos espera el trago más amargo: despertarnos un día en el mundo que creamos para los demás. Reconocer nuestro “lúcido pragmatismo” en las armas de nuestros enemigos. Ver que la promesa del Derecho se aleja hacia el trasmundo de las ideas mientras las bombas caen sin remisión y la miseria se hace ubicua. Respiramos ya en nuestras ciudades el inicio del Tercer Mundo en que estamos convirtiendo todo el mundo con nuestra pasividad. “Conmoción y pavor”, Gaza, hambre, muerte…las palabras de orden que se esconden tras la acusación de “antisemitismo” contra las estudiantes que se manifiestan en las calles contra el genocidio.
El genocidio es el más horrible de los crímenes. Y los crímenes se pueden cometer por acción u omisión. Acción de seguir vendiendo armas y abriendo espacios de normalidad a los genocidas. Omisión de la ayuda a las víctimas y de la decidida condena a los genocidas. El elemento objetivo del delito está palmariamente ante nuestros ojos: sólo hay buscar entre los escombros de las instalaciones civiles, en los campos de refugiados bombardeados, en las escuelas devastadas, en los hospitales convertidos en infiernos de fuego. El elemento subjetivo ha sido publicitado por los mismos delincuentes: el proyecto de Trump para Gaza y la voluntad expresa, en las declaraciones de los responsables políticos y militares del Estado de Israel, de implementarlo en base a la limpieza étnica y la liquidación de una población humana concreta. El delito es flagrante, se está cometiendo con publicidad, con alevosía, nocturnidad, ensañamiento, y no sé ya cuántas agravantes más de las que figuran en los códigos penales occidentales.
Y nadie hace, ningún gobierno europeo queremos decir, ni piensa hacer nada más, que fingir lágrimas pasivas y emitir condolencias impotentes.
“El imperio de la ley”. ¡JA!
La ley del imperio: el imperio de la fuerza.
(*) Publicado originalmente en Kaosenlared.
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