
ELON MUSK ACUSA A TRUMP DE PEDERASTIA Y PIDE UN "IMPEACHMENT" PARA SACARLO YA DE LA CASABLANCA
¿Quién controla el Estado en el capitalismo? Una disputa que va mucho más allá de los escándalos personales.
Elon Musk ha acusado a Donald Trump de pederastia y ha instado a sus seguidores en la red X - antes Twiter- a exigir su "impeachment" y sacarlo de la Casablanca. Detrás del escándalo, se esconde una feroz disputa entre diferentes fracciones del capital por el control del Estado y sus recursos. En este artículo, su autor analiza el conflicto en una crónica de urgencia formulada desde una perspectiva de izquierdas, poniendo lo que realmente está en juego, muy por encima de las cuitas personales de ambos personajes.
POR ADAY QUESADA PARA CANARIAS SEMANAL.COM
El estallido que se produjo este jueves entre Elon Musk y Donald Trump no es un simple espectáculo de celebridades políticas en Twitter, sino una manifestación descarnada de una batalla entre fracciones del capital en los niveles más altos del poder. Musk, propietario de X (antes Twitter), SpaceX, Tesla y Starlink, ha lanzado una acusación fulminante: Donald Trump, afirma, es un "pederasta" relacionado con los archivos de Jeffrey Epstein. No se detuvo ahí. Llamó directamente a sus millones de seguidores a exigir el impeachment contra el exmandatario estadounidense.
¿Es esta una disputa entre personas con egos descontrolados? No. Es la lucha entre dos sectores del capital, enfrentados por el control de los recursos del Estado. Es la economía política de la guerra ideológica.
UN ATAQUE DIRECTO: MUSK REABRE LOS ARCHIVOS DE EPSTEIN
En su plataforma X, Musk insinuó que Trump estaba implicado en los crímenes del magnate pedófilo Jeffrey Epstein. Aunque no presentó pruebas, la acusación prendió como gasolina sobre brasas.
La mención del expresidente en los registros de vuelo del "Lolita Express" y en las libretas de contactos de Epstein ha sido conocida desde hace años. Lo que hizo Musk fue reactivar esta conexión, en un contexto político sumamente cargado, aprovechando el profundo escepticismo de la población ante la falta de transparencia del gobierno en torno a estos archivos.
Este movimiento no puede entenderse al margen del conflicto material que lo motiva. La causa inmediata parece ser la amenaza pública de Trump de cortar todos los contratos federales a las empresas de Musk. Es decir, atacar la fuente de ingresos que le proporciona el Estado. En este sentido, la ofensiva verbal de Musk puede leerse como una defensa de su posición de clase: como capitalista que ve amenazada su cuota en el reparto del pastel estatal.
UNA PUGNA DE CLASE DENTRO DE LA BURGUESÍA
Desde un punto de vista crítico, lo que presenciamos es una forma aguda de lucha intra-burguesa. Cada fracción del capital —Trump representando al capital especulativo ligado al nacionalismo industrial blanco; Musk al capital tecnocrático con proyección global— busca asegurarse el control de la maquinaria estatal para dirigir los flujos de capital público a sus respectivos intereses privados. El Estado no es, como nos quieren hacer creer, un árbitro neutral entre partes; es el botín de guerra entre facciones que compiten por sus recursos.
La ideología, en este escenario, no es más que un arma. Musk invoca la moralidad pública, la "defensa de los niños", y el impeachment como mecanismo legal. Pero lo hace como instrumento de lucha por el poder. No busca justicia para las víctimas de Epstein; busca debilitar a un adversario político que amenaza sus intereses.
UNA ESCALADA MEDIÁTICA CON EFECTOS REALES
Las consecuencias del conflicto no son meramente simbólicas. Las acciones de Tesla cayeron un 14%, mientras que las de Trump Media bajaron un 8%. La guerra entre ambos magnates sacude los mercados y anticipa un nuevo ciclo de inestabilidad económica y política en EE.UU.
Trump respondió con rabia: anunció que eliminaría todos los contratos federales a Musk, alegando sentirse “decepcionado y traicionado”. En respuesta, Musk no solo insistió en sus acusaciones, sino que redobló su apuesta, recibiendo el respaldo de figuras influyentes en la red X. Entre ellas, el activista Ian Miles Cheong, quien sugirió que JD Vance debería reemplazar a Trump como presidente, a lo que Musk simplemente respondió: “Sí”.
TESTIMONIOS QUE RESPALDAN LA RUPTURA
Voces influyentes del entorno de Musk han respaldado la ofensiva. Ashley St Clair, su ex pareja, lanzó una pulla irónica en X: “Déjame saber si necesitas consejos sobre rupturas”, haciendo alusión directa al fin de la alianza entre Musk y Trump.
Incluso Steve Bannon, ideólogo ultraderechista vinculado a Trump, elevó el tono proponiendo que el gobierno federal confisque SpaceX si Musk continúa su rebelión. La guerra está declarada, y no hay vuelta atrás.
LA ILUSIÓN DEL CONSENSO Y LA VERDAD DEL PODER
La escena deja al descubierto la falsedad del "interés general" bajo el capitalismo. Cuando dos gigantes del capital chocan, el espectáculo mediático oculta que el problema real no es Trump ni Musk, sino el sistema que permite que intereses privados dominen el aparato estatal.
Musk no es un defensor de la democracia, y Trump no es su víctima. Ambos representan formas diferentes de control capitalista. El primero se arropa en la supuesta neutralidad tecnocrática; el segundo, en un populismo autoritario. Ambos se disputan quién define las reglas del juego, pero no cuestionan el juego mismo.
UNA CONVOCATORIA A LA MOVILIZACIÓN
Ante este escenario, cabe preguntarse: ¿y el pueblo? ¿Dónde queda la clase trabajadora?
El impeachment que pide Musk no es una victoria popular, sino una maniobra de reposicionamiento burgués. No habrá justicia verdadera sin poner en cuestión las estructuras que permiten que los Epstein, Trump o Musk se enriquezcan a costa del sufrimiento ajeno.
Lo que se necesita no es otro gestor del Estado capitalista, como reclaman algunos, sino una transformación profunda de las relaciones sociales que lo sustentan. Lo que se impone es una movilización que cuestione el modelo entero, no solo a sus representantes más grotescos.
POR ADAY QUESADA PARA CANARIAS SEMANAL.COM
El estallido que se produjo este jueves entre Elon Musk y Donald Trump no es un simple espectáculo de celebridades políticas en Twitter, sino una manifestación descarnada de una batalla entre fracciones del capital en los niveles más altos del poder. Musk, propietario de X (antes Twitter), SpaceX, Tesla y Starlink, ha lanzado una acusación fulminante: Donald Trump, afirma, es un "pederasta" relacionado con los archivos de Jeffrey Epstein. No se detuvo ahí. Llamó directamente a sus millones de seguidores a exigir el impeachment contra el exmandatario estadounidense.
¿Es esta una disputa entre personas con egos descontrolados? No. Es la lucha entre dos sectores del capital, enfrentados por el control de los recursos del Estado. Es la economía política de la guerra ideológica.
UN ATAQUE DIRECTO: MUSK REABRE LOS ARCHIVOS DE EPSTEIN
En su plataforma X, Musk insinuó que Trump estaba implicado en los crímenes del magnate pedófilo Jeffrey Epstein. Aunque no presentó pruebas, la acusación prendió como gasolina sobre brasas.
La mención del expresidente en los registros de vuelo del "Lolita Express" y en las libretas de contactos de Epstein ha sido conocida desde hace años. Lo que hizo Musk fue reactivar esta conexión, en un contexto político sumamente cargado, aprovechando el profundo escepticismo de la población ante la falta de transparencia del gobierno en torno a estos archivos.
Este movimiento no puede entenderse al margen del conflicto material que lo motiva. La causa inmediata parece ser la amenaza pública de Trump de cortar todos los contratos federales a las empresas de Musk. Es decir, atacar la fuente de ingresos que le proporciona el Estado. En este sentido, la ofensiva verbal de Musk puede leerse como una defensa de su posición de clase: como capitalista que ve amenazada su cuota en el reparto del pastel estatal.
UNA PUGNA DE CLASE DENTRO DE LA BURGUESÍA
Desde un punto de vista crítico, lo que presenciamos es una forma aguda de lucha intra-burguesa. Cada fracción del capital —Trump representando al capital especulativo ligado al nacionalismo industrial blanco; Musk al capital tecnocrático con proyección global— busca asegurarse el control de la maquinaria estatal para dirigir los flujos de capital público a sus respectivos intereses privados. El Estado no es, como nos quieren hacer creer, un árbitro neutral entre partes; es el botín de guerra entre facciones que compiten por sus recursos.
La ideología, en este escenario, no es más que un arma. Musk invoca la moralidad pública, la "defensa de los niños", y el impeachment como mecanismo legal. Pero lo hace como instrumento de lucha por el poder. No busca justicia para las víctimas de Epstein; busca debilitar a un adversario político que amenaza sus intereses.
UNA ESCALADA MEDIÁTICA CON EFECTOS REALES
Las consecuencias del conflicto no son meramente simbólicas. Las acciones de Tesla cayeron un 14%, mientras que las de Trump Media bajaron un 8%. La guerra entre ambos magnates sacude los mercados y anticipa un nuevo ciclo de inestabilidad económica y política en EE.UU.
Trump respondió con rabia: anunció que eliminaría todos los contratos federales a Musk, alegando sentirse “decepcionado y traicionado”. En respuesta, Musk no solo insistió en sus acusaciones, sino que redobló su apuesta, recibiendo el respaldo de figuras influyentes en la red X. Entre ellas, el activista Ian Miles Cheong, quien sugirió que JD Vance debería reemplazar a Trump como presidente, a lo que Musk simplemente respondió: “Sí”.
TESTIMONIOS QUE RESPALDAN LA RUPTURA
Voces influyentes del entorno de Musk han respaldado la ofensiva. Ashley St Clair, su ex pareja, lanzó una pulla irónica en X: “Déjame saber si necesitas consejos sobre rupturas”, haciendo alusión directa al fin de la alianza entre Musk y Trump.
Incluso Steve Bannon, ideólogo ultraderechista vinculado a Trump, elevó el tono proponiendo que el gobierno federal confisque SpaceX si Musk continúa su rebelión. La guerra está declarada, y no hay vuelta atrás.
LA ILUSIÓN DEL CONSENSO Y LA VERDAD DEL PODER
La escena deja al descubierto la falsedad del "interés general" bajo el capitalismo. Cuando dos gigantes del capital chocan, el espectáculo mediático oculta que el problema real no es Trump ni Musk, sino el sistema que permite que intereses privados dominen el aparato estatal.
Musk no es un defensor de la democracia, y Trump no es su víctima. Ambos representan formas diferentes de control capitalista. El primero se arropa en la supuesta neutralidad tecnocrática; el segundo, en un populismo autoritario. Ambos se disputan quién define las reglas del juego, pero no cuestionan el juego mismo.
UNA CONVOCATORIA A LA MOVILIZACIÓN
Ante este escenario, cabe preguntarse: ¿y el pueblo? ¿Dónde queda la clase trabajadora?
El impeachment que pide Musk no es una victoria popular, sino una maniobra de reposicionamiento burgués. No habrá justicia verdadera sin poner en cuestión las estructuras que permiten que los Epstein, Trump o Musk se enriquezcan a costa del sufrimiento ajeno.
Lo que se necesita no es otro gestor del Estado capitalista, como reclaman algunos, sino una transformación profunda de las relaciones sociales que lo sustentan. Lo que se impone es una movilización que cuestione el modelo entero, no solo a sus representantes más grotescos.
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