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¿QUÉ ESCONDE REALMENTE LA ESTRATEGIA ARANCELARIA DE DONALD TRUMP?

¿Por qué Trump recurre de nuevo a los aranceles? ¿Quién se beneficia realmente de esta táctica geopolítica? ¿Estamos ante un giro hacia una hegemonía financiada por terceros?

¿Una política comercial o una nueva forma de tributo imperial? El análisis de Marc Vandepitte revela que los nuevos aranceles de Trump no son lo que parecen. ¿Están los aranceles de Trump diseñados para proteger la industria o para financiar la hegemonía militar?

REDACCIÓN CANARIAS SEMANAL.ORG

 

     En un artículo publicado por Marc Vandepitte en el periódico comunista británico Morning Star bajo el título What Is Trump Really Planning with His Import Tariff Gambit?”, el autor analiza el trasfondo geoestratégico de la nueva ofensiva arancelaria de Donald Trump. 

 

    Lejos de tratarse de una mera política de protección económica, lo que se perfila es una reorganización del orden internacional en función de los intereses de la élite estadounidense, a costa de los países aliados y competidores.

 

     Según expone Vandepitte, el eje central de esta estrategia fue revelado por Stephen Miran, principal asesor económico de Trump. En una intervención pública el 7 de abril de 2025, Miran afirmó sin rodeos que los aranceles son un instrumento para obligar a otros países a financiar el mantenimiento de la hegemonía global estadounidense

 

    Esta afirmación no deja espacio para dudas: se trata de un chantaje económico diseñado para reforzar el poder imperial de Washington, que pretende seguir actuando como "gendarme del mundo", pero esta vez haciendo que sean los demás los que paguen la cuenta.

 

     De acuerdo a lo expresado por el autor, Miran justifica esta política sobre la base de los llamados “bienes públicos globales” que ofrece Estados Unidos: su red militar internacional y el papel del dólar como moneda de reserva. Ambos, dice, generan beneficios globales, pero son sostenidos principalmente con recursos estadounidenses.

 

El argumento podría parecer razonable hasta que se observa lo esencial: no son bienes públicos, sino mecanismos de dominación. La red de bases militares garantiza el control estratégico de regiones clave y el dólar permite a EE.UU. financiar su déficit sin restricciones, exportando inflación y absorbiendo recursos del resto del mundo.

 

    Vandepitte señala que la medida de Trump del pasado 2 de abril —imponer altos aranceles de forma generalizada, aunque con una suspensión parcial de tres meses— no es más que la primera pieza de una negociación forzada. Como explicara el propio Miran, esta presión tarifaria se utilizará para arrancar concesiones concretas: desde la compra de productos estadounidenses hasta el aumento del gasto militar, preferiblemente en armamento made in USA.

 

     De acuerdo al análisis del autor, se trata de un modelo de cooperación forzada, en el que solo hay dos opciones: pagar o ser sancionado. Esta lógica, denominada informalmente por los asesores de Trump como el “Acuerdo de Mar-a-Lago”, supone una refundación de la arquitectura económica global en clave imperial. No se trataría, según Vandepitte, de reformar el sistema de Bretton Woods ni democratizar las instituciones de gobernanza global, sino de endurecerlas y adaptarlas a una nueva fase del dominio estadounidense.

 

     Una de las críticas más incisivas que formula Vandepitte es la instrumentalización del Triffin dilemma. Este dilema — es decir, la contradicción entre emitir la moneda mundial y mantener el equilibrio comercial— ha llevado a EE.UU. a una pérdida progresiva de su base industrial. En lugar de cuestionar este modelo, Trump busca profundizarlo, exigiendo a otros países que financien ese desequilibrio estructural mediante compras forzadas o transferencia de capitales.

 

     China ocupa un lugar central en esta estrategia. Según Vandepitte, Miran identifica a Pekín como “el mayor enemigo” y el principal obstáculo en el camino hacia una hegemonía sin contrapesos. Las altísimas tasas arancelarias impuestas a los productos chinos —de hasta un 145%— son parte de una guerra económica declarada. Para el equipo de Trump, el objetivo es la desconexión industrial entre ambas potencias y la formación de nuevas cadenas de suministro con “países amigos”.

 

     El autor advierte, no obstante, que esta ofensiva económica no será indolora para la población estadounidense. Mientras se promociona como una defensa del empleo y la industria nacional, los costos se trasladarán al consumidor vía inflación. En contraste, los verdaderos beneficiarios serán las élites financieras e industriales que concentran poder en torno a Wall Street y el complejo militar-industrial.

 

     En definitiva, el artículo de Vandepitte trata de desmontar  la narrativa simplista del proteccionismo económico. Lo que se perfila en la estrategia de Trump es una apuesta peligrosa por externalizar los costes del imperio y mantener su supremacía a base de extorsión comercial y presión diplomática. No se trata de hacer a América grande otra vez, sino de hacer que el mundo financie esa grandeza, aunque sea a punta de arancel.

 

 

 
 
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