
¿POR QUÉ LA RELIGIÓN SABE TAN DULCE, Y EL ATEÍSMO TAN AMARGO?
¿Por qué preferimos consuelo antes que conciencia? ¿Puede la verdad sin esperanza transformar el mundo?
Un refrán sencillo encierra una gran verdad: la religión se ama por lo que promete, el ateísmo se rechaza por lo que revela. Pero… ¿y si dejar de creer fuera el primer paso para empezar a cambiar?
POR MÁXIMO RELTI PARA CANARIAS SEMANAL.ORG
“La religión le preguntó al ateísmo: Ateísmo, ¿por qué la gente me ama y te odia a ti?
El ateísmo respondió: porque tú eres una hermosa mentira y yo soy una dolorosa verdad.”
Desde que los seres humanos desarrollaron la capacidad de pensar en el mañana y en su propia muerte, surgió una pregunta que sigue repitiéndose: ¿por qué estamos aquí?
Y cuando no había ciencia, ni historia, ni sociología, la respuesta vino en forma de dioses, mitos y religiones. La religión nació como una forma de consuelo, pero también como una herramienta de control. Por esa razón, el refrán que usamos de punto de partida tiene tanta fuerza: plantea una contradicción entre lo que reconforta y lo que revela. Entre la “hermosa mentira” y la “dolorosa verdad”.
LA RELIGIÓN COMO ILUSIÓN NECESARIA
Karl Marx escribió que la religión es
“el suspiro de la criatura oprimida, el corazón de un mundo sin corazón, el espíritu de una situación sin espíritu. Es el opio del pueblo”.
Esta frase ha sido intencionadamente malinterpretada en muchas ocasiones. No significa que Marx despreciara, ni mucho menos, a quienes tienen fe, sino que entendía la religión como un reflejo distorsionado del sufrimiento social. Es decir, la religión no es el problema en sí, sino una consecuencia del problema real: la miseria, la explotación, la desigualdad.
En una sociedad donde la mayoría vive sometida a condiciones injustas, la religión funciona como un consuelo. No te promete cambiar el mundo, pero sí que si sufres ahora, serás recompensado en el cielo. Te dice: “ten fe”, “aguanta”, “resígnate”. Eso, para muchos, es una “hermosa mentira”, porque en lugar de organizar la rabia, la adormece. Pero claro, esa mentira es dulce, es cálida. Es la explicación que calma cuando todo va mal.
EL ATEÍSMO COMO VERDAD INCÓMODA
El ateísmo, por otro lado, es una postura incómoda. No te dice que "hay un plan divino", ni que "la justicia vendrá después de morir".
Te dice que "este es el único mundo que tenemos, y que si es injusto, es porque así lo han construido determinados grupos humanos: los que dominan, los que mandan, los que explotan.
Para el pensamiento marxista, el ateísmo no es solo la negación de Dios, sino la afirmación de la necesidad de transformar este mundo, aquí y ahora. No hay cielo ni infierno, solo historia. Solo relaciones sociales que se pueden cambiar si entendemos cómo funcionan. El ateísmo, entonces, es la puerta de entrada a una conciencia crítica. Pero también es un golpe: te quita el consuelo fácil. Por eso “duele”.
EL ORIGEN MATERIAL DE LA FE
Engels, en “El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado”, muestra cómo las religiones evolucionaron con los cambios en las estructuras económicas y sociales.
En las sociedades primitivas, la espiritualidad estaba ligada a la tierra, a los ciclos naturales, a lo colectivo. Pero cuando surgió la propiedad privada y, con ella, las clases sociales, también cambió la religión. Aparecieron los dioses jerárquicos, los sacerdotes, los templos, y la promesa de una vida mejor más allá del sufrimiento terrenal. Ya no era una conexión con la naturaleza, sino una justificación de la desigualdad.
Así, la religión pasó de ser una forma de comprensión mágica del mundo a convertirse en un instrumento ideológico de la clase dominante. Como explicara Marta Harnecker, toda ideología tiene un papel: legitimar un orden social. Y pocas ideologías han sido tan poderosas como las religiosas.
¿POR QUÉ SE AMA LA MENTIRA?
La religión se ama porque da sentido. En un mundo cada vez más alienado, más injusto, más violento, decir “Dios lo quiso así” o “tiene un propósito” tranquiliza. La religión ofrece respuestas simples a problemas complejos. Y muchas veces, nos han enseñado desde pequeños a no cuestionarla. Ir contra la religión, para millones, es ir contra su cultura, su familia, sus muertos. No es fácil desmontar eso.
Además, muchas iglesias han aprendido a adaptarse: ofrecen ayuda social, compañía, contención. Ocupan algunos de aquellos vacíos que el Estado abandonó. En barrios populares, no es raro ver que es la parroquia la que organiza comedores o escuelas. No es que la religión manipule desde el cielo: es que llena espacios vacíos aquí en la tierra.
LA VERDAD DUELE, PERO LIBERA
El ateísmo no tiene templos ni himnos. No promete vida eterna. Pero sí propone algo radical: si el mundo está roto, hay que entenderlo y cambiarlo. No basta con rezar, hay que luchar. Eso es lo que hace el marxismo: ofrecer una lectura crítica del mundo, no para explicar el sufrimiento, sino para acabar con él. Esa es la verdad dolorosa. Pero también liberadora.
Aceptar esa verdad implica dejar de buscar salvadores en lo sobrenatural, y empezar a construir soluciones desde lo colectivo. No hay milagros. Solo historia, conflicto y posibilidad de transformación.
Así pues, el viejo refrán con el que hemos comenzado esta breve plática manuscrita, pone el dedo en la llaga: la religión es amada porque alivia, el ateísmo es odiado porque confronta.
Pero si queremos una sociedad más justa, tenemos que atrevernos a mirar el dolor de frente, sin ningun tipo de filtros divinos.
POR MÁXIMO RELTI PARA CANARIAS SEMANAL.ORG
“La religión le preguntó al ateísmo: Ateísmo, ¿por qué la gente me ama y te odia a ti?
El ateísmo respondió: porque tú eres una hermosa mentira y yo soy una dolorosa verdad.”
Desde que los seres humanos desarrollaron la capacidad de pensar en el mañana y en su propia muerte, surgió una pregunta que sigue repitiéndose: ¿por qué estamos aquí?
Y cuando no había ciencia, ni historia, ni sociología, la respuesta vino en forma de dioses, mitos y religiones. La religión nació como una forma de consuelo, pero también como una herramienta de control. Por esa razón, el refrán que usamos de punto de partida tiene tanta fuerza: plantea una contradicción entre lo que reconforta y lo que revela. Entre la “hermosa mentira” y la “dolorosa verdad”.
LA RELIGIÓN COMO ILUSIÓN NECESARIA
Karl Marx escribió que la religión es
“el suspiro de la criatura oprimida, el corazón de un mundo sin corazón, el espíritu de una situación sin espíritu. Es el opio del pueblo”.
Esta frase ha sido intencionadamente malinterpretada en muchas ocasiones. No significa que Marx despreciara, ni mucho menos, a quienes tienen fe, sino que entendía la religión como un reflejo distorsionado del sufrimiento social. Es decir, la religión no es el problema en sí, sino una consecuencia del problema real: la miseria, la explotación, la desigualdad.
En una sociedad donde la mayoría vive sometida a condiciones injustas, la religión funciona como un consuelo. No te promete cambiar el mundo, pero sí que si sufres ahora, serás recompensado en el cielo. Te dice: “ten fe”, “aguanta”, “resígnate”. Eso, para muchos, es una “hermosa mentira”, porque en lugar de organizar la rabia, la adormece. Pero claro, esa mentira es dulce, es cálida. Es la explicación que calma cuando todo va mal.
EL ATEÍSMO COMO VERDAD INCÓMODA
El ateísmo, por otro lado, es una postura incómoda. No te dice que "hay un plan divino", ni que "la justicia vendrá después de morir".
Te dice que "este es el único mundo que tenemos, y que si es injusto, es porque así lo han construido determinados grupos humanos: los que dominan, los que mandan, los que explotan.
Para el pensamiento marxista, el ateísmo no es solo la negación de Dios, sino la afirmación de la necesidad de transformar este mundo, aquí y ahora. No hay cielo ni infierno, solo historia. Solo relaciones sociales que se pueden cambiar si entendemos cómo funcionan. El ateísmo, entonces, es la puerta de entrada a una conciencia crítica. Pero también es un golpe: te quita el consuelo fácil. Por eso “duele”.
EL ORIGEN MATERIAL DE LA FE
Engels, en “El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado”, muestra cómo las religiones evolucionaron con los cambios en las estructuras económicas y sociales.
En las sociedades primitivas, la espiritualidad estaba ligada a la tierra, a los ciclos naturales, a lo colectivo. Pero cuando surgió la propiedad privada y, con ella, las clases sociales, también cambió la religión. Aparecieron los dioses jerárquicos, los sacerdotes, los templos, y la promesa de una vida mejor más allá del sufrimiento terrenal. Ya no era una conexión con la naturaleza, sino una justificación de la desigualdad.
Así, la religión pasó de ser una forma de comprensión mágica del mundo a convertirse en un instrumento ideológico de la clase dominante. Como explicara Marta Harnecker, toda ideología tiene un papel: legitimar un orden social. Y pocas ideologías han sido tan poderosas como las religiosas.
¿POR QUÉ SE AMA LA MENTIRA?
La religión se ama porque da sentido. En un mundo cada vez más alienado, más injusto, más violento, decir “Dios lo quiso así” o “tiene un propósito” tranquiliza. La religión ofrece respuestas simples a problemas complejos. Y muchas veces, nos han enseñado desde pequeños a no cuestionarla. Ir contra la religión, para millones, es ir contra su cultura, su familia, sus muertos. No es fácil desmontar eso.
Además, muchas iglesias han aprendido a adaptarse: ofrecen ayuda social, compañía, contención. Ocupan algunos de aquellos vacíos que el Estado abandonó. En barrios populares, no es raro ver que es la parroquia la que organiza comedores o escuelas. No es que la religión manipule desde el cielo: es que llena espacios vacíos aquí en la tierra.
LA VERDAD DUELE, PERO LIBERA
El ateísmo no tiene templos ni himnos. No promete vida eterna. Pero sí propone algo radical: si el mundo está roto, hay que entenderlo y cambiarlo. No basta con rezar, hay que luchar. Eso es lo que hace el marxismo: ofrecer una lectura crítica del mundo, no para explicar el sufrimiento, sino para acabar con él. Esa es la verdad dolorosa. Pero también liberadora.
Aceptar esa verdad implica dejar de buscar salvadores en lo sobrenatural, y empezar a construir soluciones desde lo colectivo. No hay milagros. Solo historia, conflicto y posibilidad de transformación.
Así pues, el viejo refrán con el que hemos comenzado esta breve plática manuscrita, pone el dedo en la llaga: la religión es amada porque alivia, el ateísmo es odiado porque confronta.
Pero si queremos una sociedad más justa, tenemos que atrevernos a mirar el dolor de frente, sin ningun tipo de filtros divinos.
Mis asuntos | Martes, 06 de Mayo de 2025 a las 21:22:30 horas
De acuerdo con Máximo, el mismo Napoleón decía que un cura le ahorraba cien gendarmes, más o menos. Para alguien no creyente en Dioses, el universo es una chapuza sin paliativos, pero tiene una virtud, se puede mejorar. Para ello hay que ponerse, y es triste como la gente abandona la lucha por la droga religiosa, o ni siquiera la empieza ya que acepta lo que le echen. Es vergonzoso por ejemplo que los evangelistas gringos apoyen el genocidio sionista a la espera de un supuesto Dios que permite crímenes masivos en su nombre. La idea no tiene ni pies ni cabeza pero ahí está, con seguidores tan fervientes que votan a un genocida, asesino en serie, sea este republicano o demócrata. Y tiene que ser un no creyente en estas tontunas el que denuncie tal absurdo, el que escribe esto apoya al pueblo palestino sin creer en Dioses de ninguna clase, simplemente porque no cabe en cabeza sana tal masacre. Que está ocurriendo con la complicidad al completo de Occidente, UE y USA por supuesto. Tan criminales son los que ponen las bombas, USA y Alemania, como los que toleran esta situación y no rompen relaciones diplomáticas y comerciales con el ente terrorista Israhell.
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