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Lunes, 27 de Octubre de 2025 Tiempo de lectura:

PUTIN ANUNCIA LA PUESTA A PUNTO DE LA "MEJOR ARMA DEL MUNDO": IMBATIBLE E INDETECTABLE

La carrera armamentista se intensifica: Rusia prueba misiles nucleares mientras EE.UU. y Europa se enrocan en una lógica de confrontación. ¿Qué papel juega el sistema capitalista en la gestación de guerras mundiales?

El fantasma de la guerra mundial recorre el planeta: ¿una reedición de 1939? La historia parece repetirse con ecos cada vez más estridentes. Las grandes potencias proclaman su poderío militar mientras los pueblos se hunden en la precariedad. ¿Estamos condenados a repetir la tragedia del siglo XX? ¿Presenciamos un "déjà vu" histórico? ¿Reeditamos los pasos que llevaron al planeta a la hecatombe de 1939?

 POR MÁXIMO RELTI PARA CANARIAS SEMANAL.ORG.-

   

    La historia, como ya advirtiera Marx hace más de un siglo, puede repetirse: primero como tragedia y luego como farsa. Pero en el caso de las guerras mundiales, la segunda vez también puede ser trágica.

 

   Las recientes y reiteradas declaraciones de los líderes de las grandes potencias evocan, de forma inquietante, el clima de exaltación nacionalista y la carrera armamentista que precedieron a la Segunda Guerra Mundial. Hoy, igual que entonces, las potencias compiten no solo por demostrar su supremacía militar, sino también por afirmar su hegemonía política y económica en un mundo sometido a la lógica depredadora del capital.

 

   ¿Nos está arrastrando el capitalismo en crisis a un nuevo conflicto global como vía de "salida"?

     

     En un reciente comunicado, el presidente ruso Vladímir Putin anunció la exitosa finalización de las pruebas del misil nuclear BurevestnikUn arma, según dijo, capaz de recorrer 14.000 kilómetros y evadir cualquier sistema de defensa aérea enemigo. Este tipo de declaraciones no son aisladas: en Estados Unidos, el Congreso aprueba presupuestos militares récord mientras los principales países europeos anuncian sus propios programas de rearme.

 

    Todos, al unísono, proclaman: “tenemos las armas más poderosas”, como si estuviésemos atrapados en un concurso planetario de intimidación.

 

    Esta lógica no es nueva. En 1938, Adolf Hitler proclamaba que la Alemania nazi poseía el ejército más avanzado del mundo. Benito Mussolini, por su parte, exhibía con orgullo las capacidades del Ejército fascista italiano. Francia e Inglaterra, mientras tanto, se rearmaban rápidamente en previsión de un conflicto que ya se intuía inevitable. Hoy, como entonces, las potencias capitalistas están empujadas por la competencia estructural que impone el sistema: una carrera por los mercados, los recursos y las esferas de influencia que, cuando no puede resolverse por medios “pacíficos”, se canaliza por la vía militar.

 

    ¿Estamos presenciando un déjà vu histórico? ¿Reeditamos los pasos que llevaron al planeta a la hecatombe de 1939? ¿Quién se beneficia de este regreso al militarismo y a la amenaza atómica?

 

     Esta situación no es un accidente, ni un error de cálculo diplomático. Es una expresión natural de las contradicciones entre las potencias imperialistas, que cuando alcanzan la fase superior de su desarrollo económico se ve impelidas al recurso a la guerra.

 

    En el curso de esta fase, la economía mundial, dominada por monopolios, los Estados se convierten en fieles y estrictos gestores de los intereses estratégicos de sus respectivas burguesías. Por esa razón, los conflictos tienden a internacionalizarse y las guerras a globalizarse.

 

     El caso de Ucrania es paradigmático. Bajo el disfraz de una “defensa de la democracia”, Estados Unidos y la OTAN convirtieron a este país en un peón de su estrategia de cerco a Rusia.

 

   La Rusia capitalista, por su parte, reacciona con una política igualmente imperialista, tratando de conservar su zona de influencia, defender los intereses de su oligarquía y reafirmarse como potencia global. Las recientes declaraciones de Putin sobre el escudo nuclear ruso y su fiabilidad son un ejemplo del lenguaje belicista que está resonando cada vez con más fuerza. El mismo tono beligerante que emplean los mandatarios occidentales al hablar de sus capacidades disuasorias, es decir, destructivas.

 

    ¿Nos encontramos, entonces, al borde de una nueva guerra mundial? Las condiciones materiales que llevaron al mundo a la conflagración en 1939 están, en gran parte, presentes: crisis económica persistente, competencia feroz por los recursos, polarización política, auge del autoritarismo y del nacionalismo, y una población empobrecida y desinformada.

 

    Lo que diferencia al mundo actual del que existía entonces es el arsenal nuclear, que convierte cualquier conflicto en una amenaza para la supervivencia humana. Pero esto, lejos de frenar la escalada, se ha convertido en un nuevo argumento de disuasión. Una disuasión que, como se vio durante la Guerra Fría, no evita los conflictos, sino que los convierte en guerras por delegación, más fragmentadas pero igualmente devastadoras.

 

    La prueba del Burevestnik, como la militarización del espacio por parte de EE.UU. o la expansión militar china en el Pacífico, no son más que síntomas de un sistema mundial enfermo. Un sistema que, incapaz de resolver sus contradicciones internas desigualdad, sobreproducción, concentración de capital, destrucción ecológica—, vuelve a recurrir a la guerra como “solución”. Así ocurrió en 1914 y en 1939. Y así está amenazando con volver a repetirse.

 

     Desde esta óptica, la urgencia no es solo evitar una guerra, sino transformar el sistema que las genera. Mientras el mundo sea gobernado por un puñado de corporaciones transnacionales y los Estados continúen funcionando como su brazo armado la guerra será siempre una posibilidad latente. La paz no es posible sin justicia social, y la justicia social no es posible sin poner fin a la dictadura del capital.

 

     En las calles de Europa, en los foros alternativos de Asia y América Latina, en las trincheras ideológicas de quienes se niegan a aceptar la lógica de la destrucción, comienza a germinar lentamente una conciencia nueva. Una conciencia que, como el Burevestnik, -nombre que, irónicamente, significa “mensajero de la tormenta”-, advierte de lo que se avecina, pero también anuncia que esa tormenta podría ser el prólogo de un nuevo horizonte si la clase trabajadora mundial retomara el hilo rojo de la historia. 

 
 
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  • Chorche

    Chorche | Lunes, 27 de Octubre de 2025 a las 12:56:11 horas

    Alguien esperaba que el capitalismo ruso iba a permanecer de brazos cruzados mientras el Poder Sionista Mundial (imperialismo/capitalismo USA/OTAN/UE) llevan decenas y decenas de años manipulando y mintiendo, tratando de desestabilizar a los Pueblos que no se dejan someter, promoviendo golpes de estado, invadiendo países, saqueando sus recursos, masacrando, llevando a cabo más que un genocidio, lo de Palestina ya es un holocausto y el alto al fuego, una farsa.
    Y no somos responsables de esta situación los miles de millones que dejamos hacer a los capos amos del mundo?, porque mientras yo esté bien, consumiendo lo que necesito y lo que no, consumiendo todo lo que puedo, lo que no me afecta a mi, no es mi problema.
    No se si es ignorancia, cobardía, mezquindad, posiblemente hay una mezcla de todo en el rebaño, pero creo que tenemos lo que la mayoría merece.
    Los capos no van a la guerra. Los "pastores" nos conducen hasta el matadero, pero ellos no entran.

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  • V.F.R.

    V.F.R. | Lunes, 27 de Octubre de 2025 a las 10:37:47 horas

    volver al comunismo no es la solución , debemos explorar una tercera vía , el humanismo , pero es obvio que no sucederá ni lo uno ni lo otro , por tanto abra guerra , en su primera fase convencional y posteriormente nuclear.

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