
ANALIZAMOS LAS CATASTRÓFICAS REPERCUSIONES ECONÓMICAS, SOCIALES Y POLÍTICAS DE LA PROPUESTA DE LA ULTRADERECHA ESPAÑOLA DE EXPULSAR A 8 MILLONES DE EMIGRANTES (VÍDEO)
¿Cómo afectaría a la sociedad española que despues de las próximas elecciones la formación ultraderechista, expulsara de nuestro país a 8 millones de asalariados que trabajan en España?
Eliminar de golpe a ocho millones de personas del ciclo económico de cualquier país supone un cataclismo de proporciones gigantescas . Pero en España, un país con un perfil demográfico muy peculiar, de producirse ese hecho, constituiría una auténtica hecatombe Eso es lo que propone Vox. Pero más allá del ruido mediático, ¿qué pasaría realmente si expulsamos a quienes sostienen con su trabajo y sus vidas una parte esencial del país? Este artículo analiza, hilo por pabilo, los primeros efectos a partir de las primeras horas.
POR MARTÍN ÁLVAREZ PARA CANARIAS SEMANAL.ORG
Imaginemos, por un momento, un escenario que parece
sacado de una película distópica: ocho millones de personas desaparecen de golpe de nuestras ciudades, pueblos y campos.
No se trata de una catástrofe natural ni de una plaga bíblica. Es una propuesta real lanzada por el partido de extrema derecha Vox, que plantea la expulsión masiva de inmigrantes en España, incluyendo incluso a quienes ya nacieron aquí, pero tienen origen extranjero. Una idea que, más allá de sus inaceptables tintes ideológicos, plantea interrogantes económicos, sociales y humanos de una magnitud incalculable.
Lo que aquí proponemos no es una diatriba política, sino un ejercicio de sentido común. ¿Qué implicaría de forma concreta la desaparición de ocho millones de personas de nuestro tejido social y productivo? ¿A qué se dedican hoy en día esas personas?
“Sin los migrantes, muchos sectores económicos colapsarían en cuestión horas o días”
¿Cómo afectaría su expulsión a la economía española? ¿Y a las pensiones? ¿Son realmente una amenaza para el empleo de los trabajadores españoles o más bien un apoyo silencioso que sostiene pilares fundamentales de la vida cotidiana?
¿A QUÉ SE DEDICAN LOS MIGRANTES EN ESPAÑA?
Los datos no mienten: los migrantes en España forman parte del corazón de las cadenas productivas. Están en la agricultura, en la hostelería, en la construcción, en el servicio doméstico, en el cuidado de mayores, en el transporte, en la limpieza y hasta en la Sanidad.
Ocupan un conjunto de ocupaciones esenciales que sostienen desde la mesa de cada familia hasta el cuidado de las personas mayores.
Más del 45% de quienes trabajan en el campo recogiendo frutas y verduras son migrantes. Sin ellos, gran parte de la producción agrícola del país quedaría sin manos que la recojan.
En ciudades como Madrid o Barcelona, más del 70% de las personas que cuidan ancianos o enfermos son mujeres migrantes.
En la construcción, casi un tercio de los trabajadores son extranjeros. En hostelería, limpieza y logística, su presencia es igualmente masiva.
No es una casualidad que se concentren en esos sectores. Se trata de trabajos duros, mal remunerados o con condiciones poco atractivas, que muchos nacionales no están dispuestos a aceptar. Pero son trabajos indispensables. Y la economía, como un reloj, necesita que cada pieza funcione.
CONSECUENCIAS ECONÓMICAS INMEDIATAS
Eliminar de golpe a ocho millones de personas del ciclo económico de cualquier país supone un cataclismo de proporciones gigantescas. Primero, porque se perdería una fuerza de trabajo crucial. Pero también porque dejarían de consumir, de alquilar viviendas, de pagar impuestos y de cotizar a la Seguridad Social.
Según estimaciones económicas, una expulsión masiva provocaría una contracción automática del 7% del PIB nacional.
Habría escasez de mano de obra en sectores clave, lo que llevaría a cierres de empresas, subida de precios, colapso de servicios y un desplome del consumo interno. El desempleo aumentaría, no por competencia, sino por desaparición de actividades económicas que dejarían de ser viables.
En el campo, toneladas de productos se quedarían sin recolectar. En los bares, hoteles y restaurantes, faltaría personal. Las obras se pararían.
Las casas no tendrían quien las limpie ni quien cuide a las personas mayores. Las consecuencias no tardarían en notarse en el supermercado, en la calle, en los hospitales y en los hogares.
LA APORTACIÓN MIGRANTE A LAS PENSIONES
Un aspecto que rara vez se suele mencionar con claridad es el siguiente: los migrantes aportan hoy más del 20% de las cotizaciones a la Seguridad Social.
Es decir, ayudan a financiar pensiones, sanidad y prestaciones sociales. Si se fueran, ese dinero se esfumaría de inmediato.
“Eliminar 8 millones de cotizantes supondría un golpe letal a las pensiones”
En un país con una de las tasas de envejecimiento más altas de Europa, donde el número de jubilados supera ya al de nuevos nacimientos, la sostenibilidad del sistema depende críticamente de quienes trabajan hoy.
Expulsar a millones de cotizantes haría tambalear el sistema de pensiones. Las cuentas simplemente no saldrían. Y el supuesto "beneficio" de la expulsión se convertiría rápidamente en un agujero financiero.
¿COMPITEN LOS MIGRANTES CON LOS ASALARIADOS ESPAÑOLES?
Uno de los grandes mantras repetidos por sectores más conservadores es que los migrantes compiten con los españoles y les quitan el empleo. Pero las cifras y los estudios desmienten esa afirmación.
Los migrantes ocupan, en su mayoría, puestos que no están siendo demandados por los nacionales. Además, contribuyen a la creación de empleo indirecto: su consumo genera demanda, y su trabajo mantiene en pie sectores enteros.
Durante la crisis de 2008, cuando disminuyó la llegada de migrantes, el desempleo no bajó. Al contrario: aumentó. La teoría de que su ausencia mejora el acceso al trabajo para los nacionales no se sostiene empíricamente.
Lo que sí ocurre es que en muchos casos se aprovechan de su situación para pagarles considerablemente menos o imponerles peores condiciones. Pero eso es un problema de regulación laboral, no de presencia migrante.
UNA LECCIÓN DE LA HISTORIA
Hasta los años 80, España era un país emisor de migrantes. Millones de españoles buscaron una vida mejor en Francia, Alemania, Suiza o América Latina. Lo hicieron porque aquí no había empleo o porque eran perseguidos políticamente. Fueron recibidos con recelo, pero también levantaron economías ajenas. Hoy, el país receptor es España.
Pero ese pasado debería servir para entender que migrar no es un capricho, sino una necesidad. Y que quienes llegan, en su inmensa mayoría, no vienen a aprovecharse de nadie, sino a construir una vida y contribuir con su trabajo.
CUANDO OTROS PAÍSES EXPULSARON MIGRANTES
En Estados Unidos, las políticas antiinmigrantes de Trump generaron escasez de trabajadores en el campo, pérdidas para los agricultores y aumentos de precios. En Reino Unido, tras el Brexit, la salida de trabajadores europeos provocó crisis en la logística, en la hostelería y en los cuidados. Faltaban camioneros, camareros, enfermeros. La inflación subió.
El gobierno tuvo que dar marcha atrás en varias medidas. En la República Dominicana, una ley de desnacionalización contra descendientes de haitianos generó una crisis humanitaria y condenas internacionales. El turismo se resintió, la imagen del país se deterioró, y el conflicto social se agudizó.
El patrón se repite: donde se expulsó, hubo caos. Donde se restringió en exceso, aumentó la economía sumergida, la explotación y la ineficiencia. Ningún país ha prosperado como resultado del cierre de sus puertas de golpe.
IMPACTOS A MEDIO PLAZO EN ESPAÑA
Si se aplicara una política de expulsión masiva, los efectos no serían solo inmediatos, sino también devastadores a medio plazo. La población activa disminuiría, lo que implica menos consumo, menos producción y menos recaudación fiscal. Las zonas rurales, que hoy ya están semivacías, perderían el poco tejido social que les queda.
El envejecimiento se dispararía. Sin jóvenes que trabajen, que coticen, que dinamicen la sociedad, el país entraría en una trampa demográfica. En lo económico, aumentaría la inflación por falta de oferta laboral. La economía sumergida crecería, pues muchas personas quedarían en situación irregular.
La productividad caería. El sistema sanitario y de cuidados se vería completamente colapsado. En lo social, se rompería la convivencia. Se alimentaría el odio, el racismo, la división. Y eso tiene consecuencias imprevisibles: violencia, guetización, inseguridad, tensión institucional.
EL COSTE DE UNA ESPAÑA SIN MIGRANTES
Expulsar a ocho millones de migrantes no es solo un acto inhumano. Es también una locura económica, una torpeza histórica y un suicidio social. Sin ellos, el país no funcionaría. Ni el campo, ni los hospitales, ni las residencias, ni la hostelería, ni la construcción.
El sistema de pensiones se derrumbaría. Las empresas cerrarían. El consumo caería en picado. La imagen internacional quedaría por los suelos. Los migrantes no son un problema. Son parte de la solución.
Quienes plantean su expulsión no están proponiendo orden, sino desorden. No están defendiendo "a la patria", sino vaciándola de sentido y de futuro.
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POR MARTÍN ÁLVAREZ PARA CANARIAS SEMANAL.ORG
Imaginemos, por un momento, un escenario que parece sacado de una película distópica: ocho millones de personas desaparecen de golpe de nuestras ciudades, pueblos y campos.
No se trata de una catástrofe natural ni de una plaga bíblica. Es una propuesta real lanzada por el partido de extrema derecha Vox, que plantea la expulsión masiva de inmigrantes en España, incluyendo incluso a quienes ya nacieron aquí, pero tienen origen extranjero. Una idea que, más allá de sus inaceptables tintes ideológicos, plantea interrogantes económicos, sociales y humanos de una magnitud incalculable.
Lo que aquí proponemos no es una diatriba política, sino un ejercicio de sentido común. ¿Qué implicaría de forma concreta la desaparición de ocho millones de personas de nuestro tejido social y productivo? ¿A qué se dedican hoy en día esas personas?
“Sin los migrantes, muchos sectores económicos colapsarían en cuestión horas o días”
¿Cómo afectaría su expulsión a la economía española? ¿Y a las pensiones? ¿Son realmente una amenaza para el empleo de los trabajadores españoles o más bien un apoyo silencioso que sostiene pilares fundamentales de la vida cotidiana?
¿A QUÉ SE DEDICAN LOS MIGRANTES EN ESPAÑA?
Los datos no mienten: los migrantes en España forman parte del corazón de las cadenas productivas. Están en la agricultura, en la hostelería, en la construcción, en el servicio doméstico, en el cuidado de mayores, en el transporte, en la limpieza y hasta en la Sanidad.
Ocupan un conjunto de ocupaciones esenciales que sostienen desde la mesa de cada familia hasta el cuidado de las personas mayores.
Más del 45% de quienes trabajan en el campo recogiendo frutas y verduras son migrantes. Sin ellos, gran parte de la producción agrícola del país quedaría sin manos que la recojan.
En ciudades como Madrid o Barcelona, más del 70% de las personas que cuidan ancianos o enfermos son mujeres migrantes.
En la construcción, casi un tercio de los trabajadores son extranjeros. En hostelería, limpieza y logística, su presencia es igualmente masiva.
No es una casualidad que se concentren en esos sectores. Se trata de trabajos duros, mal remunerados o con condiciones poco atractivas, que muchos nacionales no están dispuestos a aceptar. Pero son trabajos indispensables. Y la economía, como un reloj, necesita que cada pieza funcione.
CONSECUENCIAS ECONÓMICAS INMEDIATAS
Eliminar de golpe a ocho millones de personas del ciclo económico de cualquier país supone un cataclismo de proporciones gigantescas. Primero, porque se perdería una fuerza de trabajo crucial. Pero también porque dejarían de consumir, de alquilar viviendas, de pagar impuestos y de cotizar a la Seguridad Social.
Según estimaciones económicas, una expulsión masiva provocaría una contracción automática del 7% del PIB nacional.
Habría escasez de mano de obra en sectores clave, lo que llevaría a cierres de empresas, subida de precios, colapso de servicios y un desplome del consumo interno. El desempleo aumentaría, no por competencia, sino por desaparición de actividades económicas que dejarían de ser viables.
En el campo, toneladas de productos se quedarían sin recolectar. En los bares, hoteles y restaurantes, faltaría personal. Las obras se pararían.
Las casas no tendrían quien las limpie ni quien cuide a las personas mayores. Las consecuencias no tardarían en notarse en el supermercado, en la calle, en los hospitales y en los hogares.
LA APORTACIÓN MIGRANTE A LAS PENSIONES
Un aspecto que rara vez se suele mencionar con claridad es el siguiente: los migrantes aportan hoy más del 20% de las cotizaciones a la Seguridad Social.
Es decir, ayudan a financiar pensiones, sanidad y prestaciones sociales. Si se fueran, ese dinero se esfumaría de inmediato.
“Eliminar 8 millones de cotizantes supondría un golpe letal a las pensiones”
En un país con una de las tasas de envejecimiento más altas de Europa, donde el número de jubilados supera ya al de nuevos nacimientos, la sostenibilidad del sistema depende críticamente de quienes trabajan hoy.
Expulsar a millones de cotizantes haría tambalear el sistema de pensiones. Las cuentas simplemente no saldrían. Y el supuesto "beneficio" de la expulsión se convertiría rápidamente en un agujero financiero.
¿COMPITEN LOS MIGRANTES CON LOS ASALARIADOS ESPAÑOLES?
Uno de los grandes mantras repetidos por sectores más conservadores es que los migrantes compiten con los españoles y les quitan el empleo. Pero las cifras y los estudios desmienten esa afirmación.
Los migrantes ocupan, en su mayoría, puestos que no están siendo demandados por los nacionales. Además, contribuyen a la creación de empleo indirecto: su consumo genera demanda, y su trabajo mantiene en pie sectores enteros.
Durante la crisis de 2008, cuando disminuyó la llegada de migrantes, el desempleo no bajó. Al contrario: aumentó. La teoría de que su ausencia mejora el acceso al trabajo para los nacionales no se sostiene empíricamente.
Lo que sí ocurre es que en muchos casos se aprovechan de su situación para pagarles considerablemente menos o imponerles peores condiciones. Pero eso es un problema de regulación laboral, no de presencia migrante.
UNA LECCIÓN DE LA HISTORIA
Hasta los años 80, España era un país emisor de migrantes. Millones de españoles buscaron una vida mejor en Francia, Alemania, Suiza o América Latina. Lo hicieron porque aquí no había empleo o porque eran perseguidos políticamente. Fueron recibidos con recelo, pero también levantaron economías ajenas. Hoy, el país receptor es España.
Pero ese pasado debería servir para entender que migrar no es un capricho, sino una necesidad. Y que quienes llegan, en su inmensa mayoría, no vienen a aprovecharse de nadie, sino a construir una vida y contribuir con su trabajo.
CUANDO OTROS PAÍSES EXPULSARON MIGRANTES
En Estados Unidos, las políticas antiinmigrantes de Trump generaron escasez de trabajadores en el campo, pérdidas para los agricultores y aumentos de precios. En Reino Unido, tras el Brexit, la salida de trabajadores europeos provocó crisis en la logística, en la hostelería y en los cuidados. Faltaban camioneros, camareros, enfermeros. La inflación subió.
El gobierno tuvo que dar marcha atrás en varias medidas. En la República Dominicana, una ley de desnacionalización contra descendientes de haitianos generó una crisis humanitaria y condenas internacionales. El turismo se resintió, la imagen del país se deterioró, y el conflicto social se agudizó.
El patrón se repite: donde se expulsó, hubo caos. Donde se restringió en exceso, aumentó la economía sumergida, la explotación y la ineficiencia. Ningún país ha prosperado como resultado del cierre de sus puertas de golpe.
IMPACTOS A MEDIO PLAZO EN ESPAÑA
Si se aplicara una política de expulsión masiva, los efectos no serían solo inmediatos, sino también devastadores a medio plazo. La población activa disminuiría, lo que implica menos consumo, menos producción y menos recaudación fiscal. Las zonas rurales, que hoy ya están semivacías, perderían el poco tejido social que les queda.
El envejecimiento se dispararía. Sin jóvenes que trabajen, que coticen, que dinamicen la sociedad, el país entraría en una trampa demográfica. En lo económico, aumentaría la inflación por falta de oferta laboral. La economía sumergida crecería, pues muchas personas quedarían en situación irregular.
La productividad caería. El sistema sanitario y de cuidados se vería completamente colapsado. En lo social, se rompería la convivencia. Se alimentaría el odio, el racismo, la división. Y eso tiene consecuencias imprevisibles: violencia, guetización, inseguridad, tensión institucional.
EL COSTE DE UNA ESPAÑA SIN MIGRANTES
Expulsar a ocho millones de migrantes no es solo un acto inhumano. Es también una locura económica, una torpeza histórica y un suicidio social. Sin ellos, el país no funcionaría. Ni el campo, ni los hospitales, ni las residencias, ni la hostelería, ni la construcción.
El sistema de pensiones se derrumbaría. Las empresas cerrarían. El consumo caería en picado. La imagen internacional quedaría por los suelos. Los migrantes no son un problema. Son parte de la solución.
Quienes plantean su expulsión no están proponiendo orden, sino desorden. No están defendiendo "a la patria", sino vaciándola de sentido y de futuro.
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Chorche | Lunes, 21 de Julio de 2025 a las 17:23:21 horas
La inmigración en España: ¿solución o problema? Un análisis crítico de sus causas y consecuencias
Carlos Martinez García, politólogo y de Soberanía y Trabajo.
… mientras España exporta talento, importa mano de obra barata en un sistema económico que beneficia a una minoría rentista y esclavista a la vez que permite acabar “pacíficamente” con los servicios públicos. Este artículo analiza cómo la inmigración, lejos de ser un debate neutral, está condicionada por intereses geopolíticos, económicos y una izquierda institucional desconectada de la clase trabajadora.
1. España, un país de emigrantes (pero también de inmigrantes)…
2. La inmigración como negocio: el papel de Marruecos y la UE…
3. La izquierda institucional: un discurso alejado de la realidad obrera…
4. El doble rasero de la UE: neocolonialismo e hipocresía…
5. ¿Inmigración solución o problema? Un falso debate:
La pregunta correcta no es si la inmigración es buena o mala, sino:
– ¿Para quién es beneficiosa? La respuesta es para las patronales que buscan mano de obra barata, para los políticos que usan el discurso progre como cortina de humo, y para las élites marroquíes y europeas que negocian con vidas humanas.
– ¿Quién paga los costes? La clase trabajadora española y los propios inmigrantes, condenados a condiciones de semi-esclavitud y a ser utilizados por políticos sin escrúpulos que por un lado favorecen a empresarios que les explotan y por otra crean un discurso racista y un malestar social que les favorece.
Alternativas: soberanía, redistribución y antiimperialismo
Cualquier solución real pasa por:
A. Recuperar la industria española y romper con la dependencia de la UE. Proteger la agricultura y la pesca. Incrementar la sanidad pública y mejorar la educación. Renacionalizar las fraudulentas y corruptas privatizaciones.
B. Condicionar la inmigración a necesidades laborales reales, con derechos garantizados para evitar la explotación. No crear barriadas guetos y acometer de una vez y con energía el problema de la vivienda. Construir al menos un millón de viviendas públicas y crear miles de empleos en la sanidad pública.
C. Auditar los acuerdos con Marruecos y denunciar y oponerse a su chantaje migratorio. Investigar los negocios e intereses de políticos españoles en el Reino de Marruecos. Apoyar la independencia del Sahara Occidental.
D. Reconstruir un movimiento obrero combativo, libre de la influencia de la izquierda neoliberal.
E. Solidaridad internacionalista con África, pero sin caer en el neocolonialismo «buenista» de la UE y auditar a determinadas ONGs y otros negocios similares en torno a la inmigración. Apoyar a los movimientos anticoloniales y estados africanos que luchan por recuperar sus recursos y abrir líneas de comercio justo con los BRICS y su entorno.
La inmigración no es el problema de fondo: lo es un sistema que usa a las personas como mercancía. Mientras la izquierda institucional se pierde en debates identitarios, la clase trabajadora —española y extranjera— sigue pagando las consecuencias. Urge recuperar un proyecto político que una justicia social con soberanía nacional, porque sin redistribución de la riqueza y sin freno al neocolonialismo, no habrá solución para nadie.
La verdadera lucha no es contra los inmigrantes, sino contra quienes los explotan y contra quienes, desde el poder, han convertido a España en un país sin futuro para sus propios hijos turistificándolo masivamente, y la prueba es la creciente emigración juvenil española.
**** s: **** **** lacasademitia **** /articulo/economia/inmigracion-espana-solucion-problema-analisis-critico-causas-consecuencias-carlos-martinez/20250715225710174524.html
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