
LA PEQUEÑA PRODUCCIÓN AGRÍCOLA CANARIA EN LA PICOTA: ¿QUÉ COMEREMOS SI SE INTERRUMPE EL FLUJO DEL COMERCIO GLOBAL?
Con los pequeños productores al borde de la desaparición, el 90% de los alimentos consumidos proviene del exterior
La agricultura en Canarias enfrenta una crisis estructural que pone en riesgo no solo a los pequeños agricultores, sino también la seguridad alimentaria del archipiélago. Mientras los grandes exportadores orientan su producción al mercado exterior, las pequeñas explotaciones locales, esenciales para el consumo interno, languidecen entre la burocracia, la competencia desleal y la falta de apoyo institucional. Esta dependencia alimentaria se agrava con el turismo masivo y las políticas europeas (...).
Por A. RAMÍREZ PARA CANARIAS-SEMANAL.ORG.-
Como en la práctica totalidad de las regiones del Estado español, la agricultura se enfrenta en Canarias a una crisis estructural que no solo amenaza a los pequeños agricultores, sino también a la sostenibilidad alimentaria de las Islas.
Mientras los grandes exportadores, centrados en cultivos como el plátano y el tomate, siguen dominando el sector primario con una producción orientada a los mercados externos, las pequeñas explotaciones dedicadas al consumo interno luchan por sobrevivir en un contexto de asfixiante burocracia, sequía y la presión añadida de un turismo masivo que agrava la escasez de recursos básicos como el agua.
La problemática del campo se enmarca en el contexto configurado por las políticas de la Unión Europea (UE) y acuerdos de libre comercio como el de la propia UE con el Mercosur, que refuerzan las desigualdades estructurales en el sector agrícola y profundizan la dependencia alimentaria de Canarias respecto a las importaciones externas.
Una agricultura dividida: Grandes exportadores frente a pequeños productores
El sector primario canario se compone de dos realidades distintas.
Por un lado, se encuentran los grandes exportadores, que históricamente y aún en la actualidad dominan el sector agrario. La producción de plátano y tomate, tradicionalmente dirigida al mercado europeo y peninsular, representa el núcleo de estas grandes explotaciones.
Estas actividades están respaldadas por importantes subvenciones, especialmente a través del Programa de Opciones Específicas por la Lejanía y la Insularidad (POSEI). Aunque estas ayudas han sido fundamentales para sostener la competitividad en el mercado global, su distribución favorece de manera desproporcionada a los grandes productores.
Un ejemplo significativo de ello es la "pica" de plátanos, que solo en 2023 se tradujo en la destrucción 26,5 millones de kilos de esta fruta para estabilizar los precios en el mercado, generando subsidios por valor de 8 millones de euros.
Esta práctica pone en evidencia la desconexión existente entre la agricultura de exportación y las necesidades internas de la población isleña.
Por otro lado, las pequeñas explotaciones orientadas al mercado interno, cuya promoción sería esencial para avanzar, siquiera de forma incipiente, hacia la la soberanía alimentaria de Canarias, se encuentran con dificultades crecientes que parecen abocarlas a la desaparición.
Estos pequeños productores, que ofrecen frutas, hortalizas, carne y productos lácteos para el consumo local, enfrentan numerosos desafíos: costes de producción elevados, competencia con productos importados más baratos y subvencionados y un acceso limitado a las ayudas de la Política Agraria Común (PAC) de la UE, de la que se benefician principalmente los grandes agroexportadores.
El Plan Estratégico de la PAC 2023-2027 introduce incentivos para modernizar estas explotaciones, pero las pequeñas empresas agrícolas solo reciben un porcentaje reducido de los fondos. Mientras las grandes explotaciones obtienen un 35% de subvenciones, todas las pequeñas, en su conjunto, logran un 55%. Una diferencia que resulta insuficiente si se considera su fragilidad estructural frente a los grandes exportadores.
Dependencia alimentaria: un problema estructural en Canarias
La estructura económica y agrícola de Canarias no solo está marcada por la división entre exportación y consumo interno, sino también por una preocupante dependencia alimentaria.
Aproximadamente el 90% de los alimentos consumidos en las islas proviene del exterior, lo que hace que el Archipiélago sea extremadamente vulnerable a las fluctuaciones del mercado global y a crisis como las interrupciones en las cadenas de suministro.
La situación se agrava por la presión demográfica. Con una población que ha crecido significativamente en las últimas décadas y la llegada de millones de turistas al año, las necesidades de recursos se han disparado.
Según datos oficiales, en 2022 Canarias recibió más de 13 millones de visitantes, una cifra que multiplica la presión sobre los recursos agrícolas y hídricos de las islas.
En este contexto, la producción de los grandes exportadores, centrada en mercados externos, no contribuye a mitigar esta dependencia. Por el contrario, las pequeñas explotaciones locales, que producen para el consumo interno, tienen un papel crucial para reducir la vulnerabilidad alimentaria. Sin embargo, estas últimas enfrentan un círculo vicioso: los altos costes de producción, la falta de apoyo institucional suficiente y la competencia con los productos importados desincentivan a los jóvenes a incorporarse al sector.
El papel del turismo masivo en la crisis agrícola
El turismo de masas, aunque es el motor económico de Canarias, también representa un desafío importante para la sostenibilidad de su sector primario. La industria turística no solo consume una cantidad desproporcionada de recursos agrícolas y agua, sino que ha generado una transformación económica que prioriza la urbanización y el desarrollo de infraestructuras relacionadas con el turismo en detrimento de las actividades agrícolas.
Por otra parte, el crecimiento de la población flotante por el turismo masivo ha ampliado la brecha entre la capacidad productiva de las islas y las necesidades de consumo. Esto obliga a importar más alimentos, aumentando la dependencia del exterior y reduciendo las posibilidades de una transición hacia un modelo de desarrollo más sostenible basado en la autosuficiencia alimentaria.
Las políticas europeas: ¿solución o parte del problema?
Desde la adhesión de España a la Comunidad Económica Europea en 1986, las políticas agrícolas de la UE han favorecido a las grandes explotaciones y a la agroindustria, dejando en una posición vulnerable a las pequeñas explotaciones familiares.
La Política Agraria Común (PAC) ha priorizado la competitividad en mercados globales frente a las necesidades locales, incentivando la producción masiva para exportación y relegando a un segundo plano la sostenibilidad alimentaria de regiones como Canarias.
El reciente acuerdo comercial UE-Mercosur refuerza esta tendencia. Permite la entrada de productos agrícolas más baratos desde Sudamérica, con estándares laborales y medioambientales más bajos que los exigidos en Europa. Para los agricultores canarios, esto representa una competencia desleal que pone en riesgo tanto a las grandes exportaciones como a las pequeñas producciones locales.
La crisis del sector agrícola canario no es solo una cuestión económica, sino una encrucijada política que definirá el futuro de la sostenibilidad en las islas.
La contradicción entre las grandes exportaciones, por un lado, y los de las pequeñas producciones locales y los consumidores canarios, por el otro, refleja las tensiones de un modelo económico que ha priorizado los intereses globales sobre las necesidades locales.
Una solución favorable a los intereses mayoritarios en esta encrucijada, que tendría que ser necesariamente política, exigiría replantear las prioridades económicas y sociales, apostando por un modelo de desarrollo que equilibre la actividad agrícola, el turismo y el consumo interno, con un enfoque en la sostenibilidad y la justicia social.
Por el contrario, continuar en la senda actual de presión contra las pequeñas y medianas explotaciones agrícolas y ganaderas supone perpetuar una dependencia alimentaria que, en el caso de que cualquier evento internacional llegase a interrumpir el flujo de las cadenas globales de comercialización de alimentos, podría sumir al Archipiélago en una verdadera crisis humanitaria.
Por A. RAMÍREZ PARA CANARIAS-SEMANAL.ORG.-
Como en la práctica totalidad de las regiones del Estado español, la agricultura se enfrenta en Canarias a una crisis estructural que no solo amenaza a los pequeños agricultores, sino también a la sostenibilidad alimentaria de las Islas.
Mientras los grandes exportadores, centrados en cultivos como el plátano y el tomate, siguen dominando el sector primario con una producción orientada a los mercados externos, las pequeñas explotaciones dedicadas al consumo interno luchan por sobrevivir en un contexto de asfixiante burocracia, sequía y la presión añadida de un turismo masivo que agrava la escasez de recursos básicos como el agua.
La problemática del campo se enmarca en el contexto configurado por las políticas de la Unión Europea (UE) y acuerdos de libre comercio como el de la propia UE con el Mercosur, que refuerzan las desigualdades estructurales en el sector agrícola y profundizan la dependencia alimentaria de Canarias respecto a las importaciones externas.
Una agricultura dividida: Grandes exportadores frente a pequeños productores
El sector primario canario se compone de dos realidades distintas.
Por un lado, se encuentran los grandes exportadores, que históricamente y aún en la actualidad dominan el sector agrario. La producción de plátano y tomate, tradicionalmente dirigida al mercado europeo y peninsular, representa el núcleo de estas grandes explotaciones.
Estas actividades están respaldadas por importantes subvenciones, especialmente a través del Programa de Opciones Específicas por la Lejanía y la Insularidad (POSEI). Aunque estas ayudas han sido fundamentales para sostener la competitividad en el mercado global, su distribución favorece de manera desproporcionada a los grandes productores.
Un ejemplo significativo de ello es la "pica" de plátanos, que solo en 2023 se tradujo en la destrucción 26,5 millones de kilos de esta fruta para estabilizar los precios en el mercado, generando subsidios por valor de 8 millones de euros.
Esta práctica pone en evidencia la desconexión existente entre la agricultura de exportación y las necesidades internas de la población isleña.
Por otro lado, las pequeñas explotaciones orientadas al mercado interno, cuya promoción sería esencial para avanzar, siquiera de forma incipiente, hacia la la soberanía alimentaria de Canarias, se encuentran con dificultades crecientes que parecen abocarlas a la desaparición.
Estos pequeños productores, que ofrecen frutas, hortalizas, carne y productos lácteos para el consumo local, enfrentan numerosos desafíos: costes de producción elevados, competencia con productos importados más baratos y subvencionados y un acceso limitado a las ayudas de la Política Agraria Común (PAC) de la UE, de la que se benefician principalmente los grandes agroexportadores.
El Plan Estratégico de la PAC 2023-2027 introduce incentivos para modernizar estas explotaciones, pero las pequeñas empresas agrícolas solo reciben un porcentaje reducido de los fondos. Mientras las grandes explotaciones obtienen un 35% de subvenciones, todas las pequeñas, en su conjunto, logran un 55%. Una diferencia que resulta insuficiente si se considera su fragilidad estructural frente a los grandes exportadores.
Dependencia alimentaria: un problema estructural en Canarias
La estructura económica y agrícola de Canarias no solo está marcada por la división entre exportación y consumo interno, sino también por una preocupante dependencia alimentaria.
Aproximadamente el 90% de los alimentos consumidos en las islas proviene del exterior, lo que hace que el Archipiélago sea extremadamente vulnerable a las fluctuaciones del mercado global y a crisis como las interrupciones en las cadenas de suministro.
La situación se agrava por la presión demográfica. Con una población que ha crecido significativamente en las últimas décadas y la llegada de millones de turistas al año, las necesidades de recursos se han disparado.
Según datos oficiales, en 2022 Canarias recibió más de 13 millones de visitantes, una cifra que multiplica la presión sobre los recursos agrícolas y hídricos de las islas.
En este contexto, la producción de los grandes exportadores, centrada en mercados externos, no contribuye a mitigar esta dependencia. Por el contrario, las pequeñas explotaciones locales, que producen para el consumo interno, tienen un papel crucial para reducir la vulnerabilidad alimentaria. Sin embargo, estas últimas enfrentan un círculo vicioso: los altos costes de producción, la falta de apoyo institucional suficiente y la competencia con los productos importados desincentivan a los jóvenes a incorporarse al sector.
El papel del turismo masivo en la crisis agrícola
El turismo de masas, aunque es el motor económico de Canarias, también representa un desafío importante para la sostenibilidad de su sector primario. La industria turística no solo consume una cantidad desproporcionada de recursos agrícolas y agua, sino que ha generado una transformación económica que prioriza la urbanización y el desarrollo de infraestructuras relacionadas con el turismo en detrimento de las actividades agrícolas.
Por otra parte, el crecimiento de la población flotante por el turismo masivo ha ampliado la brecha entre la capacidad productiva de las islas y las necesidades de consumo. Esto obliga a importar más alimentos, aumentando la dependencia del exterior y reduciendo las posibilidades de una transición hacia un modelo de desarrollo más sostenible basado en la autosuficiencia alimentaria.
Las políticas europeas: ¿solución o parte del problema?
Desde la adhesión de España a la Comunidad Económica Europea en 1986, las políticas agrícolas de la UE han favorecido a las grandes explotaciones y a la agroindustria, dejando en una posición vulnerable a las pequeñas explotaciones familiares.
La Política Agraria Común (PAC) ha priorizado la competitividad en mercados globales frente a las necesidades locales, incentivando la producción masiva para exportación y relegando a un segundo plano la sostenibilidad alimentaria de regiones como Canarias.
El reciente acuerdo comercial UE-Mercosur refuerza esta tendencia. Permite la entrada de productos agrícolas más baratos desde Sudamérica, con estándares laborales y medioambientales más bajos que los exigidos en Europa. Para los agricultores canarios, esto representa una competencia desleal que pone en riesgo tanto a las grandes exportaciones como a las pequeñas producciones locales.
La crisis del sector agrícola canario no es solo una cuestión económica, sino una encrucijada política que definirá el futuro de la sostenibilidad en las islas.
La contradicción entre las grandes exportaciones, por un lado, y los de las pequeñas producciones locales y los consumidores canarios, por el otro, refleja las tensiones de un modelo económico que ha priorizado los intereses globales sobre las necesidades locales.
Una solución favorable a los intereses mayoritarios en esta encrucijada, que tendría que ser necesariamente política, exigiría replantear las prioridades económicas y sociales, apostando por un modelo de desarrollo que equilibre la actividad agrícola, el turismo y el consumo interno, con un enfoque en la sostenibilidad y la justicia social.
Por el contrario, continuar en la senda actual de presión contra las pequeñas y medianas explotaciones agrícolas y ganaderas supone perpetuar una dependencia alimentaria que, en el caso de que cualquier evento internacional llegase a interrumpir el flujo de las cadenas globales de comercialización de alimentos, podría sumir al Archipiélago en una verdadera crisis humanitaria.
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