
TRUMP CONTRA EL MUNDO: MOVILIZA A LOS MARINES, EN CONTRA DE LOS "INSURRECTOS" DE LOS ÁNGELES
“Puede que Trump haya declarado mil guerras retoricas en apenas unos meses, pero ni siquiera sus generales están seguros de que pueda ganar una sola”
Ante un escenario regional cada vez más tenso, marcado por conflictos fronterizos y amenazas terroristas, Argelia aprueba un proyecto de ley sobre movilización general para reforzar sus capacidades defensivas y garantizar la integridad territorial frente a cualquier agresión externa.
POR VICTORIA MARTÍNEZ, EN UNA EXCLUSIVA DESDE MÉXICO PARA CANARIAS SEMANAL.ORG
Washington, junio de 2025. Donald Trump, en su
segunda presidencia, ha dejado atrás cualquier atisbo de contención institucional. En un movimiento que recuerda más a un golpe de autoridad que a una decisión ejecutiva convencional, ha desplegado en las calles de Los Ángeles a 2.000 soldados de la Guardia Nacional y 700 marines. El motivo: unas protestas por las redadas de inmigración en California. La consecuencia: una nueva alarma —quizás la más estridente hasta ahora— sobre su acelerada deriva autoritaria.
La magnitud de la operación recuerda a capítulos oscuros de la historia norteamericana. Para encontrar un precedente, hay que remontarse a 1965, cuando Lyndon B. Johnson intervino en Alabama para proteger a los activistas de los derechos civiles. La diferencia, esta vez, es que nadie lo pidió.
El gobernador de California, Gavin Newsom, no sólo no solicitó la ayuda: ha presentado una demanda federal contra la Casa Blanca y ha desafiado públicamente al “zar antiinmigración” nombrado por Trump. La tensión alcanzó tal punto que el propio presidente declaró ante la prensa que él sí arrestaría al gobernador. La afirmación, de tintes autoritarios explícitos, ha hecho saltar todas las alarmas.
California como campo de batalla
El escenario es cada vez más tenso. Los Ángeles ha vivido jornadas de protestas multitudinarias, alimentadas por las redadas migratorias que la Administración ha intensificado en las últimas semanas. En lugar de apaciguar el descontento, Trump ha optado por una demostración de fuerza que muchos analistas interpretan como una provocación calculada.
“La verdadera emergencia no es la protesta, sino que Trump haya mandado las tropas”, sentenció The New York Times en un editorial sin precedentes.
Lejos de calmar la situación, el despliegue ha provocado el efecto contrario: ha radicalizado las movilizaciones y ha tensionado aún más la relación entre Washington y los gobiernos estatales. Para muchos observadores, lo que se está jugando en California no es solo una disputa migratoria, sino una batalla por el equilibrio de poderes. Trump ha convertido a uno de los Estados más liberales del país en el epicentro de su guerra política.
“Yo arrestaría al gobernador”
Y esta guerra no es metafórica. El presidente ha abierto frentes simultáneos contra los inmigrantes, los medios, los tribunales, los gobernadores demócratas, y hasta contra una parte del Ejército. Exaltado por su base más dura, Trump parece decidido a poner a prueba hasta el límite la resistencia del sistema institucional estadounidense.
Pero incluso dentro de sus propias filas empieza a cundir la inquietud. ¿Hasta dónde piensa llegar? ¿Y cuántos frentes puede mantener abiertos antes de que alguno se le derrumbe encima.
El ruido de los tanques y el silencio de la ley
Las críticas no tardaron en llegar. Rudy DeLeon, ex subsecretario de Defensa, advirtió que esta militarización pone en peligro la confianza de la ciudadanía en las fuerzas armadas, que tradicionalmente han evitado intervenir en asuntos domésticos. Paul Collins, profesor de Derecho Constitucional, teme que se trate de una estrategia deliberada para forzar a California a plegarse a las prioridades migratorias del presidente. Es decir, no un despliegue de emergencia, sino un acto de castigo ejemplar
¿Cuántos frentes puede sostener un solo hombre?
Mientras tanto, en las calles, el paisaje es el de una ciudad sitiada. Helicópteros militares sobrevuelan barrios enteros, columnas de soldados patrullan avenidas, y los manifestantes, lejos de dispersarse, han multiplicado su presencia. Una imagen que recuerda más a una capital en estado de excepción que a una democracia consolidada.
Pero Trump, fiel a su estilo, se crece en la confrontación. Cada crítica, cada artículo editorial, cada demanda judicial es convertida en munición retórica para su cruzada. En sus discursos no hay espacio para la moderación. Se refiere a los manifestantes como “insurrectos” y “agitadores pagados”, y promete “mano dura” sin concesiones. Su estrategia es clara: convertir cada crisis en una oportunidad para afianzar su poder y movilizar a su electorado más radicalizado.
Ahora bien, la gran pregunta que se cierne sobre esta peligrosa partida no es solo qué hará Trump a continuación. La verdadera incógnita es cuánto tiempo más podrá mantener esta escalada sin que algo estalle. Porque cada nuevo frente abierto erosiona un poco más los pilares de la institucionalidad, y cada despliegue de fuerza aleja un poco más a Estados Unidos de su autoproclamado rol de defensor de las libertades.
Incluso sus más fieles seguidores empiezan a preguntarse si el presidente no está caminando demasiado al borde del abismo. Su guerra contra medio país —y medio mundo— le ha dado notoriedad, pero también aislamiento. Porque en política, como en las guerras, no basta con atacar: hay que poder sostener los frentes abiertos. Y Trump, que hoy se presenta como el comandante supremo de una nación polarizada, bien podría descubrir que, cuando todos son enemigos, nadie está ahí para sostenerte cuando caes.
POR VICTORIA MARTÍNEZ, EN UNA EXCLUSIVA DESDE MÉXICO PARA CANARIAS SEMANAL.ORG
Washington, junio de 2025. Donald Trump, en su segunda presidencia, ha dejado atrás cualquier atisbo de contención institucional. En un movimiento que recuerda más a un golpe de autoridad que a una decisión ejecutiva convencional, ha desplegado en las calles de Los Ángeles a 2.000 soldados de la Guardia Nacional y 700 marines. El motivo: unas protestas por las redadas de inmigración en California. La consecuencia: una nueva alarma —quizás la más estridente hasta ahora— sobre su acelerada deriva autoritaria.
La magnitud de la operación recuerda a capítulos oscuros de la historia norteamericana. Para encontrar un precedente, hay que remontarse a 1965, cuando Lyndon B. Johnson intervino en Alabama para proteger a los activistas de los derechos civiles. La diferencia, esta vez, es que nadie lo pidió.
El gobernador de California, Gavin Newsom, no sólo no solicitó la ayuda: ha presentado una demanda federal contra la Casa Blanca y ha desafiado públicamente al “zar antiinmigración” nombrado por Trump. La tensión alcanzó tal punto que el propio presidente declaró ante la prensa que él sí arrestaría al gobernador. La afirmación, de tintes autoritarios explícitos, ha hecho saltar todas las alarmas.
California como campo de batalla
El escenario es cada vez más tenso. Los Ángeles ha vivido jornadas de protestas multitudinarias, alimentadas por las redadas migratorias que la Administración ha intensificado en las últimas semanas. En lugar de apaciguar el descontento, Trump ha optado por una demostración de fuerza que muchos analistas interpretan como una provocación calculada.
“La verdadera emergencia no es la protesta, sino que Trump haya mandado las tropas”, sentenció The New York Times en un editorial sin precedentes.
Lejos de calmar la situación, el despliegue ha provocado el efecto contrario: ha radicalizado las movilizaciones y ha tensionado aún más la relación entre Washington y los gobiernos estatales. Para muchos observadores, lo que se está jugando en California no es solo una disputa migratoria, sino una batalla por el equilibrio de poderes. Trump ha convertido a uno de los Estados más liberales del país en el epicentro de su guerra política.
“Yo arrestaría al gobernador”
Y esta guerra no es metafórica. El presidente ha abierto frentes simultáneos contra los inmigrantes, los medios, los tribunales, los gobernadores demócratas, y hasta contra una parte del Ejército. Exaltado por su base más dura, Trump parece decidido a poner a prueba hasta el límite la resistencia del sistema institucional estadounidense.
Pero incluso dentro de sus propias filas empieza a cundir la inquietud. ¿Hasta dónde piensa llegar? ¿Y cuántos frentes puede mantener abiertos antes de que alguno se le derrumbe encima.
El ruido de los tanques y el silencio de la ley
Las críticas no tardaron en llegar. Rudy DeLeon, ex subsecretario de Defensa, advirtió que esta militarización pone en peligro la confianza de la ciudadanía en las fuerzas armadas, que tradicionalmente han evitado intervenir en asuntos domésticos. Paul Collins, profesor de Derecho Constitucional, teme que se trate de una estrategia deliberada para forzar a California a plegarse a las prioridades migratorias del presidente. Es decir, no un despliegue de emergencia, sino un acto de castigo ejemplar
¿Cuántos frentes puede sostener un solo hombre?
Mientras tanto, en las calles, el paisaje es el de una ciudad sitiada. Helicópteros militares sobrevuelan barrios enteros, columnas de soldados patrullan avenidas, y los manifestantes, lejos de dispersarse, han multiplicado su presencia. Una imagen que recuerda más a una capital en estado de excepción que a una democracia consolidada.
Pero Trump, fiel a su estilo, se crece en la confrontación. Cada crítica, cada artículo editorial, cada demanda judicial es convertida en munición retórica para su cruzada. En sus discursos no hay espacio para la moderación. Se refiere a los manifestantes como “insurrectos” y “agitadores pagados”, y promete “mano dura” sin concesiones. Su estrategia es clara: convertir cada crisis en una oportunidad para afianzar su poder y movilizar a su electorado más radicalizado.
Ahora bien, la gran pregunta que se cierne sobre esta peligrosa partida no es solo qué hará Trump a continuación. La verdadera incógnita es cuánto tiempo más podrá mantener esta escalada sin que algo estalle. Porque cada nuevo frente abierto erosiona un poco más los pilares de la institucionalidad, y cada despliegue de fuerza aleja un poco más a Estados Unidos de su autoproclamado rol de defensor de las libertades.
Incluso sus más fieles seguidores empiezan a preguntarse si el presidente no está caminando demasiado al borde del abismo. Su guerra contra medio país —y medio mundo— le ha dado notoriedad, pero también aislamiento. Porque en política, como en las guerras, no basta con atacar: hay que poder sostener los frentes abiertos. Y Trump, que hoy se presenta como el comandante supremo de una nación polarizada, bien podría descubrir que, cuando todos son enemigos, nadie está ahí para sostenerte cuando caes.
Maribel Santana | Miércoles, 11 de Junio de 2025 a las 12:48:36 horas
El problema es que los inmigrantes, se la pela a demócratas y republicanos. Se parece a los PPSOE tirándose sobre las corrupciones, cuando son todos iguales y lo que quieren es empujar a unos para ponerse el otro.
En los Ángeles gobierna los demócratas, por tanto está potenciando apoyando y canalizando el politiquero sobre los inmigrantes, formando guerrillas en la calles a ver como decae el Tumpismo y les cae a los demócratas otra vez el mandato en las garras.
Alguien en su sano juicio cree que los emigrantes, vulnerables, sin papeles y con una mano delante y otra atrás( lo que se está expulsando son a los no documentado), digo alguien cree que estos emigrantes tinen recursos por la puta cara para hacer lo que han hecho?. A ningún sistema político le hace gracia que vengan de fuera y le quemen la bandera de su pais, los coches y casas que supuestamente tal vez sean de los trabajadores de allí o los inmigrantes con sus papeles y sus trabajos.
Por tanto no son pobres son lumpen, las revoluciones se hacen con una supuesta racionalización, organizadamente, con ideología, derechos etc y no por una ira de espontáneos, que se le han dicho que salga del pais, sea esto una gran putada, o una falta de consideración, o los derechos que puedan tenar los que entren, sea ilegales o no.
Asi es que menos rabia contra Trump y mas análisis, que se suelen quedar en la superficialidad. Además Trump tienen que cumplir con sus votantes: Les votaron a Trump los demás emigrantes menos vulnerables y con mas años en EEUU, porque no quieren que entren mas personas porque se pisan unos a otros en el terreno laboral por contratos y condiciones mas baratas. EL PROBLEMA ES EL PLEITO DE PERROS ENTRE DEMOCRATAS Y TRUMPISTAS. Ambos apoyan a Netanyahu en el exterminio del pueblo palestino. O ya nos hemos olvidado??? Así es que emigrantes 1, Rayo Vallecano 2.
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