
ELLIOT ABRAMS, ¿UN "ASESINO DE ESTADO" PARA ACONSEJAR AL PRESIDENTE BIDEN?
La sorpresiva nominación de Elliott Abrams por Joe Biden: ¿un giro inesperado?
Según nuestra colaboradora Victoria Martínez, el historial de Elliot Abrams, el nuevo consejero del presidente Biden no tiene desperdicio. Fue el encargado de poner en "funcionamiento" los escuadrones de la muerte en El Salvador en los años 80. Fue , asimismo, el arquitecto de la invasión de Irak durante su etapa como asesor de seguridad nacional de George W. Bush. Tuvo un destacado papel en la guerra de Irak. En 1991, fue condenado por retener información del Congreso sobre la trama Irán-Contra y fue hallado culpable de otros delitos menores. Sin embargo, fue indultado por Bush.
VICTORIA MARTÍNEZ, DESDE MÉXICO, PARA CANARIAS SEMANAL
La reciente decisión del presidente Joe Biden de nombrar a Elliott Abrams, un conocido conservador, para formar parte de
la Comisión Asesora bipartidista sobre Diplomacia Pública ha causado asombro y descontento en las filas de ambos partidos. El nombramiento ha dejado a muchos perplejos, pues los puestos en esta comisión suelen ser reservados para allegados de la Casa Blanca o para personas que han destacado durante la campaña electoral.
Abrams, un diplomático de carrera de 75 años, no cumple ninguno de esos criterios. Sin embargo, ha logrado beneficiarse de la decisión de Biden. Este veterano de la política, asociado a los gobiernos de Ronald Reagan, George W. Bush y Donald Trump, llevaba tiempo buscando volver a ocupar un puesto relevante en la esfera política.
Sus intenciones, según ha podido saber LPO, incluían abandonar su enorme fama de halcón injerencista, adquirida durante sus intervenciones en conflictos desde Latinoamérica hasta el Medio Oriente. Con este nombramiento, Biden le facilita como una especie de 'blanqueo' de su imagen, al proporcionarle una de las siete bancas de la comisión asesora, repartidas entre demócratas y republicanos.
A pesar de sus supuestas diferencias políticas, Biden y Abrams comparten un pasado en los pasillos del Congreso. Abrams incluso tiene un lejano pasado militante en el Partido Demócrata, habiendo sido asistente de los senadores demócratas Henry Jackson y Daniel P. Monihan entre 1976 y 1979.
"Abrams siempre fue un oportunista. Era demócrata, pero se volvió republicano de la mano de Ronald Reagan en los ochenta. En los últimos 30 años construyó amistades para limpiarse la cara", señala un exfuncionario republicano que trabajó con Abrams durante la Administración Trump.
En su anterior papel como enviado especial de Trump a Irán y Venezuela, Abrams dirigió una campaña para desestabilizar al presidente Nicolás Maduro, una misión que finalmente quedó truncada.
Las reacciones iniciales al nombramiento de Abrams han sido en su mayoría favorables por parte del 'establishment' republicano. El historial de Abrams incluye su apoyo a los escuadrones de la muerte en El Salvador en los años 80 y su papel como arquitecto de la invasión de Irak durante su etapa como asesor de seguridad nacional de George W. Bush. En 1991, fue condenado por retener información del Congreso sobre la trama Irán-Contra y fue hallado culpable de otros delitos menores. Sin embargo, fue indultado por Bush.
El reciente gesto de Biden de nombrar a Abrams es interpretado por los comentaristas políticos más benévolos como un intento de superar la polarización política. Sin embargo, a juzgar por las primeras reacciones, especialmente de aquellos que aconsejan usar guante de seda en la política exterior hacia Latinoamérica, parece que Biden no ha logrado su objetivo. Incluso el precandidato presidencial demócrata Robert F. Kennedy Jr. expresó su descontento con el nombramiento de Abrams, a quien definió como "un neoconservador caído en desgracia, enemigo de los derechos humanos y apologista de los asesinatos en masa".
Este nombramiento se produce en medio de una serie de noticias preocupantes en Estados Unidos. El reciente 4 de julio, Día de la Independencia, se vio ensombrecido por una ola de violencia, lo que obligó a Biden a emitir un mensaje al respecto. Además, el país se enfrenta a una creciente crisis climática y a una tensa situación en el ámbito de los derechos humanos. En este contexto, el nombramiento de Abrams, con historial tan manchado de sangre, resulta aún más desconcertante.
VICTORIA MARTÍNEZ, DESDE MÉXICO, PARA CANARIAS SEMANAL
La reciente decisión del presidente Joe Biden de nombrar a Elliott Abrams, un conocido conservador, para formar parte de la Comisión Asesora bipartidista sobre Diplomacia Pública ha causado asombro y descontento en las filas de ambos partidos. El nombramiento ha dejado a muchos perplejos, pues los puestos en esta comisión suelen ser reservados para allegados de la Casa Blanca o para personas que han destacado durante la campaña electoral.
Abrams, un diplomático de carrera de 75 años, no cumple ninguno de esos criterios. Sin embargo, ha logrado beneficiarse de la decisión de Biden. Este veterano de la política, asociado a los gobiernos de Ronald Reagan, George W. Bush y Donald Trump, llevaba tiempo buscando volver a ocupar un puesto relevante en la esfera política.
Sus intenciones, según ha podido saber LPO, incluían abandonar su enorme fama de halcón injerencista, adquirida durante sus intervenciones en conflictos desde Latinoamérica hasta el Medio Oriente. Con este nombramiento, Biden le facilita como una especie de 'blanqueo' de su imagen, al proporcionarle una de las siete bancas de la comisión asesora, repartidas entre demócratas y republicanos.
A pesar de sus supuestas diferencias políticas, Biden y Abrams comparten un pasado en los pasillos del Congreso. Abrams incluso tiene un lejano pasado militante en el Partido Demócrata, habiendo sido asistente de los senadores demócratas Henry Jackson y Daniel P. Monihan entre 1976 y 1979.
"Abrams siempre fue un oportunista. Era demócrata, pero se volvió republicano de la mano de Ronald Reagan en los ochenta. En los últimos 30 años construyó amistades para limpiarse la cara", señala un exfuncionario republicano que trabajó con Abrams durante la Administración Trump.
En su anterior papel como enviado especial de Trump a Irán y Venezuela, Abrams dirigió una campaña para desestabilizar al presidente Nicolás Maduro, una misión que finalmente quedó truncada.
Las reacciones iniciales al nombramiento de Abrams han sido en su mayoría favorables por parte del 'establishment' republicano. El historial de Abrams incluye su apoyo a los escuadrones de la muerte en El Salvador en los años 80 y su papel como arquitecto de la invasión de Irak durante su etapa como asesor de seguridad nacional de George W. Bush. En 1991, fue condenado por retener información del Congreso sobre la trama Irán-Contra y fue hallado culpable de otros delitos menores. Sin embargo, fue indultado por Bush.
El reciente gesto de Biden de nombrar a Abrams es interpretado por los comentaristas políticos más benévolos como un intento de superar la polarización política. Sin embargo, a juzgar por las primeras reacciones, especialmente de aquellos que aconsejan usar guante de seda en la política exterior hacia Latinoamérica, parece que Biden no ha logrado su objetivo. Incluso el precandidato presidencial demócrata Robert F. Kennedy Jr. expresó su descontento con el nombramiento de Abrams, a quien definió como "un neoconservador caído en desgracia, enemigo de los derechos humanos y apologista de los asesinatos en masa".
Este nombramiento se produce en medio de una serie de noticias preocupantes en Estados Unidos. El reciente 4 de julio, Día de la Independencia, se vio ensombrecido por una ola de violencia, lo que obligó a Biden a emitir un mensaje al respecto. Además, el país se enfrenta a una creciente crisis climática y a una tensa situación en el ámbito de los derechos humanos. En este contexto, el nombramiento de Abrams, con historial tan manchado de sangre, resulta aún más desconcertante.
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