
¿CÓMO RESPONDERÁ EE.UU. A LA CATÁSTROFE UCRANIANA DE SUS "EJÉRCITOS INTERPUESTOS"?
De la contraofensiva a cataclismo: El reto de Washington tras el fracaso ucraniano"
Sumidos en el lodo del conflicto en Ucrania, y tras una contraofensiva que ha resultado un fiasco, la comunidad internacional mira con preocupación a Washington. Su reacción, tras constatar la realidad del fracaso militar, puede oscilar entre la escalada bélica o la búsqueda de una tensa paz. Entre tanto, el latente peligro nuclear es una espada de Damocles que pende sobre la humanidad, y la respuesta de Rusia será clave para decidir el desenlace de esta partida de ajedrez global.
POR HANSI QUEDNAU, DESDE ALEMANIA PARA CANARIAS SEMANAL
Detengámonos un instante a considerar la actual situación que está teniendo lugar en Ucrania. Analicémosla con frialdad. La respuesta de Washington al fracaso de la contraofensiva ucraniana debería estar basada en la constatación de la realidad
de los hechos, y tratando de apuntar hacia una disminución de las tensiones.
A estas alturas, después de transcurrido un año de la intervención rusa en Ucrania, podemos tener la seguridad de que no se podrá lograr nada más en este conflicto incrementando la escalada ofensiva.
UNA "CONTRAOFENSIVA" DESASTROSA
La contraofensiva de Kiev, con el respaldo de la OTAN, comenzó de manera desastrosa. Este es un hecho que incluso los medios de comunicación más influyentes de Occidente se vieron obligados a reconocer cuando los acontecimientos sobre el terreno resultaron imposibles de ocultar.
La CNN, por ejemplo, llegó a informar que las fuerzas ucranianas habían perdido aproximadamente el 15% de sus vehículos de combate de infantería Bradley en la primera semana de sus operaciones militares.
Forbes, por su parte, reportó que había sido destruido un porcentaje similar de tanques Leopard alemanes, así como la mitad de los "vehículos de avance", usados como vanguardia del despliegue de los tanques. Desde el Kremlin, Putin afirmó que entre el 25 y el 30% de todo el equipo extranjero fue liquidado.
LA "REACCIÓN" ANTE EL FRACASO
Dada la magnitud de este fracaso, la reelección de Biden está en juego, ya que depende del éxito de la mayor campaña militar occidental desde la Segunda Guerra Mundial. Por ello, surge la inevitable pregunta de cuál será la reacción de Estados Unidos ante este caótico desastre.
Lo más recomendable, según no pocos comentaristas, sería obligar a Kiev a la apertura de conversaciones para tratar del alto el fuego con Rusia. El objetivo de las mismas debería consistir en alcanzar una tregua al estilo de la "Guerra de Corea". Claro, esto es lo que algunos nosotros pensamos. No obstante, resulta muy improbable que ello suceda hasta que todas las demás opciones terminen agotándose. Estas opciones incluyen la expansión del conflicto para involucrar a Bielorrusia, Moldavia y/o las fronteras rusas anteriores a 2014 e, incluso, una intervención militar encabezada por Polonia.
EL PELIGRO NUCLEAR LATENTE
Cualquiera de estas opciones podría llevar a un peligroso juego nuclear impulsado por Estados Unidos contra Rusia. Dramáticamente, empiezan a observarse indicios de preparación en este sentido, como el actual mayor ejercicio aéreo de la OTAN en Alemania y el informe sobre el aumento de las capacidades nucleares de Estados Unidos en Europa. Sin embargo, parece claro también que cualquier intento de chantajear a Rusia para que se rinda ante este tipo de tácticas esta irremisiblemente condenado al fracaso. En la actualidad, Rusia tiene plena capacidad para garantizar que Occidente sufra una destrucción total si se atreviera a hacer el primero en utilizar armas nucleares.
Los submarinos rusos, equipados con armas nucleares, están deambulando por los océanos, listos para desatar un ataque de represalia en cuanto reciban esa orden.
En Europa, la región de Kaliningrado se ha convertido en una fortaleza armada con armas nucleares y en Bielorrusia se están instalando armas nucleares tácticas.
Los misiles hipersónicos Kinzhal rusos tienen la capacidad de penetrar el supuesto escudo de defensa antimisiles de Estados Unidos, dejando la "destrucción mutua garantizada" como única salida en caso de que los sectores más belicistas estadounidenses decidan atacar primero.
Desde el sentido común parecería que estas capacidades defensivas y ofensivas de Rusia deberían ser más que suficientes para evitar un apocalipsis. Sin embargo, no se puede garantizar que Estados Unidos reaccione con esta racionalidad, después del fracaso de la contraofensiva ucraniana. El hecho mismo que su hegemonía económica, política y militar haya entrado en una fase que la ha dejado en entredicho, podría desencadenar pulsiones suicidas. No es la primera vez que la historia de los últimos siglos nos deja testimonio de ese tipo de reacciones.
LOS EFECTOS DE LA "ACEPTACIÓN DE LA DERROTA"
En determinados círculos estadounidenses continúa habiendo demasiada confianza en la existencia de un hipotético escenario en el que una Ucrania descompuesta vaya a ser capaz de expulsar completamente a Rusia de los territorios en disputa. Por ello mismo, resulta difícil imaginar que Washington puede admitir la derrota de sus "Ejércitos interpuestos" en Ucrania. Por lo tanto, impulsados por esa misma psicosis de desesperación, quienes hoy toman las decisiones en Washington podrían tener la pulsión de que primero hay que aumentar la presión, reduciéndola luego para, finalmente, lograr algo que ante la opinión pública puede ser presentado como una suerte de extraña "victoria".
Pero frente a esta hipótesis, hay que empezar a ser claros: no existe la más mínima posibilidad de que Rusia haga concesiones unilaterales que afecten a sus intereses de seguridad nacional, y mucho menos cuando se enfrenta a amenazas nucleares. Por esta razón, los sectores militaristas estadounidenses deberían abandonar esta idea antes de llegar a poner en riesgo la existencia misma de la humanidad.
La respuesta de Washington al fracaso de la contraofensiva ucraniana debería basarse en el reconocimiento de la realidad de la situación militar, tratando de disminuir la escalada. Cualquier intento de intensificar aún más este conflicto no traerá nada beneficioso.
Las opciones de respuesta ante el fracaso de la contraofensiva ucraniana respaldada por la OTAN, son complejas y desafiantes. Los intentos de escalar aún más el conflicto son peligrosos y contraproducentes. Rusia, por múltiples razones que sería extenso ahora considerar, no retrocederá ante las amenazas, y cualquier intento de Estados Unidos de forzar la situación podría poner en peligro la seguridad mundial.
En circunstancias como las actuales, el elemento clave que ha estado letalmente ausente es la movilización de los pueblos en contra del enfrentamiento militar entre los bloques, que independientemente de cuáles sean los elementos que puedan hacerlo peculiar, conserva los rasgos genuinos que se produjeron en el estallido de la Primera Guerra Mundial:
Una disputa frontal entre dos bloques, ambos con rasgos imperialistas, que no solo se están disputando la posesión de territorios y, última ratio, también están en litigio la distribucion mercados y la expansión geográfica. Una parte de los contendientes está en rápido, pero no fulminante, declive. El segundo bloque está constituido por potencias emergentes, que tardíamente acceden al gran mercado de un sistema capitalista, ya cuarteado por sus propias y profundas contradicciones.
POR HANSI QUEDNAU, DESDE ALEMANIA PARA CANARIAS SEMANAL
Detengámonos un instante a considerar la actual situación que está teniendo lugar en Ucrania. Analicémosla con frialdad. La respuesta de Washington al fracaso de la contraofensiva ucraniana debería estar basada en la constatación de la realidad de los hechos, y tratando de apuntar hacia una disminución de las tensiones.
A estas alturas, después de transcurrido un año de la intervención rusa en Ucrania, podemos tener la seguridad de que no se podrá lograr nada más en este conflicto incrementando la escalada ofensiva.
UNA "CONTRAOFENSIVA" DESASTROSA
La contraofensiva de Kiev, con el respaldo de la OTAN, comenzó de manera desastrosa. Este es un hecho que incluso los medios de comunicación más influyentes de Occidente se vieron obligados a reconocer cuando los acontecimientos sobre el terreno resultaron imposibles de ocultar.
La CNN, por ejemplo, llegó a informar que las fuerzas ucranianas habían perdido aproximadamente el 15% de sus vehículos de combate de infantería Bradley en la primera semana de sus operaciones militares.
Forbes, por su parte, reportó que había sido destruido un porcentaje similar de tanques Leopard alemanes, así como la mitad de los "vehículos de avance", usados como vanguardia del despliegue de los tanques. Desde el Kremlin, Putin afirmó que entre el 25 y el 30% de todo el equipo extranjero fue liquidado.
LA "REACCIÓN" ANTE EL FRACASO
Dada la magnitud de este fracaso, la reelección de Biden está en juego, ya que depende del éxito de la mayor campaña militar occidental desde la Segunda Guerra Mundial. Por ello, surge la inevitable pregunta de cuál será la reacción de Estados Unidos ante este caótico desastre.
Lo más recomendable, según no pocos comentaristas, sería obligar a Kiev a la apertura de conversaciones para tratar del alto el fuego con Rusia. El objetivo de las mismas debería consistir en alcanzar una tregua al estilo de la "Guerra de Corea". Claro, esto es lo que algunos nosotros pensamos. No obstante, resulta muy improbable que ello suceda hasta que todas las demás opciones terminen agotándose. Estas opciones incluyen la expansión del conflicto para involucrar a Bielorrusia, Moldavia y/o las fronteras rusas anteriores a 2014 e, incluso, una intervención militar encabezada por Polonia.
EL PELIGRO NUCLEAR LATENTE
Cualquiera de estas opciones podría llevar a un peligroso juego nuclear impulsado por Estados Unidos contra Rusia. Dramáticamente, empiezan a observarse indicios de preparación en este sentido, como el actual mayor ejercicio aéreo de la OTAN en Alemania y el informe sobre el aumento de las capacidades nucleares de Estados Unidos en Europa. Sin embargo, parece claro también que cualquier intento de chantajear a Rusia para que se rinda ante este tipo de tácticas esta irremisiblemente condenado al fracaso. En la actualidad, Rusia tiene plena capacidad para garantizar que Occidente sufra una destrucción total si se atreviera a hacer el primero en utilizar armas nucleares.
Los submarinos rusos, equipados con armas nucleares, están deambulando por los océanos, listos para desatar un ataque de represalia en cuanto reciban esa orden.
En Europa, la región de Kaliningrado se ha convertido en una fortaleza armada con armas nucleares y en Bielorrusia se están instalando armas nucleares tácticas.
Los misiles hipersónicos Kinzhal rusos tienen la capacidad de penetrar el supuesto escudo de defensa antimisiles de Estados Unidos, dejando la "destrucción mutua garantizada" como única salida en caso de que los sectores más belicistas estadounidenses decidan atacar primero.
Desde el sentido común parecería que estas capacidades defensivas y ofensivas de Rusia deberían ser más que suficientes para evitar un apocalipsis. Sin embargo, no se puede garantizar que Estados Unidos reaccione con esta racionalidad, después del fracaso de la contraofensiva ucraniana. El hecho mismo que su hegemonía económica, política y militar haya entrado en una fase que la ha dejado en entredicho, podría desencadenar pulsiones suicidas. No es la primera vez que la historia de los últimos siglos nos deja testimonio de ese tipo de reacciones.
LOS EFECTOS DE LA "ACEPTACIÓN DE LA DERROTA"
En determinados círculos estadounidenses continúa habiendo demasiada confianza en la existencia de un hipotético escenario en el que una Ucrania descompuesta vaya a ser capaz de expulsar completamente a Rusia de los territorios en disputa. Por ello mismo, resulta difícil imaginar que Washington puede admitir la derrota de sus "Ejércitos interpuestos" en Ucrania. Por lo tanto, impulsados por esa misma psicosis de desesperación, quienes hoy toman las decisiones en Washington podrían tener la pulsión de que primero hay que aumentar la presión, reduciéndola luego para, finalmente, lograr algo que ante la opinión pública puede ser presentado como una suerte de extraña "victoria".
Pero frente a esta hipótesis, hay que empezar a ser claros: no existe la más mínima posibilidad de que Rusia haga concesiones unilaterales que afecten a sus intereses de seguridad nacional, y mucho menos cuando se enfrenta a amenazas nucleares. Por esta razón, los sectores militaristas estadounidenses deberían abandonar esta idea antes de llegar a poner en riesgo la existencia misma de la humanidad.
La respuesta de Washington al fracaso de la contraofensiva ucraniana debería basarse en el reconocimiento de la realidad de la situación militar, tratando de disminuir la escalada. Cualquier intento de intensificar aún más este conflicto no traerá nada beneficioso.
Las opciones de respuesta ante el fracaso de la contraofensiva ucraniana respaldada por la OTAN, son complejas y desafiantes. Los intentos de escalar aún más el conflicto son peligrosos y contraproducentes. Rusia, por múltiples razones que sería extenso ahora considerar, no retrocederá ante las amenazas, y cualquier intento de Estados Unidos de forzar la situación podría poner en peligro la seguridad mundial.
En circunstancias como las actuales, el elemento clave que ha estado letalmente ausente es la movilización de los pueblos en contra del enfrentamiento militar entre los bloques, que independientemente de cuáles sean los elementos que puedan hacerlo peculiar, conserva los rasgos genuinos que se produjeron en el estallido de la Primera Guerra Mundial:
Una disputa frontal entre dos bloques, ambos con rasgos imperialistas, que no solo se están disputando la posesión de territorios y, última ratio, también están en litigio la distribucion mercados y la expansión geográfica. Una parte de los contendientes está en rápido, pero no fulminante, declive. El segundo bloque está constituido por potencias emergentes, que tardíamente acceden al gran mercado de un sistema capitalista, ya cuarteado por sus propias y profundas contradicciones.
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