
EL "GENERAL INVIERNO" Y LA HISTORIOGRAFÍA FRAUDULENTA OCCIDENTAL SOBRE LA II GUERRA EN LA URSS
El historiador canadiense Jacques R. Pauwels reconstruye los avatares reales de la "Operacion Barbarroja"
En el curso de la pasada "Guerra Fría" se fue imponiendo gradualmente en el mundo occidental, tanto a través de la literatura como del cine, una suerte de historiografía fraudulenta que de manera descarada intentaba -e intenta- imponer una "historia revisada" de los acontecimientos que rodearon a la Segunda Guerra Mundial. Curiosamente, los argumentos utilizados por la Alemania de Hitler a través de su ministro de propaganda Joseph Goebbels fueron adquiriendo "carta de naturaleza" hasta llegar al punto de ser aceptados como una verdad histórica incontrovertible por no pocos medios e historiadores. Tal fue el caso del famoso "General invierno", con el que el propio Goebbels pretendió justificar las derrotas que el Ejército Rojo infligió a la Wehrmacht. En España, durante décadas, a los jovenes bachilleres y universitarios se les enseñó también que un mítico "general de hielo" fue el que realmente había derrotado a los invasores nazis alemanes de la URSS.
POR JACQUES R PAUWELS (*)
La guerra contra la Unión Soviética era lo que Hitler habría deseado desde el principio mismo del conflicto. Él lo había expresado muy claramente en las páginas de su libro "Mein Kampf", dictado a su lugarteniente Rudolf Hess a mediados de la década de 1920.
Como un historiador alemán ha demostrado recientemente, lo que Hitler había planeado desencadenar en 1939 era una guerra total contra la Unión Soviética, y no contra Polonia, Francia o Gran Bretaña. El 11 de agosto de ese mismo año, Hitler confesó a Carl J. Burckhardt, un funcionario de la Liga de Naciones, que "todo lo que emprendió fue dirigido contra Rusia", y que "si los occidentales -o sea, los franceses y los británicos- habían sido tan estúpidos y ciegos para no comprender esto, el se vería obligado a lograr un entendimiento con los rusos, dar media vuelta y derrotar a Occidente, y luego volver con todas sus fuerzas para asestar un golpe definitivo contra la Unión Soviética ”.
De hecho, eso fue lo que terminaría sucediendo. Occidente resultó ser "tan estúpido y ciego" como Hitler había observado, para darle "mano libre" en el Este, por lo que hizo un trato con Moscú -"Pacto Hitler-Stalin"- y luego desató la guerra contra Polonia, Francia y Gran Bretaña. Pero su objetivo final continuó siendo el mismo: atacar y destruir la Unión Soviética lo antes posible.
Hitler y los generales alemanes estaban convencidos de que habían aprendido una lección importante en el curso de la I Guerra Mundial. Alemania, desprovista de materias primas, tales como el petróleo y el caucho necesario para ganar una guerra moderna, no podría salir airosa en una nueva edición de la "Gran Guerra". "Para triunfar en una guerra de estas características, Alemania debería ganarla rápidamente, muy rápidamente". Así nació el famoso concepto del "blitzkrieg", o sea, la idea de una guerra veloz (Krieg) como un rayo (Blitz).
Las victorias del Ejército alemán en contra de Polonia, Francia, etcétera, fueron, en efecto, muy espectaculares, pero no proporcionaron a Alemania las materias primas imprescindibles que necesitaba en forma de petróleo y caucho. En cambio, lo que sí provocó la "guerra relámpago" fue el agotamiento de las reservas que Alemania había acumulado antes de la guerra.
Afortunadamente para Hitler, entre 1940 y 1941 Alemania pudo continuar importando petróleo de los todavía neutrales EE.UU., a través de otros países neutrales - y amigos- como la España de Franco.
Además, según los términos del Pacto germano-soviético, la propia Unión Soviética continuó suministrando petróleo a Alemania. Sin embargo, para Hitler resultada muy preocupante que a cambio de esos suministros Alemania tuviera que abastecer a la Unión Soviética de productos industriales de alta calidad y tecnología militar de última generación, que sería utilizada por los soviéticos para modernizar su Ejército y mejorar el estado de su arsenal militar.
En 1939, Hitler había terminado archivando muy a regañadientes su plan de guerra contra de la Unión Soviética. Pero esos sueños, sin embargo, volvió a resucitarlos muy poco después de la derrota de Francia, en el verano de 1940. Unos meses más tarde, el 18 de diciembre, ya emitió una orden formal para que nuevamente se pusieran en marcha los planes para la realización de tal ataque, que fue denominado con el código de "Operación Barbarroja".
Hitler esperaba que se cumpliera pronto lo que había sido la gran ambición de su vida. Es decir, la destrucción total y la ocupación del país al que definió como su archienemigo en su libro "Mein Kampf". Era conocedor, además, de que los soviéticos estaban preparando intensamente sus defensas frente un ataque alemán, que siempre fueron conscientes que se produciría, más tarde o más temprano.
Pero Hitler y sus generales confiaban en que la "guerra relámpago" que preparaban en contra de la URSS sería tan exitosa como habían sido las versiones anteriores de sus pasadas "guerras relámpago" en contra de Polonia y Francia.
Tanto Hitler como su Estado Mayor consideraban a la Unión Soviética como un "gigante con pies de barro", cuyo Ejército, presumiblemente decapitado por las purgas de Stalin a fines de la década de 1930, no era "más que una broma", según había expresado textualmente el propio Hitler en una ocasión. Para luchar y, por supuesto, ganar las batallas decisivas en ese territorio, se proyectó una campaña de cuatro a seis semanas, que posiblemente sería continuada por unas cuantas "operaciones de limpieza", durante las cuales los restos del Ejército Rojo iban a ser perseguidos a través de todo el país, como "si se tratara de montón de cosacos apaleados". En cualquier caso, Hitler se sentía sumamente confiado en la victoria y en vísperas del ataque se había imaginado a sí mismo "al borde de lo que iba a ser el mayor triunfo de su vida".
En Washington y Londres, los expertos militares también estaban convencidos de que la Unión Soviética no sería capaz de oponer una resistencia significativa al monstruo invasor nazi, que durante sus campañas en Europa occidental, entre 1939-1940, había ganado entre ellos una reputación de invencibilidad. Los servicios secretos británicos, por ejemplo, estaban convencidos de que la Unión Soviética sería "liquidada en entre ocho a diez semanas". El jefe del Estado Mayor británico llegó a afirmar que la Wehrmacht cortaría al Ejército Rojo "como un cuchillo caliente a la mantequilla". Según la opinión de expertos y estrategas militares estadounidenses, Hitler "aplastaría a Rusia [sic] como un huevo".
El ataque alemán se inició el 22 de junio de 1941, en las primeras horas de la mañana. Tres millones de soldados alemanes y casi 700.000 aliados de la Alemania nazi cruzaron la frontera. Su equipo militar consistía en 600.000 vehículos de motor, 3.648 tanques, más de 2.700 aviones y poco más de 7.000 piezas de artillería.
Al principio de la invasión todo salió según estaba planeado. Se abrieron enormes agujeros en las defensas soviéticas, se lograron rápidamente conquistas territoriales impresionantes y cientos de miles de soldados del Ejército Rojo murieron, resultaron heridos o fueron hechos prisioneros en una serie de espectaculares "batallas de cerco".
Logrados estos primeros objetivos, el camino a Moscú parecía estar expedito. Sin embargo, pronto se hizo evidente que la guerra relámpago en el Este no iba a ser "el juego de niños" que los militares alemanes esperaban. Frente a la máquina militar más poderosa de la tierra, el Ejército Rojo, como era de esperar, recibió una "enorme paliza" en el curso de la primera fase de la guerra. Pero como había observado el propio ministro de propaganda, Joseph Goebbels en su diario, el 2 de julio, también había opuesto una enorme resistencia, llegando incluso a devolver duramente los golpes al Ejército alemán en numerosas ocasiones.
El general Franz Halder, "padrino" del plan de ataque de la "Operación Barbarroja", reconoció que la resistencia soviética había sido mucho más fuerte que la que los alemanes habían enfrentado en la Europa Occidental. Los informes de la Wehrmacht hacían referencia una resistencia "dura", e incluso "salvaje". Hecho que provocó grandes pérdidas de hombres y equipos al Ejército alemán.
Con más frecuencia de lo esperado, el Ejército Rojo logró lanzar virulentos contraataques que lograron frenar el avance alemán. Algunas unidades soviéticas se escondieron en las vastas marismas de Pripet y en otros lugares, organizando una red de guerrillas que resultó mortal para los alemanes, amenazando sus líneas de comunicación. Resultó que el Ejército Rojo estaba mucho mejor pertrechado que lo que habían esperado los invasores. Los generales hitlerianos confesaron estar "asombrados", según un historiador alemán, por la calidad de las armas soviéticas como el lanzacohetes Katyusha -también conocido como "Órgano de Stalin"- y el tanque T-34. Hitler estaba furibundo porque sus servicios secretos no se habían enterado de la existencia de algunas de estas poderosas armas.
El grueso del Ejército Rojo consiguió eludir su destrucción en las grandes batallas de cerco, tal y como el alto mando alemán no sólo habría deseado, sino también previsto. Los militares soviéticos habían sometido a serias observaciónes y análisis los éxitos de la "guerra relámpago" obtenidos por los alemanes entre 1939 y 1940 en su ataque a la Europa occidental. Y de esos análisis extrajeron útiles lecciones.
En lugar de una guerra inicial de "grandes batallas", el Estado soviético optó por una "defensa en profundidad", lo que frustró las pretensiones alemanas de destruir al Ejército Rojo en su totalidad. Como escribiría el mariscal Zhukov en sus memorias:
"la Unión Soviética habría sido aplastada si hubiéramos organizado todas nuestras fuerzas en la frontera" en Polonia en 1939, y la decisión de no hacerlo frustró la ambición alemana de destruir al Ejército Rojo en su totalidad".
Ya a mediados de julio, apenas un mes después de iniciada la invasión, la guerra de Hitler en el Este comenzó a perder sus cualidades "Blitz". Tanto los militares como los civiles alemanes, incluido el propio Hitler, perdieron la esperanza de una victoria rápida. Y a finales de agosto, -dos meses después de la invasión- en un momento en que la "operación Barbarroja" preveía haber cumplido ya una serie de objetivos, el alto mando de la Wehrmacht se vio obligado a reconocer que tal vez ya no sería posible ganar la guerra en el año 1941.
Y es que cuando el 22 de junio comenzó la invasión alemana de la Unión Soviética, los estrategas alemanes calculaban que los suministros disponibles de combustible, llantas, repuestos, etc., iban a cubrir las necesidades de los dos meses siguientes, pues la Unión Soviética si no estaba ya derrotada, pronto lo estaría.
Si aun entonces los tanques alemanes lograron seguir avanzando, aunque cada vez con mayor lentitud, en las aparentemente interminables extensiones rusas y ucranianas, fue debido en gran medida al combustible y el caucho importados, a través de la España de Franco y la Francia ocupada, procedente de los EE. UU.
Sin embargo, el optimismo germano volvió a avivarse nuevamente en el mes de septiembre, cuando las tropas alemanas ocuparon la ciudad de Kiev y, más al Norte, avanzaron en dirección a Moscú. Hitler estaba convencido, o al menos pretendía aparentarlo, de que el fin de los soviéticos se encontraba ahora al alcance de su mano.
En un discurso público en el Sportpalast de Berlín el 3 de octubre, manifestó que la guerra del Este estaba prácticamente terminada. Y la Wehrmacht recibió la orden de dar el golpe de gracia emprendiendo la "Operación Typhoon", una ofensiva destinada a tomar Moscú. Sin embargo, las probabilidades de éxito parecían cada vez más escasas, ya que los soviéticos estaban importando intensivamente unidades de reserva del Lejano Oriente.
Para empeorar las cosas, los alemanes ya no gozaban de la pasada superioridad en el aire, particularmente sobre Moscú. Además, se encontraban imposibilitados de avituallar al frente moscovita de municiones y alimentos desde la retaguardia .
Finalmente, el frío había comenzado de forma inhabitual en esa época del año. Confiados en que la guerra relámpago habría concluido antes de terminar el verano, las tropas alemanas no habían sido suficientemente pertrechadas con los equipos necesarios para defenderse de la lluvia, el barro, la nieve.
En la mente de Hitler, la toma de Moscú se dibujaba como un objetivo extremadamente importante. Se creía, aunque probablemente de forma errónea, que la caída de su capital “decapitaría” a la Unión Soviética y provocaría su colapso.
A mediados de noviembre, las unidades alemanas se encontraban a tan sólo a 30 km de Moscú . Pero sus tropas estaban totalmente exhaustas y se estaban quedando sin suministros. Sus comandantes eran conscientes de que iba a resultar imposible tomar la capital soviética.
El 3 de diciembre, varias unidades llegaron a abandonar esa ofensiva por iniciativa propia. En cuestión de días, todo el Ejército alemán que se encontraba frente a Moscú se vio obligado a ponerse a la defensiva. De hecho, el 5 de diciembre, a las tres de la madrugada, en condiciones de frío y nieve, el Ejército Rojo lanzó repentinamente un devastador contraataque muy bien preparado. Las líneas de la Wehrmacht fueron penetradas en numerosos puntos. Los alemanes se vieron obligados a retroceder entre los 100 y 280 kilómetros, con grandes pérdidas de hombres y equipos. Sólo con gran dificultad pudieron evitar un cerco catastrófico.
El 8 de diciembre, Hitler ordenó a su Ejército que abandonara la ofensiva y pasara a posiciones defensivas. Culpó de este revés a la supuestamente inesperada llegada temprana del invierno, negándose a retroceder más hacia la retaguardia, como le habían sugerido algunos de sus generales, y propuso atacar nuevamente en la primavera.
Así fue como concluyó la "guerra relámpago" de Hitler en contra de la Unión Soviética. Una guerra que de haberle resultado victoriosa, habría permitido a Hitler realizar la ambición de su vida: destruir a la Unión Soviética. Pero lo que lo que fue más importante todavía: si tal victoria se hubiera producido, la Alemania nazi hubiera contado con suficiente petróleo y otros recursos para convertirse en una potencia mundial, virtualmente invulnerable. A partir de ese momento, la conquista de Gran Bretaña hubiera quedado también expedita.
Resumiendo. Se puede decir que el sentido de la marea de la Segunda Guerra Mundial cambió el 5 de diciembre de 1941. Sin embargo, como sucede con las mareas reales, las guerras no cambian repentinamente, sino de forma gradual e imperceptible.
El Vaticano, generalmente muy bien informado, se encontraba santificadamente entusiasmado con el sesgo que había tomado la- "cruzada" de Hitler en contra de la patria soviética y del bolchevismo "impío". A partir de ese momento , comenzó a expresar su "gran preocupación" por la situación que se estaba produciendo en el Este, en el verano de 1941. A mediados de octubre, cinco meses después de que se produjera la invasión, llegó a la conclusión de que Alemania iba a perder la guerra. Asimismo, a mediados de octubre, los servicios secretos suizos informaron que "los alemanes ya no pueden ganar la guerra". De forma simultánea, en noviembre, una suerte de "derrotismo" se había empezado a apoderar del estado de ánimo de los rangos más altos de la Wehrmacht y del propio Partido Nacional socialista. Incluso cuando instaban a sus tropas a avanzar hacia Moscú, algunos generales opinaron que sería preferible hacer propuestas de paz y concluir aquella guerra sin lograr la gran victoria que parecía estar tan segura al comienzo de la "Operación Barbarroja".
Cuando el Ejército Rojo lanzó su devastadora contraofensiva el 5 de diciembre, el propio Hitler se dio cuenta de que iba a perder la guerra. Pero no estaba dispuesto a permitir que el pueblo alemán llegara a saberlo. Las malas noticias del frente cerca de Moscú fueron presentadas al pueblo alemán como un "revés temporal", atribuible a "la llegada anticipada del invierno", y también a la incompetencia o cobardía de ciertos comandantes alemanes. Cuando un año después se produjo la catastrófica derrota de Stalingrado, en el invierno de 1942-43, el pueblo alemán y el mundo entero, se pudo apercibir con claridad de que Alemania estaba condenada a la derrota. Sin embargo, en honor a la verdad histórica, el inicio del "cambio de sentido" de la marea de la Segunda Guerra Mundial se había producido realmente un año antes, con la batalla de Moscú.
POR JACQUES R PAUWELS (*)
La guerra contra la Unión Soviética era lo que Hitler habría deseado desde el principio mismo del conflicto. Él lo había expresado muy claramente en las páginas de su libro "Mein Kampf", dictado a su lugarteniente Rudolf Hess a mediados de la década de 1920.
Como un historiador alemán ha demostrado recientemente, lo que Hitler había planeado desencadenar en 1939 era una guerra total contra la Unión Soviética, y no contra Polonia, Francia o Gran Bretaña. El 11 de agosto de ese mismo año, Hitler confesó a Carl J. Burckhardt, un funcionario de la Liga de Naciones, que "todo lo que emprendió fue dirigido contra Rusia", y que "si los occidentales -o sea, los franceses y los británicos- habían sido tan estúpidos y ciegos para no comprender esto, el se vería obligado a lograr un entendimiento con los rusos, dar media vuelta y derrotar a Occidente, y luego volver con todas sus fuerzas para asestar un golpe definitivo contra la Unión Soviética ”.
De hecho, eso fue lo que terminaría sucediendo. Occidente resultó ser "tan estúpido y ciego" como Hitler había observado, para darle "mano libre" en el Este, por lo que hizo un trato con Moscú -"Pacto Hitler-Stalin"- y luego desató la guerra contra Polonia, Francia y Gran Bretaña. Pero su objetivo final continuó siendo el mismo: atacar y destruir la Unión Soviética lo antes posible.
Hitler y los generales alemanes estaban convencidos de que habían aprendido una lección importante en el curso de la I Guerra Mundial. Alemania, desprovista de materias primas, tales como el petróleo y el caucho necesario para ganar una guerra moderna, no podría salir airosa en una nueva edición de la "Gran Guerra". "Para triunfar en una guerra de estas características, Alemania debería ganarla rápidamente, muy rápidamente". Así nació el famoso concepto del "blitzkrieg", o sea, la idea de una guerra veloz (Krieg) como un rayo (Blitz).
Las victorias del Ejército alemán en contra de Polonia, Francia, etcétera, fueron, en efecto, muy espectaculares, pero no proporcionaron a Alemania las materias primas imprescindibles que necesitaba en forma de petróleo y caucho. En cambio, lo que sí provocó la "guerra relámpago" fue el agotamiento de las reservas que Alemania había acumulado antes de la guerra.
Afortunadamente para Hitler, entre 1940 y 1941 Alemania pudo continuar importando petróleo de los todavía neutrales EE.UU., a través de otros países neutrales - y amigos- como la España de Franco.
Además, según los términos del Pacto germano-soviético, la propia Unión Soviética continuó suministrando petróleo a Alemania. Sin embargo, para Hitler resultada muy preocupante que a cambio de esos suministros Alemania tuviera que abastecer a la Unión Soviética de productos industriales de alta calidad y tecnología militar de última generación, que sería utilizada por los soviéticos para modernizar su Ejército y mejorar el estado de su arsenal militar.
En 1939, Hitler había terminado archivando muy a regañadientes su plan de guerra contra de la Unión Soviética. Pero esos sueños, sin embargo, volvió a resucitarlos muy poco después de la derrota de Francia, en el verano de 1940. Unos meses más tarde, el 18 de diciembre, ya emitió una orden formal para que nuevamente se pusieran en marcha los planes para la realización de tal ataque, que fue denominado con el código de "Operación Barbarroja".
Hitler esperaba que se cumpliera pronto lo que había sido la gran ambición de su vida. Es decir, la destrucción total y la ocupación del país al que definió como su archienemigo en su libro "Mein Kampf". Era conocedor, además, de que los soviéticos estaban preparando intensamente sus defensas frente un ataque alemán, que siempre fueron conscientes que se produciría, más tarde o más temprano.
Pero Hitler y sus generales confiaban en que la "guerra relámpago" que preparaban en contra de la URSS sería tan exitosa como habían sido las versiones anteriores de sus pasadas "guerras relámpago" en contra de Polonia y Francia.
Tanto Hitler como su Estado Mayor consideraban a la Unión Soviética como un "gigante con pies de barro", cuyo Ejército, presumiblemente decapitado por las purgas de Stalin a fines de la década de 1930, no era "más que una broma", según había expresado textualmente el propio Hitler en una ocasión. Para luchar y, por supuesto, ganar las batallas decisivas en ese territorio, se proyectó una campaña de cuatro a seis semanas, que posiblemente sería continuada por unas cuantas "operaciones de limpieza", durante las cuales los restos del Ejército Rojo iban a ser perseguidos a través de todo el país, como "si se tratara de montón de cosacos apaleados". En cualquier caso, Hitler se sentía sumamente confiado en la victoria y en vísperas del ataque se había imaginado a sí mismo "al borde de lo que iba a ser el mayor triunfo de su vida".
En Washington y Londres, los expertos militares también estaban convencidos de que la Unión Soviética no sería capaz de oponer una resistencia significativa al monstruo invasor nazi, que durante sus campañas en Europa occidental, entre 1939-1940, había ganado entre ellos una reputación de invencibilidad. Los servicios secretos británicos, por ejemplo, estaban convencidos de que la Unión Soviética sería "liquidada en entre ocho a diez semanas". El jefe del Estado Mayor británico llegó a afirmar que la Wehrmacht cortaría al Ejército Rojo "como un cuchillo caliente a la mantequilla". Según la opinión de expertos y estrategas militares estadounidenses, Hitler "aplastaría a Rusia [sic] como un huevo".
El ataque alemán se inició el 22 de junio de 1941, en las primeras horas de la mañana. Tres millones de soldados alemanes y casi 700.000 aliados de la Alemania nazi cruzaron la frontera. Su equipo militar consistía en 600.000 vehículos de motor, 3.648 tanques, más de 2.700 aviones y poco más de 7.000 piezas de artillería.
Al principio de la invasión todo salió según estaba planeado. Se abrieron enormes agujeros en las defensas soviéticas, se lograron rápidamente conquistas territoriales impresionantes y cientos de miles de soldados del Ejército Rojo murieron, resultaron heridos o fueron hechos prisioneros en una serie de espectaculares "batallas de cerco".
Logrados estos primeros objetivos, el camino a Moscú parecía estar expedito. Sin embargo, pronto se hizo evidente que la guerra relámpago en el Este no iba a ser "el juego de niños" que los militares alemanes esperaban. Frente a la máquina militar más poderosa de la tierra, el Ejército Rojo, como era de esperar, recibió una "enorme paliza" en el curso de la primera fase de la guerra. Pero como había observado el propio ministro de propaganda, Joseph Goebbels en su diario, el 2 de julio, también había opuesto una enorme resistencia, llegando incluso a devolver duramente los golpes al Ejército alemán en numerosas ocasiones.
El general Franz Halder, "padrino" del plan de ataque de la "Operación Barbarroja", reconoció que la resistencia soviética había sido mucho más fuerte que la que los alemanes habían enfrentado en la Europa Occidental. Los informes de la Wehrmacht hacían referencia una resistencia "dura", e incluso "salvaje". Hecho que provocó grandes pérdidas de hombres y equipos al Ejército alemán.
Con más frecuencia de lo esperado, el Ejército Rojo logró lanzar virulentos contraataques que lograron frenar el avance alemán. Algunas unidades soviéticas se escondieron en las vastas marismas de Pripet y en otros lugares, organizando una red de guerrillas que resultó mortal para los alemanes, amenazando sus líneas de comunicación. Resultó que el Ejército Rojo estaba mucho mejor pertrechado que lo que habían esperado los invasores. Los generales hitlerianos confesaron estar "asombrados", según un historiador alemán, por la calidad de las armas soviéticas como el lanzacohetes Katyusha -también conocido como "Órgano de Stalin"- y el tanque T-34. Hitler estaba furibundo porque sus servicios secretos no se habían enterado de la existencia de algunas de estas poderosas armas.
El grueso del Ejército Rojo consiguió eludir su destrucción en las grandes batallas de cerco, tal y como el alto mando alemán no sólo habría deseado, sino también previsto. Los militares soviéticos habían sometido a serias observaciónes y análisis los éxitos de la "guerra relámpago" obtenidos por los alemanes entre 1939 y 1940 en su ataque a la Europa occidental. Y de esos análisis extrajeron útiles lecciones.
En lugar de una guerra inicial de "grandes batallas", el Estado soviético optó por una "defensa en profundidad", lo que frustró las pretensiones alemanas de destruir al Ejército Rojo en su totalidad. Como escribiría el mariscal Zhukov en sus memorias:
"la Unión Soviética habría sido aplastada si hubiéramos organizado todas nuestras fuerzas en la frontera" en Polonia en 1939, y la decisión de no hacerlo frustró la ambición alemana de destruir al Ejército Rojo en su totalidad".
Ya a mediados de julio, apenas un mes después de iniciada la invasión, la guerra de Hitler en el Este comenzó a perder sus cualidades "Blitz". Tanto los militares como los civiles alemanes, incluido el propio Hitler, perdieron la esperanza de una victoria rápida. Y a finales de agosto, -dos meses después de la invasión- en un momento en que la "operación Barbarroja" preveía haber cumplido ya una serie de objetivos, el alto mando de la Wehrmacht se vio obligado a reconocer que tal vez ya no sería posible ganar la guerra en el año 1941.
Y es que cuando el 22 de junio comenzó la invasión alemana de la Unión Soviética, los estrategas alemanes calculaban que los suministros disponibles de combustible, llantas, repuestos, etc., iban a cubrir las necesidades de los dos meses siguientes, pues la Unión Soviética si no estaba ya derrotada, pronto lo estaría.
Si aun entonces los tanques alemanes lograron seguir avanzando, aunque cada vez con mayor lentitud, en las aparentemente interminables extensiones rusas y ucranianas, fue debido en gran medida al combustible y el caucho importados, a través de la España de Franco y la Francia ocupada, procedente de los EE. UU.
Sin embargo, el optimismo germano volvió a avivarse nuevamente en el mes de septiembre, cuando las tropas alemanas ocuparon la ciudad de Kiev y, más al Norte, avanzaron en dirección a Moscú. Hitler estaba convencido, o al menos pretendía aparentarlo, de que el fin de los soviéticos se encontraba ahora al alcance de su mano.
En un discurso público en el Sportpalast de Berlín el 3 de octubre, manifestó que la guerra del Este estaba prácticamente terminada. Y la Wehrmacht recibió la orden de dar el golpe de gracia emprendiendo la "Operación Typhoon", una ofensiva destinada a tomar Moscú. Sin embargo, las probabilidades de éxito parecían cada vez más escasas, ya que los soviéticos estaban importando intensivamente unidades de reserva del Lejano Oriente.
Para empeorar las cosas, los alemanes ya no gozaban de la pasada superioridad en el aire, particularmente sobre Moscú. Además, se encontraban imposibilitados de avituallar al frente moscovita de municiones y alimentos desde la retaguardia .
Finalmente, el frío había comenzado de forma inhabitual en esa época del año. Confiados en que la guerra relámpago habría concluido antes de terminar el verano, las tropas alemanas no habían sido suficientemente pertrechadas con los equipos necesarios para defenderse de la lluvia, el barro, la nieve.
En la mente de Hitler, la toma de Moscú se dibujaba como un objetivo extremadamente importante. Se creía, aunque probablemente de forma errónea, que la caída de su capital “decapitaría” a la Unión Soviética y provocaría su colapso.
A mediados de noviembre, las unidades alemanas se encontraban a tan sólo a 30 km de Moscú . Pero sus tropas estaban totalmente exhaustas y se estaban quedando sin suministros. Sus comandantes eran conscientes de que iba a resultar imposible tomar la capital soviética.
El 3 de diciembre, varias unidades llegaron a abandonar esa ofensiva por iniciativa propia. En cuestión de días, todo el Ejército alemán que se encontraba frente a Moscú se vio obligado a ponerse a la defensiva. De hecho, el 5 de diciembre, a las tres de la madrugada, en condiciones de frío y nieve, el Ejército Rojo lanzó repentinamente un devastador contraataque muy bien preparado. Las líneas de la Wehrmacht fueron penetradas en numerosos puntos. Los alemanes se vieron obligados a retroceder entre los 100 y 280 kilómetros, con grandes pérdidas de hombres y equipos. Sólo con gran dificultad pudieron evitar un cerco catastrófico.
El 8 de diciembre, Hitler ordenó a su Ejército que abandonara la ofensiva y pasara a posiciones defensivas. Culpó de este revés a la supuestamente inesperada llegada temprana del invierno, negándose a retroceder más hacia la retaguardia, como le habían sugerido algunos de sus generales, y propuso atacar nuevamente en la primavera.
Así fue como concluyó la "guerra relámpago" de Hitler en contra de la Unión Soviética. Una guerra que de haberle resultado victoriosa, habría permitido a Hitler realizar la ambición de su vida: destruir a la Unión Soviética. Pero lo que lo que fue más importante todavía: si tal victoria se hubiera producido, la Alemania nazi hubiera contado con suficiente petróleo y otros recursos para convertirse en una potencia mundial, virtualmente invulnerable. A partir de ese momento, la conquista de Gran Bretaña hubiera quedado también expedita.
Resumiendo. Se puede decir que el sentido de la marea de la Segunda Guerra Mundial cambió el 5 de diciembre de 1941. Sin embargo, como sucede con las mareas reales, las guerras no cambian repentinamente, sino de forma gradual e imperceptible.
El Vaticano, generalmente muy bien informado, se encontraba santificadamente entusiasmado con el sesgo que había tomado la- "cruzada" de Hitler en contra de la patria soviética y del bolchevismo "impío". A partir de ese momento , comenzó a expresar su "gran preocupación" por la situación que se estaba produciendo en el Este, en el verano de 1941. A mediados de octubre, cinco meses después de que se produjera la invasión, llegó a la conclusión de que Alemania iba a perder la guerra. Asimismo, a mediados de octubre, los servicios secretos suizos informaron que "los alemanes ya no pueden ganar la guerra". De forma simultánea, en noviembre, una suerte de "derrotismo" se había empezado a apoderar del estado de ánimo de los rangos más altos de la Wehrmacht y del propio Partido Nacional socialista. Incluso cuando instaban a sus tropas a avanzar hacia Moscú, algunos generales opinaron que sería preferible hacer propuestas de paz y concluir aquella guerra sin lograr la gran victoria que parecía estar tan segura al comienzo de la "Operación Barbarroja".
Cuando el Ejército Rojo lanzó su devastadora contraofensiva el 5 de diciembre, el propio Hitler se dio cuenta de que iba a perder la guerra. Pero no estaba dispuesto a permitir que el pueblo alemán llegara a saberlo. Las malas noticias del frente cerca de Moscú fueron presentadas al pueblo alemán como un "revés temporal", atribuible a "la llegada anticipada del invierno", y también a la incompetencia o cobardía de ciertos comandantes alemanes. Cuando un año después se produjo la catastrófica derrota de Stalingrado, en el invierno de 1942-43, el pueblo alemán y el mundo entero, se pudo apercibir con claridad de que Alemania estaba condenada a la derrota. Sin embargo, en honor a la verdad histórica, el inicio del "cambio de sentido" de la marea de la Segunda Guerra Mundial se había producido realmente un año antes, con la batalla de Moscú.
jose antonio | Lunes, 26 de Julio de 2021 a las 12:57:26 horas
En este aspecto llevas toda la razón compañero Juan. Pero el obstáculo grande no está solo en este sistema monarquico burgués capitalista, donde muchos de mi generacion sólo pudimos ir a la escuela en casos contados. Los que ibámos eramos lo que estabamos en orfanatos. Hablo de los pobres .¿Qué educacion o enseñanza recibias? Que los rusos eran el mal de todos los males. Y la generación de los nacidos desde 1990, un 75 por ciento, en su mayoria son pasotas, solo quieren que sus abuelos y padres les den la propina, y al botellón. Menos estudiar y buscar trabajo. La prueba la tenemos cuando se va a votar. PSOE, la derechona o la derecha nacionalista ganan por goleada y los votos sobrantes los cojen los podemistas. ¿Sabes cuantos votos consiguieron entre los tres partidos comunistas no ligados en Unidos Podemos? No se llegá en toda España a 50.000 votos. De un pueblo que no quiere aprender o quieren solo el botellon no podemos esperar nada. Yo y tantos de quienes creemos en el marxismo leninismo estamos con las manos atadas.
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