
¿UN "GOBIERNO DE SALVACIÓN NACIONAL"?: ASÍ NO, CORONEL
"La clave no estriba en quiénes están en el Gobierno, sino en los intereses sociales de clase que representan"
Sólo mirando la realidad del Estado español desde una obtusa perspectiva favorable a los partidos que actualmente conforman el Ejecutivo central se podría negar que el Coronel Amadeo Martínez Inglés lleva razón cuando, en su último artículo, califica su gestión de la pandemia como un catastrófico "desgobierno" (...).
Por CRISTÓBAL GARCÍA VERA PARA CANARIAS-SEMANAL.ORG.-
Sólo mirando la realidad del Estado español desde una obtusa perspectiva favorable a los partidos que actualmente conforman el Ejecutivo central se podría negar que el Coronel Amadeo Martínez Inglés lleva razón cuando, en su último artículo publicado en Canarias-Semanal, califica su gestión de la pandemia como un catastrófico "desgobierno". A este rotundo calificativo nosotros nos atreveríamos a añadir, además, que los responsables de la letal gestión deberían responder ante los tribunales por las responsabilidades contraídas durante la misma.
No podemos estar en mayor desacuerdo con el coronel Martínez Inglés, sin embargo, cuando para tratar de evitar la ruina que está acechando la vida de millones de ciudadanos del Estado español propone la conformación de un "gobierno de concentración o salvación nacional". Tampoco podemos coincidir con él cuando, partiendo de premisas que estimamos erróneas, intenta proporcionar una explicación sobre las causas que han originado el actual "desgobierno" del país.
En lo que respecta a dichas causas, creemos que resulta esencial tener en cuenta que, aunque no se puede negar la flagrante incompetencia gubernamental, no es esta la razón principal que ha impedido al Ejecutivo de Sánchez e Iglesias combatir con eficacia la pandemia del SARS-COV2.
Las medidas necesarias para conducir esta batalla contra el virus, aplicadas de forma estricta por otros países como China hasta acabar con él y recuperar la normalidad en la vida económica y social, forman parte, desde hace muchos años, del acervo científico mundial y, por tanto, pueden ser recomendadas por cualquier profesional en la materia medianamente competente.
¿Qué ha sido, pues, lo que nos ha conducido a lo que el coronel Martínez Inglés denomina con el categórico término de "desgobierno"? No fue, desde luego, la imposibilidad de acceder al asesoramiento de científicos y técnicos, profesionalmente preparados, lo que empujó al Ejecutivo español a retrasar la adopción de estas medidas, imponiendo más tarde un peculiar "confinamiento" que, no obstante, obligaba a millones de trabajadores a seguir acudiendo al tajo en transportes hacinados de gente o, posteriormente, una "desescalada" sin previsiones ni plan de control para evitar una nueva "ola" en la propagación del coronavirus.
A nuestro juicio, la clave que permite entender esta aparente "irracionalidad" es que el Ejecutivo fue pusilánimemente incapaz de resistir las presiones del gran capital y, temiendo ser cercado por los medios de comunicacion cuya propiedad detenta éste en régimen de monopolio, terminó haciendo primar lo que las clases sociales hegemónicas llaman la "economía" por encima de las vidas y la salud de la población. Bastaría constatar en las hemerotecas cuáles fueron los movimientos y declaraciones de la gran patronal española para llegar a esta evidente conclusión. Y eso no sucedió sólo en España, aunque aquí la torpeza gubernamental alcanzara una grotesca magnitud. Sucedió con casi gemelas características en los países blasones del capitalismo neoliberal.
Si en lugar de ahondar con nuestro análisis hasta alcanzar esta raíz clasista del conflicto permanecemos en su superficie, tal y como nos inducen a hacer los grandes medios de comunicación, irremediablemente cometeremos el craso error de pensar que la solución a la endiablada encrucijada en la que estamos atrapados no debería ir más allá de la promoción de un nuevo gobierno unipartidista, de coalición o de "salvación nacional".
La realidad es, sin embargo, que cualquier Ejecutivo de esas características estaría necesariamente conformado por organizaciones que responderían a idénticos intereses de clase y que, consecuentemente, su gestión sería forzosamente similar a la del que se pretende desplazar. La forma en la que se ha afrontado la pandemia en diferentes comunidades autónomas, con independencia de cuál fuera su adscripción partidaria, constituye una buena prueba de lo que estamos diciendo.
La constitución de un hipotético gobierno formado por tecnócratas, virólogos, epidemiólogos o especialistas en Salud pública, solo tendría la "virtud" adicional de disfrazar de "imparciales y puramente científicas" decisiones que, necesariamente, estarían también condicionadas por los mismos intereses que representan los partidos del arco parlamentario español. Y es que, siendo imprescindible la utilización del conocimiento científico, lo fundamental es conocer si éste se aplicará, o no, en beneficio de la mayoría social.
Es cierto, como mantiene el coronel Martínez Inglés, que el futuro "pinta muy feo" para casi todos nosotros, pero la solución para ese negro panorama no puede pasar, en ningún caso, por "cambiar el actual gobierno por otro de concertación o salvación nacional" que, como elemento negativo adicional, podría sentirse más "legitimado" y libre para reprimir, ya sin oposición, las expresiones del descontento popular que necesariamente crecerán a medida que la crisis golpee con más fuerza al conjunto de los trabajadores.
En la estrategia política, como en las estrategias sanitarias contra las pandemias, no queda mucho por descubrir o inventar. El éxito de las mismas puede estar determinado, en efecto, por quiénes sean los responsables de trazar las líneas maestras a seguir pero, partiendo de un nivel mínimo de asesoramiento profesional que hoy se encuentra al alcance de cualquier gobierno, depende, sobre todo, de cuáles son los intereses sociales y económicos de clase que éstos representan y a los que responden.
Difícilmente podría ser interpretada como una mera casualidad que en determinados países de naturaleza social distinta a la de España, como pueden ser China, Cuba, Venezuela o Vietnam, estas estrategias hayan logrado cercar la letal expansión del virus, incluso contando, en los tres últimos casos, con menos recursos materiales que las naciones europeas o los Estados Unidos. ¿Cuál ha sido el factor que ha marcado la diferencia?
Por CRISTÓBAL GARCÍA VERA PARA CANARIAS-SEMANAL.ORG.-
Sólo mirando la realidad del Estado español desde una obtusa perspectiva favorable a los partidos que actualmente conforman el Ejecutivo central se podría negar que el Coronel Amadeo Martínez Inglés lleva razón cuando, en su último artículo publicado en Canarias-Semanal, califica su gestión de la pandemia como un catastrófico "desgobierno". A este rotundo calificativo nosotros nos atreveríamos a añadir, además, que los responsables de la letal gestión deberían responder ante los tribunales por las responsabilidades contraídas durante la misma.
No podemos estar en mayor desacuerdo con el coronel Martínez Inglés, sin embargo, cuando para tratar de evitar la ruina que está acechando la vida de millones de ciudadanos del Estado español propone la conformación de un "gobierno de concentración o salvación nacional". Tampoco podemos coincidir con él cuando, partiendo de premisas que estimamos erróneas, intenta proporcionar una explicación sobre las causas que han originado el actual "desgobierno" del país.
En lo que respecta a dichas causas, creemos que resulta esencial tener en cuenta que, aunque no se puede negar la flagrante incompetencia gubernamental, no es esta la razón principal que ha impedido al Ejecutivo de Sánchez e Iglesias combatir con eficacia la pandemia del SARS-COV2.
Las medidas necesarias para conducir esta batalla contra el virus, aplicadas de forma estricta por otros países como China hasta acabar con él y recuperar la normalidad en la vida económica y social, forman parte, desde hace muchos años, del acervo científico mundial y, por tanto, pueden ser recomendadas por cualquier profesional en la materia medianamente competente.
¿Qué ha sido, pues, lo que nos ha conducido a lo que el coronel Martínez Inglés denomina con el categórico término de "desgobierno"? No fue, desde luego, la imposibilidad de acceder al asesoramiento de científicos y técnicos, profesionalmente preparados, lo que empujó al Ejecutivo español a retrasar la adopción de estas medidas, imponiendo más tarde un peculiar "confinamiento" que, no obstante, obligaba a millones de trabajadores a seguir acudiendo al tajo en transportes hacinados de gente o, posteriormente, una "desescalada" sin previsiones ni plan de control para evitar una nueva "ola" en la propagación del coronavirus.
A nuestro juicio, la clave que permite entender esta aparente "irracionalidad" es que el Ejecutivo fue pusilánimemente incapaz de resistir las presiones del gran capital y, temiendo ser cercado por los medios de comunicacion cuya propiedad detenta éste en régimen de monopolio, terminó haciendo primar lo que las clases sociales hegemónicas llaman la "economía" por encima de las vidas y la salud de la población. Bastaría constatar en las hemerotecas cuáles fueron los movimientos y declaraciones de la gran patronal española para llegar a esta evidente conclusión. Y eso no sucedió sólo en España, aunque aquí la torpeza gubernamental alcanzara una grotesca magnitud. Sucedió con casi gemelas características en los países blasones del capitalismo neoliberal.
Si en lugar de ahondar con nuestro análisis hasta alcanzar esta raíz clasista del conflicto permanecemos en su superficie, tal y como nos inducen a hacer los grandes medios de comunicación, irremediablemente cometeremos el craso error de pensar que la solución a la endiablada encrucijada en la que estamos atrapados no debería ir más allá de la promoción de un nuevo gobierno unipartidista, de coalición o de "salvación nacional".
La realidad es, sin embargo, que cualquier Ejecutivo de esas características estaría necesariamente conformado por organizaciones que responderían a idénticos intereses de clase y que, consecuentemente, su gestión sería forzosamente similar a la del que se pretende desplazar. La forma en la que se ha afrontado la pandemia en diferentes comunidades autónomas, con independencia de cuál fuera su adscripción partidaria, constituye una buena prueba de lo que estamos diciendo.
La constitución de un hipotético gobierno formado por tecnócratas, virólogos, epidemiólogos o especialistas en Salud pública, solo tendría la "virtud" adicional de disfrazar de "imparciales y puramente científicas" decisiones que, necesariamente, estarían también condicionadas por los mismos intereses que representan los partidos del arco parlamentario español. Y es que, siendo imprescindible la utilización del conocimiento científico, lo fundamental es conocer si éste se aplicará, o no, en beneficio de la mayoría social.
Es cierto, como mantiene el coronel Martínez Inglés, que el futuro "pinta muy feo" para casi todos nosotros, pero la solución para ese negro panorama no puede pasar, en ningún caso, por "cambiar el actual gobierno por otro de concertación o salvación nacional" que, como elemento negativo adicional, podría sentirse más "legitimado" y libre para reprimir, ya sin oposición, las expresiones del descontento popular que necesariamente crecerán a medida que la crisis golpee con más fuerza al conjunto de los trabajadores.
En la estrategia política, como en las estrategias sanitarias contra las pandemias, no queda mucho por descubrir o inventar. El éxito de las mismas puede estar determinado, en efecto, por quiénes sean los responsables de trazar las líneas maestras a seguir pero, partiendo de un nivel mínimo de asesoramiento profesional que hoy se encuentra al alcance de cualquier gobierno, depende, sobre todo, de cuáles son los intereses sociales y económicos de clase que éstos representan y a los que responden.
Difícilmente podría ser interpretada como una mera casualidad que en determinados países de naturaleza social distinta a la de España, como pueden ser China, Cuba, Venezuela o Vietnam, estas estrategias hayan logrado cercar la letal expansión del virus, incluso contando, en los tres últimos casos, con menos recursos materiales que las naciones europeas o los Estados Unidos. ¿Cuál ha sido el factor que ha marcado la diferencia?
AMEAUXET | Sábado, 07 de Noviembre de 2020 a las 10:50:24 horas
GOBIERNOS DE CONCENTRACIÓN NACIONAL O SALVACIÓN NACIONAL?
lo que viene a ser lo que ya tenemos pero más visible...
""""LA DEMOCRACIA""""" O DICTADURA DEL CAPITAL
¿es lo mismo? ¡¡¡SÍ!!!
UNA CARACTERÍSTICA DEL PENSAMIENTO CONTEMPORÁNEO CONSISTE EN PROCLAMARSE DEFENSOR DE LA DEMOCRACIA MIENTRAS SE RECHAZAN LAS DECISIONES DEMOCRÁTICAS QUE CONTRADICEN LOS INTERESES DE LA CLASE DIRIGENTE
Hoy, cuando la sombra de la parálisis institucional y de unas terceras elecciones vuelve a planear sobre el país, cierto sector de la derecha española representada por el Partido Popular insiste en proponer la “solución Armada”, el “Gobierno de concentración nacional” para sacar a España del grave atolladero en el que se encuentra.
Voces autorizadas como la portavoz del Grupo Popular en el Congreso y diputada electa del PP por Barcelona, Cayetana Álvarez de Toledo, han llegado a defender ese estrambótico y variopinto Ejecutivo sin sentido en el que supuestamente estarían PSOE, Partido Popular y Ciudadanos.
A su entender, esa sería la “alternativa” a un Gobierno de Pedro Sánchez con la “extrema izquierda de Podemos” y “los partidos sediciosos separatistas”.
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