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DE LA OKUPACIÓN A LA AUTOGESTIÓN: LA EKO Y LA MEMORIA MILITANTE DE MADRID

La mirada crítica de Carretero sobre la autogestión como forma de resistencia cotidiana

Los centros sociales autogestionados no son ruinas del pasado, sino trincheras vivas del presente. En su artículo “Elogio de los centros sociales”, José Luis Carretero Miramar recorre con pasión y rigor la historia de estos espacios, desde sus orígenes okupas hasta su papel protagónico en las luchas vecinales, culturales y políticas.

Por A. RAMÍREZ PARA CANARIAS-SEMANAL.ORG.-

 

   En un artículo publicado por José Luis Carretero Miramar en la web Kaosenlared, con el título “Elogio de los centros sociales”, el autor realiza una sentida y documentada defensa de los espacios autogestionados y okupados que han jalonado la historia reciente de los movimientos sociales madrileños, con especial atención al caso del ESLA EKO, en Carabanchel. Su reflexión no solo rescata episodios fundamentales de la memoria política popular, sino que también pone de relieve la vigencia de estos espacios como centros neurálgicos de organización, cultura y resistencia.

 

   Según afirma Carretero, el centro social “La EKO” representa hoy un epicentro insustituible para múltiples iniciativas vecinales, culturales y políticas.

 

   En él conviven y colaboran proyectos tan diversos como un banco de alimentos, un ateneo libertario o grupos de estudio urbano con perspectiva militante. Esta pluralidad, subraya el autor, es testimonio vivo de la potencia transformadora de los centros sociales cuando se mantienen firmemente anclados en la autogestión, la participación horizontal y el compromiso con las luchas populares.

 

    De acuerdo a lo expresado por Carretero, el recorrido de los centros sociales en Madrid arranca a finales de los años 80, con la ocupación por parte de militantes de la CNT de locales del antiguo sindicato vertical franquista. Aquella primera ola dio paso a una dinámica más amplia y diversa, liderada por colectivos juveniles del llamado “movimiento autónomo”, que convirtió barrios como Lavapiés en laboratorios de experimentación social y política. El Centro Social Minuesa o el CSOA La Guindalera, recuerda el autor, se convirtieron en auténticos símbolos de una contracultura activa, combativa y perseguida.

 

   A pesar de la crisis del movimiento autónomo en los años 90, la proliferación de centros sociales no se detuvo. Algunos, como La Casika en Móstoles o el Centro Social Seco, lograron perdurar a través de acuerdos con administraciones. Otros, como “La EKO”, han mantenido una vocación claramente okupada y alternativa, constituyendo ejemplos de resistencia frente a la lógica mercantil y la institucionalización de los espacios sociales.

 

   Carretero también pone énfasis en el papel dinamizador que estos centros jugaron durante el ciclo político abierto por el 15-M. Lejos de ser meros espacios logísticos, los centros sociales funcionaron como nodos de reflexión, acción y creación cultural en un momento de agitación y efervescencia popular. Lugares como La Tabacalera fueron epicentros de un nuevo imaginario social basado en la autogestión, el apoyo mutuo y la participación directa.

   Según afirma el autor, incluso con el desgaste del ciclo institucional posterior al 15-M, los centros sociales siguen siendo fundamentales para quienes mantienen viva la esperanza de un cambio radical.

 

   En palabras de Carretero, son

 

“los pulmones y centros neurálgicos de la práctica de la autogestión”, espacios donde se gesta una comunidad que no se resigna, que sigue buscando colectivamente “una vida que merezca la pena ser vivida”.

 

   En definitiva, el artículo de José Luis Carretero no solo constituye un alegato a favor de la defensa de “La EKO”, sino una reivindicación de todo un legado de lucha, resistencia y construcción de comunidad desde abajo. Su experiencia personal en muchos de estos espacios le otorga un conocimiento de primera mano que refuerza la legitimidad de su llamado: cuidar estos centros sociales no es solo preservar infraestructuras físicas, es apostar por una forma distinta y más digna de estar en el mundo.

 
 
 
 
 
 
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