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WARREN BUFFETT: BIOGRAFÍA INÉDITA DEL "ROSTRO AMABLE DEL CAPITAL" (ARTÍCULO SONORIZADO)

¿Puede un multimillonario ser un modelo moral?

Warren Buffett ha sido presentado como el multimillonario sabio, austero y bondadoso que logró enriquecerse sin ceder al cinismo de Wall Street. Pero detrás de ese l mito del capitalista virtuoso, hay una trayectoria marcada por la concentración de poder, la legitimación de la desigualdad y la construcción de una narrativa funcional a los intereses de una clase. En este artículo nuestro colaborador Manuel Medina, repasa e investiga su vida, sus inversiones, y la naturaleza de su “filantropía”... y lo que todo eso está diciendo acerca del mundo en que nos ha tocado vivir.

 

POR MANUEL MEDINA  PARA CANARIAS SEMANAL.ORG

   

    Warren Buffett, a sus 94 años, ha anunciado su retiro definitivo del Consejo de Administración de la empresa Berkshire Hathaway. Con su retirada, no solo se despide una figura central del capitalismo financiero global, sino también un símbolo cuidadosamente construido por los medios: el del multimillonario “prudente”, que supo capitalizar durante décadas el relato del mérito individual y la filantropía como coartada moral.

 

   En este artículo nos proponemos realizar una lectura crítica de su biografía, no como historia personal de éxito, sino como expresión del modo en que el capital se acumula, se reproduce y se justifica a sí mismo.

 

      Warren Edward Buffett nació el 30 de agosto de 1930 en Omaha, Nebraska, en una familia que ya vivía entre corredores de bolsa y el mundo empresarial.

 

    Desde muy temprano la lógica del dinero marcó su mirada sobre el mundo: repartía periódicos, vendía chicles en el vecindario y, con apenas once años, hizo su primera inversión en acciones. De esa primera compra —y venta— de acciones aprendió no solo la ganancia, sino la fascinación por el capital y los mercados financieros. 

 

   Aquel niño emprendedor que corría por su barrio de Omaha no era una rareza local, sino la encarnación de una idea poderosa: la riqueza es un objetivo legítimo y alcanzable desde abajo. Su transición a la Universidad de Nebraska y luego a Columbia, donde estudió con uno de los grandes referentes de la inversión en valores, fue el primer peldaño en la profesionalización de ese instinto por el dinero.  

 

    El método que aprendió de sus maestros académicos —la llamada inversión en valor— consiste, en esencia, en comprar activos subvalorados que prometen rendimiento en el tiempo. Ese enfoque, aparentemente técnico, esconde una lógica más profunda: el capital trabaja mejor cuanto más tiempo permanece sin producir valor real, una paradoja que Buffett hizo suya. 

 

 

EL ASCENSO EN UN MUNDO DE OPORTUNIDADES DESIGUALES

     Al tomar el control de Berkshire Hathaway en los años 60, Buffett transformó lo que era una empresa textil en decadencia en un todopoderoso imperio financiero diversificado. Planteó así una figura central del capitalismo moderno: no el industrial que fabrica bienes, sino el gestor de activos, el que canaliza el dinero hacia donde más se multiplica.  

 

    Berkshire Hathaway se convirtió en un conglomerado que controla aseguradoras, bancos y participaciones en industrias tan dispares como bebidas —como la histórica inversión en Coca‑Cola—, energía o telecomunicaciones. La compañía llegó a valer más de un trillón de dólares, mientras amplias capas de la sociedad veían cómo sus salarios se estancaban. 

 

    El relato mediático que surgió alrededor de Buffett fue inmediato: el “Oráculo de Omaha”, el inversor que siempre tiene una fórmula para ganar. Pero ese relato simplifica un proceso histórico: durante décadas, la lógica dominante fue la de financiarizar la economía, desplazando la producción material hacia la gestión de capitales. Buffett es más producto de esa lógica que su creador.

 

 

LA AUSTERIDAD COMO DISPOSITIVO IDEOLÓGICO

     Una de las paradojas más comentadas sobre Buffett es su estilo de vida. Ha estado trabajando hasta bien entrados los noventa años, continúa viviendo en la misma casa que compró en 1958 y declara ingresos comparativamente bajos para un multimillonario. 

 

    Esa narrativa de “austeridad” funciona como un eficaz dispositivo ideológico. En un mundo con desigualdades crecientes, presentar al gran capitalista como un hombre modesto crea una fulminante ilusión: ¡ se puede ser rico y “una buena persona”!. Esta representación —intensamente enfatizada por los medios de comunicación— contribuye a desactivar la crítica más contundente al sistema que concentra riqueza.

 

    El personaje mediático se convierte en una figura en la que muchos depositan expectativas: el dueño de una fórmula que sería aplicable a cualquiera si tan solo los demás trabajaran o invirtieran tan “inteligentemente” como se supone que lo ha hecho él. Pero esa narrativa no nos dice lo esencial: su riqueza no proviene de la igualdad de oportunidades, sino de una estructura económica que concentra recursos en muy pocas manos.

 

 

CRÍTICA VELADA A LA ACUMULACIÓN FINANCIERA

    Buffett no es, ciertamente, un capitalista tradicional. Su grandeza no consiste en inventar productos, sino en saber administrar capitales y en encontrar, en cada crisis, una oportunidad para incrementar su posición relativa. Ha sabido comprar barato cuando la economía se contrae, reinvertir y reapropiarse de empresas. En cualquier caso, sí se podría decir sin temor a equivocarnos que se trata de un excelente jugador de Casino. Pero... ¿Es eso realmente una virtud?

 

    Este tipo de acumulación de capitales, —que no crea necesariamente riqueza social sino una intensa concentración de activos—, ilustra una de las tensiones fundamentales del capitalismo tardío: la distancia entre la riqueza privada y el bienestar colectivo.  Buffett representa para algunos la cara que inspira respeto, pero también encarna una lógica que profundiza las asimetrías del sistema.

 

    Y sin embargo —y aquí está el corazón de la crítica— esa lógica es presentada como racional, casi científica, cuando en realidad se basa en el disfrute de condiciones profundamente desiguales: acceso privilegiado a mercados, información, redes globales de capital y una narrativa que celebra la riqueza como mérito.

 

    EL PODER DEL CAPITAL, SU MÁSCARA FILANTRÓPICA Y LA CONFESIÓN DE CLASE

    Para no pocas personas, la imagen de Warren Buffett quedó definitivamente moldeada el día en que anunció que donaría la friolera de más del 99% de su fortuna a "causas filantrópicas". La noticia recorrió los medios como un rayo: el segundo hombre más rico del mundo renunciaba al grueso de su riqueza personal. Un gesto que parecía inédito, generoso y revolucionario.

 

     Pero conviene detenerse aquí y analizar en qué consistía aquel insólito gesto de magnánima  generosidad . ¿A qué tipo de "filantropía" es a la que se refería el magnate?

 

     Buffett canalizará la inmensa mayoría de sus donaciones a través de la Fundación Gates, otra estructura controlada por un magnate del capital digital, Bill Gates.  Es decir,  una riqueza que fue acumulada mediante la explotación legal del trabajo humano, el control de patentes tecnológicas, la evasión fiscal y el acaparamiento de mercados globales, no es devuelta a la sociedad, sino que se recicla en Fundaciones privadas sin control público. Buffett no redistribuye poder: lo redirige bajo su criterio.

 

    Además, esas donaciones no implican ningún tipo de empobrecimiento personal. El capital donado está estructurado en acciones con poder diferenciado, dividendos en fideicomisos y beneficios fiscales diseñados para preservar la estructura de propiedad. Como muy bien ha señalado la crítica marxista contemporánea, esta clase de “filantropía del 1%” no es una alternativa al capitalismo, sino una estrategia de legitimación de su élite dirigente.

 

     Buffett, al igual que otros magnates, no está desmontando el sistema que lo hizo multimillonario. Solo está perfeccionando su imagen pública, como quien sabe que hace falta algo más que dinero para sostener el presente orden social: hace falta relato, mito, simpatía. Así, mientras miles de millones de personas en el mundo viven sin acceso garantizado al agua potable, a la salud o a la educación, Buffett y sus aliados gestionan —desde Consejos directivos cerrados— cómo se reparten los recursos “donados”. Y lo hacen sin responder a ningún Parlamento, sin elecciones, sin ciudadanía. Eso, en cualquier otro contexto, se llamaría gobierno paralelo.

 

 

BUFFETT Y LA LUCHA DE CLASES: CUANDO EL ENEMIGO LO ADMITE

   A veces, los poderosos dicen la verdad sin querer. En una entrevista de 2006, Buffett declaró:

 

   “Sí, hay una lucha de clases. Pero es mi clase, la clase rica, la que la está ganando.”

   

      La frase hizo ruido y escandalizó a algunos, pero fue tratada como una ocurrencia brillante más, de este “sabio amable del capitalismo”. Sin embargo, tras esas palabras subyace una confesión brutal: Buffett sabe que no hay neutralidad posible entre clases sociales. Sabe que la acumulación de su riqueza implica necesariamente la subordinación y explotación de otros. Y no lo niega. Se limita a admitirlo, sin angustia. Como si dijera: “Sí, estamos ganando, y no hay nada que puedas hacer”.

 

     Esa frase no ha de tomarse como un desliz. Es una pieza más del discurso de poder moderno. Admitir que hay lucha de clases, pero trivializarla o estetizarla, convierte una estructura social injusta en un elemento anecdótico del relato biográfico de los ricos. Algo así como si dijera: “Sí, el sistema es injusto, pero eso lo hace más interesante”.

 

    Y mientras tanto, su empresa —Berkshire Hathaway— sigue invirtiendo en sectores como energía, seguros, infraestructura, trenes y fondos de capital privado. Negocios que se sostienen sobre el trabajo asalariado, extracción de recursos naturales, subsidios estatales y marcos legales favorables. Buffett no está por fuera de la lógica depredadora del capital: está en su corazón mismo.

 

 

   EL MITO DEL CAPITALISMO MORAL: UN CUENTO PARA DORMIR EN PAZ

    Warren Buffett se convirtió en el estandarte del llamado "capitalismo con rostro humano". Una figura que, como en las tragedias griegas, viene a redimir los pecados de su clase con palabras dulces y gestos simbólicos. Dice que apoya los impuestos a los ricos, que el sistema no es justo, que los ejecutivos deberían ganar menos. Y sin embargo, nada sustancial cambia.

 

    ¿A cuántas grandes empresas ha desmantelado para devolver su infraestructura a manos públicas? ¿A cuántos gobiernos ha presionado para eliminar paraísos fiscales? ¿En cuántas huelgas de trabajadores se ha puesto del lado de quienes reclaman salario y condiciones? Ninguna. Buffett no desafía el sistema. Simplemente, lo decora.

 

    Y esa es precisamente su utilidad ideológica: mostrar que el capital puede tener ética, que la acumulación puede ir de la mano con la bondad, que no hace falta cuestionar el sistema si hay ricos amables que reparten su fortuna como dádiva.
 

Pero la realidad es otra: la filantropía de Buffett no redistribuye riqueza; redistribuye culpa.

 

 

UN LEGADO BLINDADO, UNA BIOGRAFÍA DE CLASE

   Hace apenas unos días, Buffett ha anunciado su retiro definitivo del Consejo de Administración de Berkshire Hathaway, a sus 94 años. Su renuncia ha sido presentada con honores, muchas lágrimas empresariales y palabras de honda admiración. Se cerraba así una era. Pero lo que no se ha cerrado ha sido el sistema que le permitió concentrar riqueza a lo largo de más de medio siglo.  

 

    Su sucesor, Gregory Abel, continuará al frente del [Img #88800]conglomerado con la misma lógica: buscar rendimientos crecientes para los accionistas, diversificar inversiones, sostener el capital. El imperio sigue. Y con él, la historia de una clase social que, desde el siglo XIX, ha perfeccionado sus formas de acumulación, pero no ha cambiado su esencia.

 

    La biografía de Warren Buffett, contada desde abajo, no es, desde luego, la historia de un genio bondadoso, sino la de un hombre que supo adaptarse como pocos a las nuevas formas de dominio. No creó un mundo más justo. Pero, eso sí, ha contribuido a embellecer verbalmente su fachada y, por lo tanto, a convertirlo en peligrosamente más engañoso.

 

 

 EL CAPITAL COMO HISTORIA, NO COMO DESTINO

    Warren Buffett, ciertamente, no es el problema, pero tampoco es la solución. Es la personificación de un sistema que ha aprendido a narrarse a sí mismo como razonable, necesario y hasta virtuoso. Su humildad podría ser real, pero ello no modifica el carácter estructural de la desigualdad que su riqueza representa.

 

    Mientras su fortuna crecía en silencio, generaciones enteras de trabajadores vieron cómo sus condiciones laborales se precarizaban, cómo el acceso a la salud o a la educación se convertía en mercancía, cómo los derechos colectivos se subordinaban a la lógica del mercado. Y sin embargo, el relato que los medios construyen sobre Buffett es el del “buen rico”. El que "supo ganar sin pisar a nadie", como si la riqueza fuera alguna vez un juego limpio.

 

    Pero la verdad es que en un sistema que requiere la explotación para acumular, no puede haber inocentes. Solo hay actores más o menos conscientes de su papel.

 

   Buffett fue un actor hábil. Desempeñó su papel con elegancia. Pero, no nos engañemos, el escenario, el libreto y la dirección de escena siguen más que intactos.

 

     Y mientras no cuestionemos esa estructura, habrá más Buffetts, más filántropos, más relatos de éxito que ocultarán lo esencial: la desigualdad no es una falla. Es el punto de partida del sistema capitalista.

 

FUENTES CONSULTADAS:

  • The Philanthropy of Warren Buffett: Capitalism With a Human Face
  • Does Warren Buffett Struggle With Class Struggle?
  • Wikipedia – Warren Buffett (2025)
  • The Guardian – Retirement announcement, 2025
  • Kohei Saito, Karl Marx’s Ecosocialism
  • Los conceptos elementales del materialismo histórico, Marta Harnecker
  • DICCIONARIO MARXISTA (entrada sobre mercancía y fetichismo)
 
 
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