VENEZUELA BAJO LOS EFECTOS DE LA ESTRATEGIA PENDULAR TRUMPISTA
¿Qué hay detrás del doble discurso de sancionar a Maduro y hablar de “negociaciones”?
Mientras Marco Rubio impulsa la designación de Venezuela como “estado terrorista”, Donald Trump reaparece con una propuesta inesperada: abrir negociaciones con Maduro. Esta oscilación no es nueva. Forma parte de una estrategia pendular que ya ha usado antes: endurecer con sanciones, luego sugerir diálogo, y volver a presionar con más fuerza. El objetivo no es la paz, sino el desgaste. Y en el vaivén entre amenaza y acercamiento, la política exterior se convierte en espectáculo y chantaje.
POR ADAY QUESADA PARA CANARIAS SEMANAL.ORG
Desde hace años, Estados Unidos ha utilizado una táctica muy eficaz para justificar sus intervenciones: nombrar enemigos.
Da igual si se trata de gobiernos, grupos insurgentes o líderes populares, la etiqueta que mejor funciona en la opinión pública global es una sola: "terrorista".
Ahora, le ha tocado a Venezuela. Marco Rubio acaba de anunciar que el llamado Cártel de los Soles será oficialmente catalogado como Organización Terrorista Extranjera (FTO, por sus siglas en inglés).
No es la primera vez que se señala al presidente Maduro y su entorno por supuestos vínculos con el narcotráfico y la violencia.
La novedad aquí no es la acusación, sino el uso legal y simbólico de la etiqueta "terrorista" para aislar, sancionar y golpear a un Estado soberano. Mientras tanto, en una jugada que parece sacada de una novela de espionaje mal escrita, Donald Trump sugiere que se podrían abrir “discusiones” con Maduro, en lo que aparenta ser un nuevo capítulo de su estrategia pendular: primero demonizas, luego negocias, después vuelves a atacar.
LA GEOPOLÍTICA DE LA MENTIRA: SANCIONES, MENTIRAS Y VIDEOS EN TWITTER
Resulta revelador que, pese a las repetidas acusaciones de “narcoterrorismo”, los funcionarios estadounidenses nunca hayan presentado pruebas concluyentes que vinculen directamente a Maduro o a los líderes chavistas con redes de narcotráfico. Y no es un detalle menor: sin pruebas, toda la narrativa se sostiene únicamente sobre declaraciones, rumores y propaganda mediática .
En julio pasado, el Tesoro de Estados Unidos ya había añadido al supuesto cártel a su lista de “terroristas globales especialmente designados”. Esto permitía bloquear activos financieros. Ahora, con la etiqueta de FTO, ir un paso más allá: criminalizar cualquier tipo de colaboración económica o política con el gobierno venezolano, sea esta nacional o internacional.
LA “GUERRA ANTITERRORISTA” COMO MECANISMO DE CONTROL
Lo que ocurre con Venezuela no es un fenómeno aislado. Desde principios del siglo XXI, el discurso de la lucha antiterrorista se ha convertido en la coartada perfecta para la expansión imperialista. Irak, Afganistán, Libia, Siria... la lista es larga y muy trágica. Y ahora, le toca a América Latina.
La estrategia es clara:
- se estigmatiza a un país como amenaza,
-se aísla mediante sanciones,
- se estimulan crisis internas
y luego se busca un “cambio de régimen” bajo la bandera de la democracia o la libertad. Todo esto, por supuesto, mientras se oculta que los verdaderos intereses están en el petróleo, el oro, el gas y la geopolítica regional.
Venezuela, con sus vastas reservas de recursos naturales y su rol clave en la región, es un objetivo lógico en el tablero global de intereses norteamericanos. Y que sea un gobierno que ha mantenido una postura crítica frente al orden mundial, lo convierte aún más en blanco de estas ofensivas políticas.
LA NORMALIZACIÓN DEL ABUSO LEGAL COMO HERRAMIENTA IMPERIAL
Uno de los aspectos más preocupantes de esta ofensiva es cómo se normaliza el uso de herramientas legales para construir una especie de “derecho imperial”. Designar a un país como “terrorista” permite aplicar sanciones, congelar fondos, bloquear relaciones y hasta justificar operaciones encubiertas.
Este tipo de mecanismos, que parecieran ampararse en un marco jurídico, ocultan un trasfondo profundamente político y desigual: los países más poderosos usan el lenguaje del derecho para imponer su voluntad a los más débiles. Es la ley del más fuerte, disfrazada de lucha contra el crimen.
¿DIPLOMACIA O CHANTAJE?
El hecho de que Trump, tras años de apoyar políticas de presión máxima contra Venezuela, ahora plantee la posibilidad de abrir un diálogo, no significa necesariamente una señal de distensión. Al contrario, puede ser una estrategia de cooptación o chantaje político. Hablar de paz después de años de asfixia económica no es diplomacia: es una forma sofisticada de dominación.
UNA ETIQUETA QUE MATA
Llamar a un país “terrorista” no es una simple etiqueta retórica. Tiene consecuencias. Congela cuentas, cierra mercados, restringe movimientos y afecta directamente a millones de personas inocentes. Es una forma de guerra encubierta, mucho más silenciosa que los bombardeos, pero igual de letal.
En Venezuela, esta nueva ofensiva se suma a años de bloqueo económico, guerra mediática y aislamiento internacional. Pero también pone en evidencia algo más grande: cómo el poder global puede moldear la realidad con una sola palabra. Y cómo, mientras el “terrorismo” se convierte en categoría jurídica para castigar a los disidentes, la verdadera violencia –la del hambre, el embargo, la mentira– continúa operando impune desde los centros del poder mundial.
POR ADAY QUESADA PARA CANARIAS SEMANAL.ORG
Desde hace años, Estados Unidos ha utilizado una táctica muy eficaz para justificar sus intervenciones: nombrar enemigos.
Da igual si se trata de gobiernos, grupos insurgentes o líderes populares, la etiqueta que mejor funciona en la opinión pública global es una sola: "terrorista".
Ahora, le ha tocado a Venezuela. Marco Rubio acaba de anunciar que el llamado Cártel de los Soles será oficialmente catalogado como Organización Terrorista Extranjera (FTO, por sus siglas en inglés).
No es la primera vez que se señala al presidente Maduro y su entorno por supuestos vínculos con el narcotráfico y la violencia.
La novedad aquí no es la acusación, sino el uso legal y simbólico de la etiqueta "terrorista" para aislar, sancionar y golpear a un Estado soberano. Mientras tanto, en una jugada que parece sacada de una novela de espionaje mal escrita, Donald Trump sugiere que se podrían abrir “discusiones” con Maduro, en lo que aparenta ser un nuevo capítulo de su estrategia pendular: primero demonizas, luego negocias, después vuelves a atacar.
LA GEOPOLÍTICA DE LA MENTIRA: SANCIONES, MENTIRAS Y VIDEOS EN TWITTER
Resulta revelador que, pese a las repetidas acusaciones de “narcoterrorismo”, los funcionarios estadounidenses nunca hayan presentado pruebas concluyentes que vinculen directamente a Maduro o a los líderes chavistas con redes de narcotráfico. Y no es un detalle menor: sin pruebas, toda la narrativa se sostiene únicamente sobre declaraciones, rumores y propaganda mediática .
En julio pasado, el Tesoro de Estados Unidos ya había añadido al supuesto cártel a su lista de “terroristas globales especialmente designados”. Esto permitía bloquear activos financieros. Ahora, con la etiqueta de FTO, ir un paso más allá: criminalizar cualquier tipo de colaboración económica o política con el gobierno venezolano, sea esta nacional o internacional.
LA “GUERRA ANTITERRORISTA” COMO MECANISMO DE CONTROL
Lo que ocurre con Venezuela no es un fenómeno aislado. Desde principios del siglo XXI, el discurso de la lucha antiterrorista se ha convertido en la coartada perfecta para la expansión imperialista. Irak, Afganistán, Libia, Siria... la lista es larga y muy trágica. Y ahora, le toca a América Latina.
La estrategia es clara:
- se estigmatiza a un país como amenaza,
-se aísla mediante sanciones,
- se estimulan crisis internas
y luego se busca un “cambio de régimen” bajo la bandera de la democracia o la libertad. Todo esto, por supuesto, mientras se oculta que los verdaderos intereses están en el petróleo, el oro, el gas y la geopolítica regional.
Venezuela, con sus vastas reservas de recursos naturales y su rol clave en la región, es un objetivo lógico en el tablero global de intereses norteamericanos. Y que sea un gobierno que ha mantenido una postura crítica frente al orden mundial, lo convierte aún más en blanco de estas ofensivas políticas.
LA NORMALIZACIÓN DEL ABUSO LEGAL COMO HERRAMIENTA IMPERIAL
Uno de los aspectos más preocupantes de esta ofensiva es cómo se normaliza el uso de herramientas legales para construir una especie de “derecho imperial”. Designar a un país como “terrorista” permite aplicar sanciones, congelar fondos, bloquear relaciones y hasta justificar operaciones encubiertas.
Este tipo de mecanismos, que parecieran ampararse en un marco jurídico, ocultan un trasfondo profundamente político y desigual: los países más poderosos usan el lenguaje del derecho para imponer su voluntad a los más débiles. Es la ley del más fuerte, disfrazada de lucha contra el crimen.
¿DIPLOMACIA O CHANTAJE?
El hecho de que Trump, tras años de apoyar políticas de presión máxima contra Venezuela, ahora plantee la posibilidad de abrir un diálogo, no significa necesariamente una señal de distensión. Al contrario, puede ser una estrategia de cooptación o chantaje político. Hablar de paz después de años de asfixia económica no es diplomacia: es una forma sofisticada de dominación.
UNA ETIQUETA QUE MATA
Llamar a un país “terrorista” no es una simple etiqueta retórica. Tiene consecuencias. Congela cuentas, cierra mercados, restringe movimientos y afecta directamente a millones de personas inocentes. Es una forma de guerra encubierta, mucho más silenciosa que los bombardeos, pero igual de letal.
En Venezuela, esta nueva ofensiva se suma a años de bloqueo económico, guerra mediática y aislamiento internacional. Pero también pone en evidencia algo más grande: cómo el poder global puede moldear la realidad con una sola palabra. Y cómo, mientras el “terrorismo” se convierte en categoría jurídica para castigar a los disidentes, la verdadera violencia –la del hambre, el embargo, la mentira– continúa operando impune desde los centros del poder mundial.































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