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Lunes, 01 de Septiembre de 2025 Tiempo de lectura:

¿POR QUÉ, SEGÚN GEORGE MAVRIKOS, "SIN PROLETARIADO, NO HAY REVOLUCIÓN"?

Clase obrera 2.0: más técnica, más precaria, pero también más necesaria que nunca

George Mavrikos, presidente del Instituto Internacional de los Trabajadores, en un discurso pronunciado en el Simposio Sindical Internacional de Atenas, analizó la vigencia de las clases sociales en el mundo actual y defendió el papel central de la clase obrera en la transformación de la sociedad.

   

REDACCIÓN CANARIAS SEMANAL.ORG

 

    Conocer la composición de las clases sociales no es un lujo académico: es una necesidad estratégica. Así lo mantiene George Mavrikos, una figura histórica del sindicalismo internacional, quien  en un  discurso pronunciado ante el Simposio Sindical Internacional, celebrado en Atenas el pasado mes de noviembre, enunció una dura crítica contra las teorías que niegan la vigencia de la lucha de clases en el siglo XXI.

 

    “Debemos saber con precisión quiénes somos, quién es el enemigo y quiénes pueden ser nuestros aliados”, señaló.

 

    Sin esta brújula teórica y práctica, el movimiento obrero caminará a ciegas.

 

 

La clase obrera no desaparece, se transforma

      Frente a las narrativas neoliberales que declaran el “fin de las clases” o una “sociedad postindustrial”, Mavrikos lanzó

[Img #88294] una advertencia:

    El capitalismo no ha abolido la explotación, la ha sofisticado. La industria no muere, se moderniza con biotecnología, inteligencia artificial y robotización. Y detrás de cada algoritmo, hay un trabajador explotado.

 

     La clase obrera no se reduce a los obreros manuales; incluye a quienes venden su fuerza física o intelectual a cambio de un salario, en fábricas, bancos, comercios, hospitales y oficinas.

 

 

 

Contra las teorías no científicas

       Desde el siglo XVIII, proliferan teorías que diluyen los límites de la clase trabajadora, identificando como “pueblo trabajador” a toda la sociedad, incluidos sectores de la pequeña burguesía o la intelectualidad.

 

    Para Mavrikos, estas ideas confunden y desarman al movimiento:

 

   “No todo el que trabaja es parte de la clase obrera. Lo que determina su lugar en la estructura social es su relación con los medios de producción”.

 

 

 

El origen histórico de las clases

     La historia no comenzó con desigualdad. En las sociedades primitivas no existían clases sociales ni propiedad privada. Fue con el desarrollo de la agricultura y la ganadería que surgió el excedente y, con él, la propiedad, la esclavitud y las primeras divisiones de clase.

 

     A través de las formaciones socioeconómicas —esclavismo, feudalismo, capitalismo— se ha mantenido un patrón: una minoría que posee los medios de producción y una mayoría que vive de vender su trabajo.

 

 

 

Capitalistas y proletarios

     En el capitalismo moderno, las dos clases fundamentales son los capitalistas —propietarios de fábricas, bancos, hoteles y grandes tierras— y los proletarios —quienes no poseen medios de producción y viven de su salario.

 

     Esta relación es estructural, no individual. No se trata de un jefe explotando a un trabajador, sino de una clase entera apropiándose del trabajo ajeno a través de la plusvalía.

 

 

La importancia de los estratos intermedios

     Entre el capital y el trabajo existen capas intermedias: pequeños propietarios, campesinos, profesionales autónomos. Algunos son más cercanos al proletariado, otros más próximos a la burguesía. Pero su papel es siempre ambivalente: pueden oscilar entre apoyar la transformación social o convertirse en un obstáculo. Por eso, una tarea clave del movimiento obrero es forjar alianzas con los sectores populares, sin perder claridad de cuales son sus intereses de clase.

 

 

 

¿Y los jóvenes, los estudiantes, los técnicos?

    Mavrikos aclara que los jóvenes y estudiantes no forman una clase en sí, sino un estrato interclasista. Su futuro dependerá de su inserción en la producción. De forma similar, los técnicos, ingenieros o doctores pueden ser obreros o capitalistas, según vendan su fuerza de trabajo o exploten la de otros.

    Lo que importa, insiste Mavrikos, no es el título ni el salario, sino la posición objetiva que ocupan frente a los medios de producción.

 

 

 

El proletariado como clase dirigente

     La clase trabajadora no solo es la más explotada; también es la más organizada, la más numerosa, la que produce toda la riqueza social. Su carácter colectivo, su concentración urbana y su creciente nivel de formación la convierten en el sujeto revolucionario por excelencia.

    “Es la única clase que, al liberarse, libera a todas”, afirma Mavrikos. Pero para cumplir su papel histórico necesita organización, conciencia de clase y partido propio.

 

 

 

Lecciones del pasado, tareas del presente

      Tras la caída del socialismo en Europa del Este, las lecciones son muchas. Mavrikos insiste en que el movimiento obrero debería estudiar críticamente esos procesos, aprender de los errores y reorientar sus luchas. La unidad de clase, la alianza con los sectores populares y una estrategia clara contra el capitalismo son hoy más urgentes que nunca.

 

     “El proletariado es el corazón del proceso productivo. Tiene en sus manos la capacidad de cambiar el mundo. Solo necesita tener conciencia de ello”, concluyó.

 


Fuente: George Mavrikos, “On Social Classes”, MLToday, 2025

 

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