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TRUMP Y EL "ESCÁNDALO EPSTEIN": UNA HISTORIA DE SOMBRAS, SILENCIOS Y POPULARIDAD EN ALZA

¿Por qué misteriosas razones millones de estadounidenses continúan creyendo en Trump?

Durante años, Donald Trump compartió fiestas, contactos y silencios con Jeffrey Epstein y Ghislaine Maxwell. Aunque nunca fue acusado formalmente, su nombre aparece una y otra vez entre los círculos de poder que rodeaban a los responsables de uno de los mayores escándalos sexuales de las élites globales. Hoy, lejos de estar acabado, su popularidad está en ascenso. ¿Cómo se explica este fenómeno?

 

POR ADAY QUESADA PARA CANARIAS SEMANAL.ORG

 

    No hay crónica del poder en Estados Unidos que no se escriba entre fiestas exclusivas, relaciones turbias y fotos cuidadosamente borradas del álbum oficial. Donald Trump, figura central de la política y el espectáculo estadounidense durante las últimas décadas, no es ajeno a estos paisajes.

 

     Uno de los episodios más oscuros que lo rodean –aunque rara vez lo manchan directamente en lo judicial– es su antigua relación con Jeffrey Epstein, el multimillonario caído en desgracia por montar una red internacional de abuso y tráfico sexual de menores. Pero, ¿qué papel jugó Trump realmente en esta historia? ¿Y por qué, a pesar de estos escándalos, su popularidad parece no solo intacta, sino fortalecida en 2025?

 

LOS AÑOS DORADOS: FIESTAS, FOTOS Y SILENCIOS

    Durante los años noventa y principios de los 2000, Donald Trump y Jeffrey Epstein compartían algo más que gustos por la riqueza y el lujo: compartían amistades, cenas y fiestas en Palm Beach y Manhattan. Incluso hay registros de eventos en la residencia de Mar-a-Lago donde ambos eran anfitriones o invitados de honor. Trump llegó a declarar en 2002 que Epstein era “un tipo genial” y que “le gustaban mucho las mujeres, especialmente las jóvenes”, frase que, años después, resonaría como un eco incómodo en tribunales y redes sociales.

 

    Sin embargo, cuando Epstein fue arrestado por primera vez en 2008, Trump comenzó a marcar distancias. Dijo que hacía años que no lo veía y negó cualquier implicación. De hecho, fue uno de los pocos ricos y famosos que accedió a hablar públicamente de Epstein tras su arresto, aunque solo fuera para despegarse del escándalo. En ese momento, Trump parecía jugar a dos bandas: reconocer que lo conocía, pero recalcar que su vínculo se había enfriado antes de que estallara el escándalo.

 

  GHISLAINE MAXWELL: EL ENLACE ENTRE EL SILENCIO Y EL PODER

    Aquí entra en escena una figura clave: Ghislaine Maxwell, ex pareja sentimental y principal colaboradora de Epstein. Durante décadas, Maxwell fue la encargada de reclutar y manipular a muchas de las menores que luego serían explotadas sexualmente. Su rostro sonriente fue habitual en las portadas de las revistas de sociedad, siempre rodeada de élites políticas, culturales y económicas.

 

TRUMP Y MAXWELL: MÁS QUE UNA FOTO

   Durante los años de oro del jet set neoyorquino, Ghislaine Maxwell asistía con frecuencia a las fiestas organizadas por Donald Trump, especialmente en Mar-a-Lago.

    Ambos fueron fotografiados juntos en varias ocasiones. Como sucede en las altas esferas, no todo se dice, pero todo se capta: los gestos, las presencias, los saludos cordiales. Las imágenes que los muestran juntos no prueban delitos, pero sí una cercanía social evidente, un conocimiento mutuo que luego Trump intentó minimizar.

 

LE DESEO LO MEJOR”: UNA FRASE QUE RETUMBÓ

En julio de 2020, ya como presidente, Trump fue preguntado por la detención de Maxwell. Su respuesta fue una bomba:

“No sé mucho sobre ella. Le deseo lo mejor.”

    Cinco palabras bastaron para agitar a la opinión pública. ¿Le desea lo mejor a una mujer acusada de participar en una red de abuso sexual de menores? ¿Fue un comentario irónico? ¿Una estrategia para despistar? ¿O, quizás, un mensaje cifrado?

 

INDULTO: EL PODER DE QUIEN PUEDE Y NO NIEGA

    Años después, ya fuera de la presidencia, Trump remarcó en una entrevista en 2025 algo aún más perturbador:

   “Tengo derecho a indultar a Ghislaine Maxwell si lo deseo.”

   No dijo que fuera a hacerlo. No defendió su inocencia. Solo enfatizó que podía. Esa frase se leyó como un recordatorio de su poder, como un mensaje a los suyos, o incluso como un gesto protector hacia alguien que, desde su celda, podría conocer demasiados secretos.

   Maxwell, hasta ahora, no ha delatado a nadie de peso. No ha ofrecido acuerdos judiciales. Su silencio vale oro. Y en ese juego de silencio y poder, Trump sigue manejando los tiempos y las palabras con una habilidad que pudiera parecer torpe, pero que es tremendamente eficaz para su base política.

 

LA “CARTA DE CUMPLEAÑOS” Y LOS ARCHIVOS TÓXICOS

   En septiembre de  este año, se filtró una supuesta carta de cumpleaños enviada por Trump a Epstein. Aunque la Casa Blanca la calificó de “tontería”, y no se ha confirmado oficialmente su existencia, el daño simbólico ya estaba hecho. No importa tanto si la carta es real. Lo que importa es que la conexión sigue viva en la memoria colectiva.

   Los archivos revelados recientemente por el Congreso de EE.UU. también agitaron el avispero. Se publicaron imágenes inéditas de la noche en que Epstein murió en prisión, alimentando teorías de encubrimiento y conspiración. Una muerte en una celda, sin cámaras funcionando correctamente, en un momento clave. Todo encaja demasiado bien como para no sospechar.

 

¿Y POR QUÉ SIGUE SIENDO POPULAR?

    Con todo este historial de relaciones turbias, frases ambiguas y silencios estratégicos, cabría esperar una caída en picada de la popularidad de Trump. Pero el efecto ha sido justo el contrario.

   En noviembre de 2025, Trump no solo lidera las encuestas del Partido Republicano, sino que aparece como favorito absoluto  ¿Cómo es posible?

 

EL SIGNIFICADO POLÍTICO DE SU POPULARIDAD ACTUAL

    Lo que hay detrás del respaldo a Trump no es simplemente apoyo personal. Es adhesión ideológica, rechazo visceral al sistema y desesperación social. Trump no es popular a pesar de los escándalos. Es popular por ellos.

 

    Cada nueva controversia alimenta su narrativa: “el sistema está podrido”, “todos me atacan porque no pueden controlarme”, “el Estado profundo quiere destruirme”. Sus votantes no necesitan pruebas, solo emociones. Lo sienten como uno de los suyos. Un millonario que habla como ellos, que desprecia las élites liberales, que dice lo que piensa (aunque mienta). En ese relato, el escándalo no resta, suma.

 

    Trump ha logrado encarnar un tipo de liderazgo que desafía todas las reglas tradicionales de la política liberal. La lógica ya no es racional, sino emocional. Lo que para un oponente sería un golpe mortal, para él es un certificado de autenticidad.

 

    Además, ha consolidado una estructura mediática paralela que le permite moldear el discurso público: redes sociales, canales alternativos, discursos virales. Su base no necesita confiar en los medios tradicionales. Desconfían de ellos por definición. Así que cualquier acusación es automáticamente desactivada como “fake news”.

 

   Mientras tanto, las instituciones políticas, judiciales y mediáticas no logran articular una respuesta eficaz. Trump avanza en medio del caos que él mismo ha creado. Y lo hace con una sonrisa.

 

 
 
 
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