
EL ESPEJISMO DEL "EMPRENDIMIENTO" Y LOS AUTÓNOMOS: ENTRE LA PRECARIEDAD Y LA NECESIDAD
Lo que se oculta tras el mito neoliberal de "ser tu propio jefe"
En septiembre de 2025, Canarias alcanzó una cifra récord de trabajadores autónomos. Para el Gobierno regional y las asociaciones patronales, estos datos deben ser celebrados como una muestra de "dinamismo económico", un renacer del "espíritu emprendedor" en las islas (...).
Por EUGENIO FERNÁNDEZ PARA CANARIAS-SEMANAL.ORG.-
En septiembre de 2025, Canarias alcanzó una cifra sin precedentes: la friolera de más de 145.000 personas registradas como trabajadores autónomos.
Para el Gobierno regional y las asociaciones patronales, estos datos deben ser celebrados como una muestra de "dinamismo económico", un renacer del "espíritu emprendedor" en las islas.
Sin embargo, esta lectura triunfalista ignora un hecho fundamental: la mayoría de quienes se lanzan al autoempleo no lo hacen por vocación empresarial, sino por pura necesidad.
TRABAJADORES QUE SE AUTOGESTIONAN LA PRECARIEDAD
El crecimiento del autoempleo no puede interpretarse como un fenómeno de libre elección, sino como resultado directo de las contradicciones del sistema económico que rige en nuestra sociedad. Este sistema, que incapaz de garantizar empleo estable y digno para todos, empuja a los trabajadores fuera del salario formal, obligándolos a buscar su sustento por vías individuales.
Así, bajo el ropaje ideológico del “emprendedor valiente”, se esconde el drama cotidiano del trabajador que no encuentra otra forma de sobrevivir.
La mayoría de los autónomos en Canarias no tienen empleados, ni capital significativo, ni margen para asumir riesgos.
Nueve de cada diez cotizan por la base mínima, lo que refleja ingresos muy bajos y una protección social realmente raquítica. A pesar de ello, el discurso institucional persevera en continuar celebrando esta forma de subsistencia como si fuera una historia de éxito.
TURISMO, FRAGILIDAD ESTRUCTURAL Y FALTA DE ALTERNATIVAS
La estructura productiva del Archipiélago es clave para entender este fenómeno. Canarias depende en gran medida del turismo, un sector que concentra uno de cada cuatro empleos y que genera ocupación estacional, mal pagada y extremadamente inestable.
La industria es casi inexistente y no hay un tejido productivo diversificado capaz de ofrecer alternativas laborales. En este contexto, el autoempleo no es una elección, sino una válvula de escape ante un sistema que expulsa sistematica y masivamente el empleo asalariado.
Lejos de ser un fenómeno aislado, esto conecta a Canarias con otras regiones del sur de Europa como Baleares, Grecia o el sur de Italia. Todas comparten altos índices de autoempleo, pero también economías dependientes del turismo, débiles en términos industriales y con mercados laborales fragmentados y frágiles.
Lo que en los gráficos aparece como un crecimiento del “espíritu emprendedor”, en la vida real se manifiesta como una carrera desesperada por evitar el desempleo.
EL TRABAJO SIN PATRÓN NO ES LIBERTAD, ES NUEVA EXPLOTACIÓN
Uno de los grandes éxitos del capitalismo contemporáneo ha sido su capacidad para representar simbólicamente la explotación bajo nuevos ropajes que ocultan su esencia real.
El autónomo ya no se ve a sí mismo como un obrero explotado, sino como "un empresario" que ha hecho realidad el objetivo de "ser su propio jefe".
Pero la realidad es más tozuda: estos trabajadores no tienen poder de negociación, se enfrentan en solitario al mercado y asumen todos los costes de la actividad económica, sin tener control real sobre las condiciones de producción ni sobre el precio final de su trabajo.
El fenómeno del falso autónomo lleva esta lógica al extremo. En sectores como el transporte, la construcción o las plataformas digitales, es habitual que empresas contraten a trabajadores como si fueran independientes, cuando en realidad están sometidos a jornadas, directrices y condiciones impuestas.
Es de esta corma como se logran externalizar los costes laborales, evitan pagar seguridad social y eludiendo derechos básicos. La relación de explotación persiste, pero desaparece el patrón visible. El capital gana flexibilidad; el trabajador pierde garantías.
PUERTAS GIRATORIAS, AGOTAMIENTO Y AUTOEXPLOTACIÓN
Otro dato absolutamente revelador es el que apunta que cerca del 50% de los autónomos en Canarias abandonan su actividad antes de los tres años.
Lo que comienza como una apuesta por salir adelante termina, en la mayoría de los casos, en agotamiento económico, emocional y físico. En definitiva, en un drama personal. Las causas son múltiples: falta de rentabilidad, cargas fiscales excesivas, dependencia de pocos clientes y ausencia de redes de apoyo.
Para resistir, muchos trabajan jornadas que superan las diez horas diarias, sin vacaciones ni descanso, en un entorno de competencia feroz y precios a la baja. Este régimen de autoexplotación no solo precariza la vida presente, sino también el futuro, pues las cotizaciones mínimas implican pensiones ínfimas y una vejez sin seguridad.
UNA TRAMPA IDEOLÓGICA BIEN CONSTRUIDA
El discurso del "emprendimiento" ha logrado algo insólito: transformar una situación de vulnerabilidad en una supuesta virtud. Se presenta al trabajador precario como héroe que toma riesgos y se reinventa, cuando en realidad ha sido empujado al borde del abismo por un sistema que ya no le ofrece lugar alguno en el mercado laboral formal.
El trabajador, desposeído de los medios de producción, sigue vendiendo su fuerza de trabajo, pero ahora en condiciones aún más desfavorables. Ya no hay negociación colectiva, ni salario garantizado, ni protección social. Solo queda el mercado, que es el que dicta quién sobrevive y quién cae. Y quienes caen son, encima, culpados y señalados como "perdedores", por no haber “sabido emprender”.
EL EMPLEO DIGO NO NACE DE LA VOLUNTAD INDIVIDUAL, SINO DE CAMBIOS ESTRUCTURALES
Canarias no necesita más autónomos disfrazados de empresarios. Necesita transformar su modelo productivo. Eso implica diversificar la economía, fortalecer el sector industrial, invertir en investigación y desarrollo, y garantizar empleo con derechos. Solo así se puede revertir esta tendencia hacia la fragmentación del trabajo y la generalización de la precariedad.
El autoempleo, en sí mismo, no es ni bueno ni malo. Puede ser una opción válida si se ejerce desde la autonomía real, con garantías y con acceso a derechos. Pero cuando se convierte en la única salida ante un mercado laboral roto, deja de ser una elección y pasa a ser una forma más de subordinación. Aplaudirlo como si fuera una señal de vitalidad económica es, cuando menos, irresponsable.
Frente al relato neoliberal que celebra al emprendedor como modelo de ciudadano ideal, es necesario recuperar una visión crítica que devuelva el protagonismo a los trabajadores como sujetos colectivos, no como individuos abandonados a su suerte.
La solución no está en fomentar el emprendimiento individual, sino en reconstruir el tejido social que permita a todos y todas vivir con dignidad, más allá de su capacidad para “buscarse la vida”.
Por EUGENIO FERNÁNDEZ PARA CANARIAS-SEMANAL.ORG.-
En septiembre de 2025, Canarias alcanzó una cifra sin precedentes: la friolera de más de 145.000 personas registradas como trabajadores autónomos.
Para el Gobierno regional y las asociaciones patronales, estos datos deben ser celebrados como una muestra de "dinamismo económico", un renacer del "espíritu emprendedor" en las islas.
Sin embargo, esta lectura triunfalista ignora un hecho fundamental: la mayoría de quienes se lanzan al autoempleo no lo hacen por vocación empresarial, sino por pura necesidad.
TRABAJADORES QUE SE AUTOGESTIONAN LA PRECARIEDAD
El crecimiento del autoempleo no puede interpretarse como un fenómeno de libre elección, sino como resultado directo de las contradicciones del sistema económico que rige en nuestra sociedad. Este sistema, que incapaz de garantizar empleo estable y digno para todos, empuja a los trabajadores fuera del salario formal, obligándolos a buscar su sustento por vías individuales.
Así, bajo el ropaje ideológico del “emprendedor valiente”, se esconde el drama cotidiano del trabajador que no encuentra otra forma de sobrevivir.
La mayoría de los autónomos en Canarias no tienen empleados, ni capital significativo, ni margen para asumir riesgos.
Nueve de cada diez cotizan por la base mínima, lo que refleja ingresos muy bajos y una protección social realmente raquítica. A pesar de ello, el discurso institucional persevera en continuar celebrando esta forma de subsistencia como si fuera una historia de éxito.
TURISMO, FRAGILIDAD ESTRUCTURAL Y FALTA DE ALTERNATIVAS
La estructura productiva del Archipiélago es clave para entender este fenómeno. Canarias depende en gran medida del turismo, un sector que concentra uno de cada cuatro empleos y que genera ocupación estacional, mal pagada y extremadamente inestable.
La industria es casi inexistente y no hay un tejido productivo diversificado capaz de ofrecer alternativas laborales. En este contexto, el autoempleo no es una elección, sino una válvula de escape ante un sistema que expulsa sistematica y masivamente el empleo asalariado.
Lejos de ser un fenómeno aislado, esto conecta a Canarias con otras regiones del sur de Europa como Baleares, Grecia o el sur de Italia. Todas comparten altos índices de autoempleo, pero también economías dependientes del turismo, débiles en términos industriales y con mercados laborales fragmentados y frágiles.
Lo que en los gráficos aparece como un crecimiento del “espíritu emprendedor”, en la vida real se manifiesta como una carrera desesperada por evitar el desempleo.
EL TRABAJO SIN PATRÓN NO ES LIBERTAD, ES NUEVA EXPLOTACIÓN
Uno de los grandes éxitos del capitalismo contemporáneo ha sido su capacidad para representar simbólicamente la explotación bajo nuevos ropajes que ocultan su esencia real.
El autónomo ya no se ve a sí mismo como un obrero explotado, sino como "un empresario" que ha hecho realidad el objetivo de "ser su propio jefe".
Pero la realidad es más tozuda: estos trabajadores no tienen poder de negociación, se enfrentan en solitario al mercado y asumen todos los costes de la actividad económica, sin tener control real sobre las condiciones de producción ni sobre el precio final de su trabajo.
El fenómeno del falso autónomo lleva esta lógica al extremo. En sectores como el transporte, la construcción o las plataformas digitales, es habitual que empresas contraten a trabajadores como si fueran independientes, cuando en realidad están sometidos a jornadas, directrices y condiciones impuestas.
Es de esta corma como se logran externalizar los costes laborales, evitan pagar seguridad social y eludiendo derechos básicos. La relación de explotación persiste, pero desaparece el patrón visible. El capital gana flexibilidad; el trabajador pierde garantías.
PUERTAS GIRATORIAS, AGOTAMIENTO Y AUTOEXPLOTACIÓN
Otro dato absolutamente revelador es el que apunta que cerca del 50% de los autónomos en Canarias abandonan su actividad antes de los tres años.
Lo que comienza como una apuesta por salir adelante termina, en la mayoría de los casos, en agotamiento económico, emocional y físico. En definitiva, en un drama personal. Las causas son múltiples: falta de rentabilidad, cargas fiscales excesivas, dependencia de pocos clientes y ausencia de redes de apoyo.
Para resistir, muchos trabajan jornadas que superan las diez horas diarias, sin vacaciones ni descanso, en un entorno de competencia feroz y precios a la baja. Este régimen de autoexplotación no solo precariza la vida presente, sino también el futuro, pues las cotizaciones mínimas implican pensiones ínfimas y una vejez sin seguridad.
UNA TRAMPA IDEOLÓGICA BIEN CONSTRUIDA
El discurso del "emprendimiento" ha logrado algo insólito: transformar una situación de vulnerabilidad en una supuesta virtud. Se presenta al trabajador precario como héroe que toma riesgos y se reinventa, cuando en realidad ha sido empujado al borde del abismo por un sistema que ya no le ofrece lugar alguno en el mercado laboral formal.
El trabajador, desposeído de los medios de producción, sigue vendiendo su fuerza de trabajo, pero ahora en condiciones aún más desfavorables. Ya no hay negociación colectiva, ni salario garantizado, ni protección social. Solo queda el mercado, que es el que dicta quién sobrevive y quién cae. Y quienes caen son, encima, culpados y señalados como "perdedores", por no haber “sabido emprender”.
EL EMPLEO DIGO NO NACE DE LA VOLUNTAD INDIVIDUAL, SINO DE CAMBIOS ESTRUCTURALES
Canarias no necesita más autónomos disfrazados de empresarios. Necesita transformar su modelo productivo. Eso implica diversificar la economía, fortalecer el sector industrial, invertir en investigación y desarrollo, y garantizar empleo con derechos. Solo así se puede revertir esta tendencia hacia la fragmentación del trabajo y la generalización de la precariedad.
El autoempleo, en sí mismo, no es ni bueno ni malo. Puede ser una opción válida si se ejerce desde la autonomía real, con garantías y con acceso a derechos. Pero cuando se convierte en la única salida ante un mercado laboral roto, deja de ser una elección y pasa a ser una forma más de subordinación. Aplaudirlo como si fuera una señal de vitalidad económica es, cuando menos, irresponsable.
Frente al relato neoliberal que celebra al emprendedor como modelo de ciudadano ideal, es necesario recuperar una visión crítica que devuelva el protagonismo a los trabajadores como sujetos colectivos, no como individuos abandonados a su suerte.
La solución no está en fomentar el emprendimiento individual, sino en reconstruir el tejido social que permita a todos y todas vivir con dignidad, más allá de su capacidad para “buscarse la vida”.