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Martes, 07 de Octubre de 2025 Tiempo de lectura:

TRUMP DECLARA LA GUERRA A LAS IDEAS: EL ANTICAPITALISMO SERÁ CONSIDERADO COMO UN "PRE CRIMEN"

Con la "Ley de Insurrección" podrá desplegar tropas militares dentro de todo el territorio nacional ¿Es el pensamiento crítico el próximo objetivo del Estado?

Estados Unidos está cambiando, y no precisamente para bien. Las últimas decisiones y declaraciones de Donald Trump —entre amenazas de militarización y persecución de ideas— han encendido las alarmas incluso entre quienes solían apoyarlo. ¿Estamos presenciando el nacimiento de una nueva forma de autoritarismo made in USA?

 

POR MÁXIMO RELTI PARA CANARIAS SEMANAL.ORG.-

 

    En Estados Unidos, algo que parecía enterrado bajo décadas de democracia formal y derechos constitucionales está despertando con una fuerza más que alarmante.

 

   Como si de un espectro mal enterrado se tratara, las prácticas autoritarias —que muchos pensaban superadas— regresan, pero ahora no bajo el pretexto de una guerra o de una emergencia nacional, sino como parte de un proyecto político sistemático. Un proyecto que tiene nombre, rostro y cuenta con millones de seguidores: Donald Trump.

 

    Durante años, Trump ha jugado con los límites de lo permitido. Pero lo que era visto por muchos como una simple fanfarronería populista empieza ahora a consolidarse como un programa político con tintes represivos cada vez más abiertos.

 

    Lo que antes era pura retórica incendiaria, hoy parece  traducirse en memorandos, discursos militares y amenazas de intervención directa contra ciudadanos y movimientos sociales.

 

 

  "Trump no es una anomalía, es el síntoma de una clase dominante en crisis"

 

 

     Ahora  no pocos estadounidenses —incluso algunos que lo votaron— empiezan a darse cuenta de que lo que está en juego ya no es solo una elección. Es la democracia liberal tal como ellos la habían conocido  e interpretado.

 

UN NUEVO ENEMIGO INTERNO: EL ANTICAPITALISMO

 

     El primer gran síntoma de este viraje represivo llegó con un recientísimo  documento que parece sacado de una distopía: un memorándum de seguridad nacional en el que se clasifica al anticapitalismo como una suerte de “precrimen” político. No como una corriente ideológica legítima dentro del pluralismo, sino como una amenaza que debe ser vigilada, rastreada y neutralizada.

 

    Según el citado memorándum de seguridad nacional firmado por Trump, el anticapitalismo figura entre los “indicators of incipient political violence” (“indicadores de violencia política incipiente”) que el gobierno debe “detect, prevent and protect” (identificar, prevenir y proteger). Jacobin, 2Reuters+2

 

     El texto sostiene que esta violencia política “is not a series of isolated incidents … It is a culmination of sophisticated, organized campaigns … designed to silence opposing speech” (“no es una serie de incidentes aislados… es la culminación de campañas sofisticadas organizadas… diseñadas para silenciar discursos opuestos”). The New Republic

   

    Con ese tipo de expresiones, Trump no está amenazando a una banda armada: está apuntando, directamente, al pensamiento crítico como peligrosamente sospechoso. Convertir la ideología anticapitalista en un “pre crimen político” es más que una provocación retórica: es comenzar a construir las bases legales para vigilar, perseguir y censurar ideas.

 

    Dicho sin rodeos. La disidencia sobre el sistema económico meramente verbal ya no es vista como una opinión, sino como un delito en potencia.

 

    Este tipo de operaciones no es nuevo en la historia del poder. Cuando los grandes intereses económicos sienten que su hegemonía cultural y política está en peligro, activan sus mecanismos de defensa. Y esos mecanismos históricamente  suelen ser simplemente brutales.

 

   Clasificar al anticapitalismo como delito no es solo un ataque a una ideología. Es sobre todo una seria advertencia a millones de trabajadores, estudiantes, intelectuales, activistas y movimientos que desde hace décadas vienen denunciando la desigualdad galopantemente creciente en EE. UU.

 

    El mensaje es claro: quien cuestione el sistema económico será considerado una amenaza para la nación.

 

 

   LA LEY DE INSURRECCIÓN COMO BOTÓN DE PÁNICO

 

     Pero lo que más alarma a sectores enteros de la sociedad estadounidense es la disposición de Trump a usar la Ley de Insurrección para desplegar tropas militares dentro del territorio nacional. No contra bandas armadas ni grupos paramilitares:  sino contra ciudadanos, contra manifestantes e incluso contra gobernadores que no se alineen con su misma línea política.

 

    Y no se trata de una exageración. El propio Trump ha dicho públicamente que podría recurrir a esta ley si los tribunales bloquean sus planes de militarización de las ciudades. Ha insinuado, igualmente, que no dudará en “restaurar el orden” en aquellas zonas donde los gobiernos locales —especialmente los demócratas— se opongan a su intervención.

 

   En otras palabras: se está cocinando un modelo de intervención federal basado en el uso de las fuerzas armadas como herramienta para doblegar la autonomía local y aplastar la protesta social. Todo ello en nombre de la “seguridad”, claro. Porque cuando el poder se siente amenazado, el lenguaje de la libertad se vuelve una trampa.

 

 

VENEZUELA COMO "LABORATORIO DE ENSAYO"

 

     Mientras en su país se prepara para desplegar tropas contra su propia población, Trump presume en público de los “logros” de sus misiones militares en el extranjero. Recientemente, declaró en un acto que “ya no quedan barcos” en las aguas de Venezuela, en referencia a una operación naval supuestamente destinada a combatir a los cárteles de la droga.

 

    Lo que se oculta detrás de esa frase —expresada con el  tono de orgullo que lo caracteriza— es una lógica bien conocida: usar operaciones militares en el extranjero como ensayo general para el uso de la fuerza, legitimar el uso del ejército como instrumento de política interna y construir el relato del “enemigo externo” que justifique luego la represión interna.

 

   En otras palabras, lo que se aplica fuera de las fronteras sirve de ensayo para lo que se quiere aplicar dentro de ellas. Y en esa lógica, el pueblo estadounidense podría estar siendo entrenado, sin saberlo, para aceptar una nueva normalidad: la de vivir bajo la vigilancia, la amenaza y el control permanente.

 

"Cuando el poder necesita clasificar ideas como crímenes, es porque ya no le basta  con creer tener la razón"

 

 

¿ORDEN O AUTORITARISMO?

 

    Lo que estamos viendo no es un fenómeno aislado ni fruto de un exabrupto de campaña. Es parte de un proyecto autoritario que, con lenguaje nacionalista y ropajes de legalidad, pretende reformular el contrato social estadounidense.

 

    Trump sabe que no puede frenar la creciente ola de descontento con discursos vacíos. Por eso ahora está apostando por la militarización,   la criminalización de la disidencia y la creación de enemigos internos —como el anticapitalismo— para justificar el endurecimiento del aparato estatal.

 

    Lo más preocupante es que este giro represivo no solo apunta a consolidar un modelo de gobierno fuerte, sino a reconfigurar el propio sentido de ciudadanía. Una ciudadanía en la que disentir es sospechoso, protestar es subversivo y organizarse es peligroso.

 

 UN FUTURO BAJO VIGILANCIA

 

    Muchos creían que la historia avanzaba en línea recta hacia más libertad, más derechos, más democracia. Pero como suele ocurrir a veces, la historia, aunque parezca en ocasiones estar caminando, realmente solo está dando vueltas sobre sí misma. Y a veces, incluso, regresa con máscara de modernidad a escenarios que ya hemos conocido bien. El problema es que ahora, ese autoritarismo no viene en forma de golpe militar sino, en el caso de los EEUU, como estrategia electoral.

 

   Trump no es una anomalía. Es el claro síntoma de una clase dominante estadounidense que se está viendo sometida a fuertes tensiones económicas y geopolíticas, en un escenario internacional en el que competidores de  idéntica naturaleza socioeconómica, la arrinconan en un cuadrilátero en el que hasta hace bien poco, carecían de contrincantes serios. 

 

      El nuevo y desfavorable contexto mundial le impide sostener, con consenso, la hegemonía de la que había disfrutado  durante décadas.  Por ello, ante lo que considera una "situación de acoso" multilateral,  trata de restablecer los antiguos equilibrios. Y para lograrlo usa la coerción, tanto en el frente interior como en el exterior.  

 

  

FUENTES CONSULTADAS  

    Jacobin Latinoamérica – “Trump clasifica al ‘anticapitalismo’ como ‘precrimen’ político”. [https://jacobinlat.com/2025/10/trump-clasifica-al-anticapitalismo-como-precrimen-politico].

CNN en Español – “Trump dice que podría usar la Ley de InsurreccióN[https://cnnespanol.cnn.com/2025/10/06/eeuu/trump-ley-de-insurreccion].

El País – “Trump se abre a invocar la Ley de Insurrección…” [https://elpais.com/internacional/2025-10-07/trump-se-abre-a-invocar-la-ley-de-insurreccion].

CNN en Español – “Trump dice que ya no quedan ‘barcos’ en aguas de Venezuela…” [https://cnnespanol.cnn.com/2025/10/05/eeuu/trump-barcos-venezuela-mision-marina].

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