
LOS DIPUTADOS MADRILEÑOS "DIGNIFICAN" SUS SALARIOS SUBIÉNDOSELOS A 4.000 EUROS MENSUALES
Alegan que con la medida pretenden "devolver el prestigio perdido a su oficio", dignificándolo.
¿Quién dijo que el sacrificio político no tenía recompensa? ¿Qué clase de funcionario sobrevive con menos de 4.000 euros mensuales? ¿Y cómo se dignifica una institución: con ética o con nómina? Estas preguntas retumban en los pasillos de la Asamblea de Madrid, donde el verano trajo calor, vacaciones y, cómo no, una nueva subida salarial.
Pór ADAY QUESADA PARA CANARIAS SEMANAL.ORG.-
Por segunda vez en menos de un año, los diputados madrileños han decidido “dignificar la política” -según argumentaron- subiendo sus sueldos base hasta alcanzar casi los 4.000 euros brutos al mes.
No es una cifra cualquiera: es una especie de cifra mágica, un número que, según el argumentario interno, tiene el poder de devolver el prestigio perdido al oficio de diputado. Porque, al parecer, lo que desprestigia a la política no son los casos de corrupción, las promesas incumplidas ni los lánguidos plenos vacíos: es el sueldo insuficientemente digno, según los mismos que decretaron la subida.
La medida, aprobada con el voto a favor del PP y el PSOE, y el rechazo de Más Madrid y Vox que tratan de cuidar sus flancos débiles de cara la las próximas elecciones comunitarias. El subidón supone un aumento total del 8,5% en apenas un año. No está mal. A fin y al cabo, ese es el mismo incremento porcentual que experimentan anualmente los salarios de la mayoría de los españoles,
En tiempos de dura contención salarial para la mayoría de los mortales y subidas del IPC que desangran carteras, mire usted por dónde, los diputados de uno u otro signo, han encontrado una feliz causa común: dignificarse a sí mismos. Al fin y al cabo, si no lo hacen ellos, ¿quién podría hacerlo?
El acuerdo no fue fruto de una súbita inspiración ética, sino de una reunión burocrática en la Diputación Permanente. Allí, entre cafés, sonrisas cómplices y actas con títulos pomposos, se decidió que la dignidad tenía un precio, y que el mercado de valores políticos estaba en alza.
Se argumentó que los diputados madrileños cobraban menos que los de otros diez parlamentos autonómicos, y a eso —¡oh tragedia!— no había derecho porque atentaba contra la autoestima institucional.
Para corregir semejante agravio, se impuso un alza del 0,5%, que se suma al 2% de 2024 y al 6% de 2023. En total, un 8,5% que convierte la humildad en pura leyenda urbana.
Por supuesto, la excusa oficial es impecable:
“No incrementar las retribuciones implica desprestigio hacia la propia actividad parlamentaria” (sic), dijo un representante sociata, con un tono digno de manual de autoayuda para élites políticas.
Los del PP, solidarios con sus colegas de casta en la causa de la autorretribución, asintieron con gesto grave, convencidos de que dignificar el cargo debe empezar por dignificar la cuenta corriente.
Mientras tanto, en el mundo terrenal, el salario medio español ronda por justo la mitad de lo que percibirán los diputados de la Asamblea de Madrid y ni que decir del que separa a la mitad que gana menos, que apenas llega a superar en el mejor de los casos, los 1.800. Pero, claro, no todos los trabajadores están llamados a tan altas cuotas de dignidad.
El contraste es obsceno y, sin embargo, presentado con la naturalidad con que se sirve un café en la cafetería del Parlamento. Entre ellos hablan de una “equiparación con los del Congreso” como si el Congreso español fuera la referencia moral del ahorro y la austeridad. Y se añaden que “no es obligatorio aplicar la subida”, aunque todos los presentes decidieron por unanimidad que, en su caso, sí lo era.
Eso sí, no todos los héroes llevan corbata. La presidenta regional, Isabel Díaz Ayuso, ha optado —según se aclara con extraordinaria teatralidad— por renunciar a la subida. Seguirá con sus “modestísimos” 103.090,32 euros anuales, porque la contención del gasto público también necesita mártires. Y ella, como es sabido, también lo es.
La verdad es que la sátira casi se escribe sola. Los diputados alegan que su retribución es una inversión en calidad democrática. Si así fuera, Madrid tendría ya el Parlamento más transparente del planeta. Pero los hechos se empeñan en llevar la contraria: agendas públicas opacas, sesiones de control convertidas en duelos teatrales, y una desconexión crónica entre representantes y representados.
Si de verdad desearan dignificar la política, quizá podrían empezar por otros frentes: cumplir promesas, acudir a los plenos, aprobar leyes útiles o rendir cuentas con humildad. Tal vez incluso vivir, por un mes, con el salario medio del ciudadano al que dicen representar. Eso sí sería un ejercicio de dignidad.
Porque, en el fondo, esta subida salarial no es un acto de justicia, sino de autocomplacencia. Es el espejismo del privilegio envuelto en lenguaje administrativo. Una dignidad que cotiza al alza mientras la ética sigue en mínimos históricos.
El problema no es que los diputados cobren demasiado: es que cobran mucho para lo poco que dignifican.
En definitiva, la dignidad política ha encontrado su valor de mercado: 4.000 euros al mes, más complementos y sin IVA moral. Mientras tanto, el ciudadano medio se ve obligado a dignificar el sistema desde la cola del supermercado.
Pór ADAY QUESADA PARA CANARIAS SEMANAL.ORG.-
Por segunda vez en menos de un año, los diputados madrileños han decidido “dignificar la política” -según argumentaron- subiendo sus sueldos base hasta alcanzar casi los 4.000 euros brutos al mes.
No es una cifra cualquiera: es una especie de cifra mágica, un número que, según el argumentario interno, tiene el poder de devolver el prestigio perdido al oficio de diputado. Porque, al parecer, lo que desprestigia a la política no son los casos de corrupción, las promesas incumplidas ni los lánguidos plenos vacíos: es el sueldo insuficientemente digno, según los mismos que decretaron la subida.
La medida, aprobada con el voto a favor del PP y el PSOE, y el rechazo de Más Madrid y Vox que tratan de cuidar sus flancos débiles de cara la las próximas elecciones comunitarias. El subidón supone un aumento total del 8,5% en apenas un año. No está mal. A fin y al cabo, ese es el mismo incremento porcentual que experimentan anualmente los salarios de la mayoría de los españoles,
En tiempos de dura contención salarial para la mayoría de los mortales y subidas del IPC que desangran carteras, mire usted por dónde, los diputados de uno u otro signo, han encontrado una feliz causa común: dignificarse a sí mismos. Al fin y al cabo, si no lo hacen ellos, ¿quién podría hacerlo?
El acuerdo no fue fruto de una súbita inspiración ética, sino de una reunión burocrática en la Diputación Permanente. Allí, entre cafés, sonrisas cómplices y actas con títulos pomposos, se decidió que la dignidad tenía un precio, y que el mercado de valores políticos estaba en alza.
Se argumentó que los diputados madrileños cobraban menos que los de otros diez parlamentos autonómicos, y a eso —¡oh tragedia!— no había derecho porque atentaba contra la autoestima institucional.
Para corregir semejante agravio, se impuso un alza del 0,5%, que se suma al 2% de 2024 y al 6% de 2023. En total, un 8,5% que convierte la humildad en pura leyenda urbana.
Por supuesto, la excusa oficial es impecable:
“No incrementar las retribuciones implica desprestigio hacia la propia actividad parlamentaria” (sic), dijo un representante sociata, con un tono digno de manual de autoayuda para élites políticas.
Los del PP, solidarios con sus colegas de casta en la causa de la autorretribución, asintieron con gesto grave, convencidos de que dignificar el cargo debe empezar por dignificar la cuenta corriente.
Mientras tanto, en el mundo terrenal, el salario medio español ronda por justo la mitad de lo que percibirán los diputados de la Asamblea de Madrid y ni que decir del que separa a la mitad que gana menos, que apenas llega a superar en el mejor de los casos, los 1.800. Pero, claro, no todos los trabajadores están llamados a tan altas cuotas de dignidad.
El contraste es obsceno y, sin embargo, presentado con la naturalidad con que se sirve un café en la cafetería del Parlamento. Entre ellos hablan de una “equiparación con los del Congreso” como si el Congreso español fuera la referencia moral del ahorro y la austeridad. Y se añaden que “no es obligatorio aplicar la subida”, aunque todos los presentes decidieron por unanimidad que, en su caso, sí lo era.
Eso sí, no todos los héroes llevan corbata. La presidenta regional, Isabel Díaz Ayuso, ha optado —según se aclara con extraordinaria teatralidad— por renunciar a la subida. Seguirá con sus “modestísimos” 103.090,32 euros anuales, porque la contención del gasto público también necesita mártires. Y ella, como es sabido, también lo es.
La verdad es que la sátira casi se escribe sola. Los diputados alegan que su retribución es una inversión en calidad democrática. Si así fuera, Madrid tendría ya el Parlamento más transparente del planeta. Pero los hechos se empeñan en llevar la contraria: agendas públicas opacas, sesiones de control convertidas en duelos teatrales, y una desconexión crónica entre representantes y representados.
Si de verdad desearan dignificar la política, quizá podrían empezar por otros frentes: cumplir promesas, acudir a los plenos, aprobar leyes útiles o rendir cuentas con humildad. Tal vez incluso vivir, por un mes, con el salario medio del ciudadano al que dicen representar. Eso sí sería un ejercicio de dignidad.
Porque, en el fondo, esta subida salarial no es un acto de justicia, sino de autocomplacencia. Es el espejismo del privilegio envuelto en lenguaje administrativo. Una dignidad que cotiza al alza mientras la ética sigue en mínimos históricos.
El problema no es que los diputados cobren demasiado: es que cobran mucho para lo poco que dignifican.
En definitiva, la dignidad política ha encontrado su valor de mercado: 4.000 euros al mes, más complementos y sin IVA moral. Mientras tanto, el ciudadano medio se ve obligado a dignificar el sistema desde la cola del supermercado.
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