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AUTOBIOGRAFÍA POLÍTICA NO AUTORIZADA DE FELIPE GONZÁLEZ

¿Puede entenderse la izquierda española actual sin mirar la huella y la herencia que dejó González?

Felipe González fue mucho más que un presidente. Fue el molde. El dirigente que enseñó a la izquierda a no molestar, a no incomodar, a no cuestionar. Este artículo reconstruye, desde sus propias palabras y decisiones, el itinerario político que lo convirtió en símbolo de obediencia al orden dominante. A través de su contenido , su autor, Manuel Medina, retrata sin piedad a Felipe González Márquez partiendo de sus propias declaraciones, discursos y alianzas internacionales. Se trata, pues, de una mirada directa al político que contribuyó de manera decisiva a cambiar el rumbo de la izquierda española... haciéndola plenamente compatible con los intereses del gran capital.

 

POR MANUEL MEDINA (*) PARA CANARIAS SEMANAL.ORG

 

I. CUANDO EL LOBO SE DISFRAZÓ DE "SOCIALISTA"

 

    Durante mucho tiempo, Felipe González fue presentado como el político que había modernizado España. El que la sacó del gris franquista y la metió en la fulgurante Europa. El que dejó atrás a los militares de grandes mostachos, legalizó el divorcio y llenó al país de autopistas y aeropuertos. Un socialista de corbata, pragmático, moderado y listo.

   

      Así lo vendieron. Y así, también, se vendió él a sí mismo.

 

     No obstante, si uno se toma el trabajo de escuchar con calma lo que  dijo en las últimas décadas, y tiene la prevención de anotar lo que ha dicho, cómo lo ha dicho, y sobre todo lo que calla… algo empieza a chirriar escandalosamente en las costuras de ese artificial andamiaje.  En sus palabras encontramos pistas de una historia distinta, que no se cuenta en los libros de texto. Una historia de renuncias, de giros, de abrazos con quienes antes había criticado de manera implacable.

 

     En este artículo no pretendemos ni juzgarlo ni insultarlo. Tampoco, desde luego, ensalzar sus pretendidos logros. Lo que intentaremos hacer es mucho más sencillo —e  incómodo—: vamos a dejar que sea él mismo  el que se explique. Que sea él quien, con sus propias frases, nos cuente en qué cree, qué piensa y qué cosas defiende. Y partiendo de ahí, que cada lector pueda extraer sus propias conclusiones.

 

II. TODO EMPEZÓ PROMETIENDO CAMBIO

 

    Cuando Felipe González ganó las elecciones en 1982 lo hizo con un discurso lleno de grandes palabras: justicia, dignidad, solidaridad. Prometía en aquellos años acabar con el paro, subir salarios, democratizar el Estado, proteger a los trabajadores. Había que cambiarlo todo. Y además, rápido.

 

    En su discurso de investidura dijo:

 

    “La dignidad de una nación se mide por el trato a los sectores marginados, (…) el progreso será un instrumento al servicio de la justicia”.

 

   Bonita frase, ciertamente. Pero si uno se queda solo con lo poético del asunto se pierde lo importante: y es que esa justicia venía sin nombre, sin dirección. Porque al mismo tiempo ya empezaba a hablar de “equilibrio económico”, de la “confianza en los inversores”, de la “responsabilidad presupuestaria”. El lenguaje del cambio empezaba ya a venir  mezclado con el lenguaje de "los mercados".

 

     Y detrás de esa mezcla de palabras estaba ya implícita una lógica más profunda: la asimilación del Estado al papel de gestor del orden capitalista en su nueva fase neoliberal. El problema no fue que González nos mintiera o traicionara, sino que desde el mismo principio asumió que el cambio tenía que producirse dentro del marco permitido por el capital. No se trataba, pues, de disputar nada  al poder económico, sino de administrarlo con una pátina progresista.

 

     Por esa misma razón, sus discursos comenzaron a llenarse de apelaciones abstractas a la Justicia, pero vacías de conflicto de clases. La palabra “burguesía”, por ejemplo, desapareció de sus declaraciones como por arte de ensalmo. El término “oligarquía” se volvió sinónimo de pasado decimonónico. Y el concepto de “lucha de clases” en una entelequia que fue velozmente sustituida por la promesa de consenso.

 

    Esa ideología del consenso —aparentemente sensata y apacible para no pòcos— fue en realidad el principal instrumento ideológico para domesticar cualquier impulso transformador. Se hacían grandes promesas, pero siempre dentro de los márgenes. Se hablaba de derechos, pero sin tocar ni por error los privilegios de los poderosos. Se proponía verbalmente redistribuir, pero sin llegar a perturbar la tranquilidad de los grandes propietarios. Se decía que pretendían reformar el capitalismo… pero sin mover ni un milímetro  los resortes que lo sostienen.

 

    En este contexto, la frase “hay que ser realistas” se convirtió en un auténtico mantra que justificaba todo retroceso. El "realismo" fue el disfraz con el que se vistió la resignación.

 

III. EL GIRO QUE YA NO OCULTABA SU ROSTRO

 

      Con el paso de los años, González pasó de prometer dignidad a gestionar limitaciones. Su discurso empezó a sonar más al de un consultor que al de un dirigente político. Aparecerieron entonces las privatizaciones, los elogios al mercado, la sumisión al consenso europeo.

 

    En 1985, celebraba el ingreso en la Comunidad Económica Europea como un “jalón histórico”. Jamás mencionó los costes sociales de esa integración: las reconversiones industriales, las desregulaciones, la apertura brutal al capital exterior.

 

    En este punto conviene detenerse: ¿qué fue exactamente la llamada "reconversión industrial"?  No se trató, desde luego, de una simple reestructuración técnica, sino de un proceso profundamente ideológico y funcional al capital. La reconversión industrial supuso el cierre masivo de fábricas, astilleros, minas y siderurgias consideradas "poco rentables". ¿Para quién no eran rentables? Obviamente, para el capital privado que necesitaba liberar al Estado de sectores no competitivos y abrir amplios espacios a la inversión extranjera.

 

     En nombre de la modernización y la eficiencia, se desmantelaron sectores enteros que habían sostenido históricamente al proletariado industrial. Decenas de miles de trabajadores fueron expulsados del sistema productivo sin ninguna alternativa real. En lugar de fortalecer a la industria pública, se optó por convertir a los obreros en desempleados subvencionados, y a sus barrios, en zonas en ruinas.

 

     Esa fue la cara real del proyecto de integración europea: un país más competitivo… pero solo en sectores de bajo valor añadido, donde los beneficios no se redistribuyen, y la mano de obra es infinitamente más precaria. Es decir: una España subordinada dentro de la cadena global del capital.

 

    Y mientras eso ocurría dentro, en el exterior González tejía una red de alianzas internacionales que,  igualmente, reflejaban su nueva orientación ideológica. Financió a la "contra" nicaragüense, apoyó el "informe Kissinger", negó respaldo al FDR-FMLN en El Salvador, y hasta se convirtió en asesor de dictaduras. Recomendó a Ricardo Lagos que fuera el mismo Pinochet el que dirigiera la transición chilena, una suertede remedo de la llamada transición española. Facilitó el desembarco neocolonial de empresas españolas, como Telefónica o Repsol, en América Latina, tras asesorar a ministros del Régimen pinochetista sobre cómo debían proceder a las privatizaciones.

 

    No menos revelador es el apoyo que prestó a militares condenados por crímenes de lesa humanidad, como almirantes argentinos condecorados por su gobierno. ¿Qué clase de socialismo se codea con verdugos y legitima a los opresores?

 

     Todo eso también fue parte de la reconversión: no solo de la industria, sino también del pensamiento. No solo de las fábricas, sino también de las alianzas y de los compromisos históricos.

 

IV. DEL PODER FORMAL AL PODER DIFUSO

 

    Tras dejar la Moncloa, su voz no se apagó. Lejos de eso, pasó a ser conferenciante internacional, asesor de multinacionales y figura de referencia en foros económicos. Un expresidente sin cargo, pero todavía con poder.

 

     En esa nueva etapa, su discurso se refinó: pasó a hablar de “previsibilidad económica”, de “responsabilidad fiscal” y de “política razonable”. Todo para defender lo mismo: los intereses del capital. Y cada vez que alguna izquierda  se atrevía a salirse del tiesto, aparecía él, carismático, para advertir que "así no", que eso "no era serio".

 

     Y no era una voz cualquiera. Aterrizó en Consejos de grandes empresas como Gas Natural o el Grupo Prisa. Mantuvo relaciones fluidas con el Club de Bilderberg y con importantes Fundaciones financieras internacionales. Su función ya no era gestionar directamente el poder, sino moldear el sentido común desde los márgenes, manteniendo a raya cualquier tipo de posibilidad de desobediencia política.

 

    Esta es una de las formas más eficaces del poder contemporáneo: el poder sin rostro estatal, sin boletas ni urnas, pero que construye límites invisibles. Límites que nadie votó, pero que todos respetan. González no era ya el dirigente del PSOE: era su voz autorizada. Y desde ese lugar, operaba como todo un centurión ideológico, definiendo qué podía considerarse sensato, legítimo o aceptable en el debate público.

 

    No es casual que, mientras se precarizaban las condiciones laborales y se imponía una nueva cultura empresarial basada en la competencia y el miedo, su voz sonara siempre para justificar ajustes, contener demandas o desactivar condescendientemente cualquier brote de rebeldía.

 

 

V. LA DEUDA Y LA POLÍTICA COMO GESTIÓN

 

    Últimamente, una de las  fijaciones psicopáticas de Felipe González está siendo la deuda. Este mismo año 2025 dijo con toda claridad: “La deuda la vamos a pagar entre todos”. Nada de cuestionarla, ni de interrogarse sobre quién se benefició de ella. Nada de "reparto justo". La deuda es sagrada. Y quien diga lo contrario, está haciendo demagogia.

 

     Del mismo modo de manifiesta acerca del equilibrio presupuestario: defendió la reforma constitucional de 2011 que puso el pago de la deuda por encima de cualquier otro gasto. Para él, la democracia está bien, pero, ojito, sin pasarse. Que se vote, sí, pero dentro de ciertos límites. Los que marca el mercado.

 

 VI. EL VIGÍA DE LA IZQUIERDA DOMESTICADA

 

     Y ahora, desde fuera, actúa también como un guardián de las "esencias" de su viejo Partido. Pero no para empujarlo hacia la izquierda, sino para que no se desmande. Arremete contra Pedro Sánchez -aunque el actual líder del PSOE tenga mucho más que ver con el propio González de lo que ambos quisiera reconocer -,  contra la ley de amnistía, contra cualquier gesto que implique salirse del “Pacto constitucional”. Llega a decir que “no votará al PSOE si lo lidera Sánchez”. Lo acusa de no tener “proyecto de país”. Y eso se escucha. Porque no lo dice un tertuliano, lo dice alguien que fue nada menos que el alma del partido.

 

     No rompe, pero amenaza con romper. No insulta, pero desautoriza. Y lo hace con una eficacia quirúrgica. Porque sabe que su autoridad simbólica en esa organización sigue pesando . Su voz continúa marcando los bordes de lo decible, de lo razonable, de lo permitido.

 

 

VII. EPÍLOGO: UN LEGADO CÓMODO PARA EL PODER

 

    Felipe González no es, ni mucho menos, un accidente. Es un molde. El molde.  Representa el tipo de dirigente que el sistema puede tolerar perfectamente: uno que viene de abajo, que habla de justicia, pero que en los momentos claves elige siempre el lado del orden. Y encima lo hace sonriendo, sin gritar, con aire de un hombre muy sensato.

 

    Su figura no debe ser demonizada. Debe ser comprendida. No como una excepción, sino como la norma de la "izquierda" domesticada. Esa que no rompe, sino que gestiona. Esa que no transforma, sino que modera. Esa que pide paciencia mientras el capital sigue mandando.

 

   Y si hoy muchos jóvenes ya no se sienten representados por esa izquierda, no es por ingratitud. Es porque, tal vez, han entendido algo que otros prefieren olvidar: que nunca se ha podido  cambiar el mundo con las mismas herramientas de quienes lo dominan.

 

(*) Manuel Medina es profesor de Historia y divulgador de temas relacionados con esa misma materia

 

Fuentes consultadas:

www.felipegonzalez.es (discursos oficiales)

https://www.ctxt.es/es/20160120/Politica/3905/discurso-Felipe-Gonzalez-1982-PSOE-socialismo-paro-deficit-pobreza-desigualdad.htm

https://elpais.com/espana/2025-06-26/felipe-gonzalez-anuncia-que-no-votara-al-psoe-si-sanchez-es-candidato-la-amnistia-es-corrupcion-politica.html

https://www.elespanol.com/espana/politica/20250226/felipe-gonzalez-quita-deuda-no-van-quitar-mentira-vamos-pagar-maneraodeotra/927157570_0.html

https://www.canalsur.es/noticias/felipe-gonzalez-no-van-a-quitar-nada-de-deuda-a-nadie-es-mentira/2137749.html

https://www.elconfidencial.com/television/programas-tv/2025-05-22/felipe-gonzalez-pedro-sanchez-psoe-el-hormiguero-proyecto-pais_4134510/

https://www.eldiario.es/politica/felipe-gonzalez-termina-romper-psoe-sanchez_1_12418118.html

Fuente adicional consultada para esta sección: "Felipe González: La impudicia de un político indecente", publicado en Canarias Semanal, 4 de noviembre de 2019. https://canarias-semanal.org/archive/26202/felipe-gonzalez-la-impudicia-de-un-politico-indecente

 
 
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