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Miércoles, 01 de Octubre de 2025 Tiempo de lectura:

LULA EN EL GOBIERNO: ¿UNA VICTORIA DE LA IZQUIERDA O DEL "PRAGMATISMO POLÍTICO"?

¿Qué futuro le espera al PT tras una gestión de consensos debilitados?

¿Es Lula aún "un líder de izquierda" o simplemente un hábil equilibrista político? ¿Su tercer mandato marca una etapa de transformación o de renuncias? Las preguntas que deja abiertas el artículo de Jacobin ponen en el centro el debate sobre el rumbo real del gobierno brasileño.

   

 

REDACCIÓN CANARIAS SEMANAL.ORG

 

    En un artículo publicado por Andre Pagliarini en la revista Jacobin, con el título «Lula venció a la derecha, pero eso no lo hace de izquierda», se ofrece un profundo análisis sobre las estrategias políticas del actual presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, desde que regresó al  Ejecutivo de su país.

 

    El autor pone en entredicho la idea de que haber derrotado a Jair Bolsonaro sea suficiente para considerar que Lula encarna un proyecto genuinamente de izquierdas. A lo largo del texto, Pagliarini detalla cómo la composición y las decisiones del gobierno de Lula reflejan más una inclinación centrista o incluso derechista que una orientación progresista clara.

 

     Según afirma el autor, la victoria de Lula en 2022 fue más una reacción del electorado contra el autoritarismo de Bolsonaro que una adhesión activa a un programa político de izquierda. El frente amplio que se articuló para lograr esta victoria incluyó a sectores de centro y centroderecha, y su consolidación fue  importante para derrotar al bolsonarismo en las urnas. De acuerdo a lo expresado por Pagliarini, este pacto amplio que unió desde evangélicos conservadores hasta neoliberales moderados generó una base demasiado heterogénea como para que el nuevo gobierno pudiera mantener una coherencia ideológica en su acción política.

 

     El artículo sostiene que, una vez en el poder, Lula evitó confrontaciones con sectores conservadores, incluyendo a las Fuerzas Armadas, los grandes medios de comunicación y el capital financiero. Más aún, según apunta el autor, figuras emblemáticas del PT como José Dirceu han admitido que Lula lidera actualmente un gobierno de centroderecha, a pesar de la resistencia interna del partido a aceptar dicha caracterización.

 

    Pagliarini analiza también cómo, a pesar de ciertos logros económicos —como la simplificación del sistema tributario, el aumento del salario mínimo y la reducción del desempleo—, el gobierno no ha logrado movilizar a las bases populares con la misma fuerza que en sus anteriores mandatos. La moderación, lejos de ampliar el apoyo social, ha generado desafección tanto entre sus aliados centristas como entre los sectores más comprometidos con el ideario del PT.

 

    Una de las tesis centrales del autor es que Lula ha priorizado el consenso sobre el conflicto, diluyendo totalmente la fuerza transformadora de un programa progresista. Este enfoque, que podría entenderse como pragmático, ha tenido como efecto colateral la invisibilización de las demandas históricas de la izquierda.

 

    Según señala Pagliarini, en lugar de consolidar el frente amplio como una estructura política perdurable y organizada, Lula lo dejó disolverse en un conglomerado sin dirección ni proyecto común, lo cual debilitó su capacidad de gobernar de forma audaz.

 

    De igual forma, el artículo plantea interrogantes importantes para el futuro político del país. ¿Será posible reeditar el frente amplio en las elecciones de 2026? ¿Qué consecuencias tendrá la falta de audacia política en la disputa con la extrema derecha? ¿Podrá Lula —o el PT— reconstruir una coalición creíble sin traicionar sus principios fundamentales?

 

    Según Pagliarini, la experiencia de gobierno de Lula ilustra un dilema estructural: la dificultad de gobernar con una agenda socialdemócrata real en un contexto de polarización ideológica aguda. Para el articulista, si bien el frente amplio fue una herramienta eficaz para ganar elecciones, no lo es necesariamente para transformar el país. Lula se encuentra así atrapado entre dos exigencias contradictorias: la necesidad de mantener unido al frente que lo llevó al poder y la presión de avanzar en reformas que tocan intereses poderosos.

 

    En última instancia, y tal como concluye el artículo de Jacobin, el pragmatismo excesivo podría convertirse en una jaula dorada que, aunque protege temporalmente al gobierno, termina por inmovilizarlo.

 

    Finalmente, según Pagliarini, el desafío del PT no es simplemente ganar elecciones, sino definir con claridad qué tipo de país se quiere construir y quiénes serán sus verdaderos aliados en esa tarea.

 

 
 

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