
CRISIS DEL SISTEMA Y REBELIÓN MUNDIAL: POR QUÉ LA TRANSICIÓN CHILENA NO PUEDE REPETIRSE
Huelgas, bloqueos y rebeliones: las masas vuelven a escena en el siglo XXI. El declive de Estados Unidos y la política errática de Trump aceleran la crisis global
La jornada de huelgas y bloqueos que sacudió Italia el 22 de septiembre no es un hecho aislado, sino parte de un ciclo internacional de rebeliones que se expande de Europa a América Latina y Asia. Gaza, convertida en símbolo y pararrayos de la rabia social, articula un proceso que cuestiona no solo al Estado de Israel, sino al propio orden imperialista global, mientras Estados Unidos enfrenta un declive cada vez más evidente.
POR GUSTAVO BURGOS DESDE CHILE, PARA CANARIAS SEMANAL.ORG
La impresionante oleada de huelgas, piquetes y bloqueos que paralizó Italia el pasado 22 de septiembre no puede entenderse como un hecho aislado. El movimiento italiano —con miles de trabajadores tomando puertos, bloqueando autopistas y deteniendo el tránsito en las principales ciudades— constituye un episodio central de un reguero de movilizaciones que sacude simultáneamente a Europa y al mundo.
De Francia a España, del Reino Unido al Sudeste Asiático, asistimos a una dinámica internacional en la que la lucha de masas emerge con potencia renovada, poniendo en cuestión no solo el genocidio sionista en Gaza, sino también la propia arquitectura del orden imperialista global. Este escenario de la lucha de clases internacional es determinante para el curso del proceso político que soporíferamente y en previsible clave electoral, tiene lugar en nuestro país.
UNA CADENA DE REBELIONES SACUDE EL MUNDO
Se trata de un convulsivo fenómeno de alcance mundial que ha sido precedido por guerra y atroces ataques a la condición de vida de los trabajadores en todo el orbe. En Francia, el movimiento obrero —encabezado por huelgas salvajes y acciones espontáneas— ha paralizado sectores estratégicos y obligado a la burocracia sindical a sumarse, a regañadientes, a la lucha.
En España, decenas de miles irrumpieron en la Vuelta Ciclista para denunciar la participación de un equipo israelí y anunciaron nuevas jornadas de huelga y acción directa. En el Reino Unido, la radicalización juvenil se expresa en tomas universitarias y boicots a empresas vinculadas al complejo militar-industrial israelí.
En Italia, bajo el lema «¡Blocchiamo tutto!», la acción de masas ha desbordado a la burocracia sindical: estibadores bloquean buques cargados de material bélico estadounidense y multitudes ocupan las arterias principales de Roma y Milán.
Ola de protestas
El común denominador de estas luchas es la solidaridad activa con el pueblo palestino, la comprensión creciente de que solo la acción directa puede detener el genocidio y la ruptura con el carácter simbólico e inofensivo que habían adquirido muchas protestas en el pasado. Gaza se ha convertido en un pararrayos de la rabia social acumulada durante años de austeridad, desigualdad y crisis política.
Este proceso no se limita a Europa. En el Sudeste Asiático, Nepal, Indonesia, Filipinas y Timor Oriental han sido escenario de levantamientos que desafían regímenes enteros. En Madagascar y Ecuador, las calles se llenan de manifestaciones contra la carestía, la corrupción y la miseria. En todos los casos, las condiciones materiales son similares: élites políticas desacreditadas, juventud sin futuro, una clase trabajadora asfixiada por décadas de ajustes y el agotamiento histórico de un sistema incapaz de ofrecer estabilidad o progreso.
Lo decisivo es que este ciclo global de lucha se articula en torno a un eje común: la derrota política del Estado de Israel y el cuestionamiento directo al liderazgo imperialista de Estados Unidos. La masacre transmitida en directo desde Gaza ha desnudado la hipocresía del “Occidente democrático”, que denuncia a Rusia por Ucrania mientras financia y arma al Estado sionista. Esa contradicción, visible a los ojos de millones, acelera el descrédito de Washington y debilita la legitimidad de su hegemonía mundial.
LA POLÍTICA EPILÉPTICA DE TRUMP Y EL DECLIVE IMPERIAL
La crisis estadounidense se profundiza bajo el impulso errático y reaccionario de Donald Trump, cuya política exterior —basada en sanciones, guerras comerciales y chantajes diplomáticos— no ha hecho más que precipitar el declive relativo de Estados Unidos en el sistema internacional. Lejos de fortalecer su hegemonía, ha acelerado tendencias gestadas durante décadas: desindustrialización, financiarización, pérdida de competitividad tecnológica y debilitamiento del dólar.
Donald Trump, vociferando
El uso del comercio como arma, el sabotaje a la transición energética, el cierre de mercados estratégicos y la ruptura con aliados tradicionales han aislado a Estados Unidos, fomentando la creación de un sistema alternativo de comercio, divisas e inversiones liderado por China y los BRICS.
El resultado es una economía profundamente desequilibrada: inflacionaria, financiarizada, dependiente del petróleo e incapaz de sostener el gasto militar y la expansión imperial. La potencia que en los años noventa dictaba las reglas del comercio global se encuentra hoy atrapada en un espiral de proteccionismo, crisis estructural y declive hegemónico.
Este cuadro no es una anomalía, sino la expresión brutal de un sistema en decadencia que, ante la pérdida de competitividad, recurre a la coerción, la guerra comercial y el saqueo interno para sostener su dominación. Sin embargo, cada una de estas medidas, lejos de revertir el declive, lo profundiza. La “guerra económica” contra China ha destruido sectores estratégicos; la inflación golpea al mercado interno; la dependencia del petróleo agrava el colapso climático; y el debilitamiento del dólar anuncia el fin de la hegemonía global estadounidense.
En este escenario, el imperialismo norteamericano no es un árbitro omnipotente, sino un gigante en crisis. Su debilidad abre una nueva etapa de luchas globales, en la que el destino del capitalismo mundial —y con él, el de las luchas revolucionarias— se decidirá no en los salones de Wall Street, sino en las calles, las fábricas y los campos donde las masas comienzan a levantarse contra un orden que se derrumba.
A pesar de contar con un liderazgo vociferante y un discurso implacable, el imperialismo estadounidense se muestra incapaz de estabilizar su frente interno o proyectar poder de manera eficaz en el exterior. Hoy enfrenta simultáneamente el ascenso de China, la resistencia militar rusa, el colapso de sus alianzas estratégicas en Medio Oriente y el crecimiento de un movimiento mundial de masas que señala directamente a Israel —su gendarme regional— como enemigo a derrotar.
AMÉRICA LATINA: ESTALLIDOS QUE MARCAN EL LÍMITE DE LA ESTABILIZACIÓN
En nuestra región, la agitación no es menor. Argentina vive una descomposición económica que erosiona al gobierno ultraliberal de Javier Milei y acelera su aislamiento político. En Perú, el ciclo de protestas iniciado tras el golpe contra Pedro Castillo sigue incubando estallidos, expresión de una crisis orgánica sin salida institucional.
Estos procesos, al tensar el tablero regional, limitan el margen de maniobra del proceso electoral chileno, que el régimen pretende utilizar como válvula de estabilización tras la derrota del levantamiento de octubre de 2019. En un contexto continental e internacional marcado por la lucha de clases, las urnas difícilmente podrán cumplir el rol pacificador que la burguesía les asigna.
La combinación de estos elementos configura un nuevo escenario histórico. Por un lado, la clase trabajadora y la juventud avanzan en una dinámica ascendente de movilización, superando en muchos casos los cauces tradicionales de representación sindical y política. Por otro, las salidas bonapartistas —esos intentos de recomponer el orden burgués mediante figuras autoritarias— muestran su impotencia para ofrecer estabilidad duradera, como lo demuestran las crisis de gobiernos como los de Trump, Meloni o Milei.
EL FIN DEL PACTO: POR QUÉ LA TRANSICIÓN CHILENA NO PUEDE REPETIRSE
La experiencia histórica de las últimas décadas demuestra que el modelo de transición pactada y acuerdos transversales que dio origen al régimen político chileno tras la dictadura no podrá repetirse. El ciclo abierto con el llamado “Acuerdo por la Paz” del 15 de noviembre de 2019 —presentado por las fuerzas del régimen como un mecanismo de encauzamiento institucional de la crisis abierta por el Estallido Social— constituye hoy su propio límite histórico. Si bien aquel pacto logró derrotar momentáneamente al movimiento popular mediante su desarticulación, la instauración de un andamiaje legal contrainsurgente y el desplazamiento del conflicto al terreno electoral, sus resultados han sido un fracaso rotundo en términos de legitimidad y recomposición del orden burgués.
Acuerdo por la Paz, 15 de noviembre 2019
Los dos procesos constitucionales sucesivos, diseñados como válvulas de escape institucional, naufragaron en medio de un profundo descrédito social y del rechazo masivo a las élites políticas que pretendían monopolizar el curso del cambio. El derrumbe de estas iniciativas no fue un accidente electoral: reflejó el agotamiento de una estrategia política que buscaba reeditar la lógica de acuerdos transversales de la “transición democrática” de los años noventa, pero en condiciones históricas radicalmente distintas. La fractura social, la crisis estructural del capitalismo y la irrupción independiente de las masas trabajadoras a escala mundial hacen inestable el consenso sobre el que descansó aquel orden.
El hundimiento del itinerario progresista —representado por el Frente Amplio y el Partido Comunista— es otra expresión de esta bancarrota. Las fuerzas que en un principio se presentaban como portadoras de un proyecto reformista han terminado abandonando incluso sus demandas más moderadas, asumiendo sin matices la agenda de la derecha y del gran capital.
Las recientes declaraciones de Jeannette Jara condenando a Cuba y Venezuela no solo evidencian un alineamiento servil con la política exterior de Estados Unidos, sino que marcan un quiebre definitivo con la tradición de impugnación al pinochetismo que caracterizó a la vieja Concertación. Este tránsito desde la oposición al régimen a su defensa activa no es un simple giro ideológico: representa el colapso de la estrategia progresista como alternativa política dentro del marco institucional burgués. No es un accidente que el lema de la campaña senatorial de la célebre diputada comunista, Karol Cariola en Valparaíso, sea «Seguridad y desarrollo».
Todo ello confirma que el ciclo abierto en 1990 —basado en el pacto entre la dictadura derrotada, una oposición domesticada y un entorno mundial de retroceso marcado por la caída del Muro de Berlín— no puede repetirse en el Chile contemporáneo. La profundidad de la crisis capitalista mundial, el deterioro del Estado burgués y la maduración de la experiencia política de las masas han clausurado esa posibilidad. El orden construido sobre la base del miedo, el consenso y la conciliación ha dejado de ser funcional al desarrollo del capitalismo semicolonial chileno y a la dominación de clase que lo sostiene.
La rearticulación de una política de clase debe comenzar precisamente por este balance. El punto de partida de una nueva estrategia revolucionaria es la crítica radical a la democracia burguesa y a sus instituciones, cuya única función ha sido garantizar la continuidad del régimen social heredado de la dictadura. Esta crítica debe acompañarse de una reivindicación explícita del accionar revolucionario de las masas, tal como se expresó con fuerza en el Estallido Social de 2019, cuando millones irrumpieron en la escena política al margen y en contra de las instituciones.
El desafío estratégico de nuestro tiempo es la construcción de una nueva dirección política de los trabajadores, una organización que no aspire a administrar el orden existente sino a superarlo. Y la cuestión de un partido de la clase trabajadora adquiere especial importancia en un período en que la desarticulación de las organizaciones obreras, como resultado de los profundos cambios en la estructuración del capital, obliga a actuar sobre la clase en un espacio político directo sin la antigua mediación de las experiencias sindicales.
Es probable que por un largo período sigamos asistiendo al desarrollo de luchas de los trabajadores fuera de sus espacios laborales tradicionales tal y como se expresó en el glorioso levantamiento popular de Octubre del 19. En este marco «esperar» a la construcción de organizaciones sindicales para luego plantear lo partidario devendría en un impotente conservadurismo organizativo.
En esta tarea, el movimiento de la lucha de clases a escala mundial y el sacudimiento del viejo orden imperialista no serán obstáculos, sino poderosos catalizadores. La crisis del capitalismo abre una oportunidad histórica: la de levantar, desde las ruinas del pacto de la transición, un proyecto revolucionario que tenga como horizonte no el perfeccionamiento del régimen burgués, sino su completa superación.
Asistimos —y estamos vivos para verlo— a una agudización de los choques interimperialistas en todos los planos: comercial, militar, geopolítico y energético. Estos conflictos, lejos de disiparse, se intensifican conforme se profundiza la crisis capitalista y se reconfigura el mapa del poder mundial. El 22 de septiembre en Italia es mucho más que una fecha en el calendario: es un síntoma de época. Expresa que, frente a la barbarie imperialista y la catástrofe social, las masas no se resignan. La historia ha vuelto a abrir sus compuertas. En el horizonte no se vislumbra un ciclo de estabilidad, sino una era de confrontaciones cada vez más abiertas, en la que solo la acción revolucionaria podrá ofrecer una salida a la crisis sin fin del capitalismo.
Bibliografía
- Jacobin (2025) – “Italy’s General Strike Shows the Power of Working-Class Solidarity”: análisis sobre la huelga general del 22 de septiembre en Italia.
???? https://jacobin.com/2025/09/italy-general-strike
- Le Monde Diplomatique (2024) – “Europe in Revolt: The New Wave of Social Movements”: panorama del nuevo ciclo de movilización en Francia, España y Reino Unido.
???? https://mondediplo.com/2024/11/europe-revolt
- The Guardian (2025) – “Protesters Disrupt Vuelta a España Over Israel Sponsorship”: cobertura de las manifestaciones en la Vuelta Ciclista.
???? https://www.theguardian.com/world/2025/sep/22/vuelta-protest-israel
- Comunistas Revolucionarios (2025) – «¡Bloqueemos todo!»: semanas en las que ocurren décadas.
- ???? https://www.comunistasrevolucionarios.org/bloqueemos-todo-semanas-en-las-que-ocurren-decadas/
-
- Michael Roberts (2024) – “The relative decline of US imperialism»: análisis marxista del declive hegemónico norteamericano.
???? https://thenextrecession.wordpress.com/2021/08/17/the-relative-decline-of-us-imperialism/
- Revista Nueva Sociedad (2024) – “Chile: El Acuerdo del 15 de Noviembre y sus Fracasos”: balance del proceso constituyente y la crisis del progresismo.
???? https://nuso.org/articulo/chile-acuerdo-paz-fracaso
- El Porteño (2023) – “A 3 años del «Estallido Social» en Chile: resultados y perspectivas ???? https://elporteno.cl/del-estallido-al-desencanto
- La Izquierda Diario (2025) – “Transición agotada: el fin del modelo de pactos en Chile”: análisis de la bancarrota del FA-PC y el colapso de la vía reformista.
???? https://www.laizquierdadiario.cl/transicion-agotada-chile
- Rosa Luxemburgo (1915) – La crisis de la socialdemocracia: clásico sobre el rol revolucionario de las masas en tiempos de crisis imperialista.
???? https://www.marxists.org/espanol/luxem/1915/crisis.htm
- León Trotsky (1938) – El Programa de Transición: sobre la necesidad de construir una nueva dirección revolucionaria.
???? https://www.marxists.org/espanol/trotsky/1938/programa.htm
- David Harvey (2024) – “Capitalism’s Terminal Crisis and the Future of Revolution”: análisis reciente sobre la crisis estructural del capitalismo.
???? https://davidharvey.org/2024/12/terminal-crisis
POR GUSTAVO BURGOS DESDE CHILE, PARA CANARIAS SEMANAL.ORG
La impresionante oleada de huelgas, piquetes y bloqueos que paralizó Italia el pasado 22 de septiembre no puede entenderse como un hecho aislado. El movimiento italiano —con miles de trabajadores tomando puertos, bloqueando autopistas y deteniendo el tránsito en las principales ciudades— constituye un episodio central de un reguero de movilizaciones que sacude simultáneamente a Europa y al mundo.
De Francia a España, del Reino Unido al Sudeste Asiático, asistimos a una dinámica internacional en la que la lucha de masas emerge con potencia renovada, poniendo en cuestión no solo el genocidio sionista en Gaza, sino también la propia arquitectura del orden imperialista global. Este escenario de la lucha de clases internacional es determinante para el curso del proceso político que soporíferamente y en previsible clave electoral, tiene lugar en nuestro país.
UNA CADENA DE REBELIONES SACUDE EL MUNDO
Se trata de un convulsivo fenómeno de alcance mundial que ha sido precedido por guerra y atroces ataques a la condición de vida de los trabajadores en todo el orbe. En Francia, el movimiento obrero —encabezado por huelgas salvajes y acciones espontáneas— ha paralizado sectores estratégicos y obligado a la burocracia sindical a sumarse, a regañadientes, a la lucha.
En España, decenas de miles irrumpieron en la Vuelta Ciclista para denunciar la participación de un equipo israelí y anunciaron nuevas jornadas de huelga y acción directa. En el Reino Unido, la radicalización juvenil se expresa en tomas universitarias y boicots a empresas vinculadas al complejo militar-industrial israelí.
En Italia, bajo el lema «¡Blocchiamo tutto!», la acción de masas ha desbordado a la burocracia sindical: estibadores bloquean buques cargados de material bélico estadounidense y multitudes ocupan las arterias principales de Roma y Milán.
Ola de protestas
El común denominador de estas luchas es la solidaridad activa con el pueblo palestino, la comprensión creciente de que solo la acción directa puede detener el genocidio y la ruptura con el carácter simbólico e inofensivo que habían adquirido muchas protestas en el pasado. Gaza se ha convertido en un pararrayos de la rabia social acumulada durante años de austeridad, desigualdad y crisis política.
Este proceso no se limita a Europa. En el Sudeste Asiático, Nepal, Indonesia, Filipinas y Timor Oriental han sido escenario de levantamientos que desafían regímenes enteros. En Madagascar y Ecuador, las calles se llenan de manifestaciones contra la carestía, la corrupción y la miseria. En todos los casos, las condiciones materiales son similares: élites políticas desacreditadas, juventud sin futuro, una clase trabajadora asfixiada por décadas de ajustes y el agotamiento histórico de un sistema incapaz de ofrecer estabilidad o progreso.
Lo decisivo es que este ciclo global de lucha se articula en torno a un eje común: la derrota política del Estado de Israel y el cuestionamiento directo al liderazgo imperialista de Estados Unidos. La masacre transmitida en directo desde Gaza ha desnudado la hipocresía del “Occidente democrático”, que denuncia a Rusia por Ucrania mientras financia y arma al Estado sionista. Esa contradicción, visible a los ojos de millones, acelera el descrédito de Washington y debilita la legitimidad de su hegemonía mundial.
LA POLÍTICA EPILÉPTICA DE TRUMP Y EL DECLIVE IMPERIAL
La crisis estadounidense se profundiza bajo el impulso errático y reaccionario de Donald Trump, cuya política exterior —basada en sanciones, guerras comerciales y chantajes diplomáticos— no ha hecho más que precipitar el declive relativo de Estados Unidos en el sistema internacional. Lejos de fortalecer su hegemonía, ha acelerado tendencias gestadas durante décadas: desindustrialización, financiarización, pérdida de competitividad tecnológica y debilitamiento del dólar.
Donald Trump, vociferando
El uso del comercio como arma, el sabotaje a la transición energética, el cierre de mercados estratégicos y la ruptura con aliados tradicionales han aislado a Estados Unidos, fomentando la creación de un sistema alternativo de comercio, divisas e inversiones liderado por China y los BRICS.
El resultado es una economía profundamente desequilibrada: inflacionaria, financiarizada, dependiente del petróleo e incapaz de sostener el gasto militar y la expansión imperial. La potencia que en los años noventa dictaba las reglas del comercio global se encuentra hoy atrapada en un espiral de proteccionismo, crisis estructural y declive hegemónico.
Este cuadro no es una anomalía, sino la expresión brutal de un sistema en decadencia que, ante la pérdida de competitividad, recurre a la coerción, la guerra comercial y el saqueo interno para sostener su dominación. Sin embargo, cada una de estas medidas, lejos de revertir el declive, lo profundiza. La “guerra económica” contra China ha destruido sectores estratégicos; la inflación golpea al mercado interno; la dependencia del petróleo agrava el colapso climático; y el debilitamiento del dólar anuncia el fin de la hegemonía global estadounidense.
En este escenario, el imperialismo norteamericano no es un árbitro omnipotente, sino un gigante en crisis. Su debilidad abre una nueva etapa de luchas globales, en la que el destino del capitalismo mundial —y con él, el de las luchas revolucionarias— se decidirá no en los salones de Wall Street, sino en las calles, las fábricas y los campos donde las masas comienzan a levantarse contra un orden que se derrumba.
A pesar de contar con un liderazgo vociferante y un discurso implacable, el imperialismo estadounidense se muestra incapaz de estabilizar su frente interno o proyectar poder de manera eficaz en el exterior. Hoy enfrenta simultáneamente el ascenso de China, la resistencia militar rusa, el colapso de sus alianzas estratégicas en Medio Oriente y el crecimiento de un movimiento mundial de masas que señala directamente a Israel —su gendarme regional— como enemigo a derrotar.
AMÉRICA LATINA: ESTALLIDOS QUE MARCAN EL LÍMITE DE LA ESTABILIZACIÓN
En nuestra región, la agitación no es menor. Argentina vive una descomposición económica que erosiona al gobierno ultraliberal de Javier Milei y acelera su aislamiento político. En Perú, el ciclo de protestas iniciado tras el golpe contra Pedro Castillo sigue incubando estallidos, expresión de una crisis orgánica sin salida institucional.
Estos procesos, al tensar el tablero regional, limitan el margen de maniobra del proceso electoral chileno, que el régimen pretende utilizar como válvula de estabilización tras la derrota del levantamiento de octubre de 2019. En un contexto continental e internacional marcado por la lucha de clases, las urnas difícilmente podrán cumplir el rol pacificador que la burguesía les asigna.
La combinación de estos elementos configura un nuevo escenario histórico. Por un lado, la clase trabajadora y la juventud avanzan en una dinámica ascendente de movilización, superando en muchos casos los cauces tradicionales de representación sindical y política. Por otro, las salidas bonapartistas —esos intentos de recomponer el orden burgués mediante figuras autoritarias— muestran su impotencia para ofrecer estabilidad duradera, como lo demuestran las crisis de gobiernos como los de Trump, Meloni o Milei.
EL FIN DEL PACTO: POR QUÉ LA TRANSICIÓN CHILENA NO PUEDE REPETIRSE
La experiencia histórica de las últimas décadas demuestra que el modelo de transición pactada y acuerdos transversales que dio origen al régimen político chileno tras la dictadura no podrá repetirse. El ciclo abierto con el llamado “Acuerdo por la Paz” del 15 de noviembre de 2019 —presentado por las fuerzas del régimen como un mecanismo de encauzamiento institucional de la crisis abierta por el Estallido Social— constituye hoy su propio límite histórico. Si bien aquel pacto logró derrotar momentáneamente al movimiento popular mediante su desarticulación, la instauración de un andamiaje legal contrainsurgente y el desplazamiento del conflicto al terreno electoral, sus resultados han sido un fracaso rotundo en términos de legitimidad y recomposición del orden burgués.
Acuerdo por la Paz, 15 de noviembre 2019
Los dos procesos constitucionales sucesivos, diseñados como válvulas de escape institucional, naufragaron en medio de un profundo descrédito social y del rechazo masivo a las élites políticas que pretendían monopolizar el curso del cambio. El derrumbe de estas iniciativas no fue un accidente electoral: reflejó el agotamiento de una estrategia política que buscaba reeditar la lógica de acuerdos transversales de la “transición democrática” de los años noventa, pero en condiciones históricas radicalmente distintas. La fractura social, la crisis estructural del capitalismo y la irrupción independiente de las masas trabajadoras a escala mundial hacen inestable el consenso sobre el que descansó aquel orden.
El hundimiento del itinerario progresista —representado por el Frente Amplio y el Partido Comunista— es otra expresión de esta bancarrota. Las fuerzas que en un principio se presentaban como portadoras de un proyecto reformista han terminado abandonando incluso sus demandas más moderadas, asumiendo sin matices la agenda de la derecha y del gran capital.
Las recientes declaraciones de Jeannette Jara condenando a Cuba y Venezuela no solo evidencian un alineamiento servil con la política exterior de Estados Unidos, sino que marcan un quiebre definitivo con la tradición de impugnación al pinochetismo que caracterizó a la vieja Concertación. Este tránsito desde la oposición al régimen a su defensa activa no es un simple giro ideológico: representa el colapso de la estrategia progresista como alternativa política dentro del marco institucional burgués. No es un accidente que el lema de la campaña senatorial de la célebre diputada comunista, Karol Cariola en Valparaíso, sea «Seguridad y desarrollo».
Todo ello confirma que el ciclo abierto en 1990 —basado en el pacto entre la dictadura derrotada, una oposición domesticada y un entorno mundial de retroceso marcado por la caída del Muro de Berlín— no puede repetirse en el Chile contemporáneo. La profundidad de la crisis capitalista mundial, el deterioro del Estado burgués y la maduración de la experiencia política de las masas han clausurado esa posibilidad. El orden construido sobre la base del miedo, el consenso y la conciliación ha dejado de ser funcional al desarrollo del capitalismo semicolonial chileno y a la dominación de clase que lo sostiene.
La rearticulación de una política de clase debe comenzar precisamente por este balance. El punto de partida de una nueva estrategia revolucionaria es la crítica radical a la democracia burguesa y a sus instituciones, cuya única función ha sido garantizar la continuidad del régimen social heredado de la dictadura. Esta crítica debe acompañarse de una reivindicación explícita del accionar revolucionario de las masas, tal como se expresó con fuerza en el Estallido Social de 2019, cuando millones irrumpieron en la escena política al margen y en contra de las instituciones.
El desafío estratégico de nuestro tiempo es la construcción de una nueva dirección política de los trabajadores, una organización que no aspire a administrar el orden existente sino a superarlo. Y la cuestión de un partido de la clase trabajadora adquiere especial importancia en un período en que la desarticulación de las organizaciones obreras, como resultado de los profundos cambios en la estructuración del capital, obliga a actuar sobre la clase en un espacio político directo sin la antigua mediación de las experiencias sindicales.
Es probable que por un largo período sigamos asistiendo al desarrollo de luchas de los trabajadores fuera de sus espacios laborales tradicionales tal y como se expresó en el glorioso levantamiento popular de Octubre del 19. En este marco «esperar» a la construcción de organizaciones sindicales para luego plantear lo partidario devendría en un impotente conservadurismo organizativo.
En esta tarea, el movimiento de la lucha de clases a escala mundial y el sacudimiento del viejo orden imperialista no serán obstáculos, sino poderosos catalizadores. La crisis del capitalismo abre una oportunidad histórica: la de levantar, desde las ruinas del pacto de la transición, un proyecto revolucionario que tenga como horizonte no el perfeccionamiento del régimen burgués, sino su completa superación.
Asistimos —y estamos vivos para verlo— a una agudización de los choques interimperialistas en todos los planos: comercial, militar, geopolítico y energético. Estos conflictos, lejos de disiparse, se intensifican conforme se profundiza la crisis capitalista y se reconfigura el mapa del poder mundial. El 22 de septiembre en Italia es mucho más que una fecha en el calendario: es un síntoma de época. Expresa que, frente a la barbarie imperialista y la catástrofe social, las masas no se resignan. La historia ha vuelto a abrir sus compuertas. En el horizonte no se vislumbra un ciclo de estabilidad, sino una era de confrontaciones cada vez más abiertas, en la que solo la acción revolucionaria podrá ofrecer una salida a la crisis sin fin del capitalismo.
Bibliografía
- Jacobin (2025) – “Italy’s General Strike Shows the Power of Working-Class Solidarity”: análisis sobre la huelga general del 22 de septiembre en Italia.
???? https://jacobin.com/2025/09/italy-general-strike - Le Monde Diplomatique (2024) – “Europe in Revolt: The New Wave of Social Movements”: panorama del nuevo ciclo de movilización en Francia, España y Reino Unido.
???? https://mondediplo.com/2024/11/europe-revolt - The Guardian (2025) – “Protesters Disrupt Vuelta a España Over Israel Sponsorship”: cobertura de las manifestaciones en la Vuelta Ciclista.
???? https://www.theguardian.com/world/2025/sep/22/vuelta-protest-israel - Comunistas Revolucionarios (2025) – «¡Bloqueemos todo!»: semanas en las que ocurren décadas.
- ???? https://www.comunistasrevolucionarios.org/bloqueemos-todo-semanas-en-las-que-ocurren-decadas/
- Michael Roberts (2024) – “The relative decline of US imperialism»: análisis marxista del declive hegemónico norteamericano.
???? https://thenextrecession.wordpress.com/2021/08/17/the-relative-decline-of-us-imperialism/ - Revista Nueva Sociedad (2024) – “Chile: El Acuerdo del 15 de Noviembre y sus Fracasos”: balance del proceso constituyente y la crisis del progresismo.
???? https://nuso.org/articulo/chile-acuerdo-paz-fracaso - El Porteño (2023) – “A 3 años del «Estallido Social» en Chile: resultados y perspectivas ???? https://elporteno.cl/del-estallido-al-desencanto
- La Izquierda Diario (2025) – “Transición agotada: el fin del modelo de pactos en Chile”: análisis de la bancarrota del FA-PC y el colapso de la vía reformista.
???? https://www.laizquierdadiario.cl/transicion-agotada-chile - Rosa Luxemburgo (1915) – La crisis de la socialdemocracia: clásico sobre el rol revolucionario de las masas en tiempos de crisis imperialista.
???? https://www.marxists.org/espanol/luxem/1915/crisis.htm - León Trotsky (1938) – El Programa de Transición: sobre la necesidad de construir una nueva dirección revolucionaria.
???? https://www.marxists.org/espanol/trotsky/1938/programa.htm - David Harvey (2024) – “Capitalism’s Terminal Crisis and the Future of Revolution”: análisis reciente sobre la crisis estructural del capitalismo.
???? https://davidharvey.org/2024/12/terminal-crisis
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