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EL EX PRESIDENTE FRANCÉS SARKOZY CONDENADO A 5 AÑOS

La justicia sienta en el banquillo a la democracia de mercado

Nicolas Sarkozy ha sido condenado a cinco años de prisión por su implicación en la financiación ilegal de su campaña de 2007 con dinero procedente del régimen libio de Gadafi. Más allá del escándalo judicial, este caso revela los vínculos estructurales entre el poder político y el capital global, y plantea preguntas incómodas sobre la salud real de las democracias liberales en tiempos de crisis.

POR CARLOS SERNA PARA CANARIAS SEMANAL.ORG
 

  El expresidente francés, Nicolas Sarkozy, ha sido condenado a cinco años de [Img #86875]prisión por asociación ilícita en el caso de la financiación libia de su campaña presidencial de 2007.

 

     En un fallo sin precedentes, la justicia francesa ha condenado a cinco años de prisión, tres de ellos firmes, al expresidente Sarkozy por asociación ilícita.

 

    El tribunal lo consideró culpable de haber participado en una estructura clandestina que habría canalizado millones de euros provenientes del gobierno  libio de Muamar el Gadafi para financiar su campaña electoral de 2007. Aunque Sarkozy ha sido absuelto de los cargos de corrupción pasiva y desvío de fondos públicos, la gravedad de la sentencia ha sacudido el tablero político francés y europeo. Por primera vez, un ex jefe de Estado francés podría ingresar directamente en prisión.

  

     Pero más allá del titular, esta condena es también el espejo de una época: la de una élite política íntimamente conectada con los flujos oscuros del dinero, las redes del poder global y la maquinaria ideológica que maquilla los intereses económicos como si fueran decisiones democráticas.

 

 

UN JUICIO HISTÓRICO PARA UN SISTEMA ACOSTUMBRADO A LA IMPUNIDAD

 

    El caso llevaba años generando controversia. Las primeras sospechas sobre la financiación ilegal aparecieron poco después de la intervención militar en Libia de 2011 —curiosamente liderada por el propio Sarkozy junto al Reino Unido—, que terminó con el linchamiento de Gadafi y el colapso del Estado libio. Fue entonces cuando varios exmiembros del régimen libio comenzaron a hablar, manifestando que había maletas de dinero que se reunían en París y que la campaña de Sarkozy se benefició de sumas millonarias en efectivo. En 2012, el digital francés Mediapart publicó documentos que lo demostraban.

 

 

     El juicio, sin embargo, no se centró solamente en la recepción del dinero, sino en la estructura de ocultamiento que se habría tejido para canalizar y blanquear los fondos.

 

 

    El tribunal concluyó que Sarkozy fue parte consciente de una asociación ilícita destinada a ocultar el origen ilegal del dinero y a insertarlo en el circuito político y financiero francés. La figura del expresidente aparece así no como una "víctima" de su entorno, sino como engranaje central de una maquinaria.

 

 

FINANCIACIÓN POLÍTICA Y CRISIS DE LA DEMOCRACIA

 

     Según los sectores políticamente más críticos, la sentencia es un golpe al corazón del sistema político francés, aunque no por inesperada. Sarkozy no es el único exmandatario francés condenado por corrupción o delitos económicos Jacques Chirac también lo fue—, pero sí el primero que puede acabar en la cárcel por haber transformado una campaña presidencial en una operación internacional de lavado de dinero.

 

    La financiación ilegal de campañas no es un problema aislado o exclusivo de un país. Es, más bien, la manifestación de un proceso histórico: la subordinación de la política a los intereses económicos, la privatización del poder público y la consolidación de una oligarquía que gobierna al margen de las reglas que impone a los demás.

 

     Desde una perspectiva histórica más amplia, se podría decir que el juicio a Sarkozy simboliza la descomposición de una forma de poder que se construyó sobre el mito de la “neutralidad” institucional del Estado. Lo que se evidencia aquí no es solo la corrupción personal de un individuo, sino el carácter estructuralmente funcional que tiene esta corrupción para el mantenimiento del orden capitalista en su fase actual.

 

 

UN SISTEMA QUE PRODUCE LO QUE LUEGO CASTIGA

 

     Si nos detenemos un momento a mirar este caso desde una óptica más crítica, podemos ver cómo las reglas del juego político se diseñan para favorecer a quienes más recursos tienen, al mismo tiempo que ofrecen la apariencia de legalidad, equidad y transparencia. Pero cuando el poder económico no basta, entra en escena la corrupción, el soborno, la evasión... o la financiación extranjera.

 

     Y cuando todo esto falla —como en el caso de Sarkozy—, entonces el sistema ofrece una válvula de escape: una condena, una cárcel, un escándalo, como forma de “renovar” la confianza pública en la democracia. Pero lo que no se cuestiona es el sistema que produce, protege y recicla a figuras como Sarkozy.

 

     Porque si un expresidente puede ser financiado por un gobierno extranjero, hacer campaña con ese dinero, llegar al poder, intervenir militarmente en el país que lo financió y después ser juzgado una década más tarde sin que el sistema político y económico se haya transformado... entonces quizá lo que está roto no es una persona, sino todo un modelo.

 
 
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