
LA ULTRADERECHA SE DISPARA EN ALEMANIA: EL "CENTRO" Y LA AFD, DOS CAMINOS CON EL MISMO DESTINO
¿Por qué el desmantelamiento del Estado social alimenta el extremismo?
El auge de AfD en las encuestas ha sacudido la política alemana. Pero mientras la ultraderecha cosecha votos, el poder real se concentra en manos de figuras como Friedrich Merz, exjefe de la multinacional BlackRock y actual defensor de una ofensiva contra derechos laborales y sociales. Dos caras del "Gran Reajuste" del orden capitalista
POR HANSI QUEDNAU, DESDE ALEMANIA, PARA CANARIAS SEMANAL.ORG
Alemania se ha despertado con una noticia que hace tan
solo unos años habría parecido impensable: el partido ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD) ha superado a la histórica alianza CDU/CSU en intención de voto.
Según la última encuesta del Instituto INSA, publicada por el Bild am Sonntag, la AfD alcanza un 32 % de apoyo a nivel nacional, mientras que la CDU/CSU (1) ha caido al 30 %. Un cambio de posiciones que marca un punto de inflexión en el panorama político alemán .
Este resultado no solo tiene un valor estadístico, sino simbólico. AfD ha pasado de ser una fuerza marginal —conocida por sus posiciones xenófobas y euroescépticas— a liderar las preferencias del electorado. Aunque su bastión sigue siendo el Este del país, donde ya gobierna en municipios y tiene proyecciones superiores al 30 %, ahora su avance se está consolidado también en el Oeste. El suelo político sobre el que se construyó el consenso alemán de posguerra empieza a resquebrajarse.
¿Quiénes son los que los votan? Según el análisis de INSA, el mayor respaldo proviene de hombres jóvenes —uno de cada dos— y, especialmente, de trabajadores manuales. Entre quienes se declaran obreros, el 41 % elegiría hoy a AfD. Incluso entre los votantes tradicionales de la CDU, un 24 % se muestra dispuesto a cambiar su voto. No se trata de un simple fenómeno de protesta, sino de un giro estructural.
“AfD canaliza el malestar, pero es la élite financiera quien lo provoca.”
Las causas no son difíciles de rastrear: un país empobrecido, una inflación que no cede, la inseguridad en el empleo, la falta de vivienda asequible, la pérdida de calidad en los servicios públicos y la percepción de que "los de arriba" no están interesados en las necesidades de la mayoría. En ese contexto, AfD capitaliza el descontento, apuntando contra migrantes, el “Estado débil” y la burocracia de Bruselas.
EL "CANCILLER DE BLACKROCK": UNA NUEVA CARA PARA VIEJAS RECETAS
En paralelo a este escenario de crisis social y polarización política, el actual jefe del gobierno alemán, Friedrich Merz, —también conocido ya popularmente como el “canciller de BlackRock”, por haber desempeñado con anterioridad la presidencia de esa poderosa multinacional en Alemania— ha revelado con claridad el rumbo que quiere para el país: más mercado, menos derechos. Aunque su nombre no figura entre los titulares tradicionales del poder, su presencia se hace sentir cada vez más.
Las declaraciones recientes de Merz, líder de la CDU , han escandalizado incluso a sectores moderados. Merz ha afirmado que los trabajadores
“deberían llevar ellos mismos su certificado de enfermedad al médico”,
sugiriendo que muchos abusan del sistema de bajas laborales.
También ha cuestionado abiertamente
el derecho de los empleados a no trabajar estando enfermos, sembrando la sospecha de que "nadie debería enfermarse tanto".
Pero no solo eso: ha pedido una revisión completa del sistema de prestaciones por desempleo, argumentando que los parados “no deben estar mucho tiempo sin trabajar” porque “eso genera pasividad” .
No se trata de frases sueltas ni de provocaciones casuales. Son parte de una ofensiva política y económica bien estructurada, que busca remodelar el modelo social alemán para hacerlo aún más favorable al capital financiero. En ese sentido, Merz no es una anomalía, sino el portavoz más honesto de una clase dirigente que ya no se esfuerza ni en disimular sus prioridades.
Su paso por BlackRock, el mayor gestor de fondos del planeta, no es un detalle biográfico irrelevante. Es la marca de su pertenencia a una élite transnacional que no reconoce fronteras ni pueblos, solo balances de resultados. Bajo su dirección, la CDU ha dejado de lado cualquier intento de moderación y se ha alineado con los sectores más duros del neoliberalismo europeo.
DE LA DERECHA TRADICIONAL A LA FINANCIARIZACIÓN DEL ESTADO
La fusión entre las élites financieras y la política no es nueva, pero con figuras como Merz se vuelve realmente descarada. Su lógica es simple: quien no produce rentabilidad inmediata, estorba. Si estás enfermo, debes justificarlo. Si estás desempleado, debes sentir culpa. Si ganas poco, es porque no te esfuerzas lo suficiente. Bajo esta mirada, los derechos sociales no son conquistas colectivas, sino “privilegios” que hay que revisar constantemente.
Esta ideología está transformando al Estado alemán en un gestor al servicio de los mercados, y no de la ciudadanía. En nombre de la eficiencia y la competitividad, se recortan presupuestos, se flexibilizan normas laborales y se presiona a los servicios públicos hasta la asfixia. Al mismo tiempo, se incrementa el gasto militar, se protege la evasión fiscal de las grandes fortunas y se abren las puertas a inversiones especulativas en sectores clave como la vivienda o la sanidad.
“Cuando el centro abandona a la mayoría, la extrema derecha ocupa su lugar.”
El resultado es un país más polarizado, donde la desigualdad se profundiza y el malestar se acumula. En ese contexto, no sorprende que AfD avance: cuando los partidos tradicionales abandonan la defensa del bien común, otros llenan el vacío.
DOS CARAS DE UNA MISMA MONEDA
Lo más inquietante del panorama alemán no es solo el auge de la extrema derecha, sino la forma en que el bloque dominante ha dejado de ofrecer una alternativa real. La política de Friedrich Merz, con su desprecio por los derechos laborales y su cercanía con el capital especulativo, alimenta directamente el resentimiento social que AfD recoge y convierte en votos.
Ambos fenómenos —el avance electoral de AfD y la agenda antisocial de Merz— no son opuestos, sino complementarios. Uno se encarga de canalizar el miedo; el otro lo convierte en política. Uno señala chivos expiatorios; el otro desmantela las estructuras de protección colectiva. Ambos preparan el terreno para una sociedad más dura, más excluyente, más desigual.
Mientras se polariza el discurso, se desplaza el centro de gravedad de la política. Ya no se discute si se deben recortar los derechos, sino cuán rápido hacerlo. Ya no se debate si la sanidad debe ser pública, sino cuánto debe pagar el paciente. En esta carrera hacia abajo, quienes más pierden son los mismos que, confundidos o desesperados, terminan apoyando a quienes jamás les representarán.
UN NUEVO RÉGIMEN EN CONSTRUCCIÓN
Alemania está cambiando. Pero no lo hace por azar, ni por obra de la “ira del pueblo”. Lo hace porque las élites económicas y políticas han decidido aprovechar la crisis para reorganizar el país según sus intereses. Y lo están logrando.
La figura del “canciller de BlackRock” no es solo una caricatura. Es la expresión precisa de una tendencia que recorre no solo Alemania, sino toda Europa: el reemplazo del viejo orden liberal, construido tras la Segunda Guerra Mundial, por un nuevo régimen dominado por el capital financiero, desprovisto de compromiso social, y blindado ante la protesta democrática.
La pregunta ya no es si la ultraderecha llegará al poder, sino en qué medida lo que hoy se llama “centro” ha empezado a aplicar su programa sin necesidad de pactos. Y lo que está en juego no es solo el presente de Alemania, sino su futuro como sociedad democrática.
(1) La alianza CDU/CSU, también conocida como la Unión, está compuesta por dos partidos políticos conservadores alemanes: CDU (Christlich Demokratische Union Deutschlands)→ Unión Demócrata Cristiana de Alemania
Es el partido conservador más grande de Alemania. Opera en todos los estados federados (Länder) de Alemania excepto en Baviera. Fundado tras la Segunda Guerra Mundial, ha sido históricamente uno de los dos grandes partidos del país (junto con el SPD).
CSU (Christlich-Soziale Union in Bayern)
→ Unión Social Cristiana de Baviera Es un partido hermano de la CDU, pero solo opera en el estado de Baviera. Aunque comparten programa en muchos aspectos, la CSU tiende a ser más conservadora en cuestiones sociales, migratorias y culturales.
Ambos partidos actúan como una coalición parlamentaria a nivel federal, presentando candidatos conjuntos en elecciones nacionales y formando un grupo parlamentario unificado en el Bundestag (parlamento alemán). Sin embargo, son partidos separados y con estructuras propias.
POR HANSI QUEDNAU, DESDE ALEMANIA, PARA CANARIAS SEMANAL.ORG
Alemania se ha despertado con una noticia que hace tan solo unos años habría parecido impensable: el partido ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD) ha superado a la histórica alianza CDU/CSU en intención de voto.
Según la última encuesta del Instituto INSA, publicada por el Bild am Sonntag, la AfD alcanza un 32 % de apoyo a nivel nacional, mientras que la CDU/CSU (1) ha caido al 30 %. Un cambio de posiciones que marca un punto de inflexión en el panorama político alemán .
Este resultado no solo tiene un valor estadístico, sino simbólico. AfD ha pasado de ser una fuerza marginal —conocida por sus posiciones xenófobas y euroescépticas— a liderar las preferencias del electorado. Aunque su bastión sigue siendo el Este del país, donde ya gobierna en municipios y tiene proyecciones superiores al 30 %, ahora su avance se está consolidado también en el Oeste. El suelo político sobre el que se construyó el consenso alemán de posguerra empieza a resquebrajarse.
¿Quiénes son los que los votan? Según el análisis de INSA, el mayor respaldo proviene de hombres jóvenes —uno de cada dos— y, especialmente, de trabajadores manuales. Entre quienes se declaran obreros, el 41 % elegiría hoy a AfD. Incluso entre los votantes tradicionales de la CDU, un 24 % se muestra dispuesto a cambiar su voto. No se trata de un simple fenómeno de protesta, sino de un giro estructural.
“AfD canaliza el malestar, pero es la élite financiera quien lo provoca.”
Las causas no son difíciles de rastrear: un país empobrecido, una inflación que no cede, la inseguridad en el empleo, la falta de vivienda asequible, la pérdida de calidad en los servicios públicos y la percepción de que "los de arriba" no están interesados en las necesidades de la mayoría. En ese contexto, AfD capitaliza el descontento, apuntando contra migrantes, el “Estado débil” y la burocracia de Bruselas.
EL "CANCILLER DE BLACKROCK": UNA NUEVA CARA PARA VIEJAS RECETAS
En paralelo a este escenario de crisis social y polarización política, el actual jefe del gobierno alemán, Friedrich Merz, —también conocido ya popularmente como el “canciller de BlackRock”, por haber desempeñado con anterioridad la presidencia de esa poderosa multinacional en Alemania— ha revelado con claridad el rumbo que quiere para el país: más mercado, menos derechos. Aunque su nombre no figura entre los titulares tradicionales del poder, su presencia se hace sentir cada vez más.
Las declaraciones recientes de Merz, líder de la CDU , han escandalizado incluso a sectores moderados. Merz ha afirmado que los trabajadores
“deberían llevar ellos mismos su certificado de enfermedad al médico”,
sugiriendo que muchos abusan del sistema de bajas laborales.
También ha cuestionado abiertamente
el derecho de los empleados a no trabajar estando enfermos, sembrando la sospecha de que "nadie debería enfermarse tanto".
Pero no solo eso: ha pedido una revisión completa del sistema de prestaciones por desempleo, argumentando que los parados “no deben estar mucho tiempo sin trabajar” porque “eso genera pasividad” .
No se trata de frases sueltas ni de provocaciones casuales. Son parte de una ofensiva política y económica bien estructurada, que busca remodelar el modelo social alemán para hacerlo aún más favorable al capital financiero. En ese sentido, Merz no es una anomalía, sino el portavoz más honesto de una clase dirigente que ya no se esfuerza ni en disimular sus prioridades.
Su paso por BlackRock, el mayor gestor de fondos del planeta, no es un detalle biográfico irrelevante. Es la marca de su pertenencia a una élite transnacional que no reconoce fronteras ni pueblos, solo balances de resultados. Bajo su dirección, la CDU ha dejado de lado cualquier intento de moderación y se ha alineado con los sectores más duros del neoliberalismo europeo.
DE LA DERECHA TRADICIONAL A LA FINANCIARIZACIÓN DEL ESTADO
La fusión entre las élites financieras y la política no es nueva, pero con figuras como Merz se vuelve realmente descarada. Su lógica es simple: quien no produce rentabilidad inmediata, estorba. Si estás enfermo, debes justificarlo. Si estás desempleado, debes sentir culpa. Si ganas poco, es porque no te esfuerzas lo suficiente. Bajo esta mirada, los derechos sociales no son conquistas colectivas, sino “privilegios” que hay que revisar constantemente.
Esta ideología está transformando al Estado alemán en un gestor al servicio de los mercados, y no de la ciudadanía. En nombre de la eficiencia y la competitividad, se recortan presupuestos, se flexibilizan normas laborales y se presiona a los servicios públicos hasta la asfixia. Al mismo tiempo, se incrementa el gasto militar, se protege la evasión fiscal de las grandes fortunas y se abren las puertas a inversiones especulativas en sectores clave como la vivienda o la sanidad.
“Cuando el centro abandona a la mayoría, la extrema derecha ocupa su lugar.”
El resultado es un país más polarizado, donde la desigualdad se profundiza y el malestar se acumula. En ese contexto, no sorprende que AfD avance: cuando los partidos tradicionales abandonan la defensa del bien común, otros llenan el vacío.
DOS CARAS DE UNA MISMA MONEDA
Lo más inquietante del panorama alemán no es solo el auge de la extrema derecha, sino la forma en que el bloque dominante ha dejado de ofrecer una alternativa real. La política de Friedrich Merz, con su desprecio por los derechos laborales y su cercanía con el capital especulativo, alimenta directamente el resentimiento social que AfD recoge y convierte en votos.
Ambos fenómenos —el avance electoral de AfD y la agenda antisocial de Merz— no son opuestos, sino complementarios. Uno se encarga de canalizar el miedo; el otro lo convierte en política. Uno señala chivos expiatorios; el otro desmantela las estructuras de protección colectiva. Ambos preparan el terreno para una sociedad más dura, más excluyente, más desigual.
Mientras se polariza el discurso, se desplaza el centro de gravedad de la política. Ya no se discute si se deben recortar los derechos, sino cuán rápido hacerlo. Ya no se debate si la sanidad debe ser pública, sino cuánto debe pagar el paciente. En esta carrera hacia abajo, quienes más pierden son los mismos que, confundidos o desesperados, terminan apoyando a quienes jamás les representarán.
UN NUEVO RÉGIMEN EN CONSTRUCCIÓN
Alemania está cambiando. Pero no lo hace por azar, ni por obra de la “ira del pueblo”. Lo hace porque las élites económicas y políticas han decidido aprovechar la crisis para reorganizar el país según sus intereses. Y lo están logrando.
La figura del “canciller de BlackRock” no es solo una caricatura. Es la expresión precisa de una tendencia que recorre no solo Alemania, sino toda Europa: el reemplazo del viejo orden liberal, construido tras la Segunda Guerra Mundial, por un nuevo régimen dominado por el capital financiero, desprovisto de compromiso social, y blindado ante la protesta democrática.
La pregunta ya no es si la ultraderecha llegará al poder, sino en qué medida lo que hoy se llama “centro” ha empezado a aplicar su programa sin necesidad de pactos. Y lo que está en juego no es solo el presente de Alemania, sino su futuro como sociedad democrática.
(1) La alianza CDU/CSU, también conocida como la Unión, está compuesta por dos partidos políticos conservadores alemanes: CDU (Christlich Demokratische Union Deutschlands)→ Unión Demócrata Cristiana de Alemania
Es el partido conservador más grande de Alemania. Opera en todos los estados federados (Länder) de Alemania excepto en Baviera. Fundado tras la Segunda Guerra Mundial, ha sido históricamente uno de los dos grandes partidos del país (junto con el SPD).
CSU (Christlich-Soziale Union in Bayern)
→ Unión Social Cristiana de Baviera Es un partido hermano de la CDU, pero solo opera en el estado de Baviera. Aunque comparten programa en muchos aspectos, la CSU tiende a ser más conservadora en cuestiones sociales, migratorias y culturales.
Ambos partidos actúan como una coalición parlamentaria a nivel federal, presentando candidatos conjuntos en elecciones nacionales y formando un grupo parlamentario unificado en el Bundestag (parlamento alemán). Sin embargo, son partidos separados y con estructuras propias.
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