
CÁDIZ ABRAZA A PALESTINA: ARTE, CONCIENCIA OBRERA Y DENUNCIA CONTRA EL GENOCIDIO (VÍDEOS)
Éxito total del acto celebrado en el Patio Cultural La Victoria de Sanlúcar de Barrameda
El Patio Cultural La Victoria de Sanlúcar de Barrameda, en Cadiz, se quedó pequeño el pasado viernes, 19 de septiembre, para acoger la solidaridad de este pueblo con el pueblo palestino (...).
Por A. RAMÍREZ PARA CANARIAS-SEMANAL.ORG.-
El Patio Cultural La Victoria de Sanlúcar de Barrameda, en la provincia de Cádiz, se quedó pequeño el pasado viernes, 19 de septiembre, para acoger la solidaridad de este pueblo andaluz con el pueblo palestino. Cientos de personas —trabajadoras, vecinas, jóvenes y mayores— se concentraron en un acto que fue una contundente declaración política: habitantes de Sanlúcar, junto a gentes llegadas de Chipiona, Jerez, El Puerto, Puerto Real y Cádiz, alzaron la voz por Palestina y contra el genocidio que asola Gaza desde hace décadas.
La crónica original de este acto, publicada por Insurgente.org y firmada por una corresponsal obrera, fue el testimonio de una noche que combinó arte, historia, denuncia política y emoción colectiva. Pero lo que allí se vivió merece ser enmarcado también dentro del contexto internacional y del análisis profundo de las causas estructurales que hacen imprescindible la solidaridad internacionalista con Palestina.
Cultura, resistencia y lucha de clases
La velada comenzó con música combativa: “La gorra de Mario” y “Kamikazes” pusieron sonido a una causa que es también poética y visceral.
El compañero Murga, en nombre de la Coordinadora de Trabajadores del Metal, aprovechó el encuentro para agradecer el apoyo popular a los huelguistas represaliados y expresó "el firme compromiso de la clase obrera con la lucha del pueblo palestino". En un gesto de coherencia, se hizo una aportación económica a la causa mediante la caja de resistencia.
La alcaldesa Carmen Álvarez (IU), intervino también para defender que “Palestina hoy es una prioridad”. Junto a ella, el cantaor Juanlu González aportó una valiosa exposición histórica: recordó cómo el colonialismo británico alentó la ocupación sionista, facilitando la llegada de colonos europeos y desplazando violentamente a la población autóctona palestina.
En ese marco, la propuesta de los “dos Estados” fue duramente cuestionada. “No hay dos Estados posibles cuando uno es el opresor y otro es el oprimido. Palestina será libre del río al mar”, proclamó entre ovaciones.
El colonialismo: una historia de sangre y poder
Desde la Declaración Balfour de 1917, donde el Imperio británico prometió un “hogar nacional judío” en Palestina, pasando por el Mandato británico (1920-1948) y hasta la imposición del Estado de Israel en 1948 por las potencias vencedoras de la Segunda Guerra Mundial, el pueblo palestino ha vivido bajo una lógica de desposesión, represión y limpieza étnica.
Ese proceso no fue un accidente. Fue una expresión del colonialismo moderno: el control estratégico de territorios y recursos, la fragmentación de pueblos mediante el asentamiento forzado, y la legitimación de un orden internacional funcional al capital y al imperialismo.
Gaza bajo fuego, la conciencia bajo presión
Hoy, Gaza está siendo arrasada. Más de 65.000 personas han muerto solo este año. Las bombas destruyen hospitales, escuelas y viviendas. Se interrumpe el agua, se bloquea el acceso a alimentos, se restringe la atención médica. Lo que Naciones Unidas y diversas organizaciones de derechos humanos denuncian ya como un genocidio se perpetúa con la complicidad de las potencias occidentales, empresas armamentísticas y organismos que blanquean la ocupación.
En ese marco, cobró aún más sentido la intervención en el acto de la bailarina libanesa Nada Chouvaib, quien guió al público en una danza colectiva palestina (dabkeh). La alegría fue resistencia. El cuerpo fue bandera. Y las voces que vitoreaban “¡Viva Palestina!” se enfrentaron simbólicamente al muro del silencio mediático.
Internacionalismo y memoria: Cuba, Sudáfrica y Andalucía
La noche avanzó con fandangos por Palestina, la intervención de Pepe Barroso, con un repaso detallado de la historia colonial desde el siglo XIX, y una nota final que recordó una verdad incómoda: el apartheid sudafricano no cayó solo por sanciones, sino por la resistencia armada de los pueblos africanos y la solidaridad internacionalista de la Revolución Cubana, que con sus más de 400.000 combatientes internacionalistas y el apoyo soviético, derrotaron al ejército racista en Cuito Cuanavale.
Esa memoria, que enlaza luchas africanas, latinoamericanas y palestinas, se proyectó también sobre la realidad local. La intervención de Ismail, cardiólogo gazatí formado en Cuba, hoy residente en Andalucía, emocionó al auditorio: “Hoy me siento acompañado en esta lucha mundial por Palestina”, dijo.
Y es que esa conexión es central. Como se señaló a lo largo del acto, los mismos intereses que sostienen el genocidio en Palestina son los que aquí privatizan la sanidad, recortan las pensiones, criminalizan las huelgas y aprueban leyes mordaza.
La solidaridad no es un acto cultural: es una herramienta de lucha
El acto concluyó con las letras carnavaleras de Diego Fariñas y David Amaya, las palabras de la activista animalista Lili Largo, la intervención musical de los “Txuminos Imberbes” y un lamado general a la organización popular.
"Es urgente - apuntaron los asistentes al evento - derogar la Ley Mordaza, frenar la privatización de los servicios públicos, y articular la movilización popular. La lucha por Palestina es también la lucha por una vida digna aquí. Y sólo con conciencia de clase, organización desde abajo y solidaridad internacionalista se podrá construir un mundo sin opresores ni oprimidos".
Porque como enseña la historia, no basta con pedir sanciones, ni con diplomacia tibia. La liberación de Palestina —como la de cualquier pueblo— será obra de su resistencia interna y del apoyo de los pueblos del mundo que entienden que el imperialismo es el enemigo común.
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Por A. RAMÍREZ PARA CANARIAS-SEMANAL.ORG.-
El Patio Cultural La Victoria de Sanlúcar de Barrameda, en la provincia de Cádiz, se quedó pequeño el pasado viernes, 19 de septiembre, para acoger la solidaridad de este pueblo andaluz con el pueblo palestino. Cientos de personas —trabajadoras, vecinas, jóvenes y mayores— se concentraron en un acto que fue una contundente declaración política: habitantes de Sanlúcar, junto a gentes llegadas de Chipiona, Jerez, El Puerto, Puerto Real y Cádiz, alzaron la voz por Palestina y contra el genocidio que asola Gaza desde hace décadas.
La crónica original de este acto, publicada por Insurgente.org y firmada por una corresponsal obrera, fue el testimonio de una noche que combinó arte, historia, denuncia política y emoción colectiva. Pero lo que allí se vivió merece ser enmarcado también dentro del contexto internacional y del análisis profundo de las causas estructurales que hacen imprescindible la solidaridad internacionalista con Palestina.
Cultura, resistencia y lucha de clases
La velada comenzó con música combativa: “La gorra de Mario” y “Kamikazes” pusieron sonido a una causa que es también poética y visceral.
El compañero Murga, en nombre de la Coordinadora de Trabajadores del Metal, aprovechó el encuentro para agradecer el apoyo popular a los huelguistas represaliados y expresó "el firme compromiso de la clase obrera con la lucha del pueblo palestino". En un gesto de coherencia, se hizo una aportación económica a la causa mediante la caja de resistencia.
La alcaldesa Carmen Álvarez (IU), intervino también para defender que “Palestina hoy es una prioridad”. Junto a ella, el cantaor Juanlu González aportó una valiosa exposición histórica: recordó cómo el colonialismo británico alentó la ocupación sionista, facilitando la llegada de colonos europeos y desplazando violentamente a la población autóctona palestina.
En ese marco, la propuesta de los “dos Estados” fue duramente cuestionada. “No hay dos Estados posibles cuando uno es el opresor y otro es el oprimido. Palestina será libre del río al mar”, proclamó entre ovaciones.
El colonialismo: una historia de sangre y poder
Desde la Declaración Balfour de 1917, donde el Imperio británico prometió un “hogar nacional judío” en Palestina, pasando por el Mandato británico (1920-1948) y hasta la imposición del Estado de Israel en 1948 por las potencias vencedoras de la Segunda Guerra Mundial, el pueblo palestino ha vivido bajo una lógica de desposesión, represión y limpieza étnica.
Ese proceso no fue un accidente. Fue una expresión del colonialismo moderno: el control estratégico de territorios y recursos, la fragmentación de pueblos mediante el asentamiento forzado, y la legitimación de un orden internacional funcional al capital y al imperialismo.
Gaza bajo fuego, la conciencia bajo presión
Hoy, Gaza está siendo arrasada. Más de 65.000 personas han muerto solo este año. Las bombas destruyen hospitales, escuelas y viviendas. Se interrumpe el agua, se bloquea el acceso a alimentos, se restringe la atención médica. Lo que Naciones Unidas y diversas organizaciones de derechos humanos denuncian ya como un genocidio se perpetúa con la complicidad de las potencias occidentales, empresas armamentísticas y organismos que blanquean la ocupación.
En ese marco, cobró aún más sentido la intervención en el acto de la bailarina libanesa Nada Chouvaib, quien guió al público en una danza colectiva palestina (dabkeh). La alegría fue resistencia. El cuerpo fue bandera. Y las voces que vitoreaban “¡Viva Palestina!” se enfrentaron simbólicamente al muro del silencio mediático.
Internacionalismo y memoria: Cuba, Sudáfrica y Andalucía
La noche avanzó con fandangos por Palestina, la intervención de Pepe Barroso, con un repaso detallado de la historia colonial desde el siglo XIX, y una nota final que recordó una verdad incómoda: el apartheid sudafricano no cayó solo por sanciones, sino por la resistencia armada de los pueblos africanos y la solidaridad internacionalista de la Revolución Cubana, que con sus más de 400.000 combatientes internacionalistas y el apoyo soviético, derrotaron al ejército racista en Cuito Cuanavale.
Esa memoria, que enlaza luchas africanas, latinoamericanas y palestinas, se proyectó también sobre la realidad local. La intervención de Ismail, cardiólogo gazatí formado en Cuba, hoy residente en Andalucía, emocionó al auditorio: “Hoy me siento acompañado en esta lucha mundial por Palestina”, dijo.
Y es que esa conexión es central. Como se señaló a lo largo del acto, los mismos intereses que sostienen el genocidio en Palestina son los que aquí privatizan la sanidad, recortan las pensiones, criminalizan las huelgas y aprueban leyes mordaza.
La solidaridad no es un acto cultural: es una herramienta de lucha
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"Es urgente - apuntaron los asistentes al evento - derogar la Ley Mordaza, frenar la privatización de los servicios públicos, y articular la movilización popular. La lucha por Palestina es también la lucha por una vida digna aquí. Y sólo con conciencia de clase, organización desde abajo y solidaridad internacionalista se podrá construir un mundo sin opresores ni oprimidos".
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