Lunes, 06 de Octubre de 2025

Actualizada

Lunes, 06 de Octubre de 2025 a las 10:12:58 horas

Lunes, 06 de Octubre de 2025 Tiempo de lectura:

REPORTAJE: “BANDERAS SOBRE EL ASFALTO, EL RUGIDO DE LOS PUEBLOS EUROPEOS POR GAZA”

Calles teñidas de verde, blanco, rojo y negro. Voces, lágrimas y consignas en un continente que se niega a mirar hacia otro lado.

¿Qué lleva a miles a caminar juntos por una causa que ocurre a miles de kilómetros? ¿Qué convierte el dolor ajeno en compromiso? El 4 de octubre de 2025, las calles de Europa respondieron con una sola voz: Gaza. Desde Roma hasta Barcelona, pasando por Madrid y Valencia, el continente se llenó de banderas palestinas y gritos por el fin del bombardeo. Yo estuve en uno de esos lugares,, y recogí también los testimonios y datos publicados por El País, Los Angeles Times y otras fuentes internacionales que dieron cuenta de un mismo clamor.

 

 POR JORDI RUIZ PARA CANARIAS SEMANAL.ORG

 

     ¿Qué se siente al marchar junto a miles que no conoces, pero [Img #87072]con quienes compartes una misma rabia? ¿Qué mueve a las familias que viajan horas para alzar una bandera por otros? ¿Qué voz colectiva nace cuando se repite, una y otra vez, Palestina libre”?


    El 4 de octubre de 2025, esa voz recorrió Europa: desde Roma hasta Madrid, desde Barcelona hasta Valencia. Yo estuve allí, en Barcelona. Y esto fue lo que escuché.

 

Barcelona: el inicio del eco

 

     Era mediodía cuando llegué al Paseo de Gracia. Desde lejos ya se veía el color verde, blanco, rojo y negro de las banderas palestinas. A mi lado, una mujer de cabello gris agitaba una pancarta que decía: “Paren el genocidio”. Me dijo llamarse María Jesús Parra, 63 años, llegada desde un pueblo a una hora de Barcelona.


    —“¿Cómo es posible que estemos viendo un genocidio en directo después de lo que vivimos en los cuarenta? Ahora nadie puede decir que no sabía lo que estaba pasando.”

   

A su lado, un grupo de jóvenes coreaba:

“No toquen a la flotilla”.


   Eran parte de una asociación universitaria. Uno de ellos, Ahmed, de origen palestino nacido en Girona, me contó:


    —“Mi abuela perdió su casa en Gaza. Marcho por ella, por los que no pueden marchar.”

 

Sobre el escenario improvisado, Gemma Tarafa, regidora y coordinadora de los Comunes, tomó el micrófono:
 

    —“Hay que romper relaciones con Israel, boicot total. No se puede mirar hacia otro lado.”

 

     La multitud respondió con aplausos y tambores. El sonido retumbaba contra las fachadas del centro de Barcelona. A cada paso, más familias se unían. Niños en hombros, parejas mayores de la mano.

 
     Pero al caer la tarde, el ambiente cambió. Un grupito rompió escaparates. La policía intervino. Se escucharon gritos, sirenas, carreras. Y luego, otra vez, el silencio.

 

    “Nos quieren mostrar violentos —me dijo una chica que repartía octavillas—, pero somos miles los que marchamos en paz.”

 

Madrid: la marea que no se detuvo

 

     Pero en Madrid había sucedido algo parecido. Según pude recoger de los medios, la marcha comenzó en Atocha y avanzó por el Paseo del Prado.

 

    La Delegación del Gobierno habló de 92.000 personas. Los organizadores de 400.000. Lo cierto es que las calles estaban llenas. Tres horas después del inicio, la cola aún no alcanzaba el final.

 

    Según relataba un periódico digital alternativo, Rashid, un estudiante marroquí residente en Getafe que sostenía una pancarta que decía “Guerra racista, Palestina libre”, contaba:


    —“Mi familia vivió una guerra. Ver Gaza me duele. Lo que pasa allí no es defensa, es castigo.”

 

   Y una pareja de jubilados, Carmen y Luis, que caminaba despacio entre la multitud, decían:

    “Marchamos por los nietos de otros, como quisiéramos que marcharan por los nuestros si estuvieran bajo bombas.”

 

     En Callao, punto final de la marcha, cientos se sentaron en el suelo. Encendieron velas y guardaron silencio. Alguien gritó: “¡Netanyahu, asesino!” y el eco lo repitió por toda la plaza.

 

Roma: el rugido junto al Coliseo

 

     Desde las instantáneas fotográficas que reprodujo la prensa italiana, la imagen era poderosa. Frente al Coliseo romano, una marea de banderas palestinas se movía al viento. La policía habló de 250.000 personas. Los organizadores, de un millón. “Italia también tiene memoria”, comentaba Francesca Albanese, relatora especial de la ONU, cuyo nombre fue coreado por los manifestantes.

 

    En la Piazza San Giovanni, el legislador Riccardo Magi, del partido Più Europa, criticó al gobierno de Giorgia Meloni:


—“Meloni no puede seguir con este victimismo obsceno. Debe reconocer el Estado palestino y trabajar por la paz.”

 

 

Ecos del sur y del norte

 

     En Valencia, unas 10.000 personas marcharon bajo un sol ardiente. En Sevilla y Málaga, los sindicatos se unieron a la protesta. En Lisboa, París, Atenas y Skopje, grupos más pequeños repitieron las mismas palabras:

“Stop the war, stop the genocide.”

  Desde Londres, una amiga me escribía aquella misma noche:

“Aquí también salimos. No somos tantos, pero el frío no importa. Nos sentimos parte de algo más grande.”

 

 

Gaza, el centro invisible

 

    La causa que unió esas voces nació lejos, en Gaza. Según los datos citados por la prensa, más de 67.000 muertos y 170.000 heridos dejaba ya la ofensiva israelí. Cada número era un nombre, una familia, una historia. Y, en las calles de Europa, una pancarta más.

      En la manifestación de Roma, una anciana llevaba un cartel con una foto en blanco y negro: dos niños jugando entre ruinas.

    “Son mis nietos —me dijo—. No los he vuelto a ver desde hace un año.”

 

 

El regreso

 

    Cuando el día terminó, según podía verse en los videos de youtube, muchos regresaban en silencio. En los trenes, la gente miraba las noticias en el móvil: imágenes de las mismas marchas, desde otros países.  Voces distintas, acentos distintos, pero una misma certeza: no quedarse callados.

 

    “Nosotros no podemos parar las bombas —me dijo Ahmed antes de despedirse—, pero podemos gritar para que otros las escuchen.”

 

     Esa misma noche, desde el descanso de la habitación del hotelito donde me alojaba, entendí algo muy simple: las manifestaciones no solo habían sido por Palestina. Lo fueron también por nosotros, por los que aún seguimos creyendo que alzar la voz puede servir para mucho.

 

 


 
 
 
 
 
 
Comentarios Comentar esta noticia
Comentar esta noticia

Normas de participación

Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.

Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.

La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad

Normas de Participación

Política de privacidad

Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.0

Todavía no hay comentarios

Con tu cuenta registrada

Escribe tu correo y te enviaremos un enlace para que escribas una nueva contraseña.