
REPORTAJE: CÓMO AFRONTA EL PUEBLO VENEZOLANO LAS AMENAZAS DE INVASIÓN USA (VÍDEO)
¿Hasta dónde llegarán las provocaciones militares de Washington? Entre el cielo y el barrio: los venezolanos se preparan para resistir”
¿Qué significa vivir bajo amenaza constante de guerra? ¿Cómo reacciona un país cuando ve aviones extranjeros sobrevolando su frontera y lanchas hundidas cerca de su costa? En las calles de Caracas y los barrios del interior, las respuestas no vienen de los despachos, sino de las voces del pueblo. Desde el anuncio del presidente Nicolás Maduro de instruir militarmente a los barrios populares, hasta las denuncias por incursiones aéreas de Estados Unidos, la tensión se ha convertido en una rutina que redefine la vida cotidiana de los venezolanos. Conozca a través de este reportaje directo cómo ha reaccionado Venezuela ante la amenaza.
POR VICTORIA MARTÍNEZ DESDE MÉXICO PARA CANARIAS SEMANAL.ORG
¿Qué significa vivir bajo amenaza constante de guerra?
¿Cómo reacciona un pueblo cuando ve aviones extranjeros sobrevolando su frontera y lanchas hundidas cerca de sus costas?
En las calles de Caracas y los barrios del interior, las respuestas no vienen de los despachos, sino de las voces del pueblo.
Desde el anuncio del presidente Nicolás Maduro de instruir militarmente a la gente de los barrios populares, hasta las denuncias por incursiones aéreas de Estados Unidos, la tensión se ha convertido en una rutina que está redefiniendo la vida cotidiana.
1. Septiembre: el barrio se convierte en cuartel popular
“Nos dijeron que el sábado viniéramos con zapatos cómodos y disposición de aprender”, cuenta Maritza López, vecina del "23 de Enero", una de las zonas más emblemáticas del chavismo en Caracas.
“No es que uno quiera la guerra, pero si la amenaza viene, hay que estar listos”.
A mediados de septiembre, Maduro ordenó a la Fuerza Armada Nacional Bolivariana desplegarse en los barrios para instruir a los ciudadanos en el manejo de armas y tácticas defensivas.
Era, según el propio mandatario, “la primera vez que los cuarteles con sus soldados van al pueblo, al corazón de la comunidad”.
En Petare, en Catia, en Valencia y Maracaibo, los ejercicios comenzaron entre la curiosidad y la convicción. José Delgado, un mototaxista y padre de dos hijos, recuerda aquella mañana:
“Nos enseñaron cómo formar, cómo cubrirse, cómo reaccionar si hay un ataque. Al principio, la verdad, me parecía una locura, pero después uno entiende que esto es defensa, no agresión”.
El discurso oficial apelaba a lo que llama el “poder popular armado”, una idea que divide opiniones, ciertamente, pero que se ha consolidado tras los recientes incidentes con Estados Unidos.
2. Octubre: los cielos encendidos
El 2 de octubre, el ministro de Defensa, Vladimir Padrino López, denunció el sobrevuelo de cinco aviones F-35 estadounidenses cerca del litoral central venezolano.
“Es una provocación, una gran amenaza contra la seguridad de la nación”, afirmó.
El eco de sus palabras recorrió las redes, los medios locales y, sobre todo, los barrios.
En la plaza Bolívar de La Guaira, Rafael Uzcátegui, pescador de 58 años, lo cuenta con serenidad:
“Yo no vi los aviones, pero sentí el ruido. Y lo que uno piensa es: ¿qué quieren estos gringos? No basta con el bloqueo, ahora quieren intimidar desde el aire”.
En los mercados populares, el tema desplazó a la inflación. En una panadería del oeste de Caracas, una trabajadora resumía el sentimiento colectivo:
“Ellos nos ven como un país pequeño, pero aquí nadie se rinde. Si tocan suelo venezolano, el pueblo responde”.
Desde el gobierno, la narrativa se mantuvo firme:
“No nos intimidan”.
Pero el ambiente ya no era el mismo. En las redes sociales circulaban videos de jóvenes practicando defensa civil y de milicianos mostrando su entrenamiento.
“Aquí el enemigo no duerme”, escribió un miliciano en un grupo de WhatsApp comunitario.
3. El mar como frontera viva
Apenas un día después, la tensión escaló: medios internacionales informaron que Estados Unidos había hundido una lancha en aguas internacionales cerca de Venezuela, causando la muerte de cuatro personas. Las autoridades norteamericanas afirmaron que eran “narcoterroristas”, pero en las costas venezolanas el relato era otro.
En Puerto Cabello, Yolanda Herrera, madre de uno de los pescadores desaparecidos, dice entre lágrimas:
“Mi hijo no era ningún terrorista. Salió a pescar como todos los días. Y ahora me dicen que "lo hundieron por error”.
El caso se volvió símbolo de indignación y duelo. En los barrios costeros se organizaron vigilias.
“No fue un accidente, fue un mensaje”, opinaba Carlos Ruiz, joven comunero de Ocumare del Tuy. “Nos están tanteando, provocando para ver hasta dónde aguantamos”.
El Ministerio de Defensa venezolano calificó el hecho como un “acto de agresión en el marco de la guerra híbrida” que, según Caracas, Washington libra contra su soberanía.
4. La defensa se hace cotidiana
A medida que avanzaban los días, la vida en los barrios populares empezó a adquirir otro ritmo. En las canchas se organizaban entrenamientos, en los murales aparecían consignas como “Cada barrio, una trinchera”.
Lucía Briceño, maestra jubilada, explica:
“Yo doy clases a los muchachos sobre lo que significa soberanía. No es solo disparar, es saber por qué se defiende lo nuestro”.
Mientras tanto, algunos venezolanos veían el proceso con escepticismo. Andrés Pino, joven ingeniero, decía:
“Ojalá toda esa energía se usara también para mejorar la economía. Pero si nos atacan, al menos que no nos encuentren desarmados”.
Las calles de Caracas, marcadas por la rutina del transporte y las colas, también reflejan esa dualidad: entre la necesidad de sobrevivir y el orgullo de resistir.
5. Voces finales desde un país en tensión
Hoy, con los ejercicios militares extendiéndose por todo el territorio, el sentimiento común es de expectativa vigilante.
“El pueblo está consciente”, dice Maritza López, la vecina del 23 de Enero que abrió este relato.
“Nos enseñaron a no tener miedo. Si vienen, aquí estamos”.
Y agregaba:
"Si el albino que dirige gringolandia cree que esto es Panamá, donde entraron y arrasaron barrios enteros, se equivoca de medio a medio. Esto no tiene nada que ver con Panamá. Aquí nos van a encontrar en pie de guerra... se lo juro
Desde el puerto hasta los cerros, desde las costas hasta el llano, el mensaje se repite:
Venezuela no quiere la guerra, pero tampoco se arrodilla.
En medio del ruido de los aviones y las maniobras, los ciudadanos siguen hablando con la voz de quienes ya han resistido mucho: sanciones, bloqueos, apagones, pandemias.
“Lo que no entienden allá arriba”, dice Rafael, un pescador que hace un ademán indicando hacia el norte,
“es que cuando uno lo que defiende su casa, no hay poder que lo venza”.
FUENTES CONSULTADAS: Prensa venezolana y latinoamericana
ÚLTIMA HORA SOBRE LA SITUACIÓN EL VENEZUELA
POR VICTORIA MARTÍNEZ DESDE MÉXICO PARA CANARIAS SEMANAL.ORG
¿Qué significa vivir bajo amenaza constante de guerra? ¿Cómo reacciona un pueblo cuando ve aviones extranjeros sobrevolando su frontera y lanchas hundidas cerca de sus costas?
En las calles de Caracas y los barrios del interior, las respuestas no vienen de los despachos, sino de las voces del pueblo.
Desde el anuncio del presidente Nicolás Maduro de instruir militarmente a la gente de los barrios populares, hasta las denuncias por incursiones aéreas de Estados Unidos, la tensión se ha convertido en una rutina que está redefiniendo la vida cotidiana.
1. Septiembre: el barrio se convierte en cuartel popular
“Nos dijeron que el sábado viniéramos con zapatos cómodos y disposición de aprender”, cuenta Maritza López, vecina del "23 de Enero", una de las zonas más emblemáticas del chavismo en Caracas.
“No es que uno quiera la guerra, pero si la amenaza viene, hay que estar listos”.
A mediados de septiembre, Maduro ordenó a la Fuerza Armada Nacional Bolivariana desplegarse en los barrios para instruir a los ciudadanos en el manejo de armas y tácticas defensivas.
Era, según el propio mandatario, “la primera vez que los cuarteles con sus soldados van al pueblo, al corazón de la comunidad”.
En Petare, en Catia, en Valencia y Maracaibo, los ejercicios comenzaron entre la curiosidad y la convicción. José Delgado, un mototaxista y padre de dos hijos, recuerda aquella mañana:
“Nos enseñaron cómo formar, cómo cubrirse, cómo reaccionar si hay un ataque. Al principio, la verdad, me parecía una locura, pero después uno entiende que esto es defensa, no agresión”.
El discurso oficial apelaba a lo que llama el “poder popular armado”, una idea que divide opiniones, ciertamente, pero que se ha consolidado tras los recientes incidentes con Estados Unidos.
2. Octubre: los cielos encendidos
El 2 de octubre, el ministro de Defensa, Vladimir Padrino López, denunció el sobrevuelo de cinco aviones F-35 estadounidenses cerca del litoral central venezolano.
“Es una provocación, una gran amenaza contra la seguridad de la nación”, afirmó.
El eco de sus palabras recorrió las redes, los medios locales y, sobre todo, los barrios.
En la plaza Bolívar de La Guaira, Rafael Uzcátegui, pescador de 58 años, lo cuenta con serenidad:
“Yo no vi los aviones, pero sentí el ruido. Y lo que uno piensa es: ¿qué quieren estos gringos? No basta con el bloqueo, ahora quieren intimidar desde el aire”.
En los mercados populares, el tema desplazó a la inflación. En una panadería del oeste de Caracas, una trabajadora resumía el sentimiento colectivo:
“Ellos nos ven como un país pequeño, pero aquí nadie se rinde. Si tocan suelo venezolano, el pueblo responde”.
Desde el gobierno, la narrativa se mantuvo firme:
“No nos intimidan”.
Pero el ambiente ya no era el mismo. En las redes sociales circulaban videos de jóvenes practicando defensa civil y de milicianos mostrando su entrenamiento.
“Aquí el enemigo no duerme”, escribió un miliciano en un grupo de WhatsApp comunitario.
3. El mar como frontera viva
Apenas un día después, la tensión escaló: medios internacionales informaron que Estados Unidos había hundido una lancha en aguas internacionales cerca de Venezuela, causando la muerte de cuatro personas. Las autoridades norteamericanas afirmaron que eran “narcoterroristas”, pero en las costas venezolanas el relato era otro.
En Puerto Cabello, Yolanda Herrera, madre de uno de los pescadores desaparecidos, dice entre lágrimas:
“Mi hijo no era ningún terrorista. Salió a pescar como todos los días. Y ahora me dicen que "lo hundieron por error”.
El caso se volvió símbolo de indignación y duelo. En los barrios costeros se organizaron vigilias.
“No fue un accidente, fue un mensaje”, opinaba Carlos Ruiz, joven comunero de Ocumare del Tuy. “Nos están tanteando, provocando para ver hasta dónde aguantamos”.
El Ministerio de Defensa venezolano calificó el hecho como un “acto de agresión en el marco de la guerra híbrida” que, según Caracas, Washington libra contra su soberanía.
4. La defensa se hace cotidiana
A medida que avanzaban los días, la vida en los barrios populares empezó a adquirir otro ritmo. En las canchas se organizaban entrenamientos, en los murales aparecían consignas como “Cada barrio, una trinchera”.
Lucía Briceño, maestra jubilada, explica:
“Yo doy clases a los muchachos sobre lo que significa soberanía. No es solo disparar, es saber por qué se defiende lo nuestro”.
Mientras tanto, algunos venezolanos veían el proceso con escepticismo. Andrés Pino, joven ingeniero, decía:
“Ojalá toda esa energía se usara también para mejorar la economía. Pero si nos atacan, al menos que no nos encuentren desarmados”.
Las calles de Caracas, marcadas por la rutina del transporte y las colas, también reflejan esa dualidad: entre la necesidad de sobrevivir y el orgullo de resistir.
5. Voces finales desde un país en tensión
Hoy, con los ejercicios militares extendiéndose por todo el territorio, el sentimiento común es de expectativa vigilante.
“El pueblo está consciente”, dice Maritza López, la vecina del 23 de Enero que abrió este relato.
“Nos enseñaron a no tener miedo. Si vienen, aquí estamos”.
Y agregaba:
"Si el albino que dirige gringolandia cree que esto es Panamá, donde entraron y arrasaron barrios enteros, se equivoca de medio a medio. Esto no tiene nada que ver con Panamá. Aquí nos van a encontrar en pie de guerra... se lo juro
Desde el puerto hasta los cerros, desde las costas hasta el llano, el mensaje se repite:
Venezuela no quiere la guerra, pero tampoco se arrodilla.
En medio del ruido de los aviones y las maniobras, los ciudadanos siguen hablando con la voz de quienes ya han resistido mucho: sanciones, bloqueos, apagones, pandemias.
“Lo que no entienden allá arriba”, dice Rafael, un pescador que hace un ademán indicando hacia el norte,
“es que cuando uno lo que defiende su casa, no hay poder que lo venza”.
FUENTES CONSULTADAS: Prensa venezolana y latinoamericana
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