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“EPIDEMIA” DE LUMBALGIA EN CANARIAS: LA SALUD CONSUMIDA POR EL TRABAJO

La sobreexplotación, el estrés y la precariedad provocan miles de bajas laborales

Miles de trabajadores en Canarias caen cada año por una dolencia tan extendida como ignorada: el lumbago. Detrás del dolor de espalda se esconde algo más profundo —estrés, agotamiento, jornadas extenuantes— que convierte al trabajo en una fuente de enfermedad.

Por EUGENIO FERNÁNDEZ PARA CANARIAS-SEMANAL.ORG.-

 

   En sociedades como la canaria el lumbago parece ofrecer mucha más información sobre las condiciones de vida de la mayoría de la población de lo que podría suponerse pensando en un dolor de espalda. Se presenta como una suerte de grito de los cuerpos ante condiciones laborales deterioradas, estrés acumulado y una organización del trabajo que castiga la salud física y mental de miles de trabajadores.

 

   Así lo refleja el estudio "Incidencia de la enfermedad común y del accidente no laboral, y costes económicos generados por la incapacidad temporal. Canarias (2018‑2021)", elaborado por Óscar González Morera, Luis M. Bello Luján y Patricia Barber Pérez, que aporta datos contundentes: esta dolencia encabeza año tras año las causas de incapacidad temporal no profesional en el archipiélago.

 

   Lejos de ser un problema individual, pues. este fenómeno debe ser comprendido como una expresión concreta del deterioro de la salud laboral, resultado directo de las condiciones materiales en las que miles de personas se ven obligadas a trabajar.

 

  La lumbalgia se ha convertido, según señalan los autores de esta investigación, en la primera causa de ausencias laborales durante los últimos años —salvo en 2020 y 2021, cuando fue eclipsada por los picos de COVID‑19—. No se trata de un dato menor. Significa que más de 12.000 bajas anuales son atribuibles a esta dolencia en el periodo estudiado.

 

 

Una dolencia física con causas sociales

 

   Según González Morera, Bello Luján y Barber Pérez, el lumbago no surge sólo por levantar pesos excesivos. Aparece también por la repetición continua de ciertos movimientos, las posturas forzadas mantenidas durante horas y, sobre todo, por el estrés laboral crónico.

 

   Las camareras de piso en hoteles —símbolo del turismo canario— son un ejemplo evidente: jornadas intensas, tareas repetitivas, condiciones precarias. El dolor de espalda es apenas una de las consecuencias visibles de esta realidad.

 

   Los autores advierten que a menudo se subestima el papel del estrés como desencadenante físico. Y es ahí donde el informe introduce una lectura crucial: la lumbalgia también es resultado de tensiones emocionales no resueltas, del agobio constante, del miedo al despido, de la presión por rendir bajo condiciones adversas.

 

  En palabras del propio Luis M. Bello, “el estrés del trabajo se suma al estrés de vivir”. Una afirmación que, aunque sencilla, encierra un diagnóstico profundo sobre la relación entre trabajo y salud.

 

El impacto económico

 

   El informe cuantifica también los costes de esta situación. Entre 2018 y 2021, las incapacidades temporales por enfermedades comunes y accidentes no laborales supusieron más de 2.200 millones de euros para el sistema en Canarias. En 2018, el gasto fue de 568 millones; en 2019, 663 millones; en 2020 descendió a 412 millones por el efecto del confinamiento; en 2021 volvió a subir a 589 millones.

 

  Además del evidente costo económico, provoca  una pérdida de fuerza de trabajo en sectores clave como la hostelería, el comercio o los cuidados, donde se concentra buena parte de estas bajas.

 

  El grupo de edad que más gasto genera por esta causa es el de 46 a 55 años, seguido por el de 36 a 45. Dato que sugiere que el desgaste acumulado por años de exposición a malas condiciones termina pasando factura en la etapa más productiva del trabajador.

 

La salud mental irrumpe en las estadísticas

 

  Si en 2018 la segunda causa de baja era la gripe y la ansiedad ocupaba el décimo lugar, en 2021 la situación cambió radicalmente. La ansiedad no especificada se convirtió en la segunda causa de incapacidad temporal, con más de 9.000 casos. Salto que evidencia una crisis de salud mental asociada al trabajo, que viene gestándose desde hace años pero que la pandemia aceleró.

 

  Este dato no puede tratarse como una mera anécdota estadística. El hecho de que las bajas por ansiedad superen a otras dolencias infecciosas o físicas indica un agotamiento emocional estructural en la clase trabajadora. El trabajo ha dejado de ser sólo un lugar de esfuerzo físico; ahora también es un foco de tensión, vigilancia, presión y miedo.

 

La raíz del problema: condiciones de trabajo

 

  El informe elaborado por González Morera, Bello Luján y Barber Pérez apunta con claridad: la mayoría de estas bajas podrían prevenirse si se actuara sobre sus causas estructurales.

 

  Los autores enumeran medidas concretas: talleres de ergonomía, rediseño de espacios de trabajo, pausas activas, alimentación saludable en el entorno laboral, apoyo psicológico, entre otros.

 

  Pero advierten también de un punto central. No basta con medidas individuales o recomendaciones sanitarias. Es necesario transformar la organización del trabajo. Mientras se mantenga la lógica de la productividad a cualquier costo, mientras las jornadas sean extensas, el personal escaso, y los ritmos inhumanos, los cuerpos  seguirán expresando las violencias que en este contexto laboral se ejerce sobre ellos.

 

  La lumbalgia, como el estrés o la ansiedad, incapacita, agota, consume. Es por ello que la salud laboral no puede seguir pensándose solo en términos de accidentes o lesiones visibles. La precarización, la sobrecarga y la inestabilidad también son formas de violencia contra el cuerpo.

 

 
 
 
 
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